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Los fueros parlamentarios, ¿a quién protegen?
Oscar A.
Bottinelli.
Versión no corregida por
el expositor
EMILIANO COTELO:
En los últimos días, un juez en lo Penal solicitó el
desafuero de un senador y un diputado para su juzgamiento
por presuntos delitos que habrían cometido en la anterior
administración de OSE. A propósito de esta noticia el
politólogo Oscar A. Bottinelli, director de Factum, nos
propone como tema: “Los fueros parlamentarios, ¿a quién
protegen?”
***
Oscar, ¿por qué no empezamos ubicando el concepto de fuero
parlamentario?
OSCAR A. BOTTINELLI:
Es el concepto por el cual los legisladores no pueden ser
responsabilizados judicialmente por las opiniones que
vierten en el ejercicio del cargo, ni pueden tampoco ser
acusados criminalmente sin que la propia cámara lo separe
del cargo o le quite las inmunidades. Es decir que le dé lo
que se llama “el desafuero”.
El sentido de los fueros parlamentarios es proteger al
Parlamento y a los parlamentarios ante la posibilidad de
abuso de los otros dos poderes: el Poder Ejecutivo que tiene
la Policía, el Ejército, es decir, la fuerza detrás suyo, y
el Poder Judicial que también tiene una forma de fuerza en
la medida en que el Poder Ejecutivo ejecute sus decisiones
mediante el inicio de procesos, de juzgar. Y acá viene una
duda: ¿a quién protegen los fueros parlamentarios?
EC – ¿Qué podrías aclarar tú en ese sentido?
OAB – En primer lugar tenemos que hacer una distinción que
es la siguiente: en general la mayoría de las polémicas que
tienen que ver con fueros parlamentarios se están ligando a
delitos que pueden lindar en el delito de opinión o que
pueden llevar a la subjetividad de los magistrados. Es
decir: difamación, delitos de prensa, desacato, ofensa a
jefe de Estado, abuso innominado de funciones. Este último
dice que una persona abusó de funciones que no están
determinadas en ningún lado. Es decir que es muy subjetivo
decir en qué momento se comete el abuso.
Recordemos que en nuestro Código hay otros delitos como el
de promover la lucha de clases, el racismo, la xenofobia, la
homofobia, que son temas para discutir en sí mismos. Son
figuras que están en el borde entre lo delictivo propiamente
dicho y el derecho de las personas a opinar.
También muchas veces se ha planteado el tema en relación a
delitos comunes que aparecen conexos a lo político, a los
delitos políticos, como ha sido el caso de la guerrilla en
los años 60.
Ahora bien, respecto a la duda sobre a quién protege, se
puede decir que hay dos grandes tesis y tres posibles
protegidos. Uno: el Parlamento como institución, la idea es
que acá no se está defendiendo individuos sino una
institución. Luego, cuando se baja de este nivel del
Parlamento, hay dos tesis. Que protege al individuo, que es
general como uno ve que se discute en el Parlamento: se
protege a fulano de tal, fulano de tal está bien o mal, y
por lo tanto tiene más o menos privilegios que el resto de
los ciudadanos. Esa es una forma de ver el tema.
Una segunda forma de ver el tema es decir que se está
protegiendo a un electorado que eligió los parlamentarios y
a un partido político que dijo “nosotros queremos que en la
banca se siente fulano de tal como expresión de nuestra
corriente de opinión”.
Al respecto hay algo que cada tanto vale la pena recordar.
Nosotros tenemos bastante claro el tamaño descomunal que es
el Cilindro Municipal, muy pocos actores políticos se animan
a llenarlo.
EC – ¿Por qué mencionas el Cilindro?
OAB – Ahora vamos a ver por qué menciono esto. Todavía voy a
mencionar una cosa mucho más grande que es el Estadio
Centenario. Hay que llenar el Estadio... Rara vez se llena.
Si el Cilindro Municipal se llena de gente que toda vota a
una misma lista de candidatos, no alcanza para que un
diputado sea elegido. Un diputado representa a más gente que
toda la que cabe en el Cilindro Municipal. En la última
elección el cociente entero fue exactamente 21.991 votos, es
decir personas. Y si se llena el Estadio Centenario no
alcanza para elegir un senador. Un senador representa mucho
más que un Estadio Centenario lleno.
EC – ¿Y por qué estás planteando estas comparaciones?
OAB – Las comparaciones son para que se vea la magnitud de
gente que está representando un parlamentario frente a la
tendencia a verlos como individuos sueltos. Entonces la
discusión es si efectivamente cuando se protege a una u otra
persona, se está protegiendo al individuo común y silvestre
con ese nombre y apellido o lo que se está defendiendo y
protegiendo es un electorado que quiso estar representado
por esa persona. Si se da un desafuero y se quita esa
representación, a ese electorado se le cambió la
representación titular que quiso tener y ese cambio se
produce por voluntad ajena al propio electorado.
Esta es una discusión que se ha dado en el Uruguay hace
mucho tiempo, se ha dejado de dar y es un ángulo que no
debería perderse cada vez que se habla de forzar una
renuncia, suspender o de dar un desafuero a un legislador.
No se está hablando de personas físicas que ocupan cargos
sentados en el Palacio Legislativo sino que se está hablando
además de decenas de miles de personas que han votado a
alguien y quieren que ese alguien sea quien los represente.
EC – Si vamos a la historia de la política uruguaya, el
desafuero ha sido tradicionalmente resistido justamente por
la izquierda, por los partidos que hoy están en el gobierno.
OAB – Exactamente, eso es lo que llama la atención. La
izquierda cuando discute estos dos desafueros, se ha
olvidado de su propia tradición o considera que el
oficialismo tiene derecho a aprobar desafueros y la
oposición a resistirlos. Lo que hace es un enroque: “ahora
somos oficialistas, somos igual que todo oficialismo, y que
la oposición actúe igual que como actuamos nosotros cuando
éramos oposición”. Quizás ese sea el razonamiento.
EC – ¿Hasta qué fechas vas a retroceder para analizar las
historia de los desafueros?
OAB – Veamos los dos últimos desafueros que dio el
Parlamento, no hay que confundir con expulsiones o
suspensiones. En julio de 1941 se produjo el desafuero de
Alejandro Kayel, un diputado de ideología nazi por el delito
de imprenta, es decir que fue desaforado por opiniones.
Luego vino el de Washington Leonel Ferrer, en julio de 1972,
acusado de connivencia con los tupamaros.
Y recordemos que en el año 49 se pidió el desafuero de
Rodney Arismendi, diputado del Partido Comunista, por unos
incidentes en el entonces Cine Trocadero en 18 y Yaguarón.
Luego tenemos el de Washington Leonel Ferrer que mencioné y
el del senador Enrique Erro, cuyo rechazo al desafuero y
rechazo al juicio político fue el elemento puntual tomado
para dar el golpe de Estado por las Fuerzas Armadas. Ya en
la restauración institucional el de Armando Da Silva Tavárez,
un diputado electo por el pachequismo, por la Cruzada 94,
que fue defendido por la izquierda en el intento de
desafuero que tenía que ver con acusaciones sobre maniobras
en relación a su actividad de industrial.
Y también está la expulsión del senador José Germán Araújo,
en 1986, y la suspensión de Leonardo Nicolini hace dos
legislaturas. Ambos casos no tienen que ver con desafueros
pero sí con remover legisladores.
La izquierda siempre fue la que no solo votó en contra sino
que llevó la voz cantante en contra de todo tipo de
desafuero, suspensión o expulsión. Además consideró que era
muy peligroso el manejo de delitos de opinión, delitos
comunes conexos con lo político o procedimientos que en
algún caso la izquierda consideró que se iba contra una sola
persona por ser legislador y no contra otras que podrían
haber estado exactamente en la misma situación.
EC – A partir de este repaso de antecedentes, de esta
ubicación de conceptos, ¿qué conclusiones quedan en el
final?
OAB – Primero que el tema de los desafueros ameritaría
debates mucho más profundos que analizar puntualmente lo que
pasó en la OSE, lo que hizo un senador cuando era director
de OSE, lo que hizo un diputado cuando era director de OSE.
Hay que analizar muy a fondo sin perder de vista cuál es el
sentido histórico del fuero parlamentario, a quién protege,
cuál es la representación que inviste cada uno de los
legisladores. De paso, un tema que habrá que estudiar
también, más adelante, en un momento en que tenemos esta
oleada de denuncias judiciales de parte de políticos contra
políticos, y es el del riesgo que tiene de jugar a la
destrucción de la credibilidad del sistema político y de
otra vez más -como ocurrió hace una década- usar el Poder
Judicial como la cancha de ping pong para dirimir los
diferendos políticos. Esto se ha practicado en otros países
y cuando se ha llevado adelante con mucha fuerza, ha
terminado en la destrucción de los sistemas políticos.
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