
La terminación del mundo
bipolar imperfecto, en los comienzos de los años noventa del
siglo pasado, ha dado lugar a diferentes intentos de
constitución de un nuevo orden mundial, ya fuese basado en
el unilateralismo norteamericano o en la constitución de un
grupo de países que juntasen las economías más poderosas del
globo (primero el G-7, luego con la adición de Rusia, el
G-8). O intentado a través de la reforma del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. Al igual que en el pasado
mundo bipolar, en esta búsqueda de un nuevo orden global la
Organización de las Naciones Unidas no ha logrado ocupar el
centro del escenario y por allí no pasa el gobierno del
mundo.
Hace menos de dos semanas la
reunión de los jefes de Estado de 19 países más la
representación de la Unión Europea dieron señales de ubicar
en esa cumbre el centro del poder económico o financiero
mundial, al dictar las bases para un nuevo orden financiero
mundial. El G-20 agrupa a 19 países más la Unión Europea, o
más estrictamente en el G-20 hay representados: 15 países en
forma directa (Estados Unidos de América, Canadá, Japón,
Rusia, Argentina, Brasil, México, Sudáfrica, Australia,
Arabia Saudita, Turquía, China, Corea, India, Indonesia); 4
países en doble representación, con asiento propio en forma
directa e indirectamente mediante la representación de la
Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y Reino Unido); 23
países en forma indirecta (el resto de la Unión Europea). De
estos 23 hay 2 que a su vez no integran en forma directa el
grupo, pero sí indirecta, y además son invitados a sentarse
a la mesa (España y Países Bajos). Estos 42 países que
componen el G-20 representan el 85% del producto nacional
bruto del mundo, el 80% del comercio internacional (incluido
el comercio entre los países de la Unión Europea) y los dos
tercios de la población mundial. Esta es la dimensión de
poder en la que se fundamenta el imponer reglas al resto de
los países del globo, es decir, a los otros ciento cuarenta
y tantos países. En esencia el G20 busca ejercer el
liderazgo mundial.
La historia enseñanza que
cuando se busca ejercer el liderazgo, los aspirantes a
líderes no solo deben exhibir tamaño y fuerza, sino también
algún modelo en el que se vean reflejados los candidatos
(con o contra su voluntad) a liderados. En el mundo bipolar
los Estados Unidos de América no solo ofrecían el principal
poder militar y la primera economía del globo, sino también
pretendían exhibir un modelo de sociedad que declaraban
fundado en la libertad y la democracia; por su parte la
Unión Soviética también exhibía un poder militar
relativamente equiparable, pero además un modelo de sociedad
que declaraba fundado en la igualdad de los seres humanos y
la no explotación entre ellos. No importa cuan cierto fuese
lo que cada cual hubiese proclamado; lo importante es que
exhibiesen esas creencias y los liderados por unos y otros
creyesen en las virtudes y el ejemplo de los líderes. Si
alguien sigue a otro porque no tiene más remedio, por la
imposición de la fuerza (militar, económica, política), no
hay liderazgo sino dominación; el débil no es un liderado
sino un dominado.
¿Qué exhibe el G20 además de
tamaño económico y comercial, y de magnitud de habitantes?
Aparentemente, dada una de sus señales más fuertes, pretende
exhibir un modelo de ética, expresado en el plano de lo
tributario, lo que la llevó en combinación con la
Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) a
la elaboración de una lista negra en tres categorías, que
para juego de los comunicadores se les llamó lista negra,
gris oscura y gris clara. Tras la abdicación de los cuatro
sentenciados en la lista negrísima, esta lista negra quedó
reducida a dos categorías: la vieja lista negra que por
pudor se le llama ahora gris oscuro y una nueva llamada gris
clara. Todos los países de esa larga lista de tres
categorías tienen en común la calidad de paraísos fiscales,
o refugios de capitales negros, o territorios refractarios a
la aceptación de acuerdos internacionales en materia
impositiva. Como quien dice, son los malos de la película, y
así son exhibidos ante la opinión pública mundial, que cree
que efectivamente esos países son los corruptos del mundo, o
máx exactamente los santuarios de la corrupción y los
dineros negros (que en mayor medida lo son, Uruguay incluido
y en los lugares más prominentes, más allá de toda duda
sincera y razonable). Pero con este tema y esta(s) lista(s)
se termina la apelación a las idealidades.
Además de poderío económico,
comercial y poblacional ¿Qué pasa con el G20, más
estrictamente con los 19 países sentados a pleno derecho y
por sí propios en ese foro anual, en cuanto a poder
adquisitivo de sus habitantes, desarrollo humano y
corrupción? La mayoría de los representados en la cumbre
están fuera del primer quintil en poder adquisitivo de sus
pueblos, medido en PPA según el FMI. Pero además, solo 3 de
ellos están en la mitad de menor poder adquisitivo del
mundo, en la mitad de mayor pobreza. Se puede decir que son
mucha gente junta, que ese conjunto les da mucho poder
económico y comercial, pero viven mal. La abrumadora mayoría
de los habitantes del G20 vive mal. Los poderosos no son un
ejemplo contra las injusticias del mundo.
Lo cual se corrobora aún más
cuando se observa que 10 de los 19 países están también
fuera del primer quintil, es decir, no está en el 20% de
mejor desarrollo humano, y 9 de esos 10 tienen un desarrollo
humano inferior (algunos de ellos, varias veces inferior) al
de Uruguay. Son poderosos, pero no todos ellos lugares
agradables para vivir humanamente.
Pero en la elaboración de
las listas negras de la moralidad fiscal mundial participan
países que no pagan sus deudas, es decir, que en esa moral
no entra el devolver lo que se pide prestado, lo cual
implica una feroz contradicción para los miembros del Club
de París, los cuales casualmente integran el G-20. Se puede
estar en default, no pagar a nadie, pero dictar las normas
del nuevo orden financiero mundial.
Pero además, solo 7 de los
19 países directamente sentados en el G-20 están en el
primer quinto de países con mejor Indice de Percepción de
Corrupción (y solo 6 por encima de Uruguay). No solo los dos
tercios del G-20 está fuera de la primera categoría en
materia de trasparencia, sino que 6 de ellos (Argentina,
Brasil, Arabia Saudita, India, Indonesia y Rusia), están en
la mitad de la tabla de los países con mayor percepción de
corrupción del mundo.
Todo esto esté fuera de ideologías. No hay ningún modelo que
sirva de ejemplo en el mundo en que se exhiba que el
liderazgo implica pretender que los liderados sigan a
quienes ofrecen bajo nivel de desarrollo humano y alta
corrupción. Al menos en los últimos 400 años es difícil
encontrar otro ejemplo de intento de crear un orden
económico mundial sin un modelo de sociedad a seguir. Nunca,
en los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y lo que va del XXI, el
nuevo orden se pretende crear basado exclusivamente en el
poder de los poderosos, en la riqueza de los ricos en tanto
países, aunque fueren pobres de solemnidad en cuanto a
personas, en un conjunto de naciones que exhiben el mayor
índice imaginable de desigualdad entre los pueblos allí
representados.