Hugo Batalla:
el culto permanente a la tolerancia
Oscar
A.Bottinelli
EMILIANO COTELO: Hemos pedido al
politólogo Oscar Bottinelli su
participación especial en nuestro programa
de hoy, para referirse a la figura del extinto
vicepresidente de la República, Hugo
Batalla. No sé, Oscar, si a este espacio
podemos llamarlo "Análisis
político".
OSCAR A. BOTTINELLI: No sé como
definirlo. Es una mezcla de reflexión,
recuerdos, algo de análisis, sobre una
persona que se hizo querer mucho entre quienes
vivieron cerca del mundo político, y que fue
muy singular en la vida política uruguaya.
En primer lugar, junto con Yamandú Fau, una
de las dos personas que ocuparon cargos electivos
nacionales por tres lemas, por tres colectividades
políticas diferentes.
EC - Es toda una singularidad.
OAB - Es toda una singularidad, y a su vez lo
más singular es que siempre pertenecieron al
mismo grupo político, lo que también
marca la peculiaridad del sistema político
uruguayo, en el que las colectividades son una cosa
y dentro de las mismas hay grupos con identidad
propia, que pueden seguir su propio camino.
Antes de repasar su conducta y sus pasos,
recordemos algunos datos de su vida. Se
inició en la vieja Lista 15 de Luis Batlle
Berres, donde obtuvo su primer cargo electivo, como
presidente de la Junta Electoral de Montevideo en
el período 1955 - 1959 (fue quien
organizó las elecciones montevideanas de
1958). Luego fue miembro del Consejo Nacional de
Subsistencias, pero además funcionario
municipal. Y aquí hay una curiosidad que he
visto poco recordada en estos días: fue
dirigente sindical municipal. Ocupaba un cargo muy
alto en la Intendencia, al frente del Departamento
de Organización y Métodos, y hubo una
huelga contra la única administración
municipal blanca del departamento de Montevideo en
lo que va del siglo XX, desde que existen los
gobiernos departamentales electivos. Al fin de esa
huelga quedaron siete funcionarios destituidos,
entre otros Hugo Batalla. Ese fue un tema de gran
enfrentamiento entre el oficialismo municipal
blanco y la oposición batllista, que
frenó muchos acuerdos, hasta que la
administración municipal dio marcha
atrás. El nombre de Batalla quedó
ahí muy ligado a lo municipal, tanto que su
nombre surgió como candidato al Concejo
Departamental, y finalmente en 1966 fue el
candidato a la Intendencia por la Lista 99.
Cuando se fundó la 99 él fue de
los primeros en acompañar a Zelmar
Michelini. Recordemos que la 99 fue una confluencia
de las listas 15 y 14. Desde la 14 se alineaban,
detrás de Renán Rodríguez se
alineaban personas como Carlos Cassina, como
Yamandú Fau; y desde la lista 15 Batalla fue
de los pocos que siguieron a Zelmar Michelini (hubo
una gran expectativa sobre la actitud de cantidad
de figuras, pero que terminaron por seguir con Luis
Batlle en la 15, y Michelini se fue con muchos
menos dirigentes políticos de los
esperados).
En este primer período muy fuerte de
la 99, con dos senadores y siete diputados, Batalla
marca una de sus actitudes independientes. La 99 se
embarca en el proceso de la reforma constitucional
presidencialista que da lugar a la carta de 1967.
Esa reforma (recordada por la papeleta "naranja"
con que se diferenció de los otros tres
proyectos) fue objetada por una parte del Partido
Nacional, que pretendía una
modificación distinta, y por buena parte del
Partido Colorado, que se aferraba al Ejecutivo
colegiado con un Consejo Nacional de Gobierno de
nueve miembros. Batalla no estaba con una ni con
otra de las posiciones, pero discrepó con la
reforma por algunos aspectos que calificaba como
autoritarios, y fue el único legislador de
la 99 que no la votó en el Parlamento: no
ingresó a Sala, no participó en la
discusión pero no la acompañó.
Y aquí hay que anotar uno de sus rasgos:
Batalla tuvo, a lo largo de su vida
política, algunas actitudes que quizá
fueran hasta de una gran rigidez, lo que contrasta
con una de las imágenes con las que incluso
fue caricaturizado, la de un hombre dubitativo, que
no sabía para dónde iba. La vida de
Batalla marca exactamente lo opuesto: tomó
decisiones muy difíciles como esta que acabo
de mencionar, igual que el abandono del Partido
Colorado junto a Michelini, luego el abandono del
Frente Amplio para construir un espacio propio, y
luego de hacerlo dar el paso de acordar con el
Partido Colorado y por último volver a ese
Partido. Cada uno de sus pasos fue
traumático, dejó pedazos de la 99 en
cada uno de los lugares a los que había
pertenecido, y sin embargo esas decisiones fueron
tomadas con una gran firmeza, una gran
decisión, que implicaban un gran coraje
político porque cada uno de esos pasos fue
un salto al vacío. Algunos fueron
electoralmente exitosos, pero otros muy riesgosos,
con poco éxito electoral, o que en principio
tuvieron magros resultados y buenos
después.
Hay dos etapas en su vida como dirigente,
como figura política. La primera es como uno
de los mayores dirigentes de la 99 detrás
del liderazgo de Michelini. De ser uno de los
cuatro, cinco dirigentes más importantes de
una 99 co-liderada en principio por Zelmar
Michelini y Renán Rodríguez,
Michelini deviene en líder único
después del retiro de Rodríguez a
raíz de la reforma constitucional del 66, y
Batalla va caminando a constituirse en la segunda
figura. En tal carácter, Michelini y Batalla
son los dos firmantes por la 99 del acta de
constitución del Frente Amplio. Desde
ahí hasta la muerte de Michelini, Batalla
transcurre entonces entre dirigente importante y
número dos de la 99.
Luego viene la etapa en que asume el
liderazgo de lo que podría llamarse
"batallismo". Son dos etapas bien diferentes. En la
primera, le tocó acompañar a
Michelini en una instancia muy difícil como
fue la ruptura con el Partido Colorado. De todos
los traumas que tuvo la 99 en su vida, ese fue el
que tuvo menos problemas entre los dirigentes: en
esa ruptura perdió a muy pocos, pese a que
le ocasionó un problema electoral muy serio
ya que la 99 vio reducida su votación a casi
la mitad y, de tener un senador y dos diputados,
Michelini apenas logró retener la banca de
Senador en sublema con el PDC, prácticamente
en el último día de escrutinio y con
los últimos votos interdepartamentales, y
Batalla salió diputado por Montevideo, con
bastante comodidad.
Producida la muerte de Michelini, Batalla
asume el liderazgo y de alguna manera se produce un
cambio en la 99, que pasa a ser un grupo referido a
Hugo Batalla. Con la memoria y la trayectoria de
Michelini, pero referido a Batalla. A la salida de
la dictadura hubo un fenómeno popular en
torno a él, que tuvo mucho que ver con
algunos elementos de la actuación de Batalla
durante el régimen militar: el haber
mantenido una actividad permanente de
carácter político o relacionado con
la política; el haber sido defensor de
muchas personas que tuvieron dificultades o fueron
acusadas durante ese período; el haber
asumido la segunda etapa de la defensa del general
Líber Seregni, una vez que José
Korzeniak y Carlos Martínez Moreno debieron
irse del país (el doble juego entre lo
jurídico y lo político que
significó ese papel, y que implicó
riesgo, coraje, enfrentamiento); y finalmente el
haber asumido la defensa de Raúl Sendic, lo
que implicó por un lado el riesgo personal
de la defensa de un dirigente tan controversial, y
por otro lado se diría que, desde el punto
de vista social y político, sólo
Batalla podía asumir esa defensa sin que se
le acusara de pertenecer, estar vinculado o seguir
al Movimiento de Liberación Nacional. Estas
actitudes se complementaron, muy poco
después, con otro acto que quizá no
se ha recordado: Batalla dio su nombre para que el
Poder Ejecutivo otorgara una radio al Movimiento de
Liberación Nacional - Tupamaros: la onda
figuraba a nombre de Batalla y fue concedida
precisamente para que él oficiara como
garante. Todos estos hechos fueron generando una
gran emergencia popular en torno a Batalla, que dio
ese resultado espectacular del año 1984,
cuando obtuvo el 40% de los votos del Frente
Amplio, y una bancada extraordinaria de tres
senadores y 11 o 12 diputados (ahí hay una
discusión sobre cómputos). Tras ese
período emergente de lo electoral en el
año 1984 se produce, en los años
siguientes -entre 1986 y 1987- el momento estelar
en la opinión pública. Fueron
años en que apareció una corriente
arrolladora en la ciudadanía detrás
de su nombre, en que superó con creces a
Seregni en las encuestas (lo llegó a superar
en una relación de casi tres a uno) y
pareció abrirse un camino muy promisorio.
Sin embargo, Batalla y la 99 iniciaron una serie de
acciones en función de lo que consideraban
la coherencia en la proyección del camino
político, que comenzaron a marcar cierta
asintonía entre él y el
electorado.
Tras la muerte de Batalla, quizá sea
el momento de rastrear las luces y las sombras de
sus relaciones con la ciudadanía y con el
electorado. Muchas veces ocurre que, cuando se
genera una idolatría, la gente no siempre
atiende a lo que dice o hace una persona, y pone en
ella conductas, actitudes o propósitos que
la persona no ha asumido en ningún momento.
Y cuando el líder político
actúa de acuerdo a lo que siempre dijo e
hizo y no a lo que le atribuyen, la persona
común se siente defraudada. Y está
defraudada no por el líder en sí,
sino porque la imagen que se construyó no
era real. Nos parece que en algún momento
pasó esto con Batalla, ya que su ruptura con
el Frente Amplio le significó una
pérdida importante de seguidores. Lo que
aparecía como un camino casi inevitable,
casi ineludible, después del discurso
sostenido durante varios años, que generaba
una incompatibilidad entre dos visiones
quizá no fue totalmente inevitable, pudo
haber caminos intermedios, pero fue un camino
relativamente natural y mucha gente no lo vio
así, se sintió hasta sorprendida con
esa ruptura. Allí hubo una asintonía,
y la gente interpretaba un discurso que
decía una cosa como si dijera otra. Sin
embargo, en la elección de 1989 (cuando se
produce un gran recambio del electorado y de alguna
manera pauta lo que después
terminaría siendo el retorno al Partido
Colorado) hay una gran masa batllista que, producto
de las elecciones internas del Batllismo Unido en
1989, encuentra un refugio en la candidatura de
Batalla, fuera del sistema clásico de
partidos. Uno diría que las tres cuartas
partes de los votos que tuvo el PGP en ese momento
provinieron del Partido Colorado y del
Batllismo.
Y acá viene el otro salto que tiene
mucho que ver con este camino emprendido, y tiene
que ver con otra cosa que nos parece importante:
después de un tránsito muy largo
siempre en la oposición, de una vida
dedicada esencialmente a la actividad parlamentaria
-en la Cámara de Diputados, en el Senado-,
la impresión que percibimos de Batalla y de
algunos de sus amigos era que estaban sintiendo la
esterilidad de la actividad parlamentaria, donde
cada vez se incide menos en las decisiones de
gobierno, y de una actividad opositora que da para
la crítica, para la protesta, pero no para
participar de la toma de decisiones y el "hacer
cosas". Este es un fenómeno que se ha
registrado en dirigentes políticos de todo
el mundo, sobre todo en estos últimos 25 a
30 años, con los cambios que se han ido
produciendo en las estructuras políticas.
Nos parece que esta es una de las claves, aparte de
coincidencias programáticas: la
búsqueda de un acuerdo que permitiera a
Batalla y a la 99 estar en instancias de poder, de
decisión, de ejecución. Así es
como, después de un proceso de acercamiento
muy lento, de varios años, se da este
acuerdo que lleva a la fórmula Sanguinetti -
Batalla, y que en un análisis estrictamente
electoral uno podría afirmar que los votos
de la 99 terminaron siendo decisivos para que el
Partido Colorado alcanzara el gobierno en
1994.
Es importante ver que le costó que sus
votantes le siguieran en cada uno de los pasos.
Quizá una de las cosas más
difíciles en Uruguay es dar pasos que
signifiquen sucesivas rupturas con las pertenencias
partidarias, con las identidades partidarias y con
la construcción de identidades.
Parecería que en Uruguay el peso de estas
identidades y la lentitud con que la gente procesa
cambios es lo que llevó a esta especie de
asintonía entre Batalla como líder
político y buena parte del
electorado.
Por otro lado, resulta muy interesante que,
aunque fue creciendo esta asintonía entre
Batalla y el electorado, las encuestas
seguían marcando a Batalla como una figura
política de amplísima
aceptación en toda la ciudadanía,
como una figura muy bien vista por toda la
ciudadanía, y además muy bien vista
por todo el sistema político y el sistema de
gente que participa en las decisiones en este
país.
Como apunte final, un dato que nos parece muy
destacable de la personalidad de Batalla: el culto
permanente a la tolerancia. Aún habiendo
sido rígido en la defensa de sus principios,
y otras veces no definiéndose con claridad
ni rapidez por la tolerancia, por entender siempre
los distintos puntos de vista, entender que la vida
política en un país que adhiere a los
principios democrático liberales es la
pluralidad de ideas, la pluralidad de sentimientos,
ver que existe la diversidad, y que no hay forma de
interpretar ni actuar en política si no es a
partir de aceptar que existe la diversidad, que los
distintos seres humanos piensan, sienten y tienen
valores distintos, y que ese debe ser el principio
elemental de aceptación para, a partir de
ahí, caminar en la vida social.
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