La
coalición, la gobernabilidad y la
coparticipación
Oscar
A.Bottinelli
En los últimos días el
Encuentro Progresista - Frente Amplio ha elevado su
tono en demanda de participar en los entes
autónomos y los servicios descentralizados,
demanda que en principio no cuenta con el pleno
consenso de la coalición de gobierno, del
Partido Colorado y del Partido Nacional.
Hemos dicho muchas veces que, en el armado de
un período de gobierno, una cosa es la
coalición de gobierno, las mayorías
requeridas para aprobar un programa legislativo,
para sostener un gabinete, para gobernar, y otra
cosa es la gobernabilidad, el clima de
entendimientos necesarios para que un gobierno
funcione no sólo con su propia
mayoría sino con una actitud de tolerancia
de la oposición, de espacio que permita
acuerdo al menos en aquellos aspectos en que la
Constitución exige dos tercios de votos en
el Parlamento. Pero que además genere un
clima nacional de gobernabilidad.
Y en Uruguay esto en general ha estado muy
atado, a lo largo del siglo, al tema de la
coparticipación. En la historia uruguaya, la
palabra coparticipación ha tenido muchas
interpretaciones, se la ha aplicado a distintos
conceptos; desde el último tercio del siglo
XIX se ha traducido en distintas formas de
participación de la oposición.
Recordemos que al principio era el reclamo de la
minoría de estar presente en el Parlamento,
pero luego el elemento central fue la presencia en
la administración descentralizada, en los
entes autónomos y servicios
descentralizados, a muchos de los cuales hoy se los
identifica como las empresas del Estado.
¿Cuál era el sentido de la
coparticipación? Se lo puede analizar desde
muchos ángulos. Uno de ellos fue que algo
más de medio país no puede excluir
del manejo o el contralor de la función
pública a lo que representa un poco menos de
la mitad. Un segundo ángulo es que la
acción parlamentaria como elemento de
coparticipación en el gobierno o de control
sobre el gobierno es muy difícil cuando la
administración es descentralizada: el
Parlamento queda muy lejos de los actos cotidianos
de Ancap, de UTE, de Antel, de un banco estatal, y
por tanto se hace necesaria la presencia dentro del
mismo organismo. Estas son las teorías que,
muy sintéticamente, han avalado la
coparticipación desde el punto de vista
funcional, y que desde el punto de vista
político quedaban sustentadas en la otra
tesis, la de que poco menos de medio país
que votó por el partido vencido no quedara
totalmente excluido, ni una absorción total
del aparato del Estado por el partido que
representaba a poco más de la mitad.
En el mundo existen los dos sistemas: los
integradores, que van a esquemas que en Uruguay
llamamos coparticipación, o los sistemas
excluyentes, como son los casos de Israel o
España, en que la mayoría absorbe la
totalidad de los cargos del Estado, y la
minoría queda absolutamente excluida. Es
decir que hay tesis a favor de las dos
soluciones.
En Uruguay, la coparticipación
-hablando de los entes autónomos- ha tenido
en general distintas formas. La más
común ha sido que en directorios de cinco
miembros (que es un poco lo standard) la
mayoría estuviese representada por tres
miembros, y la minoría por dos. Esto fue
consagrado en la Constitución de 1952,
solución a la que se llamó
despectivamente "la del tres y dos". Esta forma de
manejo tuvo como contrapartida la imagen de un
reparto de cargos, que desgastó al sistema y
llevó a su eliminación de la Carta,
en la reforma de 1966.
Tenemos claro que este abordaje del tema sale
un poco del reclamo puntual del Encuentro
Progresista - Frente Amplio y la discusión
presente, pero habría otro ángulo
completamente distinto de abordaje del tema:
cuál debe ser la naturaleza o el elemento
más conveniente para ejercer los directorios
de los entes autónomos: si el de
políticos o el de técnicos, y en caso
de los políticos si debe ser una
función exclusiva de la mayoría,
igual que el gabinete, o debe ser un área de
coparticipación.
Pero la intención es hoy analizar la
vigencia del concepto de coparticipación en
la historia política uruguaya moderna, y el
giro que supone este cambio político que
estamos viviendo al final del siglo.
Hay un antecedente de la presencia del Frente
Amplio en los entes autónomos, en el
gobierno 1985-90. Eso marca una diferencia con la
actual situación: en 1985-90, en los entes
autónomos estaban representados el Partido
Colorado, el más votado, la que entonces era
la principal fuerza de oposición, el Partido
Nacional, y también el Frente Amplio y la
Unión Cívica. Eso tuvo el sentido de
integrar en los entes a la totalidad del sistema
político. Iba mucho más allá
de una coparticipación de mayoría y
minoría, y buscaba la plena
integración del 100% del espectro
político con representación
parlamentaria.
La similitud es que siempre la
participación es que la participación
en los entes aparece reclamada por la principal
minoría. Fue el reclamo constante a
través de las décadas del Partido
Nacional, muchas veces resistido por el Partido
Nacional, otras veces aceptado de buen grado, y
otras veces aceptado porque la realidad
política obligaba al Partido Colorado a dar
curso a estas demandas de la
minoría.
La diferencia con estos antecedentes
históricos y con la presencia del Frente en
1985-90 es que hoy la mayoría, entendida
como el bloque que gobierna representando a poco
más del electorado ya no es un solo partido
ni es el partido más votado (como lo fue
tradicionalmente el Partido Colorado a lo largo del
siglo), sino que es una conjunción electoral
y de gobierno compuesta por el Partido Colorado y
el Partido Nacional. Y la minoría, eso que
representa a algo menos de la mitad del electorado,
que generalmente ha estado en torno al 40% y hoy se
mantiene en esa proporción, es el Encuentro
Progresista - Frente Amplio, que individualmente es
el partido más votado.
Lo importante de destacar, entonces, es que
hoy la presencia de representantes colorados y
blancos en los entes autónomos tiene un
sentido distinto al que podía tener hace 40
años o hace 10. Entonces representaban al
grueso del sistema político: al 90%, a las
tres cuartas partes, es decir a la mayoría y
a la principal fuerza de oposición. Hoy,
representan exclusivamente a una mayoría que
conforma la coalición de gobierno, para lo
cual tuvieron que conformar una coalición
electoral para alcanzar ese gobierno. Por lo tanto,
y este es el cambio sustancial en la
situación actual, sólo hay
coparticipación si hay integración
del Encuentro Progresista - Frente Amplio en los
entes autónomos. La palabra
coparticipación adquiere un nuevo sentido a
partir del cambio en el sistema político: ya
no puede leerse así la integración de
entes autónomos con colorados y blancos
cuando ambos representaban al 80 o al 90% del
sistema político. Hoy esa amplitud de
representación sólo se da si el
Encuentro Progresista - Frente Amplio está
en los entes autónomos.
Planteado así, encontramos dos cosas.
Primero, que esta discusión sobre si la
minoría debe o no estar representada en los
entes autónomos no es nueva. Cambian los
actores (antes era el Partido Nacional, ahora el
Encuentro Progresista), pero sigue siendo la
discusión sobre si en los entes debe estar
sólo la mayoría, sólo el
partido de gobierno, o si también debe estar
la minoría. Todo lo que se ha escrito a lo
largo de más de un siglo a favor de la
coparticipación con la presencia de la
minoría, que antes era válido para el
Partido Nacional, hoy es válido para el
Encuentro. Todo lo que se ha dicho y escrito en
contra como dilución del poder, reparto de
cargos, etcétera, antes válido contra
la presencia del Partido Nacional, hoy es
válido contra la presenta del Encuentro.
Cambian los actores pero no la esencia de la
discusión.
Lo curioso, lo paradojal que hemos
señalado algunas veces, es que hoy se opone
con mucha fuerza a la presencia de la
oposición el Partido Nacional, que
históricamente fue el defensor de la
presencia de la minoría. Y paradojalmente,
reclama esa presencia la izquierda, que
tradicionalmente cuestionó lo que llamaba
"reparto de cargos", el "tres y dos", y que a esta
discusión sobre distribución de
cargos le dio una connotación peyorativa. Es
curioso como cambian los actores con un mismo
sistema, los argumentos de fondo siguen siendo los
mismos, y también el cambio de
posicionamiento de los actores lleva a que cada uno
cambie la posición que tenía a favor
o en contra, sobre un sistema
político.
|