De
insatisfacciones e incertidumbres
Oscar
A. Bottinelli
En el espacio La Opinión
Pública, en varios momentos de este
año hemos marcado una serie de
indicadores que señalan que en 1997
y fines de 1996 ha crecido un nivel de
insatisfacción en la gente sobre
distintos aspectos, en relación a
los niveles que marcaban los años
anteriores.
Si bien -como pasa en toda sociedad-
hay desde gente extremadamente
insatisfecha hasta gente extremadamente
satisfecha, en el volumen general la
insatisfacción tiende hoy a tener
una mayor predominancia sobre la
satisfacción, cuando en
períodos anteriores yo diría
que había un relativo equilibrio,
si tomamos en cuenta el conjunto de los
índices.
Lo que importa ahora
-independientemente de cifras, de
números- es ver un poco
cuáles son, dónde
están las distintas áreas o
tipos de insatisfacciones que existen en
la sociedad uruguaya.
Lo que importa ver es que por un
lado tenemos lo que podemos llamar los
tipos clásicos de
insatisfacción, aquellas
insatisfacciones que son visualizables
directamente o por lo menos que
corresponden a causas y efectos
clásicos y normales, a los cuales
podemos dividir en coyunturales y
crónicos o
estratégicos.
Entre las causas coyunturales, el
impacto que pueden generar sobre la
satisfacción o
insatisfacción de la gente,
está el desempleo. El crecimiento
de la desocupación genera
insatisfacción, obviamente, y
particularmente para quienes tienen una
relación directa o más o
menos directa o un impacto sobre esa
desocupación.
La caída de ingresos, la
caída salarial en el caso de las
personas empleadas, la caída de
ventas, la caída de actividad en el
caso de las personas que actúan en
forma independiente o que realizan
actividades empresariales, desde
microempresarias hasta macroempresarias,
generan insatisfacciones.
Y luego tenemos las causas que
podemos llamar de tipo crónicas o
estratégicas, como niveles de
pobreza, niveles de marginalidad, lo que
se llama niveles básicos
insatisfechos. Es decir, una serie de
elementos que tienen que ver con la vida,
como acceso a saneamiento o a buenas
vías de comunicación o a
determinados entornos de vida o de
vivienda, o acceso a la vivienda o
seguridad en la vivienda, que afectan
también el grado de
satisfacción o
insatisfacción.
Esto es lo que podemos llamar lo
clásico, que no ameritaría
acá un análisis más
allá de la cuantificación
-creció tal cosa o bajó tal
cosa- y explicar o no que haya mayor o
menor satisfacción o
insatisfacción.
Lo que encontramos es que hay ahora
-estamos hablando de la década, del
período- nuevos tipos o nuevos
elementos que son susceptibles de generar
insatisfacciones, o por lo menos son
susceptibles, para decirlo de una forma
muy gráfica, de "moverle el piso" a
la gente. Son problemas que ocurren en
Uruguay, que ocurren en la región y
que están ocurriendo por lo menos
en todo el mundo occidental.
Particularmente se ven en Europa, igual
que en Uruguay.
Acá vamos a ver tres
áreas. Por un lado, los tipos de
ocupación, por otro lado la
durabilidad de la ocupación y por
lo tanto distintas formas en que se ejerce
el trabajo, el empleo o la actividad.
Vamos ahora a describir cada uno de ellos
para ver por qué y cómo
pueden generar
insatisfacción.
En primer lugar, cambios en los
tipos de ocupación. La sociedad
uruguaya tenía un predominio muy
fuerte de un tipo de empleo que
podríamos llamar más o menos
tradicional para nuestro país, ya
sea a través de la actividad
pública, la actividad estatal en un
sentido muy amplio, o aún de la
actividad privada, la concepción
del empleo, de la relación de
dependencia asalariada con el sueldo
seguro o relativamente seguro a fin de
mes, escalafonado en una gran estructura,
una organización en la cual se
sabía el rol, el lugar que se
ocupaba, las perspectivas de carrera, de
cambios, que podía pasar de
auxiliar a oficial, oficial tercero,
oficial segundo, o ser obrero peón
y poder pasar a medio oficial, a oficial.
Es decir, una serie de esquemas que se
veían como una carrera y en
muchísimos gremios -no era todo el
país, no hay que exagerar lo que
eran las situaciones pasadas- todo este
esquema de escalafones, de ascensos,
tenían regulaciones más o
menos parecidas a las de la actividad
pública, con muchos reglamentos,
con muchos convenios colectivos. Por
supuesto, el máximo de todos, que
era claramente equiparable desde ese punto
de vista a la función
pública, era el de los
bancarios.
Frente a esto tenemos el crecimiento
de la actividad opuesta en cuanto al
margen de seguridad, de certeza, que es el
crecimiento del trabajo a través de
las actividades más o menos
empresarias, de la unipersonalidad. Puede
ser una unipersonal informal, puede ser
una unipersonal formal, pero ya el
individuo vive a resultados, vive de
cómo vaya su venta, su actividad
económica, de la cantidad de
trabajo que consiga mes a mes, donde puede
tener períodos de muchísima
mayor actividad y de muchísima
mayor rentabilidad que la que le da
cualquier empleo, pero períodos en
que tiene niveles de logros muy inferiores
a los de un sueldo, a los de un empleo. La
característica general es que sale
de ese marco de seguridad a un marco mucho
más competitivo y mucho más
duro.
El crecimiento de todas estas formas
de unipersonalidad, que no importa
acá si es formal o informal (porque
eso tiene que ver con formas ambientales o
con formas impositivas, pero no con la
realización del trabajo en
sí)...
Una segunda área es la
durabilidad de la ocupación. En
general, Uruguay pasó de tener
áreas muy amplias, porcentualmente
muy significativas, donde el empleo o el
trabajo era considerado una actividad de
por vida; la inamovilidad en el trabajo,
por un lado consagrado constitucionalmente
en la función pública, pero
por otro lado a través de
actividades fabriles, empresarias,
bancarias, a las cuales primero se les
asignaba una perdurabilidad. No
sólo a las actividades, sino
también a las empresas. Se
partía de la base de que ese
frigorífico, esa textil como tal,
iba a durar de por siempre y que a su vez
todos los trabajadores, salvo actitudes
personales de transgresión
profunda, de delito, actividades
incompatibles con cualquier ética,
que motivaran un despido por razones
individuales, ese empleo no era perdible y
llevaba a que el intento de despido por
parte de una empresa generara fuerte
confrontación gremial.
A ese concepto del empleo de por
vida, de inamovilidad en el trabajo -no
sólo en el público- ha
surgido la visión de que el empleo
no es una cosa segura de por vida, un
escalafón que se cumple a lo largo
de toda la vida, sino que hay una
movilidad muy fuerte, una gran
incertidumbre,;el empleo puede cambiar en
cualquier momento. Esto genera
insatisfacciones, porque genera
incertidumbre.
A esto se suma, en tercer lugar, la
aparición de una gama muy amplia de
oficios y actividades nuevas, y por otro
lado la desaparición o la
pérdida de funciones
económicas de un conjunto de
oficios en los cuales hay mucha gente a la
que agarra a mitad de su vida activa,
habiéndose preparado y
especializado para oficios que cada vez
tienen menos campo y menor
demanda.
Esto no es una lista exhaustiva de
insatisfacciones, pero sí es marcar
algunos tipos de insatisfacciones que
podemos llamar nuevos, que son diferentes
a los que se visualizan claramente. Por
ejemplo, si aumenta o baja la
desocupación, si aumenta o baja el
salario, que está impactando sobre
la sociedad uruguaya y generando formas o
niveles de insatisfacción que
están por allí
soterrados.
Fundamentalmente, estas
insatisfacciones están ligadas a la
mayor de todas: que en Uruguay
están creciendo los niveles de
incertidumbre. Entonces, finalmente hay en
la sociedad uruguaya insatisfacciones de
diversa naturaleza. En particular cada
sector, cada zona, cada individuo, tiene
insatisfacciones diferentes y
también explicaciones diversas para
esas insatisfacciones. Quizás lo
más común a toda la sociedad
son las incertidumbres, el pasaje de un
país de certidumbres -buenas o
malas, queridas o no, pero certidumbres al
fin- a un país con crecientes
incertidumbres.
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