
El llamado a sala a Comisión
General del Senado al ministro de Economía y
Finanzas por parte del líder de la oposición terminó
en un insólito consenso global del sistema político.
Sin duda con ello se fortalece la imagen hacia el
exterior como un país muy unido y predecible, con un
gobierno sólido, no controvertido y asentado en un
apoyo de gobernantes y opositores. Es decir, se
reitera el carácter diferenciado del país en
relación al resto del continente sudamericano. Se
acentúa además una empalagosa luna de miel, similar
a la vivida cuando el primer gobierno de
Sanguinetti, en ocasión de la restauración
institucional. Da aire al gobierno, al país y
permite a la oposición influir y mucho en las
decisiones nacionales, hasta el momento en que
comiencen a bifurcarse los caminos y cada cual asuma
su rol natural. Porque como señalaba el sociólogo
francés Alain Touraine en polémica con este
analista, hace casi un cuarto de siglo (cuando la
fase de consolidación democrática): Uruguay no es
una democracia plena, porque carece de oposición,
que es esencial al juego democrático. Entonces, así
como el consenso es una señal de madurez, la
necesidad de roles diferenciados gobierno-oposición
es sustancial a la democracia. También es esperable
que las primeras molestias fuertes y los primeros
disensos con el equipo económico surjan desde la
casa propia y no desde enfrente, porque esta
ortodoxia fiscal no es grata a quienes quieren
impulsar mayores salarios públicos y mayor gasto
estatal, señales que se verán dentro de poco, cuando
hacia el fin del invierno empiecen los tiras y
aflojes sobre el presupuesto quinquenal.
Ahora bien, el llamado a Sala
planteó otro tema significativo de reflexión,
resumido por El Observador
en dos frases. Una la expresión de los opositores al
ministro con un “Bienvenido al Club”. La otra, el
comentario de un parlamentario oficialista al
término de la sesión:
“En definitiva: el Frente se nos quedó con las
ideas, con el discurso y con los votos. Y andá que
te cure Lola”. De esos dos elementos surge la visión
desde los partidos tradicionales de tres cosas: Una,
que resulta implícita, que en los aspectos
sustantivos, en la cosmovisión de país, el Partido
Nacional y el Partido Colorado pertenecen a un mismo
conjunto. Dos, que la cosmovisión que el Frente
Amplio trasmite a través de su política económica
coincide con la visión de ambos partidos
tradicionales, en cuanto a ortodoxia económica.
Tres, que el Frente Amplio en consecuencia tomó la
ideas de sus adversarios y su discurso, pero además
obtuvo el apoyo de la población que no lograron los
partidos tradicionales con las mismas ideas y el
mismo discurso.
Cada una de estas conclusiones
amerita un análisis en sí mismo. Para empezar, en
relación al primer punto, se observa una conducta
dual en ambos partidos tradicionales y especialmente
en algunos de sus sectores: entre considerar que son
parte de un mismo conjunto, es decir, ser un bloque
dentro de un sistema bibloquista, o ser cada uno una
pieza independiente en un sistema esencialmente
triangular (esta contradicción aparece más fuerte en
Alianza Nacional y Vamos Uruguay, que son quienes
más señales dan en contra de la dilución de la
frontera blanco-colorada). El segundo punto amerita
otro análisis, sobre cuánto hay de similitud y
cuanto de diferencia entre la cosmovisión
frenteamplista y la cosmovisión tradicional (y si la
frenteamplista es una sola cosmovisión o son varias,
inclusive algunas de ellas contradictorias entre
sí). El tercer punto a su vez conlleva a dos
elementos diferentes de análisis: uno, cuánto tomó
el FA de las ideas y el discurso de los partidos
tradicionales y, dos, si hay una relación lineal
entre la toma (o copia) de ese discurso y la
captación de votos.
Conviene para comenzar a
reflexionar comenzar por el punto cronológico de
partida. Hace cuatro decenios, entre 1967 y 1971, se
inició el largo proceso de crecimiento de
crecimiento ininterrumpido de la izquierda y caída
sistemática de los partidos tradicionales como
conjunto, que culmina en el periodo 2005-2009. Al
comenzar este proceso ¿qué ideas, qué visión del
país y de la sociedad expresaban los partidos
tradicionales a través de su política? ¿Son las
mismas que sostienen ahora?
Previamente hay que definir
cuáles son los puntos modulares de esta visión
económica, las condiciones básicas de pertenencia
“al Club”. Da la impresión que van referidas a lo
que se llama ahora “prudencia fiscal”: equilibrio
fiscal, bajo ratio endeudamiento-producto, baja
inflación; asociado a políticas de apertura de la
economía y estímulo a las inversiones. Punto más,
punto menos, por allí anda “el bienvenido al Club” y
“el robo del discurso”. Bien, en el periodo de
arranque de la inflexión electoral, no puede
sostenerse que el discurso dominante, en tanto
praxis de gobierno, haya sido este: las políticas de
contención de la inflación fueron acotadas en el
tiempo (primer colegiado blanco, administración
Pacheco Areco) y seguidas de fuertes empujes
inflacionarios (segundo colegiado blanco, fase
constitucional de Bordaberry); la estabilidad
cambiaria fue seguida de fuertes devaluaciones (los
ejemplos son los mismos); no hubo propuestas
concretas de achicamiento del papel del Estado; hubo
algunas desregulaciones significativas en el primer
gobierno blanco (fin del contralor de exportaciones
e importaciones) pero mantenimiento de un esquema
globalmente regulador y estatista, y en la
administración Pacheco Areco se alcanzó el mayor
contralor estatal de la economía en la historia del
país.
Lo que se observa es que el
país mayoritariamente ha confluido -en medio de una
línea del mundo occidental en el mismo sentido
aunque con distinto énfasis y diferente velocidad-
hacia un consenso dominante (aunque no pleno) en
cuanto a los principios señalados anteriormente.
Pero en términos sustantivos, es difícil encontrar
en los partidos tradicionales en forma sostenida y
dominante un discurso como el que ahora formulan con
anterioridad a las elecciones de 1989. Y en cuanto a
praxis de gobierno, la búsqueda del equilibrio
fiscal, de control de la inflación, de reducción de
la deuda y de estímulo a las inversiones pueden
rastrearse como objetivos dominantes recién a partir
de la administración Lacalle y de la segunda
administración Sanguinetti. Entonces, este discurso
de los partidos tradicionales que habría copiado el
Frente Amplio refiere al asumido no más allá de dos
decenios atrás, cuando la curva de transferencia de
votos de lo tradicional a la izquierda iba por la
mitad del camino. También, y es un hecho nada menor,
que la sociedad observa que en 2002 todo estalla, y
desaparece la estabilidad económica, lo cual una
parte nada menor de esa sociedad atribuyó a los
partidos tradicionales, con razón o sin ella (como
dicen las telenovelas: continuará)