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A propósito de la Universidad y
de Ancap.
Los plebiscitos que gustan y los que molestan
Oscar A. Bottinelli.
EMILIANO COTELO:
La palabra plebiscito ha estado muy de moda en estos días. Por un
lado estudiantes universitarios discrepantes con la dirección de la
Feuu impulsaron un plebiscito –que no llegó a tener lugar– sobre la
huelga en la Universidad de la República. Por otro lado la izquierda
y los sindicatos continúan la recolección de firmas para llegar a un
referendo contra la ley de asociación de Ancap.
A partir de estas dos situaciones Oscar Bottinelli, director de
Factum, nos propone el siguiente título para el análisis político de
hoy: “A propósito de la Universidad y de Ancap. Los plebiscitos que
gustan y los plebiscitos que molestan”.
OSCAR A. BOTTINELLI:
Primero aclaramos que éste no es un análisis sobre la huelga
universitaria ni sobre la ley de asociación de Ancap, sino
estrictamente sobre los plebiscitos. Aclaremos también que en el
derecho positivo uruguayo hay una distinción perfecta entre
plebiscito y referendo, dos institutos parecidos pero diferentes.
Pero con un poco de licencia en el lenguaje y en un uso genérico del
término, llamemos plebiscito en forma global a todo acto de
democracia de forma binaria, es decir, en que la gente se pronuncia
entre dos opciones, sí o no, a favor o en contra de algo. Es un uso
genérico de la palabra “plebiscito”, que es admisible y que es el
que entra en el lenguaje popular. Muchas veces se dice “el
plebiscito de Antel” o “el plebiscito de las empresas públicas”.
Hemos tenido en primer lugar –cronológicamente– el caso de la
recolección de firmas para lograr un plebiscito sobre Ancap, como
anteriormente pasó con la ley sobre Antel y Ancel. Se recurre a la
democracia directa, con el eslogan “para que el pueblo decida”. Se
busca que en última instancia el pueblo decida frente a lo actuado
por sus representantes. En ese tipo de plebiscito hay una oposición
entre democracia directa, que es el plebiscito, y democracia
representativa, es decir la toma de decisiones por los
representantes elegidos por el pueblo. La oposición es entre la toma
de decisiones directa y la toma de decisiones a través de los
representantes.
EC - ¿Y en el otro caso?
OAB - En el caso estudiantil universitario la confrontación se dio
entre dos formas de ejercicio directo de la democracia, es decir:
las asambleas, a las que a priori pueden concurrir todos los
estudiantes de un mismo gremio o todos los afiliados a un mismo
gremio, y los plebiscitos donde pueden votar todos.
En teoría es una confrontación entre cantidad y calidad. El
plebiscito supone que todas las personas pueden participar en la
decisión generalmente a lo largo de una jornada entera, destinando a
ello una pequeña fracción de tiempo (el tiempo de votar,
eventualmente hacer una cola), en el momento en que le resulte
oportuno; el concepto de toda votación, sea un plebiscito o una
elección, es facilitar que vote la mayor cantidad de gente. Las
asambleas, en cambio, tienen una mecánica y una naturaleza
diferentes, porque suponen concurrir a todo su desarrollo, asistir
al debate, participar de él y a una hora incierta, cuando ese debate
culmina, participar de la votación.
La experiencia –no en Uruguay ni en el gremio estudiantil, sino en
los distintos planos donde existen estos mecanismos– marca que hay
una notoria diferencia cuantitativa entre la participación en un
plebiscito y la participación en una asamblea. Según algunas
mediciones la relación puede ir de cinco a uno, cinco veces más
gente en un plebiscito que en una asamblea muy numerosa o, más
normalmente, de 30 a uno.
A favor del plebiscito se argumenta el derecho a “que todo el pueblo
decida”; a favor de las asambleas el argumento ha sido la mejor
calidad de la decisión, porque se supone que los que participan han
estado en el debate, han discutido los temas y tienen más
conocimiento de los mismos. Lo que muchas veces no se percibe cuando
se discute esto, sobre todo por parte de los partidarios de la
asamblea, es que no es una discusión nueva, ni siquiera de los
últimos 100 años, sino muy vieja. Ya en la Grecia antigua, luego en
la Baja Edad Media aparece esta confrontación entre lo que se llama
la primacía del voto de mayor calidad (la senior pars) y el voto en
cantidad (la major pars) y de alguna manera a lo largo del siglo XIX
la discusión entre el voto restringido y el voto universal fue entre
el voto de los que están más informados y el derecho a que voten
todos.
Esto puede parecer muy teórico. No lo es. Pero veamos entonces lo
práctico. En el primer caso, el de Ancap ahora, como el de Antel-Ancel
hasta hace un par de meses, el plebiscito es promovido por la
izquierda y se oponen con mucha fuerza blancos y colorados. En el
segundo caso, el plebiscito es promovido por blancos y colorados y
es ferozmente descalificado por la izquierda. Entonces la pregunta
es si esto se da por la distinción teórica o si estos cambios
fenomenales ocurren por otra razón. No se necesita una investigación
demasiado profunda para ver que en el primer caso –sea Ancap o Antel-Ancel–
blancos y colorados, que se oponen al plebiscito, cuentan con el
gobierno y con mayoría en ambas cámaras, por lo que el plebiscito
coarta su libre ejercicio de las mayorías y del poder. La izquierda,
que está en minoría, juega al plebiscito como una forma de
reequilibrar la balanza, de jugar en una cancha donde prácticamente
no puede perder, porque ya pierde en el Parlamento, pero cada tanto
puede ganar, como ganó en el caso de Antel-Ancel en el que se logró
la derogación de la ley sin llegar al plebiscito, habiendo dado el
paso para que se estuviera a punto de realizarlo. En la Universidad
pasa lo contrario: en la FEUU gobiernan fuerzas de izquierda, gente
de izquierda que cuenta con el manejo de las asambleas gremiales y
un holgado manejo de las asambleas –asistencia de gente, mayor
participación–; aquí son blancos y colorados los que buscan en el
plebiscito la oportunidad de reequilibrar fuerzas, y ocurre lo mismo
que en el plano nacional: lo peor que les puede pasar es seguir
perdiendo lo que ya venían perdiendo en las asambleas, pero tienen
una oportunidad de ganar que no tienen en las asambleas.
Como se ve, en la comparación entre los plebiscitos que se impulsan
en el plano nacional y los que se ha impulsado en ocasión de la
huelga estudiantil universitaria lo que queda en común es, primero,
que los plebiscitos son resistidos por quienes, por las vías
normales (no extraordinarias como lo son los plebiscitos) tienen el
manejo de la cosa –sea en el Parlamento, en el gobierno, sea en un
gremio–, que los plebiscitos son impulsados por los que buscan
cambiar el juego de los que tienen el manejo de la cosa. Esto es
común en ambas situaciones.
EC - Y en ambas el plebiscito se desactivó antes de que se llegara a
la instancia de medir fuerzas.
OAB - Por lo menos esta vez, en ambos casos, se dio que los
plebiscitos fueron desactivados por los que los agitaron, que
ganaron, mientras que los que se veían amenazados perdieron por
abandono, por walk-over, es decir se retira antes de medir fuerzas.
Lo cual ha generado el hecho –que será interesante observar en el
futuro– de que el plebiscito pasó a ser un instrumento que puede
generar resultados sólo con agitar su realización, sin necesidad de
que se concrete. Son algunos elementos interesantes para observar
cómo los plebiscitos a veces gustan y otras molestan a los mismos
grupos de personas.
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