Batlle: la
centralización del poder
Análisis
del politólogo Oscar A.
Bottinelli.
EMILIANO COTELO:
El presidente de la República, Jorge Batlle,
ha ido tomando en estos meses diversas medidas que
suponen una fuerte centralización de las
decisiones en el Edificio Libertad. Por ejemplo, la
autorización de gastos menores en organismos
que poseen autonomía de decisión,
como los entes autónomos.
Este es el tema que nos propone hoy Oscar A.
Bottinelli: "Batlle, la centralización del
poder".
OSCAR A. BOTTINELLI:
Primero quisiera hacer una aclaración del
título: controlar las cuentas -no como un
auditor o un síndico, sino con poder de
decisión sobre si se gasta o no- es una
forma de ejercer poder. El poder no es solamente la
decisión de fondo, sino también la
provisión de los medios para que la
decisión o el conjunto de decisiones pueda
efectivizarse. Si yo tengo el poder de decir "que
haya menos celulares", también puedo decir
"comuníquense menos entre ustedes". Si les
digo "lean menos diarios" tendrán que
recurrir a otros que les digan cuáles son
las fuentes de información que no reciben
directamente, al menos pagas por el Estado. Si a
uno le dicen "no hagan una sala para recibir gente"
quiere decir "reciban menos gente". Es decir que
hay afectaciones de funcionamiento, que pueden ser
para más o para menos, cuando se regulan
gastos; el que regula gastos tiene poder de
decisión.
Se pide a los entes autónomos el
envío al Edificio Libertad de todas las
actas de las reuniones de Directorio. Cuando
hablamos de decisiones podemos creer que cuando
Antel toma una decisión el día que
modifica las tarifas o decide construir la
torre
No: hay un fárrago de decisiones
del organismo, la mayoría de ellas
absolutamente menores. Incluso organismos de tipo
jurisdiccional como la Corte Electoral, la Suprema
Corte de Justicia -que no entran en esta
resolución- no manejan únicamente
grandes sentencias; muchas veces quedan absorbidos
y aplastados por un cúmulo de decisiones que
tienen que ver con gastos, compras,
etcétera.
Otra decisión surgida en estos
días tuvo que ver con el Banco Central. Este
pensaba hacer una remodelación, gastar unos
80.000 dólares en una sala para recibir
ejecutivos, con comedores, etcétera. La
Presidencia de la República le niega la
autorización. Esto estuvo ligado a una serie
de órdenes organismo por organismo, sobre
celulares, diarios, vehículos oficiales,
etcétera.
EC - Se ha dictado un decreto que en
principio rige para la Administración
Central pero cuyo alcance se recomienda sea tenido
en cuenta, por ejemplo, por los entes
autónomos.
OAB - Estas medidas se inscriben en un
conjunto mayor de medidas. Es una tónica de
esta Presidencia, desde que asumió, que
tiene como efecto -y es su objetivo- la
obtención de un fuerte apoyo popular. Son
medidas que, en sí mismas, vistas
independientemente y sin analizar efectos,
automáticamente concitan el
beneplácito de la gente. Todo lo que tenga
que ver con reducir el gasto público,
algunos gastos que la gente simboliza como no
necesarios
Para mucha gente, el uso del
vehículo oficial, el celular, determinados
gastos de representación o protocolo no son
necesarios. Aparecen acusaciones de mal manejo de
los recursos a la administración anterior,
entonces se da un juego de una
administración que administra bien versus
una de la que se dice que administró mal.
Fuera de estos ámbitos
financiero-administrativos, también el
manejo del tema desaparecidos ha generado efectos.
Creemos que todas estas medidas se inscriben en ese
contexto de buscar el apoyo de la gente, más
allá de que algunas -como la
reducción del gasto público- empiezan
a mostrar la contrapartida: se reduce el gasto, se
reducen las compras del Estado, los proveedores
reducen su actividad, lo que genera una
reducción de la actividad general. En
definitiva, rebajar el gasto público, si no
hay medidas que puedan compensar la rebaja, es una
forma de generar desocupación. Toda medida
tiene siempre un efecto positivo y otro negativo, y
en el tiempo se están dando ahora los
dos.
EC - Casualmente, esta semana el ministro de
Economía, Alberto Bensión,
reconoció que uno de los factores que
podría estar detrás del aumento del
desempleo que llegó a 13,7% en el trimestre
marzo-mayo, sería el recorte del gasto
público.
OAB - Exacto. A nivel de economistas se
considera que ése sea quizás el
elemento de mayor efecto, dado que los efectos de
los demás ya se venían dando y
tendencialmente se había previsto un aumento
mucho menor de la desocupación que el que
finalmente se produjo.
Volviendo al tema de hoy, tenemos dos tipos
de enfoques o de ángulos: la
autonomía de los entes y el ejercicio del
poder.
El primer tema, la autonomía de los
entes, también puede ser visto desde dos
ángulos. El principio constitucional
-aquí no importa la leguleyería de la
letra constitucional, sino el espíritu que
subyace a esta concepción- dice que todo lo
que tenga que ver con la actividad industrial o
comercial del Estado está fuera del plano
principal de ejecuciones políticas, que
tiene un grado de autonomía, que se maneja
aparte de los procedimientos normales de la
administración y el gobierno.
Esta autonomía, que fue bastante
grande, se redujo un poco con algunos instrumentos
que estableció la reforma constitucional de
1966. Justamente se combatía algunas
autonomías y se decía que, más
que entes autónomos, eran republiquetas
independientes (ése fue el léxico
empleado en la campaña electoral de 1966 en
relación a la reforma constitucional). De
alguna manera, estas medidas, aunque no afecten
jurídicamente a la autonomía, son
recomendaciones para un control minucioso del
funcionamiento de los entes autónomos. Ya no
es el manejo clásico de un Poder Ejecutivo
que establece las grandes líneas a los entes
autónomos, como podría ser pedir que
haya o no tantas tarifas sociales subsidiadas por
los usuarios, sino que decide si un organismo
compra o no escritorios, sillas, mesas.
El dominio industrial y comercial del Estado
también puede verse desde un ángulo
más moderno y más antiestatista, que
llevó a un cambio de terminología:
cada vez se habla menos de entes autónomos y
más de empresas del Estado. Una empresa
responde a los accionistas que les marcan las
grandes líneas a través de la
elección de su Directorio y, a lo sumo, de
la asamblea para tomar las grandes decisiones. En
este caso es como si el Directorio de la empresa
tuviera que consultar a la asamblea de accionistas
para ver si compra o no un comedor o una sala de
reuniones.
EC - La "asamblea de accionistas" es el
presidente de la República.
OAB - Los accionistas son el Estado,
representado aquí por el Poder Ejecutivo.
Hay un poco de confusión, porque por un lado
se centraliza el poder en el Edificio Libertad y
por otro el Poder Ejecutivo no es el Edificio
Libertad: es el presidente de la República
actuando con el o los ministros respectivos, o con
el Consejo de Ministros. Físicamente estamos
hablando del presidente de la República;
institucionalmente es un poco más
complicado.
Si se ve esto así, el papel de los
antes autónomos aparece un poco más
reducido que tradicionalmente, por lo menos en una
dependencia en la toma de decisiones menores -no
estoy hablando de las de mayor porte, en las que
siempre los entes autónomos consultan al
Poder Ejecutivo- respecto al presidente de la
República. Esto puede suponer que no
sólo el presidente de la República
sino también otro funcionario sea una
especie de contrapartida controladora.
EC - Ese control de cada gasto de los
organismos públicos desde el Edificio
Libertad exige dedicar mucho tiempo y un esfuerzo
importante. ¿Cómo se hace esto y
cómo afecta al funcionamiento del
gobierno?
OAB - Vamos a hablar en general, no de
cómo lo va a hacer o lo está haciendo
el Edificio Libertad, sino genéricamente de
cómo se hace este tipo de cosas, cómo
se ejerce el poder. Para empezar, hay que imaginar
las toneladas de información y papel que
caen en un sistema de controles; no es que una
semana haya una decisión de Antel y la
siguiente una de UTE.
En teoría, hay tres caminos para
realizar ese contralor. Uno es el centralizador de
decisiones, que queda absorbido en el
escudriñamiento de las miles de
páginas, analizando gasto por gasto y compra
por compra. Ha habido ejemplos. Hace un tiempo hubo
un ministro que no sólo controlaba todos los
gastos sino también los expedientes de su
ministerio. Entre otras cosas, el despacho de ese
ministro era un empapelamiento fenomenal. Uno de
los chistes que se decía era que si uno iba
no lo hacían sentar en una silla sino sobre
un montón de expedientes. Ha habido casos de
querer controlar todo, expediente por expediente, y
escribir cada decisión de puño y
letra.
En general, en estos casos hay un riesgo muy
grande -por eso no es el ejemplo más
común-: el que pretende controlar todas las
decisiones va perdiendo gradualmente el poder de
decisiones estratégicas, queda sumido en las
decisiones pequeñas y cuando se quiere
acordar no tiene tiempo para pensar en los grandes
esquemas. Yo diría que es inimaginable, por
temperamento, por naturaleza, que el doctor Jorge
Batlle utilice este camino. Nadie se lo puede
imaginar como un individuo minucioso, sentado ante
toneladas de papeles con mentalidad de entre
auditor y escribano, punteando resolución
por resolución.
EC - La otra posibilidad es que tenga uno o
dos colaboradores dedicados a la tarea.
OAB - Acá viene el segundo camino: la
constitución de un "shadow cabinet", un
gabinete en la sombra. Ya no es que el presidente
de la República controle los organismos
públicos, sino que son personas de mayor
confianza -por lo menos en este tema- del
presidente de la República que controlan en
su nombre. Ya es una traslación de controles
de unos funcionarios a otros en función de
determinado tipo de repartición de
atribuciones y retribución de confianzas.
Esto puede ir desde los famosos gabinetes paralelos
donde cada ministro tiene su contraministro, cada
presidente su contrapresidente, hasta que un
conjunto de ministros tiene un controlador, un
conjunto de entes otro, etcétera.
Esto no es un hecho excepcional en el mundo,
y no solamente en relación a gastos.
También puede darse en materia de decisiones
en muchos esquemas de gobierno en que aparece un
aparato presidencial compitiendo con el gabinete
formal. Esto puede ocurrir en algunos países
parlamentarios en que las coaliciones de gobierno
llevan a que la mayoría o buena parte de las
cabezas de los ministerios no sea de la confianza
política del primer ministro o jefe de
gobierno, que forma su otro gabinete con gente de
su sector.
En Estados Unidos ha habido distintas
estructuras de la Casa Blanca con funcionarios que
de alguna manera eran el gabinete en la sombra del
gabinete formal. El caso más destacado puede
haber sido el de la primera administración
Nixon. Recordemos que Nixon fue uno de los
presidentes más importantes que tuvo Estados
Unidos en su historia en materia de posicionamiento
del país en política internacional.
En ese tema clave de su administración, el
secretario de Estado era William Rogers, pero se
constituyó en el Consejo de Seguridad
Nacional, cuyo presidente era Henry Kissinger, una
especie de contra-Departamento de Estado. Hasta
que, al final, Nixon se terminó unificando
con Henry Kissinger, quien asumió la
titularidad del Departamento de Estado, y uno de
sus hombres estaba en el Consejo de Seguridad
Nacional.
Es decir que estos juegos no son algo
atípico ni extraño, sino una de las
distintas formas de organizar y ejercer el poder.
El tema es que todavía nadie ha encontrado
la receta para cuando en torno a un presidente de
la República hay un esquema de funcionarios
dedicados a cumplir funciones controladoras de los
que tienen las investiduras formales eso no suponga
un juego de rispideces. Hay una tensión
permanente entre distintos centros del poder.
En el mejor de los casos esto supone una
división del poder, nadie tiene un poder
absoluto en su área -"absoluto" a partir de
integrar un gobierno y recibir instrucciones
generales-, sino que éste queda dividido
entre el poder que le da la investidura y el que le
quita el contralor desde otro lado. El que controla
tampoco tiene un poder absoluto porque sólo
controla, puede vetar pero no es el que toma
decisiones e imprime líneas. Un poder
dividido potencia el poder del que está
encima de todas las divisiones del poder, porque en
definitiva es el que en última instancia
zanja todas las controversias. Pero también
supone una mayor dedicación de tiempo a eso,
estar mucho más tiempo inmerso en ser una
especie de "tribunal de alzada" en las
controversias entre las distintas fuentes de poder
de su administración.
Estos juegos de gabinete en la sombra pueden
darse desde un elenco muy grande de funcionarios a
uno más pequeño. Cuanto más
grande sea, más posibilidades de gobierno
paralelo y más posibilidad de controversia.
Cuanto más chico, menos posibilidades de
controversia, pero por otro lado están los
riesgos de que no todas las decisiones puedan ser
controladas. Siempre hay un límite a los
controles que se pueda ejercer.
Puede haber un tercer camino: sin haber
propiamente un gabinete en la sombra, sin haber
tampoco un centralizador absorbido en cada
decisión particular sino al revés,
nada más que en las decisiones
trascendentes, que los contralores funcionen poco y
se traduzcan en un freno más aparente que
real.
Que sean más aparentes que reales no
implica que no sirvan para nada. A veces, la
existencia de un freno, por más aparente que
sea, opera por lo menos como un autofreno, un
autocontrol. Si un funcionario tiene derecho a
disponer libremente de recursos, va a gastar
más que si cada vez tiene que pedir
autorización; aunque sepa que se firma sin
mirar, alguien se la tiene que firmar. Mucho
más si sabe que al firmar van a leer. La
existencia de controles es un reductor de gastos.
Se sabe en cualquier administración,
pública o privada, que a veces las
apariencias de control son meras apariencias pero
sirven de freno, sobre todo porque, aunque
aparezcan como meras apariencias, cada tanto algo
se controla. Y basta que salte un freno cada tanto
para dar la sensación de que el mecanismo
está permanentemente en funcionamiento.
El problema es cómo va a operar y con
qué grado de transparencia interior. Uno
puede decir que tiene un presupuesto de 80.000
dólares para hacer A, B, C y D, y otro puede
decir que compra un escritorio y gasta 300
dólares, compra unas sillas y gasta 400,
copra una mesa en 200, manda hacer una pintura por
1.200, y así puede sumar no 80.000 sino
100.000 dólares, y cada gastito fue pasando
por separado. Por algunas pistas que uno tiene,
algo de esto se está dando. A un organismo
que mandó un paquete de 80.000
dólares le dijeron que no. Otro está
haciendo gastitos de a pequeños centenares
de dólares y todavía nadie hizo la
suma de que todo eso es para lo mismo y por lo
tanto va a terminar en un gasto similar al otro.
Son los riesgos que tienen los controles.
EC - Hecha la ley, hecha la trampa.
OAB - Si no son muy puntillosos,
también depende de la buena fe del
controlado que pueda ser o no eficazmente
controlado.
EC - En síntesis, ¿qué es
lo que tenemos en este gobierno del presidente
Batlle? ¿Qué se puede esperar en esta
materia?
OAB - Primero va a haber que esperar meses -o
quizás semanas- para ver cuál es el
rumbo en esto que recién se está
instaurando. Por lo pronto, parece claro que el
presidente de la República no está
personalmente absorbiendo su tiempo como un
minucioso auditor o escribano controlando,
punteando y tildando cada ítem, y menos que
menos perdiendo su capacidad de creatividad, de
iniciativa y de generar decisiones trascendentes.
De modo que se puede descartar plenamente este
primer camino.
Quedan los otros dos caminos. Lo que parece
más real es la posibilidad de un
pequeño "shadow cabinet" de controladores.
En definitiva no sería el presidente quien
controla el gasto de la Administración
Central y la autónoma sino funcionarios de
confianza del presidente, que se sientan cerca de
él y que controlan a los otros funcionarios
de confianza del gobierno, por algo son designados
en esos cargos. Luego se verá el grado de
control, cuánto es real y cuánto es
aparente, a medida que este mecanismo vaya
operando.
Sin duda, al principio se va a seguir dando
algunas medidas de tipo efectista -como ésta
de negarle las reformas físicas que quiso
hacer el Banco Central- que pretenden ser una doble
señal. Por un lado, a la opinión
pública que transcurre en todo este
contexto, de dar una imagen de una
administración que quiere gastar poco,
controlar el gasto, ser muy avara en cierto modo.
Pero también una señal hacia el
presupuesto: "si recortamos lo hacemos para todos y
empezamos por nosotros". Y finalmente, una
señal para los administrados, a los
tomadores de decisiones.
Creo que no es nada casual que se le haya
dado tanta publicidad a este recorte al Banco
Central, cuya presidencia ejerce "el primero" del
presidente, que se sabe que es un hombre muy
influyente en torno al presidente y en quien
éste deposita mucha confianza. Esta
señal quiere decir: "Acá no hay hijos
y entenados; a mi primo, que ocupa un cargo clave,
que es un hombre de gran influencia, que fue
presidente del Banco República, le digo que
no. Si le digo que no, a él se lo puedo
decir a cualquier otro". Es probable que
después los controles aflojen un poco en la
medida en que funcionen los autocontroles, pero en
los próximos meses o semanas vamos a ver
cómo opera esto. Siempre existe el riesgo de
que no se mida con cabalidad la forma de ejercer,
se corte donde no se deba, se corte trabando los
funcionamientos, o que se entre en un
fárrago de expedientes y datos que terminen
en esas mareas virtualmente incontrolables. Ese es
uno de los riesgos que siempre hay en estos
mecanismos. En los próximos meses se
verá si el presidente Batlle controla o
no.
Lo cierto es que se produce una
centralización en el Edificio Libertad o en
la Presidencia de la República de toma de
decisiones en el nivel más elevado que pueda
registrar la Presidencia de la República en
décadas.
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