El rol
del ministro del Interior
Oscar
A. Bottinelli
Este tema genera muchas veces algún
tipo de perplejidad. Por ejemplo, ¿por
qué aparecen cada tanto dirigentes
políticos de primera fila en un ministerio
al que se considera más o menos
técnico y ligado a la seguridad
pública?
El Ministerio del Interior originalmente fue
uno de los cuatro ministerios básicos de
constitución del Estado, así fue
históricamente en Uruguay. Uno era el
ministerio que tiene que ver con las relaciones
hacia el exterior del país, el Ministerio de
Relaciones Exteriores, originalmente llamado de
Relaciones Exteriores y Culto. Otro era el que
tiene que ver con todo el aparato militar, lo que
hoy es Defensa Nacional, que originalmente fue de
Guerra y Marina. Otro, el que administra los
recursos para que el Estado funcione y recauda los
impuestos, que originalmente se llamó
Ministerio de Hacienda y hoy es de Economía.
Y el cuarto era el Ministerio de Gobierno.
El Ministerio de Gobierno tenía sobre
sí la seguridad pública de la
Policía, pero también todo aquello
que no fuera relaciones exteriores, parte militar o
recaudación de recursos para el Estado. Esto
no era demasiado en una época en que el
Estado no tenía los niveles de
intervención que tiene hoy; más que
nada era una función
política.
El carácter de ministro de Gobierno
determina que el ministro del Interior es,
además del encargado de la seguridad
pública, el que se encarga de todos los
asuntos políticos de gobierno, al punto que
tiene un rol diferenciado respecto a los
demás ministros. Es el número uno
desde el punto de vista protocolar, en el orden de
las designaciones, y todos los demás
ministros son investidos en el cargo por el
ministro del Interior en nombre del Poder
Ejecutivo. Cumple un rol representativo de la
totalidad del gobierno. En la determinación
de las competencias el Ministerio del Interior,
además de estar relacionado con lo que tiene
que ver con la seguridad pública, con la
migración y otros, es competente en todos
los temas que no hayan sido exclusivamente
adjudicados a otra cartera. Es el ministerio
genérico por excelencia.
Originalmente, del Ministerio de Gobierno
-hoy Ministerio del Interior- dependían las
jefaturas de Policía, un cargo que va camino
a un rol cada vez más técnico. Por
ejemplo, los actuales jefes de Policía de
Montevideo y Maldonado son funcionarios policiales
de carrera con un vasto historial. Mucha gente se
pregunta por qué en muchos departamentos los
jefes de Policía son políticos. Es
que el origen del cargo es totalmente
político, hasta tal punto que el cargo de
jefe de Policía sigue teniendo rango
constitucional, está creado en la
Constitución como un cargo de especial
confianza política del Poder
Ejecutivo.
Originalmente, en el siglo pasado, la
función era de jefe político y de
Policía, dependía del ministro de
Gobierno, hoy ministro del Interior. El jefe
político y de Policía tenía
sobre sí no sólo la seguridad
pública, la Policía, sino toda la
administración del departamento, lo que
luego fue asumido por las intendencias. En
épocas de malas comunicaciones era el
representante del Poder Ejecutivo y del gobierno en
todo el departamento. Era efectivamente un jefe
político, un subpresidente, y
dependía del ministro de Gobierno.
Todo esto deja planteado, en el caso del
actual ministro del Interior, un juego de
competencias y de rol que oscila entre ser el
ministro de la seguridad pública -una
función con características cada vez
más técnicas, pese a que siempre
tiene un rol político, porque en definitiva
cómo encarar la seguridad pública es
un tema muy político, que tiene que ver son
la visión sobre el uso de la fuerza y sus
límites, el respeto de los derechos
individuales, la forma de garantizar derechos, de
prevenir delitos, etcétera- y la
función de ministro político, que
lleva adelante las negociaciones y los temas
políticos del gobierno. Por eso fue que en
la primera administración Sanguinetti el
ministro del Interior fue el que negoció
todos los aspectos de transición
institucional y fundamentalmente la Ley de
Caducidad. En Israel, por ejemplo, el Ministerio
Político y el de Seguridad aparecen
divididos en dos ministerios, reconociendo este
doble juego de rol.
Hay otro tema que tiene que ver con la forma
en que se conduce el Ministerio del Interior y
donde se puede observar muy fuertes diferencias
entre la gestión del actual ministro, Luis
Hierro López, y el anterior, Didier Opertti.
Esto, por un lado, tiene que ver con temas de
estilo. También puede ser la diferencia que
hubo entre el ministerio de Marchesano y el de
Ramírez, entre lo que se puede concebir como
una conducción piramidal, muy
jurídica, en la que el ministro aparece en
el vértice de la conducción general,
con un manejo muy distanciado de toda la
jerarquía, y una conducción
más sobre el terreno, expresada por ejemplo
en esta aparición repentina y constante del
ministro en las comisarías. Cada una tiene
una tesis diferente. Una es la tesis que en general
atribuye a ese verticalismo, al no saltar por
encima de ningún mando, una idea de respeto
a los órdenes y a las jerarquías en
forma muy nítida, y la otra implica que un
ministro al hacer sentir su presencia logra una
conducción más directa y un
conocimiento más cercano de los
temas.
Hay una segunda diferencia muy fuerte, que
aparece muy claramente en el discurso de toma de
posesión del ministro del Interior, que es
lo que podemos llamar la responsabilidad del
ministro en relación a sus subordinados y a
la institución policial.
En general, tanto el ministro Opertti como
Ramírez en su momento jugaron mucho la idea
de que tenían una responsabilidad
institucional. Pero con respecto a cada hecho
atribuido a la Policía, a cada
crítica, a cada denuncia, actuaban con
cierta neutralidad, diciendo "nosotros vamos a
investigar, vamos a ver hasta dónde la
Policía es responsable", jugando una doble
función de jerarcas pero un poco alejados de
la misma.
El ministro del Interior Luis Hierro, al
asumir el cargo retoma una vieja concepción
que fue usada por muchos ministros -la tuvo
Marchesano en la primera administración
Sanguinetti, Gianola en la administración
Lacalle-, de considerar que el ministro es el
responsable de lo que haga la Policía.
Después investigará, pero los
errores, las fallas de la Policía, no se le
atribuyen a la institución, a los
funcionarios ni a las autoridades subalternas, sino
al titular de la cartera. Esto tiene una ventaja y
una gran contra. La ventaja es que cohesiona mucho
a la institución policial, que se siente muy
respaldada por el ministro, pero por otro lado deja
al ministro extremadamente expuesto a que cualquier
hecho que ocurra, aún sin su
intervención y su conocimiento, lo deje en
primera línea de responsabilidad y lo
desgaste ante la opinión pública y el
resto del sistema político.
Quizás este cambio tan fuerte que se
ha producido en el concepto del rol de ministro del
Interior en este cambio operado a principios del
mes de febrero haya pasado desapercibido.
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