Giovanni
Sartori: el hombre
Oscar
A.Bottinelli
EMILIANO COTELO
Hoy, martes 27 de octubre de 1998, culmina este
primer ciclo de conferencias organizado por Radio
El Espectador, con motivo de su septuagésimo
quinto aniversario. Para brindar la última
conferencia llegó el domingo a Montevideo el
politólogo italiano Giovanni Sartori,
considerado uno de los padres de la ciencia
política italiana.
Entre las actividades que viene desplegando
aquí, en la capital uruguaya, se
destacó la realizada ayer en el Instituto
Italiano de Cultura, donde tuvo lugar un encuentro
entre Sartori y profesores, docentes e
investigadores de ciencia política de la
Universidad de la República, de la
Universidad Católica y del Instituto
Universitario CLAEH. También estaban en la
platea dirigentes políticos, invitados
especialmente.
Las impresiones de esa experiencia de ayer
son el motivo del análisis político
de hoy de Oscar A. Bottinelli.
OSCAR A. BOTTINELLI:
La primera impresión a la que tengo que
referirme es muy subjetiva. Normalmente nos pasa
que los autores clásicos, que han producido
muchas obras de gran importancia en una disciplina,
son para uno nombres en las tapas de los libros,
autores que dicen cosas que, primero impactan, y
luego forman. Cosas respecto a las que uno
desarrolla un sentido crítico,
considerándolas buenas o malas y que son
controvertidas por otros autores.
Estos autores no tienen rostro: son nombres
abstractos. Uno habla de Maurice Duverger, pero no
tiene la menor idea de cómo es
físicamente. Y un buen día, como me
ocurrió a mi con Sartori, uno se encuentra
con un hombre de carne y hueso, de 75 años.
La primera sorpresa es que este hombre
aparentemente duro, que escribe textos
contundentes, severos, termina siendo un hombre de
una afabilidad extraordinaria, con una postura ante
la vida, seguramente adquirida a esa edad, que le
permite relativizar la contundencia de muchas ideas
de su obra. Toma las críticas con mucha
tolerancia, con mucho humor y ve, también,
que las cosas que escribió en los
años ´60 y ´70, tienen menos
fuerza que la que tenían en aquel momento,
porque el mundo va cambiando. Como pasa siempre,
comienza a valorar otro tipo de cosas, y alguno de
los elementos que había manejado en su obra
pasan a tener un sentido fundamental.
Una de las cosas que me llamó la
atención es cómo, en algunas de las
ideas centrales de su obra, es él, como
persona, quien termina siendo el centro de su
pensamiento.
EC - ¿Cómo es eso?
OAB - Hay una serie de elementos o valores en
torno a la democracia que para Sartori pasan a ser
los fundamentales, -despojándolos de toda
una serie de cuestiones accesorias, que tienen que
ver con la ingeniería política-.
Él rescata continuamente la permanencia de
esos valores.
En determinado momento hizo una forma de
clasificación de sistemas en la que hay
elementos que ahora empiezan a rechinar. Sin
embargo éstos son accesorios y no los
defiende tanto, en la medida en que lo que importa
es que se siga sosteniendo la idea central.
Me pareció importante -más
allá de lo sustantivo- que un hombre de su
edad pueda no sentirse, necesariamente, aferrado a
defender todas y cada una de las cosas que
escribió, sino tener esa apertura de decir:
"Bueno, ahora las cosas cambian; habría que
reescribir...". Me resultó interesante el
planteo que hizo de que una de sus obras
clásicas, "Partidos y sistemas de partidos";
él dijo que tendría que haberla
reescrito, que había pensado hacerlo 20
años después, o sea ahora, con ojos
más nuevos.
Desde este punto de vista aparece como un
hombre muy joven. Es una visión que
contrasta con la impresión que yo
había sacado del libro que se comenta hoy.
Un hombre que, a los 75 años, está
repensando permanentemente estas cosas, muestra una
gran sabiduría; una calma interior al
recibir las cosas, al digerirlas y al
expresarlas.
EC - El reconoce que algunos de sus trabajos
deberían reescribirse, pero también
deja planteada la duda de si lo hará, porque
se le aparecen nuevos temas de interés que
parece le van a consumir el tiempo.
OAB - Sí, Sartori no asume la
posición de una promesa: "Yo voy a
reescribir tal obra". Lo que uno encuentra en
él es una creciente "dispersión"
-llamémosle así- de sus intereses. Es
un hombre que empezó en una cosa muy
concreta, como la ingeniería
política, constitucional, de los sistemas; y
que luego fue pasando con mucha fuerza al tema de
la democracia, hasta llevar su pensamiento por
otras corrientes, por los medios de
comunicación, por la formación de los
niños y de la opinión pública.
Sartori amplía cada vez más el campo
de la reflexión, lo cual le impide disponer
del tiempo suficiente para poder ir reescribiendo
su obra en los aspectos más duros y
más centrales que ella tuvo.
Otra cosa que nos resultó importante
es cómo fue apareciendo lo que a nosotros
nos parecía fuerte en su obra, me refiero al
tema que yo llamaría de lo
ideológico, la variable
ideológica.
Hay dos grandes formas de concebir el
análisis de ingeniería
política: uno de ellos es cuando quien lo
estudia lo hace como con cualquier
ingeniería, midiendo las cosas, viendo
cómo funcionan; como se ven afectadas por la
aparición de una variable, qué
efectos produce, qué correcciones se hacen,
todo esto sin importarle mucho si esos efectos son
buenos o malos, sino considerando que los actores
políticos y la sociedad, son los que deben
determinarlo.
El otro enfoque de la ingeniería
política es, de alguna manera, el que
realiza Sartori, que hace valoraciones que, en
general, tienden a juzgar si las cosas son
negativas o positivas.
Esta actitud que se ve en sus libros, este
entusiasmo con las cosas, es creciente. El tiene
definiciones ideológicas muy fuertes, a
partir de todo un planteo que hace de la
democracia; lo que se aleje de su posición
lo considera negativo. Tiene tolerancia frente a la
diversidad, pero oposición muy fuerte a la
misma.
Por otro lado, asume que hay
ingenierías políticas que una
sociedad las toma o no las toma, pero que son
deseables.
OAB - Ayer se manejaron muchos temas, algunos
de ellos fueron muy aburridamente técnicos
para expresarlos por radio. Solo eran de
interés para los que estamos en los aspectos
específicos de las ingenierías
estructurales de los sistemas
políticos.
EC - Una de las expectativas era qué
decía Sartori de la reforma constitucional
que se ha implementado aquí en
Uruguay.
OAB - Exactamente. El hizo algunas
referencias a la reforma y sobre todo, a un tema
que fue planteado en forma abstracta, pero que es
uno de los problemas que se le ve a este nuevo
sistema.
En el mundo hay dos grandes tipos de sistemas
de gobierno: presidencialismo y parlamentarismo. El
parlamentarismo es utilizado en los sistemas
europeos clásicos, en los que el gobierno no
lo ejerce el presidente de la república sino
un gabinete, un primer ministro, lo que se llama un
"jefe de gobierno", (es el caso de España,
Italia o Alemania). Ese gobierno deriva del
parlamento, lo forma él o la fuerza
principal con apoyo de la mayoría
parlamentaria.
El presidencialismo es un régimen en
el que se elige un presidente que tiene todas las
facultades de gobierno, y debe transitar por el
parlamento para aprobar las leyes, pero no para
sostener a los ministros.
Uruguay fue derivando, desde hace ya varias
décadas, hacia un régimen
presidencial, con algunos elementos parlamentarios.
Hay algunas formas de apoyos o censuras a los
ministros, pero son mecanismos suficientemente
complicados como para que operen muy poco. La duda
mayor que se planteó fue ésta: a
partir del 1° de marzo del 2000 vamos a tener
un presidente de la República que, por la
mecánica de la elección, va a tener
la mayoría absoluta. Es decir: el 31 de
octubre del año que viene quedan dos
candidatos; y el 28 de noviembre uno gana por la
mayoría absoluta de los votos detrás.
Hay una gran legitimidad electoral.
Por otro lado, el 31 de octubre se elige un
parlamento que refleja de una forma muy
proporcional, muy ajustada, todo el esquema y la
gama de opiniones políticas que suponen los
distintos partidos y, dentro de los distintos
partidos, las distintas listas. No necesariamente
la mayoría de votantes que respaldan a un
candidato a presidente coinciden con la forma en
que se agrupan los legisladores constituyendo una
mayoría parlamentaria. Este es uno de los
riesgos de un sistema en el que el Parlamento se
elige de una manera y el presidente de la
República de otra. sobre todo en un caso en
los que ambos van a tener una fuerza muy grande.
Puede haber dos mayorías distintas, casi
simultáneas, detrás de unos y de
otros, y generar ciertos choques de legitimidades o
problemas de funcionamiento del sistema.
Sartori, no necesariamente dando un consejo,
sino hablando en abstracto de lo que él
considera que han sido los sistemas más
exitosos en el mundo, dejaba la reflexión de
lo importante que era pensar las fórmulas
semipresidenciales. Por semipresidencial entiende
el régimen de Francia y el que estuvo a
punto de aprobarse un año atrás en
Italia, en el cual existe un presidente de la
república, elegido de esta manera, que debe
gobernar a través de un gabinete con
respaldo parlamentario: un gobierno con un primer
ministro, que tiene expresamente el voto de la
mayoría del parlamento. Esto puede llevar a
dos situaciones: la deseable, que el presidente sea
elegido con la misma mayoría que se forma en
el parlamento, y por lo tanto gobierne con una
mayoría parlamentaria; o como hizo, por
ejemplo, Sanguinetti -que no fue elegido por
mayoría- pero logra articularla por medio de
acuerdos políticos de una
coalición.
Puede darse que desde el arranque, o en
determinado momento, la mayoría del
país expresada a través del
parlamento no coincida con el presidente de la
república. Que es lo que está
ocurriendo hoy en Francia: en el gobierno del
presidente Chirac, un hombre de centroderecha, en
una renovación parcial del Parlamento,
triunfó un gobierno de centroizquierda, -el
socialista Leonel Jospin-. En ese momento, el
presidente de la República se retiró
de esa función tan fuerte de conductor del
gobierno para pasar a actuar como árbitro
del Estado, -más al resguardo de la
institucionalidad-, y dejó gobernar a ese
primer ministro que tenía el respaldo
parlamentario. El presidente, con la
legitimación que tiene detrás, sigue
de todas maneras teniendo un rol
fundamental.
Un sistema de estas características
tiene una flexibilidad que le permite salir a
situaciones duras como las que pueden darse en un
sistema como el que Uruguay va a estrenar. No digo
que estas situaciones ocurran en el próximo
quinquenio, pero en algún momento puede
ocurrir que el presidente de la República
tenga una mayoría que no esté en
sintonía con otra mayoría
parlamentaria. Puede haber una disfuncionalidad y
puede haber un choque.
Es un tema interesante para analizar, a pesar
de que no es nuevo. El régimen de Francia
existe desde fines de los años ´50,
pero es la primera vez que Uruguay va por un camino
como éste. Yo diría que desde el
punto de vista práctico, para la
política uruguaya y para la
ingeniería política uruguaya de los
próximos años, éste es un
elemento de reflexión importante que nos
deja Sartori como saldo de su visita.
EC - En realidad, este tema da para mucho
más, sobre todo el análisis del caso
uruguayo.
Otro día podemos comentar el
interrogatorio fuerte al que te sometió
Sartori el domingo por la noche en la cena de
bienvenida, cuando quería saber, por
ejemplo, por qué en Uruguay no se instalaba
la posibilidad de la reelección del
presidente.
OAB - Sí. Es interesante la
visión que puede tener un cientista
extranjero sobre un tema que tanto ha conmovido a
Uruguay, como es el de la reelección
presidencial.
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