Algunas claves
para entender el discurso electoral
Oscar
A.Bottinelli
Dentro de exactamente 59 días, el
domingo 25 de abril, se realizarán las
primeras de las tres elecciones que conducen a la
elección del próximo Presidente de la
República y a la conformación de un
nuevo gobierno. Luego de este fin de semana, que
marca la terminación de la temporada de
verano y, como suele decirse, comienza el verdadero
año, "el año real", se inicia el
tramo final de la campaña electoral. Quince
días después, el 15 de marzo,
finalizará esta otra novedad que es la veda
de publicidad en los medios electrónicos, y
se iniciará la campaña publicitaria
electoral por la radio y la televisión. El
comienzo del "año real" también
situará a los ciudadanos de cara a las
elecciones de abril.
Hasta ahora, las personas que han estado
más interesadas en las elecciones, han sido
segmentos de la gente, las más interesadas
en política o a la que les ha llegado
directamente el mensaje a través de
candidatos, dirigentes o aparatos político
partidarios. Ahora, será cada vez más
la gente que va a prestar atención a la
campaña, a los discursos, a los mensajes, a
los spots, slogans, carteles, pintadas, todo eso
que es "el discurso" o "el mensaje
electoral".
Para ayudar a entender la
contraposición de discursos, mencionaremos
algunas claves, o más exactamente algunos
principios básicos para entender la postura
de los contendientes, de partidos y personas, y
también la del propio votante.
Quizá este último sea un
aspecto previo: la postura del propio votante,
manejándolo desde un ángulo que
quizá podamos llamar "psicologista" sobre
qué es lo que determina el voto. En el mundo
existen muchas investigaciones, diversas tesis y
diversas líneas interpretativas. Adoptando
una tesis algo combinada y genérica sobre la
formación del voto, muchas veces se pregunta
si tiene que ver con el programa del candidato o
con lo que hacen las agencias de publicidad. Nos
parece que hay algo muy profundo, y que tiene mucho
que ver en la opción del voto: la
personalidad del individuo. Cada votante relaciona
su voto (como otras cosas de la vida) con muchos
elementos que conforman su manera de ser o,
directamente, su ser: su educación, nivel
socioeconómico, los elementos culturales que
recibe en la familia, en el contexto de su barrio;
los valores que adquiere y proyecta, sus deseos, su
ubicación ante la vida. Un proceso muy
genérico de decisión, que no es
estrictamente racional en el sentido de que lee un
libro, se informa de lo que dice cada programa, los
pone en una balanza, y dice "Este es el que me
parece mejor".
Y en general, en el complicado sistema
uruguayo, hay dos caminos para formular esta
opción: una es la partidizada y la otra es
la opción personalizada. Una es cuando el
voto se define en forma más o menos
consciente, más o menos nítida, a
partir de la identificación con un partido.
El individuo se define como colorado, o blanco, o
frenteamplista, o nuevoespacista y, salvo que
decida una ruptura o un apartamiento, su voto va a
estar dentro de esa determinada canasta. En segunda
instancia vendrá una opción
más sectorizada o más personalizada.
El otro camino es cuando el elector parte de una
postura independiente (posición que en
Uruguay es todavía minoritaria), y compara a
personas. Generalmente no maneja todos los
candidatos sino un abanico con el que siente una
identificación previa, y que no
necesariamente tienen que ser de un mismo partido:
no tiene a todos los candidatos en un mismo plano
de opción, sino a algunos hacia los cuales
sentirá cierta simpatía o
predisposición, mientras que otros le
producirán un rechazo instintivo. Y se
genera esta relación del elector con los
candidatos: los candidatos por los que se inclina
pueden serlo porque busca lo más parecido a
sí mismo, o un modelo opuesto: lo que uno
quisiera ser o quisiera haber sido. Alguno, ya
mucho más psicologista, dice que puede tener
que ver con la búsqueda de figuras paternas,
el padre que uno tuvo o el que quiso tener, el
"padre" que desea que tenga el país.
Frente al discurso electoral, entonces, la
postura del electorado va a estar siempre tamizada
por la postura que tenga frente a determinado tipo
de candidatos o al candidato mismo. Con esto
queremos decir que no sólo se lee o se
escucha lo que se dice, sino que el grueso de la
gente va a leer o a escuchar a partir de
quién lo dice. El mensaje, el discurso, no
es sólo un conjunto de palabras sino que
esas palabras tienen un significado distinto
según quién las diga. Y esto parece
un tema no menor en la interpretación de los
discursos electorales.
Veamos algunos ejemplos de lo que venimos
exponiendo. Cuando existen distintos discursos de
los distintos candidatos, cada uno de ellos
está representando diferencias (matices o
diferencias profundas, pero diferencias al fin) de
posturas ante la vida; diferencia de ideas, de
valores, de modelos de país, de modelo de
sociedad, de Estado. No es que sobre un tema haya
una postura correcta y otra incorrecta; no es que
sobre determinado tema el candidato Tal dice Lo
Correcto y lo que dice el otro es incorrecto, sino
que cada uno está expresando posturas que
corresponden a puntos de vista diferentes. Cuando
digo "puntos de vista diferente", digo que mira
desde un lugar determinado: en un parque uno mira
una estatua desde arriba y la ve de una manera,
quien la mira desde abajo la ve de otra manera,
igual que si la mira desde la derecha o desde la
izquierda, desde adelante o desde atrás. No
son estatuas distintas, sino que cada uno ve una
parte distinta. La vida es lo mismo, el mundo es lo
mismo: cada uno tiene un punto de vista y lo ve
desde ahí. Las diferencias de discurso
corresponden a este tipo de diferencias. Y
además, cada uno interpreta ese discurso a
la luz de su propia experiencia. Los significados
no siempre son entendibles: cada uno los ve a la
luz de su propia experiencia. Un ejemplo
clásico es aquel de poner sobre una mesa un
mate y una bombilla. Cualquier uruguayo le puede
dar varios significados pero todos apuntando a su
relación con el mate. Si lo ve un
inglés, no entiende ni de qué se
está hablando. Las imágenes se
interpretan a partir de algo que uno conoce, y lo
mismo pasa con los discursos políticos y las
posiciones de los propios dirigentes
políticos: el tipo de valores, de ideas, el
mundo en el que uno se mueve, lo ayuda a
interpretar y a identificarse más con un
discurso que con otro. Todos los discursos
representan diferencias, más o menos
fuertes, pero diferencias de punto de vista que
constituyen la pluralidad de la sociedad.
Cuando hacemos encuestas en Factum manejamos
un concepto al que llamamos "dilema de hierro".
Recuerdo, por ejemplo, una que difundimos hace no
demasiado: todo el mundo es partidario de que baje
la desocupación, y todo el mundo es
partidario de que aumenten los sueldos. Entonces se
les plantea el dilema de qué prefiere: que
suban los sueldos pero no baje la
desocupación, o que baje la
desocupación pero que no aumenten los
sueldos. Son dilemas de hierro, en los que uno
quiere las dos cosas pero debe elegir por
una.
En sus discursos, los políticos
también se enfrentan a dilemas de hierro,
porque están estableciendo prioridades y
opciones entre cosas que a todo el mundo les pueden
parecer lógicas. Cuando uno toma
posición a favor de lo que dice determinado
dirigente, lo que ocurre es que uno mismo parte de
esa posición. Hay varios temas en
discusión que son dilemas de hierro. Por
ejemplo, la Torre de las Comunicaciones de Antel:
no se trata de que quienes se oponen estén
en contra de una obra de arte moderna, del
progreso, de la civilización, y que vean en
sus partidarios la defensa de una obra
faraónica y del despilfarro del Estado.
Cuando se pone un dilema, las posiciones diferentes
van más allá del tema mismo: a veces
tienen que ver con la lógica de la moral y
de los principios versus la lógica del
Estado, o el valor del progreso urbanístico
frente al progreso social, o el valor de la cultura
enfrentado al valor de las políticas
sociales, como estuvo planteado en el tema Antel.
Lo hemos visto con el tema de las "pintadas" de
muros. El año pasado aparecieron posiciones
muy marcadas de, por un lado, quienes miran el tema
desde un punto de vista urbanístico y
estético, y dicen: "Si hay muros pintados,
prefiero que sean pintados por artistas"; y por
otro lado quienes ven el muro como una forma de
libertad y manifestación de la diversidad.
No se trata de que ninguno exprese lo correcto en
sí mismo: son dos valores distintos que cada
uno quiere preservar. Hay una cantidad de temas
como el de Antel, el estudio auditorio del Sodre,
el Plan Fénix, el financiamiento de los
partidos, la licitación del puerto y la
investigadora parlamentaria, que no necesariamente
están expresando que uno tuvo una
posición correcta y otro la incorrecta, sino
que detrás de las posiciones cada uno
está expresando sus valores, distintas
ideas, concepciones, opciones ante los dilemas de
hierro. Por ejemplo, en el tema de los registros de
las llamadas telefónicas, hay dos puntos de
partida claramente distintos: quienes consideran
que los registros deben ser públicos porque
ayudan a la investigación sobre quién
habló con quién para
desentrañar sospechas de implicancias que
puedan existir, y por otro lado quienes consideran
que defienden valores tan importantes como la
libertad del ciudadano, a través de su
propia intimidad. Esto estuvo presente hace muchos
años, durante el gobierno de Pacheco y
más aún durante el régimen
militar, cuando hubo determinados controles sobre
los ciudadanos (respecto a correspondencia,
llamadas telefónicas), que el régimen
justificaba en la defensa del Estado frente a la
subversión. Para la oposición, y
particularmente para la izquierda, esto implicaba
persecución política,
violación de la libertad y de la intimidad
de los ciudadanos. Lo correcto o incorrecto
partía de algo anterior: el punto de vista
global sobre un conjunto de temas de fondo y sobre
determinados valores.
Nos parece importante señalarlo cuando
se atiende todo lo que constituye el discurso
electoral. Por supuesto que no se puede hacer un
discurso solamente teórico, y se mezcla con
esto, también está presente en el
discurso electoral (hay que tratar de buscarlo y
analizarlo), que algunas posiciones pueden
responder a la búsqueda de ventajas o a
contrarrestar desventajas en el propio ajedrez
electoral, en los movimientos de tablero que van
beneficiando a un candidato y perjudicando a los
otros. Pero no todo se puede leer a la luz de
ventajas y desventajas en la captación de
votos, sino a partir de que existen
posicionamientos que son mucho más profundos
que una elección, y que tienen que ver con
diferencias culturales frente a la sociedad, frente
a la vida. Esta diversidad es la que aparece y va a
aparecer con mucha fuerza a partir del
próximo lunes, a partir de los discursos,
los mensajes, los spots, todo lo que constituye la
campaña electoral.
|