Con la mira
puesta en el brasilero 4 de octubre
Oscar
A.Bottinelli
Dentro de tres días, el próximo
domingo, se realizará la primera vuelta de
las elecciones presidenciales en Brasil. Por
primera vez en la historia del país
norteño, tanto el presidente de la
República como los gobernadores estaduales
tienen derecho a presentarse a la
reelección. Además de presidente y
gobernadores, se elige a senadores y diputados,
tanto federales como estaduales. La decisión
más importanate, en manos de 106 millones de
electores, es la continuidad de Fernando Henrique
Cardoso o su sustitución por el líder
de izquierda y ex-dirigente sindical Luiz
Inácio da Silva, "Lula".
El domingo pasado hubo elecciones en
Alemania. ¿Por qué lo traemos a
colación? Porque las elecciones en el
país económicamente más
poderoso, líder en ese plano de la
Unión Europea, supuso que las jornadas
previas, la jornada electoral y el resultado fueran
tomados prácticamente como una
elección propia por los demás
países de la Unión, como un hecho
nacional. Hubo una gran expectativa pública,
en la calle, una formidable atención por
todos los medios de comunicación. Y ello
porque estamos asistiendo a un fenómeno al
que todavía no nos hemos acostumbrado en la
región, quizá porque aquí el
proceso es mucho más nuevo y más
apresurado que el que vivió Europa. Y se
trata de acostumbrarnos a que hay un campo
intermedio entre los viejos conceptos de asuntos
internos y asuntos internacionales. Hasta hace un
tiempo, las fronteras eran casi una muralla dentro
de la cual cada país vivía para
sí y dentro de sí, y fuera estaba el
mundo exterior. Hoy, en primer lugar, el mundo
exterior no lo es tanto: los procesos de
globalización o mundialización
determinan lo que estamos viviendo cuando la crisis
en Japón, Corea, Tailandia, Malasia o Rusia
terminan sacudiendo nuestra economía y
nuestra vida cotidiana. Pero además estamos
viviendo el proceso de construcción de
entidades regionales, lo que se ha llamado
"macropaíses". Entonces, por un lado tenemos
asuntos estrictamente internos, por otro los
estrictamente internacionales -los que tienen que
ver con las relaciones entre distintos
países y regiones en el mundo-, pero ha
surgido la situación intermedia de los
llamados asuntos comunitarios o regionales, que
engloban a toda una estructura de países
cada vez más interrelacionados entre
sí.
Sin duda, la Unión Europea es la
comunidad o "macropaís" más firme, la
que ha avanzado más, la que tiene más
instituciones comunes y donde por lo tanto las
decisiones en uno repercuten inmediatamente en los
otros. Pero a mitad de camino hacia eso está
el Mercosur, y los hechos que ocurran en cualquiera
de sus países no son ajenos al conjunto.
Mucho más cuando ocurre un hecho
político formidable como es la posible
continuidad o cambio de gobierno en el país
económicamente más poderoso y que
poblacionalmente representa el 70% de la estructura
regional a la que pertenecemos. Una elección
en Brasil ya no tiene importancia y
repercusión exclusivamente para los
brasileños: la tiene para brasileños,
argentinos, uruguayos y paraguayos, porque a todos
nos van a afectar las decisiones que tome Brasil. Y
Brasil se encuentra en este momento en una
situación muy peculiar, ya que su
economía está muy sacudida por
situaciones propias, internas, y por los coletazos
de esta crisis financiera mundial, empezando por
las repercusiones de la crisis asiática pero
fundamentalmente de la crisis rusa, que ha llevado
una gran inestabilidad financiera a Brasil en estos
días.
En ese marco de un futuro muy incierto, muy
inestable, se plantea esta encrucijada
política. Encrucijada que tiene esa
peculiaridad histórica mencionada al
principio: por primera vez en el país el
presidente y muchos gobernadores en funciones son a
su vez candidatos, con la posibilidad de que sean
reelectos y haya una continuidad del
período, que se extendería entonces a
diez años.
¿Cuál es el escenario de estas
elecciones? Aunque el abanico de candidaturas es
muy amplio, prácticamente desde el principio
se planteó un escenario de dos grandes
candidaturas: el propio presidente Fernando
Henrique Cardoso, líder del Partido
Socialista Democrático Brasilero, PSDB, que
cuenta además con el apoyo de el conjunto de
partidos que sustentan al actual gobierno; y la
oposición encabezada por Luiz Inácio
da Silva, que se presenta por tercera vez: la
primera fue cuando perdió en el balotaje
ante Fernando Collor de Mello y la segunda ante
Cardoso. A diferencia de las dos anteriores, en que
"Lula" fue el candidato del Partido de los
Trabajadores, PT, esta vez es postulado por una
alianza de cambio encabezado por el PT pero
reúne a un conjunto de partidos, el
más viejo de los cuales es el Partido
Democrático de los Trabajadores, PDT,
encabezado por el ex gobernador de Río
Grande del Sur y de Río de Janeiro, Leonel
Brizzola; partido que a su vez una de las ramas del
viejo Partido Trabalhista de Getulio Vargas. La
fórmula, precisamente, es "Lula" -
Brizzola.
Una competencia que comenzó
relativamente pareja, con una leve ventaja para
Cardoso, se ha transformado en una elección
extraordinariamente despareja. La única duda
que va quedando de las encuestas es si el
presidente alcanza o no el 50% del total de votos
emitidos en la primera vuelta, o hay una segunda.
En Brasil, al igual que va a ocurrir en Uruguay el
año que viene, se necesita alcanzar en la
primera vuelta no sólo la mitad más
uno de los votos válidos (es decir, no
sólo superar a todas las demás
sumadas), sino que hay que obtener el 50% de los
votos emitidos: en la primera vuelta, los votos en
blanco y los votos nulos compiten contra el
primero, ya que forman parte de ese 100% cuya mitad
se debe superar. Las encuestas más
importantes de Brasil, como la de Ibope, Data
Folha, están dando a Cardoso porcentajes que
casi tocan el 50% (47, 48, 49%), y "Lula"
está prácticamente por debajo de la
mitad de esos porcentajes. Es decir que no
habría incógnitas a esta altura sobre
el resultado final de la elección, ya que
Fernando Enrique Cardoso sería reelecto,
sino si es reelecto ahora, el 4 octubre, o hay que
esperar a la segunda vuelta que se realiza un mes
después.
Partiendo del supuesto de que fuera reelecto
en la primera vuelta, se da lo que se está
llamando "el temido 5 de octubre". Esta crisis de
fondo, esta crisis que afectó a Brasil y que
hizo temer día tras día si Brasil
llegaba al 4 de octubre en una situación
económicamente estable, sin ningún
derrumbe, es lo que genera el temor al día
siguiente. Y el temor es sobre qué medidas
económicas va a terminar tomando Cardoso
para paliar la situación, medidas todas que
-desde la devaluación, que hoy se ve
más lejana, a cualquier tipo de ajuste
fiscal- van a repercutir fuertemente sobre el
Mercosur. Lo importante no es sólo
qué medidas toma, sino qué margen
político y de acción va a tener para
esas medidas. Y para ello influye, en primer lugar,
si es reelecto en la primera vuelta, lo que le da
margen para empezar a gobernar claramente desde el
5 de octubre, sin prorrogar el clima electoral por
un mes más. En segundo lugar, qué
apoyo parlamentario tiene. Tercero, qué
partidos y qué candidatos obtienen las
gobernaciones estaduales. Y además, cuando
hablamos de apoyo parlamentario y de gobernaciones
estaduales, no sólo en la relación de
la coalición que apoya a Cardoso con el
resto de los partidos que podemos llamar de
oposición, sino además cuál
será la correlación dentro de la
coalición del presidente, sobre todo entre
el Partido Socialista Democrático Brasilero,
el PMDB y partidos afines como el Liberal. El peso
político que obtenga Cardoso, no sólo
en votos sino en bancas sino en votos y en apoyo a
su propio partido, le van a dar más o menos
margen para el ejercicio del gobierno a partir de
este 5 de octubre, si es que obtiene la
reelección en la primera vuelta
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