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Del no pasó nada al muerto-desaparecido
Oscar A. Bottinelli.
Versión no corregida por
el expositor
EMILIANO COTELO:
El primer hallazgo que sería de un detenido-desaparecido
durante la dictadura. Este es el hecho que elige el
politólogo Oscar Bottinelli, director de Factum, para su
análisis de hoy, ubicándolo en el proceso de evolución del
tema violaciones a los Derechos Humanos durante la
dictadura. El título: “Del no pasó nada al
muerto-desaparecido”.
***
Oscar, ¿por dónde empezamos?
OSCAR A. BOTTINELLI:
Empezamos por una precisión: hasta ahora estamos partiendo
de la presunción de que este es el cuerpo de un desaparecido
que fue muerto, porque todavía está faltando la comprobación
judicial. Pero por todos los elementos que hay en juego en
general todos nos estamos moviendo con la presunción de que
esto es así.
Sobre esta base los hallazgos en la chacra de Pando suponen
un hecho, un cambio cualitativo, que es la comprobación de
una categoría de víctimas de la represión estatal: personas
muertas, cuyo cuerpo se ocultó y su muerte también. Aparece
lo que podríamos denominar los muertos desaparecidos, porque
hasta ahora lo que existía era una convicción generalizada
de que todos los detenidos desaparecidos estaban muertos.
Era una convicción de todo el mundo, está en el informe de
la Comisión para la Paz que firmaron monseñor Cotugno, el
actual secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández, el
anterior asesor presidencial, Carlos Ramela. Pero cuando uno
veía los intentos de que hubiera una acción judicial penal e
investigaciones judiciales penales usando como resquicio el
delito continuado, que supone que los desaparecidos siguen
estando secuestrados, lo veía como un artilugio jurídico,
como algo que de alguna manera forzaba la convicción
generalizada de que aquí no tiene que salir la Policía a
hacer operativos, a buscar dónde siguen estando ocultos,
secuestrados, los desaparecidos. Pero una cosa es tener la
convicción generalizada y otra es que aparezca una
comprobación, aquí hay un cuerpo que demuestra ese hecho del
que todo el mundo estaba convencido. Esto no es “apareció al
fin el cuerpo” sino “hay una comprobación”, es un cambio de
tipo cualitativo muy fuerte en todo este proceso.
EC – Tú decías que ibas a ubicar este caso, esta noticia, en
la evolución del tema Derechos Humanos durante la dictadura.
Vayamos a eso. Hace 20 años los militares lisa y llanamente
negaban que hubiese habido violaciones a los Derechos
Humanos. ¿Cómo siguió después eso?
OAB – Para ser más exactos vamos a decir 21 años, para
ubicarnos. En el año de las negociaciones hacia la salida
institucional había una negación de las violaciones a los
Derechos Humanos, pero más importante que la negación en sí
es ver por qué en Uruguay no se salió con una amnistía
general que comprendiera todo lo que había ocurrido sino con
una amnistía para los delitos cometidos por grupos
guerrilleros y para los perseguidos por ideas. Los militares
consideraban que no necesitaban ser amnistiados, ellos
habían actuado en función de las reglas de la guerra, en
función de esas reglas consideraban absolutamente lícito lo
que había ocurrido y no pedían ni necesitaban nada, esa era
su convicción.
Esto cambia muy rápidamente, el segundo paso aparece el 18
de mayo de 1986, cuando en el Día del Ejército el teniente
general Hugo Medina, comandante en jefe del Ejército, habla
de si no habría sido desequilibrada, injusta, la ley de
amnistía que no comprendió otras situaciones, se empieza a
insinuar la necesidad de una amnistía para los militares y
policías que actuaron en nombre del Estado en la represión.
El paso siguiente es muy importante, yo he visto que se está
mencionando poco, nosotros lo mencionamos en un análisis que
hicimos hace tres meses. El 1 de diciembre de 1986 –ayer
hizo 19 años–, en la Casa de Gobierno de la Plaza
Independencia, como paso previo a ambientar lo que en
definitiva fue la Ley de Caducidad –el gobierno todavía
seguía caminando con la idea de una Ley de Amnistía–, los
comandantes en jefe reconocen ante los líderes políticos
–estaban Wilson Ferreira Aldunate, Liber Seregni, Humberto
Ciganda, Enrique Tarigo, por cada uno de los cuatro
partidos, más el presidente de la República– haber “perdido
los puntos de referencia”. Es la primera admisión desde el
ángulo militar de que algo hubo –no se utilizaron palabras
más duras–, se perdieron los puntos de referencia, aparece
un cuestionamiento a formas de haber actuado.
El paso siguiente, ya no desde el ángulo militar sino desde
el Estado, en el informe de la Comisión para la Paz –que hay
que entender como un informe oficial del Estado– aparece por
primera vez la comprobación oficial, el reconocimiento
estatal de que hubo torturas, de que hubo muertes como
consecuencia de esas torturas o quizás en forma deliberada,
y en el caso de las muertes ubica 26 casos –ahora hay dudas
respecto de este número– de desaparición de los cuerpos.
Y lo último antes de este hallazgo son los informes de los
tres comandantes de las Fuerzas Armadas al presidente
Vázquez el 8 de agosto. Informes en que se avanza y aparece
la información sobre la chacra de Pando y sobre el segundo
vuelo; el de la Fuerza Aérea aparece como el informe más
abierto.
EC – Sí, allí tenemos una fuerza, la Fuerza Aérea, que
reconoce muertes por malos tratos –en la mejor de las
hipótesis– en dependencias de la Base Boisso Lanza, y además
reconoce la mentira en la información a los familiares,
“ocurrido el hecho, la intención fue entregar el cuerpo a
los familiares, pero al no poder presentar un certificado de
defunción se procedió a montar un operativo simulando su
fuga y sepultando con cal el cadáver en una chacra”,
etcétera.
OAB – Exacto. Es el reconocimiento de la desaparición como
una acción oficial, de los mandos, deliberada.
***
EC – Tú repasabas la evolución que tuvo el reconocimiento de
las violaciones a los Derechos Humanos por parte de las
Fuerzas Armadas en los últimos 20 años. Mientras tanto,
¿cómo fueron las posturas de los gobiernos en esta materia?
OAB – Como es obvio, estamos tomando este episodio para
trazar toda una perspectiva, para ubicarnos en cómo ha sido
esto. Hay que hacer una advertencia: cuando uno hace un
inventario luego cada cual saca las conclusiones y hace los
juicios correspondientes, pero siempre hay que tener cuidado
de los juicios históricamente desajustados, vale decir, de
juzgar las actitudes que se tuvieron hace 10, 15, 20 años
con relación al estado del país, de la sociedad, de las
Fuerzas Armadas y la opinión pública al día de hoy, cada
momento tiene un contexto diferente.
En primer lugar está el momento de borrón y cuenta nueva,
que es la tesis dominante del Partido Colorado, muy fuerte
en 1984, que busca cerrar el pasado. No acepta una idea de
amnistía total y abarcativa –que en la izquierda también era
una idea muy difícil de aceptar, salvo para muy poca gente–,
se decía que hubo delitos de sangre que no podían ser
amnistiados, sí amnistiar a los demás que cometieron
delitos, a los que fueron procesados por los que no fueron
delitos en época constitucional sino que fueron perseguidos
por ideas. Y después viene una segunda etapa de amnistía
para los delitos cometidos por funcionarios militares y
policiales en cumplimiento de órdenes de los mandos. Esta
amnistía no pudo devenir en tal, no hubo mayoría
parlamentaria para ello y se habilita esta solución –sobre
la cual ya hemos hablado en otras oportunidades, muy
exótica– de hacer caducar la pretensión punitiva del Estado,
que luego la Suprema Corte de Justicia en dos oportunidades
interpretó como una amnistía. La idea era: aquí se cerró el
pasado.
En realidad el pasado se dio por cerrado por todos los
académicos, estuve repasando libros, ponencias de cinco años
para atrás, y siempre se decía que el 16 de abril de 1989
–que fue el día del referéndum amarillo y verde– Uruguay
cerró la transición, que el tema estaba definitivamente
concluido.
Esa convicción que hubo en los niveles académicos y
políticos llevó a que se cerrara en silencio todo el período
de Lacalle y buena parte del segundo período de Sanguinetti.
Ahí empieza algún tipo de reclamo, siempre más bien sobre la
suerte de los detenidos desaparecidos, pero el tema se
reabre con fuerza a partir de la elección de Batlle como
presidente y su llamado a la búsqueda de la paz definitiva,
entendiendo el presidente Batlle que ésta se lograba con una
investigación sobre qué había pasado con los desaparecidos y
un informe oficial. Esa fue la intención de la Comisión para
la Paz que contó con el apoyo de Vázquez. De alguna manera
esto está enmarcado en dos nombres simbólicos, el de Carlos
Ramela como hombre del presidente y Gonzalo Fernández el
hombre del líder de la oposición y ahora el hombre del
actual presidente.
Y llegamos a la Presidencia de Vázquez. Vázquez no entró en
la idea de dar por un cierre el informe de la Comisión para
la Paz, y al llegar al gobierno da este nuevo impulso, que
sobre todo estuvo centrado en la entrada a los cuarteles; en
verdad esto no es un cuartel, es una chacra, pero
simbólicamente tiene el mismo sentido, entrar a aquellos
lugares donde pudo haber enterramientos clandestinos en
busca de restos o enterramientos y desenterramientos, es
decir, la llamada “Operación Zanahoria”.
Este fue el último cambio cualitativo. Ahora está en duda el
tema de la ley interpretativa que para muchos es una ley
modificatoria y ampliatoria de la Ley de Caducidad, el tema
de la reapertura de los juicios, cuál es la posición del
gobierno. En algunas declaraciones últimas Vázquez ha dicho
que no es un tema de gobierno sino una iniciativa de
legisladores, aunque sean del oficialismo. Y lo que es
claro, más allá de ese aspecto, es que esto da todo un nuevo
impulso –el nuevo impulso del impulso– a seguir removiendo
tierras, a alargar todos los plazos en la búsqueda de más
cuerpos o por lo menos de elementos comprobatorios de las
muertes, porque puede no encontrarse necesariamente cuerpos,
pero sí algunos elementos que sigan certificando muertes, o
por lo menos se podría comprobar la existencia de la
“Operación Zanahoria”, es decir que hubo enterramientos –lo
que implica comprobación de muerte– y desenterramientos de
cuerpos, movimientos de tierra que tuvieron que ver con
restos humanos.
EC – Después de estos dos repasos de los últimos 20 años,
del lado de las Fuerzas Armadas uno y del lado de los
gobiernos el otro, ¿qué conclusiones dejamos en el final?
OAB – Digamos que lo planteamos a título de repaso y de
inventario para seguir analizando hacia el futuro. Por eso,
más que conclusiones podríamos hablar de inconclusiones,
porque quedan dos temas planteados. Por un lado el tema de
la memoria histórica, siempre se dice que cuando pasa este
tipo de hechos en la vida de una sociedad es muy importante,
por encima de todo, qué memoria queda para y en esa sociedad
de lo ocurrido. La construcción de la memoria histórica es
un tema que queda para abordar en algún momento.
El otro tema es qué pesa más, si la construcción de la
memoria o lo que podemos llamar la punidad, es decir, lograr
que haya un funcionamiento judicial que penalice personas.
Este segundo ángulo de análisis y de reflexión sobre este
tema que ha tenido este nuevo impulso también queda
pendiente.
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