Lech Walesa: el
predicador y el símbolo
Oscar
A.Bottinelli - diálogo con Emiliano
Cotelo
EMILIANO COTELO:
La semana pasada habíamos hablado con el
politólogo Oscar Bottinelli sobre la
historia polaca, sobre todo la de este siglo. En
especial, de los años en que Lech Walesa
tuvo ese particular protagonismo, entre 1980 y
1995. Fue una de las notas introductorias a la
visita del ex presidente polaco y fundador del
sindicato Solidaridad, visita que tuvo ayer su
punto culminante con la entrevista que le hicimos
en El Espectador y, luego, a partir de las 09.30,
con la conferencia en el Edificio Mercosur y el
panel de preguntas y respuestas.
Oscar, tú fuiste uno de los panelistas
y por lo tanto nos parece bueno que hagamos una
charla, no tanto de evaluación final, sino
una primera exposición de las conclusiones
que sacaste después de haber tenido contacto
directo con uno de los protagonistas del siglo XX.
OSCAR A.BOTTINELLI:
En el espacio de la semana pasada no sólo
hacíamos referencia a la historia polaca
contemporánea, y con más
énfasis en los años en que tuvo
protagonismo Walesa, sino que además
ubicamos los sucesos de Polonia como el comienzo
del fin de un modelo político en Europa del
Este, como el fin de una época, con la que
quizá se termina el siglo XX o la
época contemporánea. Y vimos
cómo fue uno de esa media docena de grandes
hitos de la historia que, con un poco de
arbitrariedad a veces, se toma para marcar las
grandes épocas históricas.
Así, como hablamos de la caída de
Roma o de Bizancio, y de la toma de la Bastilla,
puede hablarse de los sucesos de Polonia y del Muro
de Berlín.
Precisamente, ayer, observando al hombre,
bombardeado de preguntas por el panel, cuando iba
calibrando, analizando y viendo lo que decía
y no decía el expositor, a veces
tenía que tomar distancia y decirme:
"¡Cuidado! Estamos acá como si
estuviéramos con el rey Alboin", que al
frente de los lombardos fue uno de los que
provocó la caída del Imperio Romano.
O decirme: "Tenemos ahí sentado a Danton o a
Robespierre". Porque teníamos delante a uno
de los grandes símbolos que va a quedar en
la historia de la humanidad. Y pensaba que si uno,
a veces, como analista, tiende a ser
crítico, como uruguayo es doblemente
crítico. Siempre recuerdo que en este
país se silbó a Caruso y se
rechifló a Pavarotti.
EC - Walesa no es un teórico ni un
académico.
OAB - Hay una diferencia importante, en
general, con muchísimos personajes
históricos: la diferencia entre el hombre y
el símbolo. El símbolo a veces es
mucho más fuerte que la persona. Es lo que
alguien representa en determinado momento, que, en
definitiva, no es nunca el fruto de una
acción individual, aunque sí de una
acción colectiva. No sólo colectiva
de pueblos; también colectiva de
"intelligentzias" que conciben estrategias de
fuerzas, de poder, de equilibrios y desequilibrios
de poder. El símbolo no refiere sólo
a la obra individual de una persona. La escultura
monumentaria tiende a resumir siempre que hay una
persona que liberó un país, uno que
lo independizó. El valor supremo que tiene
Lech Walesa es, en definitiva, el valor de
símbolo que representa todo un gran
acontecimiento histórico.
En cuanto al Walesa hombre, hay una serie de
cosas que nos interesó mucho ver. En primer
lugar, que es un hombre de pensamiento concreto.
Nosotros, en general - creo que es un problema de
la mayoría de los uruguayos- tenemos muy
poco manejo de lo que es la cultura polaca. Y
cuando digo "la cultura" estoy hablando desde la
producción intelectual hasta lo que es la
cultura popular. Yo diría que, más
allá del conocimiento del Premio Nobel de
Literatura Henryk Sienkiewicz, es muy poco lo que
conocemos de esa cultura polaca. De la
expresión artística,
básicamente conocemos su cultura a
través de la música.
EC - Y el cine.
OAB - Y el cine polaco. Que nos llegó
fragmentariamente. Quizás lo de Andrzej
Wajda, con obras muy ligadas a los hechos
políticos, fue lo que tuvo más
impacto.
EC - A propósito: ayer me saqué
una curiosidad que tenía y que había
quedado en la conversación que tuvimos la
semana pasada con Martín Reyes y con
Guillermo Zapiola, de Cinemateca Uruguaya, respecto
a la película "El hombre de hierro", en la
que aparece Walesa. Y la pregunta era: "¿Es
Walesa o es un doble, un actor maquillado
especialmente?". No. Ayer Walesa me contó,
en una de las conversaciones que tuvimos fuera de
micrófonos, que es él, efectivamente,
quien aparece en la película. Y me
contó que le costó un buen trabajo de
preparación, porque no tenía la menor
experiencia en eso de actuar.
OAB - En la época de la
filmación de "El hombre de hierro", de
Wajda, recién estaba en los comienzos el
Walesa-líder sindical.
Bien, Walesa, además, se nos aparece
como un hombre que es un obrero, proyectado a una
dirección sindical. No es un intelectual, no
es un teórico, es un hombre de pensamiento
concreto, y demuestra que tampoco ha sido un gran
manejador de poder ni un político.
Quizás, al oírlo uno se explica muy
bien las dos grandes etapas que tuvo Walesa: el
gran símbolo, luchador, líder de una
resistencia, y luego un hombre político que
no exhibe el éxito que correspondía a
ese liderazgo revolucionario, y que se enreda en el
poder, que se le disgrega muy rápidamente
toda la apoyatura política que tenía,
y luego tiene que cohabitar con los sucesores del
régimen que él había
contribuido a destronar.
Hay un aspecto que nos pareció muy
importante y que aparece muy sutilmente en un
conjunto de reflexiones que va haciendo Walesa,
sobre todo desgranado en las respuestas. Aparece
como un hombre que se ve a sí mismo fuera de
la política, como un no político. Se
siente - esto lo dijo más de una vez a texto
expreso -, esencialmente, sindicalista.
EC - Sí, eso es lo que él
más privilegia.
OAB - Es un hombre que asigna a lo sindical y
a lo social, además, un rol más puro,
más transparente, que a lo político.
En esto yo diría que no se diferencia de una
concepción que prevalece en muchos
ámbitos de la izquierda occidental.
En un momento, en una respuesta que me da,
dice una frase en relación a los
políticos: "Hacen mucha greña para
demostrar que los políticos son necesarios".
Yo creo que es una frase muy fuerte para situar
cómo ve Walesa - ya ex presidente,
después de cinco años de presidencia-
lo que son los políticos y la función
de la política. La frase, por supuesto, es
la versión de una traductora polaca que
maneja un español de España, y por lo
tanto el uso de las palabras es un poco
extraño para nosotros, pero no quise cambiar
lo que fue la traducción. Hizo esta
apreciación refiriéndose a los
políticos, hablando de que hoy Polonia
entró en la normalidad, de que la democracia
está instaurada, que los debates son los
mismos que los de cualquier otro país, que
pasó la etapa políticamente
difícil, y que, de alguna manera, se
consolidó la transición.
Walesa es claramente, entonces, un hombre que
se ve como dirigente sindical o que añora su
época de dirigente sindical, de dirigente
obrero, de revolucionario, otra categoría en
la que él se ubica mucho. La imagen de
hombre de Estado y la de político le
resultan impuras.
EC - Podríamos ingresar en qué
conclusiones sacaste respecto de sus respuestas,
sus explicaciones y sus reflexiones sobre su
época como gobernante.
OAB - El no fue demasiado explícito. A
nosotros nos hubiera gustado tener más
reflexión o anecdotario. Quizás una
de las explicaciones de que no se haya explayado en
el tema haya estado en el momento en que muy
categóricamente se definió como un
gobernante solitario. Dijo: "Yo no tenía
equipo, yo no tenía partido". El poder es
siempre solitario, el poder jamás se
comparte; esto aparece como reflexión en las
memorias de todos los gobernantes, emperadores,
reyes o presidentes modernos. Todos sufren en
algún momento una crisis de soledad. Pero en
este caso la crisis parece agudizada. Porque fue un
hombre que llegó al poder en medio de una
marea revolucionaria, donde Solidaridad fue un gran
arco que juntó gente de las más
distintas formas de pensar, que se tradujo en un
abanico de partidos, de los cuales seis obtuvieron
representación parlamentaria en 1991, y que
no es un partido, ni siquiera una coalición
organizada, estable, con alguna autoridad. Walesa
siente que no hay un partido que sea suyo, que no
hay un diputado que le responda a él, y que
él mismo no tiene un equipo. Tuvo todo un
conjunto de gente que lo rodeó y que lo
ayudó, y organizó y marchó
adelante en la lucha de la oposición. Pero
no tuvo un equipo propio en el cual él se
sintiera respaldado y fuerte.
Precisamente, después de la
conferencia, estuvimos repasando artículos
sobre la época de Walesa, y hay una
visión de analistas políticos que lo
consideran un hombre intolerante, inflexible,
autoritario, que no comprendió las reglas de
juego. Quizás las dos visiones puedan
complementarse. Esto es lo que dicen los analistas,
no lo que podemos haber percibido nosotros. Pero
parecería que Walesa se sintió en un
diálogo de sordos con la dirigencia
política polaca. Evidentemente, ésta
no lo entendió, quizás fue
inflexible, y él, a su vez, no debe de haber
comprendido a esa dirigencia
política.
Si consideramos los cinco años de
presidencia, vemos que son años
bravísimos. Los tres primeros años
él tuvo mayoría parlamentaria.
Asumió la Presidencia con un parlamento
elegido un año antes, en la marea de
Solidaridad. Se renovó el Parlamento y
Solidaridad tuvo la mayoría absoluta, pero
fragmentada en seis partidos, que casi nunca
lograron ponerse de acuerdo. Fue un gobierno de una
inestabilidad feroz. Y el primer ministro, Tadeusz
Mazowiecki, estuvo en permanente
confrontación con el presidente Walesa.
Tadeusz Mazowiecki había sido uno de los
intelectuales y miembros del estado mayor de
Solidaridad, así como una de las personas
más cercanas a Walesa. Pero ya en 1993
Walesa perdió la mayoría
parlamentaria y tuvo que cohabitar dos años
con un primer ministro que es el líder del
partido que sucedió al Partido Comunista.
Esa es la situación más
incómoda que Walesa pudo haber
tenido.
Nueve partidos en el resto del Parlamento,
que podían apoyarlo, de los que tenía
que buscar las apoyaturas, más un conjunto
de partidos unipersonales, es seguramente una
situación propia para un líder
político muy finamente constructor de
coaliciones, hecho al juego político y
parlamentario, y no para un líder popular,
de masas, que lo que requería era tener
detrás de sí un apoyo estilo De
Gaulle, y no este juego de filigrana
política a la italiana.
EC - Otro aspecto que creo que vale la pena
analizar, a propósito de lo que Walesa dijo
ayer, es el peso de lo religioso en su pensamiento.
Porque su pensamiento, más que
ideológico o filosófico, parece ser
fundamentalmente religioso.
OAB - Exactamente. Yo diría dos cosas
al respecto. Por eso habíamos puesto en el
título "el símbolo", que fue una de
las cosas que nos parecen más importantes, y
"el predicador". Walesa no es un teórico,
claramente. Es un individuo que, incluso, maneja
mal las categorías teóricas, que
tiene un conocimiento muy difuso de los
acontecimientos modernos. No es un dirigente
político, no tiene la riqueza de un Felipe
González, por ejemplo, en cuanto al manejo
de situaciones políticas, en explicar
estrategias, tácticas, anécdotas.
Y por otro lado parece un predicador, un
hombre que se afirma permanentemente en valores. Y
esos valores - que son políticos, que
perfilan el rol del Estado y el rol del individuo-
aparecen en él permanentemente asociados a
la concepción religiosa. No es que la
religión sea una cosa y la política
otra, sino que él es un hombre que predica
valores, ideologías, pensamientos que tienen
un fundamento 100% religioso.
Por esta realidad apareció, como era
natural, el tema de la Iglesia polaca, que en su
presidencia obtuvo una serie de avances
políticos. Entre otros, cambiar la
legislación relativa al aborto y a algunas
otras normas que pudieran ser liberales en el plano
ético-sexual. Y además, lo referido a
la enseñanza religiosa en la
enseñanza pública polaca.
La historia de Polonia es muy rica y muy
fascinante. Quizás sea fascinante para todo
el mundo menos para los polacos. Es un país
dramático - lo decía Walesa -:
"Tenemos un gran poderoso a un lado, que es Rusia,
y otro gran poderoso al otro lado, que es Alemania,
que se aman mucho y que desean abrazarse, siempre
pasando por encima de Polonia".
EC - Sí, lo dijo con mucho
humor.
OB - Y dijo: "Una vez nos quisieron tanto que
se quedaron 123 años". Y efectivamente,
Polonia es la historia constante de invasiones del
este y del oeste. ¡Cuatro veces fue partido el
territorio polaco entre Rusia y Polonia a lo largo
de los últimos cuatro siglos! Pero
además, lo que puede llamarse territorio
inequívocamente polaco es una
pequeñísima franja dentro de la cual
está Varsovia, porque al Este estaba la
antigua Polonia, que hoy es territorio de la ex
Unión Soviética, territorio ucraniano
y bielorruso. Y al Oeste está el territorio
que Polonia reconquistó después de la
Segunda Guerra Mundial a Alemania, donde
está la Silesia, donde está la
Pomerania. Incluso, señalábamos que
la ciudad polaca de Gdansk, la ciudad en que
surgió Walesa como líder sindical, es
la ciudad alemana de Danzig.
Dicho sea de paso: por el aporte del
ingeniero Pivel a nuestra rudimentaria
pronunciación polaca descubrimos que Walesa
se pronuncia "Vauensa" y no "Valesa", y que la "l"
no es una "l" sino una vocal, que tiene como un
tilde y se pronuncia "ue".
El tema es que Polonia, que tiene su idioma,
sus costumbres y una cultura que la definen como
una nación, que casi nunca tuvo un
territorio libre y que casi siempre fue pasada por
arriba por los grandes vecinos, tiene en la Iglesia
Católica el referente nacional. Es una
Iglesia que cumplió en Polonia 1.000
años hace un par de décadas.
EC - En este sentido, Walesa dijo: "De no
haber sido por la Iglesia Católica no
habríamos subsistido como
nación".
OAB - Exacto. Y dijo esto: "La Iglesia para
Polonia, y la Iglesia de Polonia (fue muy claro que
no quiso hacer juicios generales) no son edificios,
no son construcciones, no son jerarquías: es
el pueblo". Lo dijo refiriéndose a un
pueblo, claro, que en su 95% es católico. Es
decir: la Iglesia es un poco la nación
polaca. Esa es la idea que dio Walesa.
Y lo que es muy importante: nosotros hablamos
la semana pasada de la dualidad de poder. Ahora nos
damos cuenta que la dualidad de poder es
muchísimo más profunda de lo que
nosotros pensábamos, que lo veíamos
casi como un juego de poder. Vemos que la Iglesia,
además del cardenal Mindszensky, de lo que
era el cardenal Wojtyla, es que cada uno de los
polacos de ese 95% se sentía parte de esa
Iglesia, en ser católico, y no como una mera
definición de "sí, sí, yo me
siento católico", sino como pertenencia
total y absoluta. Ser católico es lo mismo
que definirse como polaco.
EC - Ese 95% de adscripción a la
Iglesia Católica fue lo que le llevó
a decir a Walesa, a raíz de la pregunta en
la que se le señalaba que en su gobierno se
retrocedió en algunas legislaciones, como la
del aborto: "Bueno, no sé si eso es
retroceder o es avanzar. Fueron decisiones que
estaban en sintonía con el pensamiento,
prácticamente, del conjunto de la
población polaca".
OAB - Sobre ese tema yo tendría mis
dudas por algunos artículos que he
leído. Es un asunto en el que no hay
unanimidades, por lo menos en la sociedad polaca.
Hay posturas muy católicas que tienen
divergencias sobre la postura oficial.
EC - Yo me refería a la
explicación dada por Walesa.
OAB - Walesa dio una explicación que
quizás fuerza la postura que él
adoptó en el gobierno. Esto, en referencia
al aborto.
Pero sobre lo que no hay duda es sobre que no
hay fisuras en ese 95%, que incluye dirigentes del
partido poscomunista, de la Alianza
Democrática de Izquierda, y de sus aliados,
el Partido Nacional Campesino. No hay fisuras en la
defensa de la educación religiosa
católica en la escuela pública. Este
sí es un dato importante, que está
revelando un papel de la religión en Polonia
que es muchísimo más profundo de lo
que podíamos suponer.
EC - A partir del peso tan fuerte de lo
religioso en el pensamiento de Walesa se entiende
perfectamente su ataque muy severo, muy duro, al
liberalismo.
OAB - Exactamente. Aunque hay un aspecto
terminológico a precisar. Walesa, si bien en
algún momento habló del capitalismo,
no habló del neoliberalismo, o del
liberalismo económico, que es una forma muy
habitual en la Europa occidental y en nuestras
tierras, sino que habló del liberalismo. O
sea: habló respecto a una de las más
viejas condenas de la Iglesia Católica, que
toma como un enemigo al liberalismo en bloque. El
maneja el término desde el ángulo
económico, pero el término que usa,
"liberalismo", entra dentro de la perfecta
anatematización histórica que la
Iglesia Católica de los últimos 100
años hizo de ese pensamiento.
Walesa no es un teórico. Es un hombre
que maneja valores. En ese manejo de valores
plantea muy claro hacia el siglo XXI un mundo: se
terminaron los modelos de este siglo. Habló
primero del modelo que llamó el
"totalitarismo negro". Se terminó el modelo
soviético, al que considera muerto,
enterrado y no revivible. Es su postura. Y por otro
lado, refiriéndose al liberalismo o al
capitalismo que llama liberalismo, tampoco puede
sobrevivir.
Habla contra el avance tecnológico
porque es un avance que no mejora la vida del
hombre y que lo desplaza, mientras genera hambre,
miseria y desocupación.
Habla del enriquecimiento de los más
ricos y el empobrecimiento de los más
pobres.
Habla de las inequidades sociales, y levanta
la dignidad y la solidaridad como los dos grandes
valores que deben presidir toda construcción
de Estado y toda construcción
política en el siglo XXI. Estados que
él está viendo, además, como
Estados-continentes, captando en este proceso de
globalización un poco el debilitamiento de
los Estados nacionales.
EC - Dice Walesa: "La política tiene
que ser la esfera donde se implementan valores y
principios, y la ley y la economía
podrán desempeñar entonces la
función de medios y no de fines".
OAB - Junto con esto, quedó muy claro
- en un manejo de respuestas a la última
pregunta que yo le formulara- la idea de que tiene
que haber una política distinta. No
sólo estaba hablando de cómo deben
ser los objetivos de la política y los
instrumentos, y hacia qué objetivos deben
caminar, sino que la herramienta del quehacer
político, que es el partido político,
la forma de hacer política, tiene que
cambiar.
El considera que hay una forma, una
naturaleza de partidos políticos, obsoleta,
que ya está caducando, que tiene que haber
otro tipo de formas de hacer política y de
herramientas políticas distintas que las
actuales. No dice que no tenga que haber partidos
políticos, pero sí afirma que tienen
que ser distintos, con otra forma de organizarse,
con otra forma de actuar, y con otra forma de
manejar la traducción de valores a
instrumentos concretos.
Para terminar, con respecto a los conceptos
de dignidad y solidaridad yo diría lo
siguiente. En primer lugar, da la impresión
de que Walesa se inclina por lo que se está
llamando ahora la "tercera vía",
expresión muy en boga, desde el
ángulo elogioso y desde el ángulo
crítico, hacia lo que está siendo el
impulso socialdemócrata en el mundo,
orientación que está predominando en
la Europa occidental, donde las cuatro quintas
partes de los países tienen gobiernos
socialdemócratas, y que últimamente
ha encarnado como fenómeno de
símbolo, también, la
reformulación política de Tony
Blair.
Precisamente, ayer de tarde, un periodista
extranjero que nos traía algunas reflexiones
sobre Walesa, nos decía: "¿Entonces
usted lo ubica como que estaría en esta
tercera vía socialdemócrata?". Y yo
le decía: "No. Sí en la tercera
vía. Pero inequívocamente, el
pensamiento de Walesa, el rescate de los valores de
dignidad y solidaridad, la forma en que condena el
liberalismo, las palabras que usa, y de alguna
manera, entonces, todo el sustrato de esta tercera
vía, no es la definición
socialdemócrata, sino lo que le diría
una reformulación rediviva del
socialcristianismo".
Walesa es la doctrina social de la Iglesia
hablando. No es la socialdemocracia, lo que aparece
como un punto muy claro. Su formulación de
una distinta vía política al
liberalismo, al modelo soviético - o al
capitalismo y al modelo soviético- la hace
partiendo de las concepciones de la Iglesia. Muchas
de las frases de Walesa están en perfecta
sintonía con todas las últimas
definiciones de los últimos diez años
formuladas por el Papa Wojtyla, justamente el papa
polaco, con el cual tiene una sintonía muy
grande.
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