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Cambios y continuidad en el Partido Socialista
Oscar A. Bottinelli.
Versión corregida por
el expositor
El último fin de semana de octubre se desarrolló el Congreso
del Partido Socialista, que eligió un nuevo Comité Central e
inició un proceso de designación de autoridades que culminó,
unos cuantos días después, con la reelección de Reinaldo
Gargano como presidente y el nombramiento de Eduardo
Fernández como secretario general.
El Partido Socialista, en una
estructura común a varios partidos, tiene un esquema
piramidal de elección de órganos. Tuvo un congreso que
eligió al Comité Central en un sistema de elección que no
necesariamente logra reflejar tendencias, en la medida que
la gente vota individualmente personas mediante el clásico
sistema del marcado con cruces al lado de los nombres
seleccionados, lo que implica un sistema mayoritario, es
decir, los que tienen la mayor cantidad de votos son los
elegidos, sin que necesariamente se reflejen
proporcionalidades. Este Comité Central elige al presidente,
al secretario general, al Comité Ejecutivo Nacional y al
Secretariado Nacional.
El Partido Socialista, con una cultura marxista y en
determinado periodo además con una fuerte influencia
leninista, tuvo durante mucho tiempo el concepto negativo de
fracción, con esa penalización que viene del leninismo, como
algo patológico en un partido. Por lo tanto costó aceptar la
palabra “corriente” y se llegó a esta palabra
“sensibilidad”.
Esto de las corrientes tuvo muchísimo tratamiento
periodístico y se manejó como si el Partido Socialista
tuviera dos fracciones en bloque y la gente perteneciera a
uno o a otro de manera inequívoca. Y en realidad es y ha
sido mucho más plástico el funcionamiento del Partido
Socialista.
Hagamos un poquito de historia. A la salida de la dictadura
el Partido Socialista se va recomponiendo, tiene una
dirección acá y tiene un montón de gente de primer nivel en
el exterior, fundamentalmente en España. Retornan los
exiliados y esa conjunción de dirigencias termina con la
designación de José Pedro Cardoso como presidente (fue la
primera vez que el Partido Socialista tuvo un presidente, en
un cargo como el de jefe de Estado) de Gargano como
secretario general y como hombre que va detrás de Cardoso al
Senado (lo sustituye al año, cuando Cardoso renuncia por
cuestiones de salud), de José Díaz encabezando la Cámara de
Diputados y de Guillermo Álvarez –que murió recientemente y
cuyo nombre se le puso a este congreso– como segundo
diputado. Gargano y José Díaz venían de España.
Las discusiones en ese momento en el Partido Socialista
tienen como primer elemento la definición ideológica. El
Partido Socialista del Uruguay siempre tuvo definición
marxista desde el origen, desde 1910, y había adoptado en
1972 la definición de marxista-leninista. Esta definición
venía cuestionada y en el primer congreso posdictadura se
terminó por adoptar la definición de marxista y leninista,
para luego pasarse a una formulación un poco más elíptica:
se lo proclama como marxista con aportes de Lenin, Le Duc
Tho y otros.
Para mencionar algo que tiene que ver con lo que ocurrió
después, hay un tema que afecta a toda la izquierda pero en
particular al Partido Socialista, que es la aparición de
Tabaré Vázquez. Tabaré Vázquez era un afiliado, un
militante, que pasó a tener popularidad por un lado por lo
que fue su fallida o vetada candidatura a la presidencia de
la Asociación Uruguaya de Fútbol, que le dio muchísima
notoriedad en tanto el veto tuvo un altísimo contenido
político, y por su participación como secretario de Finanzas
o tesorero de la Comisión Nacional pro Referéndum contra la
Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, Ley
que hoy está en discusión. Producida la división del Frente
Amplio, el retiro de Batalla y del Partido
Demócrata Cristiano, surge la candidatura de Vázquez a la
Intendencia de Montevideo y su elección como intendente.
Enseguida surge la idea de lo que se podía llamar la
“candidatura obvia” de Vázquez a la Presidencia de la
República, que no era tan obvia para todos, porque había un
sector que consideraba que lo obvio como sucesión de Seregni
era Danilo Astori; pero se va instalando más la idea de que
Tabaré Vázquez es el candidato natural. Y a partir de 1992,
con el Partido Socialista detrás, comienza la lucha, ya no
por la candidatura presidencial (que repito era bastante
obvia) sino por el liderazgo de la izquierda; claramente
Vázquez se perfila hacia el liderazgo de la izquierda y el
Partido Socialista aparece como impulsor de ese liderazgo.
Llegamos a las elecciones de 1994. En esa elección, pese al
gran boom de Vázquez como candidato presidencial, el Partido
Socialista no logra capitalizar su pertenencia al partido y
tiene una votación que el mismo partido consideró muy magra;
aunque mejoró su representación y sus resultados con
relación a las elecciones anteriores, quedó claramente
distanciado de un primer lugar muy fuerte de Asamblea
Uruguay, grupo que recién surge , liderado por Danilo Astori.
Eso genera el primer debate interno. Es la primera vez que
–sobre todo en la prensa– se empieza a hablar de ortodoxos y
renovadores, esto último referido a una renovación
ideológica de la izquierda liderada por Tabaré Vázquez, tema
que luego fue mucho más discutible en la medida que Vázquez
no apareció como un individuo que claramente se posicionara
–como lo hizo Batalla en su momento, por ejemplo– en una
postura nítidamente diferente de la clásica; más bien se
puede decir que es un individuo más pragmático, menos
ideologizado, que ha oscilado mucho entre distintas
posturas.
Podemos decir que ahí apareció el problema del tabarecismo.
Por un lado un Partido Socialista con una tradición muy
fuerte, con una identidad muy fuerte, con una vida de
partido y una cultura extremadamente fuertes, y por lo tanto
muy autónomo, muy independiente, y por otro lado alguien que
surge del Partido Socialista pero que no viene del cerno de
la militancia. Que no era dirigente, ingresa al Comité
Central cuando ya está a punto de ser candidato a la
Intendencia, cuando su nombre surge para la Intendencia, no
venía de antes, no era un militante que hubiera ido
escalando, que hubiera sido dirigente seccional, después
departamental, dirigente nacional. Y de golpe queda por
encima del partido. En ese momento su lugar era confuso, se
puede decir que lideraba la izquierda, co-lideraba, era un
referente de la izquierda. En diciembre de 1994, cuando se
crea la presidencia del Encuentro Progresista, ya compite
abiertamente con Seregni por definir cuál es el líder de la
izquierda.
Entonces aparecen quienes consideran que el papel del
Partido Socialista está muy cerca de un apoyo más directo,
casi un seguimiento de Tabaré Vázquez, lo que genera cierto
conflicto. Yo diría que no ha habido grupo político de
izquierda cuya situación interna haya sido seguida con tanta
minuciosidad por el periodismo como los conflictos internos
que tuvo el Partido Socialista. Esto tiene un momento
culminante cuando, a mediados de 2000, pasadas las
anteriores elecciones, Gargano renuncia a la Secretaría
General después de un larguísimo período, que ocupaba desde
1984. Entonces ocurren dos cosas. En primer lugar, por un
voto de diferencia el Comité Central elige a Manuel Laguarda
contra el candidato que postulaba Gargano, que era José Luis
Blasina; y por otro lado, también por un voto, el Comité
Central rechaza elegir a Gargano presidente del Partido
Socialista, lo que generó un estado muy crispado que terminó
en el congreso del año 2001 con la elección de un Comité Central
de muy fuerte respaldo a Gargano (cuatro cada cinco miembros), que elige a Gargano presidente y a Roberto Conde
secretario general.
Ahora se llega al congreso de 2005, con estas
características:
Primero, si bien se puede hablar de sensibilidades con
parentescos entre sí o corrientes con más afinidad con unas
que con otras, a diferencia de lo que veíamos en 2000-2001,
no se llega al congreso con dos bloques definidos. Por lo
pronto hay un grupo de gente que llega postulando la
candidatura a la Secretaría General de la senadora Mónica
Xavier –no olvidemos este detalle– apoyada por lo que se
llamó el oficialismo partidario, la gente más cercana a
Gargano. Pero Mónica Xavier fue de las personas más
directamente vinculadas con Tabaré Vázquez cuando éste
presidió el Frente Amplio, fue uno de los tres delegados de
la Presidencia, es decir que no aparece como una de las
personas ajenas o alejadas de Tabaré. Aparecía como una
figura de consenso entre lo más ortodoxo del oficialismo
partidario y otro tipo de posturas.
Por otro lado Manuel Laguarda vuelve por sus fueros, y por
otro aparece una nueva corriente, quizás la más tabarecista,
con mucho impulso de gente que ocupa posiciones en el
gobierno. Es la candidatura de Eduardo “Lalo” Fernández, que
durante 20 años fue presidente de la Asociación de Empleados
Bancarios del Uruguay (AEBU), dirigente del PIT-CNT, varias
veces coordinador del PIT-CNT y que incluso ya había
prácticamente postulado públicamente su candidatura a la
Secretaría General largo tiempo atrás: había salido en los
medios.
Termina triunfando la candidatura de Eduardo Fernández, pero
por un margen mínimo. El Comité Central queda muy parejo
porque no eran dos corrientes en bloque sino varias
corrientes, y había mucha gente que no pertenecía a ninguna;
por lo tanto era un Comité Central que podemos llamar
plástico. Para ese Comité Central, donde se elegían los
candidatos de a uno, los más votados fueron casi todos
mujeres: Azucena Berrutti, Mónica Xavier, la viceintendenta
de Montevideo Hyara Rodríguez, cuarto viene Gargano, quinta
Daysi Tournée, Laguarda aparece en el lugar 15 y Lalo
Fernández en el 18. Había un escalón muy grande, primero a
favor de Laguarda sobre Lalo Fernández y, ni hablar, de
Mónica Xavier sobre cualquiera de los otros dos
competidores. En el Comité Central se reduce a Mónica versus
Lalo, es decir, lo que era el oficialismo partidario desde
un punto de vista y lo que era un cierto desafío a ese
oficialismo –que no era una única corriente sino que era la
confluencia de dos corrientes, la que postulaba a Laguarda y
la que postulaba a Lalo Fernández, que se unificaron detrás
de Lalo Fernández, que tenía más apoyo en el Comité Central–
y, por un voto de diferencia, 35 a 34, triunfa Lalo
Fernández como secretario general. Luego una comisión que
integra gente de todas las líneas acuerda un Comité
Ejecutivo Nacional integrado por 12 miembros por igual de lo
que respaldó a Lalo Fernández y a Manuel Laguarda, y 11
miembros de lo que respaldó a Mónica Xavier.
El Secretariado Nacional quedó prácticamente mitad y mitad,
está el secretario general y después seis secretarios que
responden a Laguarda o Lalo Fernández y seis que vienen de
los que impulsaron a Mónica Xavier. Es importante como
detalle que este congreso tuvo la peculiaridad de que no
estuvo en cuestionamiento Gargano –lo que también es una
ventaja para los que podemos decir que desafiaban al
oficialismo partidario–, no había una discusión sobre
Gargano sí o Gargano no: Gargano venía impulsado por todo el
partido para la reelección y fue reelegido por unanimidad.
Este dato es muy importante como fortalecimiento de la
figura del presidente del partido.
Desafíos por delante, en titulares: primero, el partido
tiene un desafío primario entre su historia, su identidad
propia –es un partido con una muy fuerte identidad– y la
identificación con el Frente Amplio, el frenteamplismo;
generalmente fue el partido más identificado con el
frenteamplismo por parte del electorado. Este es un desafío
que tiene desde hace mucho tiempo.
Segundo, el equilibrio entre un Partido Socialista que actúa
autónomamente y procesa autónomamente sus decisiones y el
carácter, que ahora se ratifica con mucha fuerza, de ser el
partido del presidente de la República, el partido más
oficialista de todos con relación al gobierno, en la medida
que es el que está más cerca del presidente y tiene la mayor
cantidad de ministros.
Y en tercer lugar el desafío entre el apego a aquellas
definiciones de la salida de la dictadura, de ratificar un
marxismo con aportes de Lenin, Le Duc Tho y otros, y las
definiciones que se le va a ir exigiendo en la praxis del
gobierno. Este es un problema global del partido, no de una
corriente o de otra, que le va a ir exigiendo la calidad de
partido de gobierno y los elementos de pragmatismo que deben
ir golpeando como el sector más oficialista dentro del
Frente Amplio
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