La
torre de Antel
Oscar
A. Bottinelli
Si algún día existe la
Torre de las Telecomunicaciones, uno
piensa que el día que los hijos de
los hijos la miren no sólo
podrán decir que es la obra
diseñada por el mismo aqrquitecto
que proyectó La Opera de La
Bastilla", que va a ser el punto
más alto de Montevideo, sino que se
va a decir: "Por esa torre empezó
la última campaña electoral
del siglo".
Porque realmente lo que está
ocurriendo es que no sólo con la
nueva Constitución uno de los
problemas que se han señalado en su
aplicación es que acorta el tiempo
útil de gobierno, al crear este
ciclo electoral de más de un
año, que empieza con las internas
en abril de un año y termina con
las municipales en mayo del año
siguiente. Además, la reforma
constitucional, tan política, tan
centrada en las cosas electorales, de
alguna manera movió el piso a todos
los políticos, les dio la
sensación de que las cosas son
distintas, de que se les apresuraron los
tiempos electorales y hay un
nerviosismo... Si fuera un economista,
diría que hay un nerviosismo en la
plaza.
Se ha generado una serie de
reacciones que tienen sin duda un
contenido electoral, ayudado por el hecho
de que a principio de año
empezó a surgir el nombre del
presidente de Antel como uno de la larga
lista de pretendientes o de nombres
considerados en mayor o menor grado para
una candidatura, lo cual hizo que
algún rival lo pusiera en la mira.
Y eso, un poco tardíamente, porque
a los efectos de exhibición de
logros del quinquenio se puede decir que
Antel ya cumplió el logro
básico hacia la población,
que es haber satisfecho la totalidad de la
demanda telefónica. Afectaciones
posteriores no tendrían demasiado
sentido en ese aspecto.
Y lo otro en que se ha centrado,
también -esto se ha notado en filas
nacionalistas-, es el combate a la Torre
de las Telecomunicaciones, en el sentido
de combatir lo que podría
interpretarse como un símbolo que
quedara en la ciudad de la gestión
del presidente Sanguinetti.
Detrás del trasfondo de esto
de la Torre de las Telecomunicaciones
aparece un par de temas, un par de
enfoques diferentes. Uno tiene que ver con
el punto de vista
político-económico, de
concepciones del papel de las empresas del
Estado, y otro tiene que ver con el
aspecto jurídico del papel de los
directores de entes
autónomos.
Empezando por este último, en
que hubo como hecho notorio la
observación del Poder Ejecutivo al
presidente de Antel, hay dos tipos de
episodios que queremos analizar.
Los directores de entes
autónomos figuran dentro de un
conjunto de funcionarios que están
en el numeral cuatro del artículo
77 de la Constitución, donde
están los militares, los
policías, los magistrados, que
tienen prohibido realizar cualquier tipo
de actividad política, tanto
pública como privada, con la
única excepción del
voto.
Pero con los directores de entes
autónomos se establece una
excepción que ya les da una
naturaleza distinta, que es que no queda
incluida en las prohibiciones la
concurrencia a los organismos partidarios
que tengan como cometido específico
el estudio de problemas de gobierno o
administración.
La verdad es que esta
disposición, cuando se
incluyó y cuando se
perfeccionó la Constitución
del 66, más bien estaba apuntando a
la actividad política de
carácter electoral, por el temor
-en una época de mucho
clientelismo- del poder de los directores
de entes autónomos a través
de servicios, a través de empleos
que podían desnivelar a su favor la
competencia electoral en contra de otros
dirigentes del propio partido. Esto no fue
visto tanto como una salvaguardia entre
partidos sino dentro de los partidos,
entre figuras. Además, equiparar la
prohibición de cargos que son
designados a través de los
partidos, que tienen una función
relativamente política, a
militares, policías o magistrados,
es una exageración
constitucional.
Por eso llama la atención
que, habiéndose tocado el tema de
los entes autónomos en esta reforma
constitucional -ya que ahora los
directores pueden ser removidos en
función de todo un proceso
político que implica una especie de
falta de confianza del gabinete,
reorganización de gabinete,
reorganización de entes- se haya
mantenido este tipo de
prohibición.
Haberla dejado es una razón
de más para que entonces se
respete. No es la prohibición de
los militares que no pueden hacer
absolutamente nada, pero obviamente no
pueden actuar libremente en
política; tienen una función
llamada
técnico-política.
Acá ha habido dos tipos de
intervenciones políticas. Una es la
del contador Lombardo que,
inequívocamente, en la defensa de
la Torre de las Telecomunicaciones, hizo
ataques claramente políticos,
valorativos desde el punto de vista
político, a partidos, a sectores y
a figuras de gobierno, lo cual
excedió claramente el cargo y
mereció la observación que
le hace el Poder Ejecutivo, que es una
especie de sanción. Se puede decir
que es una sanción moral, pero una
sanción al fin. Y no entro
acá a discutir si está mal o
bien la sanción desde el punto de
vista jurídico, porque hay
catedráticos que consideran que no
fue correcta.
Lo segundo es el tema de la
Convención del Partido Nacional,
que es un hecho inédito en el
país. Por primera vez, la
máxima autoridad de un partido le
está encomendando a directores de
entes autónomos -que son figuras
que tienen prohibida la realización
de actividad política- cómo
deben votar en el ente
autónomo.
Uno puede decir que siempre ha
ocurrido así. Cuando el
señor Ausqui, director de la 15,
hace un replanteo en Antel, éste es
consecuencia de lo que había dicho
el doctor Batlle. Y es verdad, casi se
puede decir que es lo mismo. La diferencia
es que en el primer caso no aparece
formalmente ni el Partido Colorado ni la
lista 15 atrás de sus
órganos mandatando a un director de
un ente autónomo. Y acá
aparece en la Convención una
resolución expresa, formal, que
comunica con escrito y con firma el
presidente del Directorio, diciendo que
dos directores de entes autónomos
deben cambiar su voto.
Este es un hecho muy importante y
muy trascendente en el cambio que puede
ocurrir en la relación partidos
políticos-directores de entes
autónomos, porque de esta manera ya
se les está dando a los directores
de entes autónomos una
sujeción a mandatos partidarios que
no es la función que tienen los
directores de entes autónomos, como
surge del numeral 4º del
artículo 77.
Queremos hacer unos breves apuntes
desde el punto de vista de la
concepción económica. En
Uruguay, anteriormente, los entes
autónomos eran considerados entes
autónomos, parte del Estado que se
mezclaba un poco con toda la labor del
gobierno central, se consideraba natural
que pudieran ser deficitarios, que los
déficits los cubriera el gobierno
central. Si en algún momento
excepcional teníamos
superávit, que eso fuera para los
recursos centrales del
país.
Esto fue muy fuertemente combatido a
través de dos líneas. La
primera línea que hubo fue sostener
que todo lo que era actividad comercial
del Estado o actividad comercial
pública y mucho más
monopólica, debía salir de
la órbita del Estado y pasar a ser
privado. Y fue el impulso a
políticas de privatizaciones que en
Argentina fue muy fuerte, en Brasil un
poco más débil y en Uruguay
fue más bien subsidiaria y no
afectó a las grandes empresas como
el petróleo, como la electricidad o
como la telefonía
básica.
Pero surgió una nueva tesis,
de alguna manera acorde con la
teoría privatizadora, que fue la
teoría de que son empresas y que
esas empresas deben buscar la eficiencia y
que esa eficiencia debe traducirse en
rentabilidad. Y que la forma de operar
-tanto con los trabajadores como con los
usuarios y con sus finanzas- es la de una
empresa privada. Y así es como
Antel y UTE hace años que no hablan
más de "usuarios" sino de
"clientes", así es como promovieron
reformas de tal manera que cuando uno va
al mostrador en lugar de darle un
expediente lo atienden por
teléfono. Eso lleva, entonces, al
concepto de que si son empresas y obtienen
utilidades esas utilidades se reinvierten
en el progreso de las empresas.
Lo novedoso acá, a
través del planteo surgido a partir
del doctor Batlle, fue otra vez volver al
viejo concepto de que si Antel obtiene
utilidades, las mismas, en lugar de
volcarse en la empresa para reinvertirlas
en ella, para seguir teniendo el mismo
nivel de eficiencia que tendría una
empresa privada, pase a destinos
políticos que cubran ausencia de
recursos que tenga el tesoro central del
Estado.
Este es un tema muy importante
porque aparecería como un giro
político-ideológico muy
fuerte en relación a las empresas
del Estado, que estaría partiendo a
través de este planteo. Se
estaría rediscutiendo que, de haber
planteado privatizaciones o empresas
estatales eficientes, se vuelva al
concepto de empresas vinculadas
directamente en sus recursos al Estado y
que reinviertan o no, ya no como empresas
sino en función de la
orientación central de la
política gubernamental.
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