Pacheco: el
manejo del poder
Oscar
A.Bottinelli - diálogo con Emiliano
Cotelo
Desde un análisis politológico,
lo que reveló Pacheco fue una extraordinaria
capacidad para manejar el poder. Cuando asume la
Presidencia de la República, la asume en las
más difíciles, en las peores
condiciones para una persona de sus antecedentes.
Una figura sin respaldo electoral propio, que no
tenía un sector en el cual recostarse, y que
había llegado a la candidatura
vicepresidencial mediante un compromiso de las
distintas fuerzas que lo respaldaban, más
que nada como reconocimiento a una actitud personal
que había tenido en relación al
diario El Día. En los meses como
vicepresidente no había tenido un fuerte
destaque como figura de gobierno, y se
encontró con el poder cuando Uruguay
empezó a transitar momentos
difíciles, o los preámbulos de
momentos difíciles.
Con todas estas condiciones en contra,
Pacheco se transforma en pocos meses en un
individuo que demuestra una formidable capacidad
para entender y manejar los resortes del poder.
Manejo de los resortes que transformó
radicalmente la figura de Pacheco, desde un
personaje de escaso conocimiento popular, surgido
del ámbito político
periodístico en el diario El Día, en
una figura extremadamente polarizante, con una muy
buena parte del país que lo seguía
incondicionalmente como a un gran caudillo, y otra
buena parte que lo resistía ferozmente: un
individuo que fue endiosado y demonizado,
particularmente en los años de su
presidencia y el período inmediato
posterior.
Vivió la política desde
adentro. Familiar de los Batlle Pacheco (y hombre
por lo tanto de la Lista 14 en aquella
división del batllismo entre la 15 y la 14,
en los 40 y los 50), asume la dirección de
El Día a la muerte de Rafael Batlle Pacheco,
como una propuesta de recambio generacional, y es
un artífice en la construcción de la
Unión Colorada y Batllista, UCB, que surge
como una federación de grupos entre tres
corrientes de la 14 (la de El Día, la de
Luis Alberto Brause y la de Orestes Lanza) con los
restos del coloradismo independiente, detrás
de la candidatura del general Oscar Gestido.
Ahí Pacheco encabeza dos candidaturas en
Montevideo: la tradicional Lista 114 del diario El
Día, y la Lista 10, que pretendió
expresar en el plano político esa
renovación partidaria, de la 14, que
simbolizaba Pacheco.
En ese período 1963-66 se produce la
transformación de Gestido en un líder
político, un líder que apoya la
reforma constitucional presidencialista, y lo lleva
a romper con El Día. La UCB se transforma,
de federación de grupos que era, en un grupo
personalizado, liderado por Gestido. Había
muerto Luis Batlle, y el "Grupo de los Senadores"
de la vieja Lista 15, ampliado, integrado entre
otros por Glauco Segovia, Manuel Flores Mora,
Justino Carrere Sapriza y Alba Roballo, acuerda con
la UCB. De ese acuerdo comienzan a surgir distintos
nombres para la Vicepresidencia: se menciona a
Héctor Luisi, a Augusto Legnani, a Glauco
Segovia, y después de largas e intensas
jornadas surge Jorge Pacheco Areco, propuesto por
Alba Roballo y por Justino Carrere Sapriza. La
forma en que se da esta candidatura, está
marcando que Pacheco fue una figura de compromiso,
de transacción; fue un reconocimiento por
haber tenido que renunciar a la dirección de
El Día cuando optó por Gestido contra
el diario en la opción Presidencia -
Colegiado; es decir que no surge como un individuo
que viniera destacándose por un peso
político propio. Incluso sus cuatro
años como diputado habían sido de un
protagonismo muy medido; había tenido
algunas intervenciones significativas en la
consideración de leyes presupuestales, pero
había estado muy lejos de ser lo que pudiera
calificarse como un líder de bancada o un
líder parlamentario.
En estas condiciones, muerto Gestido el 6 de
diciembre de 1967, asume la Presidencia como una
gran incógnita, como un individuo que no se
sabía qué podía dar, y que se
pensaba que pudiera ser un presidente de
transición. Ahí es donde se revela
ese manejo del poder que lo catapulta como una
figura política de formidable envergadura en
los 30 años siguientes: líder de una
fracción significativa del Partido Colorado,
que en determinado momento obtuvo la
mayoría, y en otros compartió el
poder, y que generó en torno a sí una
polémica (que incluso se vio reflejada
anoche, con la ausencia del Frente Amplio y el
Nuevo Espacio en el homenaje de la Asamblea
General), transformándose en una figura que,
bastante opacadas hoy las estridencias en torno a
sí mismo, concitó formidables
adhesiones y rechazos.
Construyó el poder desde la
Presidencia, logró asentarse en sectores
económicos, en las fuerzas armadas, en un
manejo de la institución policial, mediante
una línea de confrontación, una
línea dura basada esencialmente en la
aplicación del instituto de las Medidas
Prontas de Seguridad. Una línea
política que se puede caracterizar en dos
planos: en el político, con la
categorización (no es una
calificación) de autoritaria, con un manejo
muchas veces en el borde de la Constitución,
sin romperla pero muchas en actitudes que pueden
calficarse como transgresiones a la
Constitución, particularmente la forma
extensa en que interpretó las potestades del
Poder Ejecutivo en la aplicación de las
Medidas Prontas de Seguridad. La segunda
línea, en lo económico social, como
una línea fuertemente intervencionista del
Estado y paternalista. Hacia la población,
lo más significativo del gobierno de Pacheco
fue la congelación de precios y salarios,
que le generó por un lado una muy fuerte
confrontación con el movimiento sindical
-entonces muy organizado, con alta convocatoria y
alta capacidad de movilización-, pero por
otro lado una alta adhesión en los sectores
populares no organizados -sobre todo en los bajos y
semi-bajos, que constituyeron la gran base del
gobierno y de adhesión electoral a la figura
de Pacheco-. Curiosamente, la línea
económica de Pacheco en la Presidencia y en
la restauración institucional son casi
antitéticas: como gobernante practicó
un feroz intervencionismo estatal (fijación
de precios, proteccionismo social desde el
vértice del poder), y a partir del '85 el
pachequismo propiamente dicho empieza a
diseñar una línea política
crecientemente orientada hacia el liberalismo
económico. Podríamos decir que la
línea divisoria que marcó la ruptura
del pachequismo inmediatamente a las elecciones de
1989 quizá marca esas dos grandes
diferencias en la concepción
socio-económica del país: la Cruzada
94, en una línea más "light" que la
que representó Pacheco en su época
pero defensora de un papel importante del Estado,
mientras que el pachequismo propiamente dicho se
afiliaba a un mayor liberalismo
económico.
Esta capacidad de Pacheco para el manejo del
poder en forma polarizante se reflejó en las
elecciones de 1971, durante las cuales una
propuesta reeleccionista obtuvo una votación
significativa de la ciudadanía, con un
número insuficiente para consagrar la
reelección pero que superó
ampliamente a los sufragios que obtuvo su propio
sector político en la elección por el
sistema vigente.
Lo que se destaca -y daría lugar a una
exposición más extensa- es la
diferencia de éxitos que obtuvo Pacheco
entre el manejo del poder (lo que, repetimos,
logró exitosamente desde condiciones muy
difíciles, y cuando digo exitosamente no
estoy elogiando ni cuestionando su gobierno, sino
analizando técnicamente su capacidad para
lograr un objetivo, en este caso el manejo del
poder), y el manejo político electoral y de
los liderazgos. No fue un acierto en su
línea política la elección del
sucesor, Juan María Bordaberry, quien
-apenas asume la Presidencia- va por un camino
político que supone el rápido
apartamiento del liderazgo de Pacheco. Y luego, ya
con la restauración institucional, Pacheco
Areco no logró reconstruir su liderazgo
político: en 1984 queda como símbolo
de un grupo pegado al régimen militar, lo
que lo lleva a una magra votación (la cuarta
parte del Partido Colorado). En 1989 tiene un gran
repunte: llega a la mitad del Partido Colorado, en
parte por crecimiento de Pacheco y en parte porque
cae el Partido Colorado, pero en ese crecimiento
sin duda fue un factor fundamental el gran aporte
que le representó un sector que
renovó al pachequismo, que le dio una gran
estructura militante: la Cruzada 94 liderada por
Pablo Millor (quien rompe inmediantemente
después de las elecciones). Desde entonces,
el sector de Pacheco sufrió un proceso de
agotamiento, con una votación magra en 1994,
seguida de una nueva ruptura prácticamente
en dos.
Exhibió una gran capacidad de
gobernabilidad, de apoyo a los gobiernos, tanto
fueran los de su propio partido en las dos
administraciones de Sanguinetti como en la de
Lacalle, así como un rápido apoyo a
la Intendencia de Montevideo de Tabaré
Vázquez, cuando éste fue a
pedírselo. Pero esa capacidad no se tradujo
en el ejercicio de un liderazgo como para mantener
un grupo fuerte y persistente sino que, más
bien, da la impresión de un gran impulso
electoral inicial que dejó secuelas en el
tiempo, pero se fue desgastando por sí mismo
sin producir renovaciones.
Fue una figura muy compleja, que
requerirá un minucioso análisis
político. En particular, dos ángulos
lo hacen muy controversial: sus defensores lo
consideran como una figura que se movió de
manera fuerte, con tintes autoritarios pero siempre
dentro del marco de la Constitución de la
República, mientras sus detractores ven a
Pacheco como la figura que inició en el
país el movimiento hacia el descaecimiento
institucional y lo puso en el camino hacia el golpe
de estado, y por lo tanto en el camino a los hechos
que ocurrieron en la década del '70. Esta
diferencia de interpretación
histórica es quizá uno de los grandes
desafíos a estudiar serenamente, una vez que
Pacheco Areco dejó de ser un actor
político en el país.
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