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24 de marzo: a treinta años del golpe militar en Argentina
Oscar A. Bottinelli.
Versión corregida por
el expositor
EMILIANO COTELO:
Hace exactamente 30 años, un 24 de marzo, las Fuerzas
Armadas argentinas dieron el golpe de Estado que derrocó a
la presidenta María Estela Martínez de Perón, más conocida
como Isabelita. Lo que pareció uno de los tantos golpes
militares argentinos terminó en una de las mayores tragedias
del siglo en este continente. El politólogo Oscar
Bottinelli, director de Factum, analiza y rememora estos
acontecimientos. El título: “24 de marzo: a treinta años del
golpe militar en Argentina”.
***
Oscar, empezamos con una vivencia personal tuya.
OSCAR A. BOTTINELLI:
Sí, los que nos siguen saben que jamás mezclamos cosas
personales en los análisis, pero esta vez nos pareció
interesante mezclar algunas vivencias de aquel momento.
Cuando se produce el golpe de Estado estábamos exiliados en
Argentina, hacía un par de meses que habíamos llegado a ese
país y vivimos con mucho interés y, por supuesto, con mucho
nerviosismo, todo el proceso que se estaba desarrollando en
Argentina hacia ese golpe de Estado. Es muy importante
analizar cómo se vio, qué fue lo que pasó, cómo lo vivió el
pueblo argentino, porque hay que entender la forma diferente
como de un lado y otro del Río se han vivido muchos
acontecimientos; porque Uruguay y Argentina tienen muchas
historias comunes y también muchas diferencias.
EC - Sería bueno empezar recordando cómo fue el período
previo al golpe.
OAB - Una Argentina con dos guerrillas muy fuertes:
La guerrilla de los Montoneros, una guerrilla peronista o de
izquierda peronista, más allá de que los Montoneros tienen
un origen confuso, incluso alguna de las vertientes provino
de la extrema derecha, con mucha influencia en las zonas
urbanas, particularmente toda la zona metropolitana de
Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, Rosario;
Y el Ejército Republicano del Pueblo (ERP), un grupo
trotskista que tuvo un eje central en la provincia de
Tucumán, más allá de acciones en resto de Argentina.
La guerrilla venía de antes. Perón usó a los Montoneros
dentro de toda su estrategia de retorno al país. Los
Montoneros retomaron la acción al final del peronismo. Y
muerto Perón el 1 de julio de 1974 viene el gobierno de su
tercera esposa, que había sido elegida vicepresidenta,
Isabelita, y ahí, aparte de lo que puedan haber sido temas
de pericia o impericia de gobierno, hay dos temas muy
fuertes. Por un lado una hiperinflación –los uruguayos acá
no tienen idea de lo que es una hiperinflación, donde los
precios suben en forma drástica semana a semana, día a día y
a veces varias veces al día – y por otro lado durante ese
período comienza la violencia de Estado o paraestatal a
través de un grupo llamado la Triple A, la Alianza
Anticomunista Argentina, que dirigía el cerebro gris de
Isabel Perón, en ese entonces ministro de Bienestar Social,
era José López Rega, un hombre que había sido secretario
privado de Perón.
En Argentina los militares siempre fueron tenidos a lo largo
del Siglo XX como el último recurso de la sociedad y los
sectores políticos. Prácticamente se puede decir que en
Argentina no ha habido un sector político, un sector social,
que en algún momento no haya golpeado las puertas de los
cuarteles considerando que las Fuerzas Armadas debían
cumplir un papel arbitral y de saneamiento; y esta no fue la
excepción. En la Navidad de 1975 hay una proclama del
comandante en jefe del Ejército, el teniente general Jorge
Rafael Videla, a partir de la cual se interpreta con mucha
claridad que hay 90 días de plazo. ¿Plazo para qué?
Evidentemente era el plazo para terminar esto. El 2 de
febrero se anuncia en los diarios el plan económico de José
Martínez de Hoz, que fue el ministro de Economía de la Junta
Militar; era el plan económico del nuevo gobierno, parecía
que había un gobierno electo.
Hay un documento al que no se le dio importancia en ese
momento, una homilía en Tucumán del pro-vicario castrense
monseñor Bonamín, que proclama: “¿Dios no le estará pidiendo
a Argentina un Jordán de la sangre para redimirla?”.
EC - Tremendo.
OAB - Días previos, el diario La Razón iba llevando la
cuenta. Los titulares eran: “Quedan ocho días”, “Quedan seis
días”; y el día anterior, el martes 23 de marzo, tituló: “La
suerte está echada”.
Pero es importante ver lo que se veía en la calle, en
Capital Federal, en el Gran Buenos Aires, que es de lo que
uno puede dar testimonio, pero todas las versiones decían
que en toda Argentina. Era una actitud alegre, esperanzada,
expectante y deseosa de que ocurriera el golpe de Estado.
Cuento una anécdota menor: iba en un colectivo, en la línea
10, y al llegar a la plaza Montevideo el colectivero no
para, entonces un hombre que quería bajar se enoja y le
dice: “¡Ja, te quedan pocos días, ya vas a ver que esto se
va a terminar!”. Hasta en el incidente del roce cotidiano
aparecía la esperanza de que vinieran los militares y en
Argentina se terminaría el caos. Esa fue la sensación.
EC - Y el de marzo en sí mismo ¿cómo fue?
OAB - Yo venía con la impronta de lo que había sido el
golpe de Estado en Uruguay, la reacción al golpe de Estado,
la ciudad absolutamente paralizada, y realmente, cuando
empezaron las llamadas telefónicas: “Mirá que se produjo el
golpe de Estado”, tenía pánico, que la nena no fuera a la
escuela, en fin. Y yo tenía que salir igual, tenía una
entrevista, no sabía si se iba a hacer, llamé por teléfono
y: “Sí, por supuesto que sí”. La calle era un jolgorio,
había un festejo generalizado por la realización del golpe
de Estado. No había encuestas, pero estoy absolutamente
seguro de que si alguien hubiera hecho una habría sido
abrumadora, apabullante la aprobación de ese golpe de Estado
del 24 de marzo en Argentina. Y fue apabullante durante
muchísimo tiempo el apoyo a la Junta Militar, que además
coincidió con un período de crecimiento económico, de
bonanza económica, lo que le dio a la Junta Militar un
espacio importante de por lo menos un par de años, quizás un
poco más. EC - Es
bueno recordar ese clima, sobre todo para contrastarlo con
lo que terminó dejando esa dictadura militar.
*** EC - ¿Cómo se
vivió la dictadura militar en la vida cotidiana argentina?
OAB - Pasado el período más bélico, con tropas en la
calle, con pinzas, cuando ya nos acercamos a fines del 77 y
eso desaparece, lo que se ve –incluso con algunas tropas
todavía en las calles– es que no se sentía en la vida
cotidiana. Nosotros teníamos mucho contacto con gente, sobre
todo en una actividad de distribución de libros a librerías,
quioscos, papelerías, etcétera, y no se sentía la opresión
de una dictadura. A diferencia de Uruguay, donde el régimen
militar tuvo una propensión que yo llamo totalitaria en el
sentido más técnico del término, que es a controlar la
totalidad de la vida del individuo. Recordemos aquello de
fiestas que no se podían hacer si no se enviaba la lista de
invitados, o del club de bochas que para cambiar la comisión
tenía que enviar los nombres a Inteligencia o al cuartel
para que le dijera si se podían admitir o no. En Argentina
no ocurrió nada de eso, entonces si no había un conocimiento
de lo que estaba pasando –y el grueso de la sociedad no
estaba en conocimiento de desapariciones, prisiones– la vida
cotidiana era bastante normal. Y en Argentina era normal que
hubiera militares ocupando cargos, que fuera militar el
intendente de un partido, el gobernador de una provincia o
el secretario de algo; eso también contribuyó mucho a ese
clima.
Y hubo un operativo muy bien armado por parte de la Junta
Militar desde el punto de vista comunicacional, que fue todo
el preparativo del Mundial 78, el Campeonato Mundial de
Fútbol que terminó ganando Argentina, al que se volcó una
cantidad impresionante de dinero, creo que se gastaron entre
1.200 y 1.300 millones de la época sólo en la construcción
de estadios y en la organización, aunque seguramente se
gastó mucho más en elementos periféricos.
EC - Un Mundial que llegó cuando en el mundo ya
arreciaban las denuncias por las violaciones a los Derechos
Humanos en Argentina.
OAB - Sí, ya habían empezado las denuncias y el Mundial
fue presentado como una réplica: “Miren lo que es esta
sociedad”. El gobierno lanza una campaña que se veía en los
pegotines que se pegaban en los autos –y era impresionante
la cantidad de autos que los llevaban y la gente que los
ponía en los comercios y en la ventana de la casa–, que
llevaban la banderita argentina y decían: “Los argentinos
somos derechos y humanos”. Y por ejemplo la revista más
popular de esa época, que era la revista Siete Días,
realizaba campañas con artículos enteros sobre “miren cómo
se violan los Derechos Humanos en Europa”, mostrando escenas
de pobreza en Francia, policías golpeando en una
manifestación en algún lugar de Europa, etcétera. Y había
una reacción chauvinista, patriotera frente a lo que era una
campaña internacional “por envidia a Argentina”.
EC - Así como el Mundial del 78 fue un episodio central
en aquella dictadura, otro, sin duda, fue el intento de
recuperación de las Islas Malvinas.
OAB - La primera Junta Militar fue la que siempre fue
exitosa en términos de opinión pública, aunque al final de
la misma ya empiezan los síntomas de desgaste. Producido el
recambio, cuando asume la Presidencia el segundo comandante,
Roberto Viola, y hay cambio en la titularidad de Economía es
cuando se produce una fenomenal devaluación y la crisis
estalla a nivel cotidiano. Ahí hay un período creciente de
pérdida de popularidad de la Junta Militar, del régimen
militar, y el 2 de abril de 1982 la tercera Junta Militar
presidida por el teniente general Galtieri ensaya lo que a
todas luces después se vio que era una aventura falta de
preparación, falta de planes, más bien confiada en que Gran
Bretaña no iba a reaccionar, que fue la toma de las Islas
Malvinas.
El 1° de abril había habido un paro general en toda
Argentina con una concentración en Plaza de Mayo, la que
había sido duramente reprimida por el gobierno. Después
viene la toma de las Malvinas y una manifestación
multitudinaria desborda Plaza de Mayo –que es grande–
vivando a la Junta Militar y al general Galtieri por la
recuperación de las Malvinas. Son muy interesantes estos
cambios rápidos, repentinos de la opinión pública argentina
en estos procesos.
La Junta Militar operó muy bien en los planos de manejo de
opinión pública. Antes de las Malvinas, cuando arreciaba el
período de receso, crecía la desocupación y la opinión
pública estaba disconforme, se produce todo el episodio con
Chile en que se estuvo al borde de la guerra, que se frena
con el Tratado de Montevideo, con la intervención del
Vaticano. EC -
¿Qué conclusiones, de las muchas que depararía un análisis
de la dictadura militar argentina, podemos mencionar ahora
en el final de este espacio de hoy?
OAB - Yo no pretendía un análisis de la Junta Militar,
que sería larguísimo, simplemente estuve presentando una
serie de elementos externos, sin mencionar el elemento
central, clave, que fueron las desapariciones, que nunca se
sabrá cuántas fueron. Son algo más de 10.000 las
contabilizadas por la Conadep, la comisión nacional que
estudió el caso de los desaparecidos, pero algunas cuentas
informales hablan de más de 20.000 y llegan cerca de 30.000.
Cuando se habla de decenas de miles como aproximación es una
cosa gravísima.
La reflexión es cómo en la sociedad argentina los militares
estuvieron siempre presentes, la salida militar y la
adhesión de tipo autoritario es vista o ha sido vista como
normal; y cómo la opinión pública tiene vaivenes muy fuertes
y desde el poder se la ha podido manejar con mucha
facilidad. Esto hay que verlo también a la luz de
acontecimientos más contemporáneos y más presentes.
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