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Los peligros de reaccionar en estado de shock
Entrevista
con el
politólogo Oscar A. Bottinelli.
EMILIANO COTELO:
El ataque terrorista a los Estados Unidos presenta mil ángulos
de análisis y de abordajes. El politólogo Oscar Bottinelli,
director de Factum, ha buscado hacerlo bajo este título: "Los
peligros de reaccionar en estado de shock".
OSCAR A. BOTTINELLI:
Todavía el mundo está en estado de shock y sorpresa,
estupefacto ante un hecho inimaginado que ha ocasionado varios
millares de muertes de simples personas, entre ellas un par de
uruguayos, por lo menos uno confirmado.
Lo más sorpresivo, desde un ángulo, es la simplicidad
tecnológica del atentado: una aeronave de grandes dimensiones
más cuchillos o estiletes, algo perfectamente realizable hace
60 años. Nada de bombas nucleares ni bacteriológicas.
La otra gran sorpresa, que no es nada menor desde el punto de
vista de las reacciones, es que Estados Unidos haya sido
atacado en su territorio. Algo que no ocurría desde hace casi
dos siglos, cuando en 1812 Gran Bretaña ocupó e incendió
Washington, a poco de la independencia.
Reaccionar en medio del shock genera peligros, algunos de los
cuales se han visto en estas 72 horas. Hagamos una
recapitulación.
1. Estados Unidos es un país que pasa fácilmente de la
autosuficiencia, que a veces puede ser hasta arrogancia, a la
paranoia. Una afectación tan fuerte a su autoestima puede
generar una paranoia similar a la del periodo maccartysta de
fines de los 40 y principios de los 50, y ahora con tintes
raciales.
En las primeras horas siguientes a los ataques el gobierno
estadounidense demostró debilidad y confusión, poco liderazgo,
algo que ayer el presidente Bush trató de subsanar con
explicaciones. Estuvo lejos de las imágenes que uno recuerdo
haber leído de un Churchill fumando sus habanos en las azoteas
de Londres, bajo las bombas de la Luftwaffe, o de un Stalin
sentado en el Kremlin bajo la artillería alemana.
2. Puede decirse que si el pueblo estadounidense recibió una
señal de liderazgo, si alguien estuvo en medio del estruendo
dando la cara, fue el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.
La afectación de la autoestima y la debilidad demostrada
inicialmente por el gobierno pueden, precisamente, motivar
como contrapartida reacciones incontroladas. Entre otras cosas
se ve que este peligro puede quedar atenuado porque Europa,
que está muy firme, muy solidaria y del lado de Estados
Unidos, mantiene la cabeza bien fría.
3. Un tercer tipo de peligro de reaccionar en estado de shock,
sobre caliente, es el de extremar controles ante el riesgo de
nuevas amenazas terroristas, al punto de generar fuertes
pérdidas de libertades. Siempre se señala el riesgo de tal
nivel de psicosis o controles, que en el fondo es un éxito
para el terrorismo porque tiene como efecto generar pérdida de
libertades. Los controles en los aeropuertos son un ejemplo:
en el Logan Airport de Boston se prohíbe la venta de
cuchillos, aun de plástico, pero éstos pueden ser sustituidos
por tenedores, y éstos a su vez por vasos de plástico rotos,
incluso por un hilo fuerte de náilon... Hasta un hombre muy
fuerte puede talar la vida de otro hombre.
Es ilimitado lo que hay que controlar para evitar ataques
sofisticados, y pretender controlar lo inimaginable lleva a
una especie de estado policíaco.
4. El riesgo de racismo desenfrenado. En Estados Unidos y
buena parte de Occidente se ha desatado en estos días una
fobia antiárabe y antimusulmana: ayer se relataba varios
incidentes en Estados Unidos. Esto a pocos días de la
Conferencia de Durban, en Sudáfrica, donde se evidenció la
existencia de un fuerte racismo antioccidental de muchos
países árabes y africanos.
Todo esto puede conducir a un conflicto de civilizaciones,
como decía Samuel Huntington, a un enfrentamiento entre el
mundo occidental o cristiano de un lado y el mundo islámico
del otro. Y en lo político-estratégico, en el manejo de las
piezas en el tablero político internacional, Occidente corre
el riesgo de empujar a sus aliados árabes -Arabia Saudita, los
Emiratos Arabes Unidos, Jordania y Egipto- en brazos de sus
enemigos, es decir de unificar al mundo árabe en su contra.
Naturalmente hay muchos frenos para impedir esto, pero es un
riesgo.
5. En estos días, aquí y en otros países, se percibió en
bastante gente la existencia de cierta satisfacción subyacente
con los ataques a Estados Unidos.
Cada uno, después de la ritual condena a los atentados, de
lamentar las muertes, expresaba algún recuerdo vindicatorio:
Hiroshima y Nagasaki, Vietnam, el apoyo estadounidense a los
regímenes de Argentina y Chile con su carga de muertos y
desaparecidos, acusar a Estados Unidos de los padecimientos
del pueblo palestino, de los pueblos latinoamericanos,
africanos... En fin.
En esta actitud aparece el peligro de razonar como los
sostenedores de la pena de muerte: frente a un hecho que se
considera condenable -en este caso hechos pasados- se apoya
acciones de igual o mayor tenor, tanto o más condenables, como
equilibrio o comparación: si Estados Unidos creó tales
padecimientos, bienvenido que reciba lo mismo.
Esto tiene el riesgo de terminar por un lado en la ley del
Talión y por otro en una espiral de violencia. Se entra en una
contradicción ética, no se termina condenando si hay crímenes
o no, sino analizando, para condenar o dejar de condenar,
quién es el autor y quién la víctima, en una selección de
simpatías o antipatías políticas y no de los hechos en sí que
provocan muerte, desastre o lo que fuera.
6. El peligro de creer que la solución de algunos conflictos
(el palestino - israelí o el fin del bloqueo a Irak) hace
desaparecer las causas del terrorismo. Este argumento fue muy
manejado en alguna discusión en los parlamentos europeos por
algunos sectores políticos.
Veamos qué puede ser lo más parecido a una solución realista
al conflicto de Oriente Medio (realista para las próximas
décadas, no viable hoy): sería algo parecido al acuerdo casi
alcanzado el año pasado por Barak y Arafat en Camp David, con
Clinton de huésped, quizás con alguna mayor concesión israelí
sobre el estatuto de Jerusalén. Esto es lo más lejos a lo que
podría llegar Israel y por supuesto que no hoy; sería
inaceptable para los sectores más duros y fundamentalistas del
lado palestino, quienes proclaman que el problema está en la
misma existencia del estado judío. Por lo tanto la solución no
pondría fin al conflicto, podría atenuarlo, quitarle bases,
quitarle elementos de irritabilidad, pero pensar que ésa pueda
ser la solución parece una creencia un poco simple.
7. El peligro de creer que el terrorismo desaparece pura y
simplemente con el aniquilamiento de Osama Bin Laden o de los
talibanes afganos. Curiosamente los talibanes afganos son
apoyados, protegidos o tienen simpatías hacia regímenes
prooccidentales como los de Pakistán, Emiratos Arabes o Arabia
Saudita. Además, los grupos fundamentalistas en el mundo son
muchos, de distinto signo, incluso cristianos.
El terrorismo tiene muchos sostenedores y muchos
destinatarios. En lo que más pueden avanzar ahora las grandes
potencias es en el aniquilamiento de una fuente de terrorismo,
que puede ser mucho, pero no en la desaparición de "el"
terrorismo. Estos días se ve esta simplificación, parece que
se cree que con un ataque se termina el terrorismo en el
mundo.
8. El riesgo de la simplificación del culpable, actitud en que
Estados Unidos cae con mucha frecuencia: rápidamente pone una
cara y un nombre a un único gran culpable, y lo castiga
rápidamente para tratar de terminar y enterrar el tema. Esto
ocurrió con las muertes de los hermanos Kennedy (John y Robert)
y de Martin Luther King.
EC - ¿Algunas conclusiones?
OAB - Más que de un peligro estamos hablando de un riesgo,
porque decir si es un peligro o no supone tomar una postura en
el debate.
Las Naciones Unidas afrontan un desafío, pero su papel podría
definitivamente quedar como el de un actor secundario en la
escena internacional. Los primeros pasos dados en estos días
por los gobiernos europeos y Rusia apuntan a tomar al G-8 como
el gran gobierno o la gran jefatura del mundo. O al G-8 más la
OTAN y la Unión Europea. Recordemos que el G-8 es el grupo que
nuclea a los ocho países más poderosos del globo, los más
industrializados: Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia,
Gran Bretaña, Alemania, Japón y Rusia. Para que sea la élite
del mundo sólo falta el ingreso de China, con lo que se
crearía una especie de G-9. Hay una tendencia a que este
termine siendo el ámbito donde se resuelvan los problemas, y a
que las Naciones Unidas queden como un telón de fondo para
temas más secundarios. Es un gran desafío.
Hemos tomado un ángulo de análisis muy parcial, solamente para
señalar algunos riesgos inmediatos que aparecen cuando se
actúa o se piensa en medio de un shock.
Hay muchos más riesgos y desafíos en un hecho cuyo impacto
sobre la escena mundial es muy alto, parangonable al balazo de
Sarajevo en 1914 que desencadenó la Primera Guerra o a la
entrada de las tropas alemanas en Polonia al despuntar
setiembre de 1939.
Como se ha dicho, es el primer gran mojón del siglo XXI. Se
van a rebarajar las cartas en el manejo de la escena política
internacional y la repercusión alcanzará también al interior
de los países.
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