
Conviene remarcar dos
premisas: el mundo va hacia los grandes bloques regionales y
desde que el mundo es mundo, o al menos desde los últimos
400 años, todo bloque de naciones requiere un liderazgo,
individual o colectivo. Debe aclararse específicamente
cuando se habla de bloques regionales que se refiere a la
existencia de grandes comunidades o confederaciones de
países, verdadero estados supraestados, a imagen y semejanza
del modelo trazado por la Unión Europea, que no empiezan ni
terminan en el intercambio comercial, sino que son uniones
políticas, económicas, sociales, culturales, comerciales,
aduaneras, con órganos de gobierno representativos de los
estados miembros y de los pueblos. Y conviene agregar que se
busca analizarlo en términos de larga duración, más allá de
la coyuntura y del corto plazo. Lo que se pretende analizar
no es un tema de aranceles ni de compensaciones, sino de
integración de países en bloques. Se pretende mirar en el
largo plazo, y como periodo corto en un plazo de mediano a
medio largo.
Esta concepción de bloques,
comunidades o uniones difiere de los bloques, tratados o
acuerdos comerciales y también de las cumbres,
organizaciones o reuniones de consulta o coordinación.
Bloques en el sentido de uniones o comunidades de países
implica que la pertenencia a uno es excluyente de la
pertenencia a todas las demás.
En cuanto a Uruguay y su
región de pertenencia, todavía no está claro cuál es la
región, si el Mercosur de los cuatro originarios (o ampliado
a Chile, o a Venezuela), si el continente sudamericano en su
nueva versión (con la inclusión de los caribeños Guyana y
Surinam) o la América Latina y el Caribe en su conjunto.
Por otro lado, guste o no, y
más allá de floridas declaraciones sobre la igualdad de los
países, todo bloque requiere de liderazgos, tanto como esos
liderazgos requieren de frenos y contrapesáoslos liderazgos
no se inventan. Sin definir claramente quién o quienes son
los candidatos a liderazgo (aunque alguno resulta muy obvio)
puede sostenerse, a título de inventario preliminar, que un
líder requiere de algunos atributos básicos:
Uno. Tener voluntad de
liderazgo. Querer ser efectivamente líder
Dos. Ejercer ese liderazgo
con una política de Estado, en el
sentido de políticas de continuidad, de políticas sostenidas
en el largo tiempo, más allá de las continencias de cambio
de gobierno en el o los países líderes.
Tres.
Que esa política de continuidad se asiente en un cierto
consenso nacional, o consenso del sistema político, que la
ponga a salvo de vaivenes políticos y electorales.
Cuatro.
Que sea una política nacional, es decir, compartida por el
grueso del sistema político, el poder económico, los actores
corporativos, los poderes de representación social (en
primer lugar, el sindical), el poder militar.
Cinco.
Que sea una política nacional en el sentido de una política
que adopta e implemente nacional sin que quepan
interferencias regionales, estaduales, provinciales o
locales, ni en el plano formal ni en el plano fáctico. Ello
supone que el o los países líderes deben contar con un poder
efectivo centralizado (no en lo jurídico, sino en lo
fáctico). Si la acción lideral puede ser torpedeada por
cualquier autoridad de segundo nivel, no hay liderazgo
posible
Seis.
Querer jugar como parte (y además cabeza) de un bloque y no
como un jugador solitario. Mucho menos como un global player
individual y solitario. Porque los países relativamente más
poderosos, los que tienen capacidad para el liderazgo,
sufren habitualmente la contradicción entre la
búsqueda de liderazgo y el regusto por jugar en solitario
Siete.
Tener objetivo claros para impulsar el liderazgo, porque
liderazgo no es solo primer lugar o mando, sino también
conducción, señalamiento de objetivos, convencimiento a los
liderados de lo justo de esos objetivos
Octavo.
Tener clara la diferencia entre liderazgo y dominio. Un
liderazgo implica conducir voluntariamente a un conjunto de
liderados, que pretender obtener del líder algo: respaldo o
protección política, protección militar, ayuda económica,
soporte financiero, cooperación cultural o social,
facilidades comerciales en la relación bilateral o hacia
terceros países del bloque o fuera del bloque, tecnología,
en fin, las mil y una cosas que un país más débil puede
necesitar y otro más poderoso puede proporcionar. Dominio en
cambio es obtener el seguimiento del liderado mediante la
imposición (política, económica, social, cultural, militar).
Las reglas para el dominio son diferentes a la del
liderazgo, y los dominios no pueden durar más (aunque duren
largo tiempo) que la capacidad del dominante para sojuzgar
al dominado.
Noveno.
Ejercer una representación de los liderados. No en el
sentido clásico de representación mediante elección de
representante o delegación de cometidos, sino mediante el
sutil juego de entender el pensamiento, los intereses y los
propósitos de los liderados, buscar una síntesis entre esos
diversos liderados, tentar otro síntesis entre lo que buscan
los liderados y lo que conviene al líder, y expresar esa
resultante.
Décimo.
Estar dispuesto a pagar los costos de un liderazgo. Los
liderazgo no son gratuitos, cuestan y mucho. Cuesta poco y
hasta da ganancias el dominio, el imperio, la colonización,
el sometimiento por la fuerza, ya fuere militar, económica o
política. Pero el liderazgo cuesta. Silvio Berlusconi decía
hace pocos años, en respuesta a quienes le objetaban los
inconmensurables gastos que Italia se aprestaba a volcar en
el Mediterráneo: Italia no puede pretender el liderazgo en
el Mediterráneo si no está dispuesta a asumir los costos de
ese liderazgo. Lo que el presidente del gobierno italiano
expuso no fue una visión de izquierda, no significó un
concepto de ayuda, dádiva o donación. Expuso con la crudeza
que lo caracteriza, el concepto de inversión como diferencia
con el gasto.
Undécimo. Saber que optar
por un liderazgo es renunciar a otras cosas, porque no se
pueden querer varias cosas contradictorias entre sí y no
establecer prioridades ni jerarquías.
En definitiva, para liderar
una región se requiere voluntad de hacerlo, claridad de
propósitos, poder central en el país para imponer las
decisiones estratégicas internacionales por encima de los
intereses de regiones o aldeas, modus operandi para
conquistar y convencer a los liderazgos, asunción del costo
de un liderazgo.
Claro que también para ser socio de un bloque se requiere
voluntad de integrarlo (valga la redundancia) en las buenas
y en las malas, asumir los costos internos hacia una
integración en bloque, porque todo acuerdo comercial de la
índole que fuere, todo tratado económico, político, miliar,
social o cultural, tiene ganadores y perdedores dentro de
cada país. No hay forma de proceder a una integración en
bloque si no se asume que cada país tiene costos internos
que pagar y ganancias de largo plazo. Pero eso supone asumir
decisiones estratégicas con costos presentes.