Brasil:
los cambios de partido
Oscar
A. Bottinelli
Desde este mes de octubre y hasta
dentro de dos años habrá un
período de mucha efervescencia,
importante para el Mercosur en materia
política, con elecciones
presidenciales y parlamentarias en los
cuatro países miembros. Dentro de
pocos días es la renovación
parcial del Parlamento argentino y el
año que viene le toca a Brasil, con
elecciones presidenciales y
renovación de ambas
cámaras.
En primer lugar ubiquemos el tema
Mercosur, que en general tiende a verse
más como un fenómeno
económico y queda en un segundo
plano el fenómeno político.
Vamos a tener que ir
acostumbrándonos a que los
fenómenos políticos de los
otros tres países del Mercosur cada
día nos van a ir afectando
más. Y aunque no es muy claro el
destino político del Mercosur, lo
cierto es que tenemos que ir viendo que
vamos a vivir un proceso más o
menos similar y mucho más
rápido que el de la Unión
Europea, con la diferencia en
relación a Europa de que tenemos
partidos políticos y sistemas de
partidos muy distintos en cada uno de los
países.
En Brasil tenemos que recién
se está armando un nuevo sistema de
partidos, que empieza a diseñarse a
mediados de los años 80 con la
transición institucional de un
régimen militar que fue muy
peculiar, ya que en medio de un
régimen autoritario
subsistió -con cortes, con
limitaciones, pero subsistió- un
esquema de partidos políticos y de
Parlamento electivo.
El sistema actual de partidos tiene
muy poco o casi nada que ver con el
sistema de partidos con que se produjo la
interrupción institucional en 1964.
A diferencia de Uruguay, donde reconocemos
tradiciones muy largas e incluso las
nuevas fuerzas como el Frente Amplio, con
procesos de evolución de partidos
no tradicionales fundados a principios de
siglo y otros desprendimientos de los
partidos tradicionales con muy fuertes
ataduras históricas, pero que
conforman una nueva identidad -pero
también esa nueva identidad ya
tiene más de un cuarto de siglo-,
en Brasil se van interrumpiendo los
procesos. Los partidos, además de
ir muriendo a partir del año 64 o
muriendo frontalmente por
imposición del régimen
militar, no tenían ni siquiera 20
años de vida. Esto nos está
dando un primer panorama.
El segundo panorama es que el nuevo
esquema de Brasil con partidos muy
flexibles, muy plásticos, sin
demasiada tradición, se
asentó en un nuevo régimen
constitucional de elección
presidencial mediante balotaje -sistema
que vamos a instaurar nosotros en el 99- y
esto fue apuntando a la
conformación de dos grandes bloques
en Brasil.
Lo que ayuda mucho a estos dos
grandes bloques es que del lado que se
puede decir del centro hacia la derecha no
ha habido partidos demasiado
nítidos y ha ido cambiando la
fuerza de los partidos y la importancia
relativa de los mismos. Del centro a la
izquierda ha aparecido un partido muy
grande, muy fuerte, muy sólido, con
grandes contradicciones internas, que es
el Partido de los Trabajadores, el PT, que
tuvo como líder indiscutido a la
figura de José Ignacio Da Silva, el
dirigente sindical más conocido
como "Lula". Ahora Lula es más un
referente que un líder.
El PT es un partido por lo menos con
dos grandes alas internas más o
menos equilibradas y enfrente tiene tres
grandes grupos o tres grandes partidos.
Por un lado, el partido que se
formó durante el régimen
militar como partido opositor tolerado,
que era el Partido Movimiento
Democrático Brasileño. Luego
se formó un partido más a la
derecha del PMDB, que fue el Partido
Frente Liberal.
El Partido Movimiento
Democrático Brasileño fue el
partido del frustrado presidente de la
transición, que no llegó a
asumir, Tancredo Neves. El Partido del
Frente Liberal ha sido el partido del
presidente José Sarney, el
presidente que ejerció toda la
transición. Y actualmente, un
pequeño partido, el Partido
Socialdemócrata de Brasil, el PSDB,
que es el partido del presidente Henrique
Cardoso, que fue creciendo y se fue
transformando en el partido más
importante de Brasil y de este
gobierno.
En tres períodos de gobierno
hemos tenido al PMDB como el partido
dominante del gobierno de Sarney, el PFL,
Partido Frente Liberal, como el más
importante en el gobierno de Itamar
Franco, el PSDB como el partido más
importante en el gobierno de Henrique
Cardoso. Todo esto ya nos está
dando una gran plasticidad.
Esta plasticidad en Brasil y algunas
rigideces llevan a dos cosas. La primera:
si bien aparecen ciertos bloques
naturales, la conformación de las
alianzas es extremadamente difícil.
En el caso del centro hacia la izquierda,
hay una rigidez muy grande del PT, sobre
todo de lo que hoy es minoría -pero
que es casi la mitad del partido- en
posiciones muy rígidas, que
está frenando toda posibilidad de
un gran bloque detrás de una
fórmula -no sé si
fórmula presidencial, pero por lo
menos una atadura política- armada
entre Lula y el viejo dirigente Leonel
Brizola.
Y del otro lado, del centro hacia la
derecha, dificultan la plasticidad de los
partidos y la excesiva competencia entre
estos y sobre todo entre las
personalidades. Hacia la candidatura
presidencial está la
reelección de Henrique Cardoso y
aparecen los nombres del anterior
presidente Itamar Franco, del ex
presidente José Sarney y de
gobernadores y dirigentes políticos
de diferentes estados.
Es curioso, además, que
estamos hablando de tres partidos
relativamente fuertes y más o menos
equilibrados entre los tres, pero es muy
difícil establecer la fuerza de
cada uno, porque a este panorama confuso
se agrega este otro: hasta el 30 de
setiembre pasado los diputados y senadores
podían mediante una carta a las
presidencias de sus respectivas
cámaras, comunicar que ya no
pertenecían al partido por el que
fueron elegidos y que pertenecían a
un nuevo partido. Esto que se fue haciendo
a lo largo de la legislatura hasta el 30
de setiembre determinó que el peso
relativo de los partidos en el Parlamento
brasileño fuera cambiando
permanentemente.
En el juego político en el
Brasil no sólo está el juego
de captar electorado, de realizar
alianzas, sino que está el juego de
captar legisladores de un partido para su
propio partido e ir cambiando dentro del
propio período parlamentario los
pesos relativos de cada uno. Así se
dio que el partido del presidente federal,
Henrique Cardoso, tiene hoy 105 diputados
cuando obtuvo en la elección poco
más de 80. Tuvo un crecimiento de
alrededor del 25% en el número de
bancas, casi todas a expensas del Partido
Movimiento Democrático
Brasileño.
El PMDB fue la gran víctima,
perdió bancas hacia el PSDB y
algunas hacia el Partido Frente Liberal;
también hubo muchos cruces entre
los partidos chicos. Y el único que
se ha mantenido incólume, que tuvo
sólo una pérdida y ninguna
ganancia, fue el PT, este partido de la
izquierda tan fuerte, tan claro, tan
estructurado.
El tema es que este período
de pases y estos pases obedecen a razones
fundamentalmente de acercamiento al poder
o de mejor posicionamiento hacia las
elecciones. La gran preocupación
ante esto, que están marcando los
analistas políticos, es que los
pases de legisladores terminan siendo un
elemento tan fuerte o más que otros
en seguir que en Brasil se dificulte la
construcción de un verdadero
sistema de partidos estable con partidos
sólidos, de estructuración,
de larga durabilidad.
Este tema, que es muy diferente al
panorama uruguayo, por supuesto, pero
también al argentino y
también al paraguayo, debe ser
observado, porque sin duda es uno de los
obstáculos más importantes
que pueden aparecer en la visión de
un camino político hacia el
Mercosur, que necesita que los partidos y
los sistemas de partidos de los cuatro
países se vayan
armonizando.
Brasil carece de un sistema de
partidos estable, pero además
carece de partidos donde la pertenencia a
los mismos, de parte de los propios
electos, tenga durabilidad a lo largo de
toda una legislatura.
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