EMILIANO COTELO:
La Cancillería y la
política exterior
han sido uno de los
grandes centros del
debate político y
periodístico de
estos tres primeros
años de gobierno.
Por eso, el cambio
de titular en el
Ministerio de
Relaciones
Exteriores es uno de
los hechos
relevantes en la
reforma del gabinete
que ha emprendido el
presidente Tabaré
Vázquez.
Hoy el politólogo
Oscar Bottinelli,
director de Factum,
continúa su ciclo de
análisis a propósito
de la renovación del
Consejo de
Ministros. El título
que propone es:
“Lecturas y
significados del
cambio en la
Cancillería”.
***
EC - ¿Alguna
aclaración sobre por
dónde va el enfoque
de hoy?
OSCAR A. BOTTINELLI:
Podemos decir que el
cambio en la
Cancillería tiene
dos aspectos: uno,
el propio recambio
del canciller, la
salida de Reinaldo
Gargano y la entrada
de Gonzalo
Fernández. Dos, un
ángulo que da para
otro análisis, que
es la entrada de
Gonzalo Fernández en
el gabinete. Esto
puede parecer una
redundancia, pero no
lo es, porque
tenemos la
percepción de que
Gonzalo Fernández,
además del papel de
canciller, va tener
un papel superior en
el gabinete.
Probablemente una
especie de semi
primer ministro
ahora, en los meses
que quedan hasta el
retiro de Astori, y
después una especie
de primer ministro
o, para no darle esa
rimbombancia, el
hombre del
presidente en el
gabinete.
EC - Ese análisis
queda para otro día.
OAB – Sí. Porque es
un análisis en
conjunto sobre la
forma de gobernar de
Vázquez y sobre cómo
ejercería esta
segunda etapa de su
Presidencia.
EC - ¿Por dónde va
el análisis de hoy?
OAB - Se produce un
cambio que la prensa
había anunciado
diariamente como
inminente a lo largo
de los 34 de los 36
meses que duró la
cancillería de
Reinaldo Gargano.
Muchas veces hubo
anuncios del tipo:
“Ya está decidida la
sustitución por…”.
Ha sido un episodio
muy raro. Primero
porque ha habido
otros ministerios
controvertidos –el
de Economía en
muchos momentos, el
de Trabajo–. Sin
embargo, en los
medios de
comunicación el tema
central siempre fue
la cancillería. Ha
habido un operativo
constante contra
Reinaldo Gargano de
operadores
políticos, no sólo
de la oposición, que
tenía una fuerte
discrepancia con la
línea política del
canciller, sino
también desde dentro
del gobierno,
claramente desde el
equipo económico y
también desde el
entorno
presidencial, desde
donde se deslizaba
una permanente
campaña de noticias
sobre la sustitución
del canciller.
Y en esto participó
parte del
periodismo, en un
hecho significativo,
un poco extraño en
Uruguay, porque ya
se dudaba cuánto de
las noticias era
información y cuánto
era parte de crear
hechos políticos.
Evidentemente hubo
muchos periodistas
que tuvieron errores
en la evaluación de
fuentes, de fuentes
que decían “ya queda
sustituido por
fulano de tal” y lo
tomaban como un
dato, pese a que
cuando la fuente
falla una, dos o
tres veces obliga a
tener un sentido un
poco más crítico.
Hubo antipatías
personales hacia el
canciller y también
la confusión de
creer que no tenía
línea política
porque la línea
política que tenía
no era grata, no era
del gusto o la
orientación de
muchos periodistas y
medios de prensa.
Ahí se mezclaban
distintos temas. Lo
cierto es que fue
muy persistente el
enfrentamiento del
periodismo con el
canciller Gargano.
EC - En cuanto a la
política exterior
llevada adelante en
estos años, ¿qué
dice tu enfoque esta
mañana?
OAB - Cuando se
evalúa la política
exterior de un país
y de un gobierno, la
política exterior no
es solamente la que
sale de la
Cancillería y hacen
los diplomáticos.
Desde ese punto de
vista este gobierno
evidenció dos
grandes líneas de
política exterior o
dos políticas
exteriores, ambas
con objetivos muy
claros, muy nítidos,
perfectamente
definidos.
Una línea es la
política desde la
Cancillería,
impulsada por
Reinaldo Gargano,
fuertemente
mercosuriana, con
una gran apuesta a
la región,
ideológicamente
latinoamericanista,
con un gran énfasis
en decir que la
región atraviesa por
un período histórico
de un conjunto muy
importante de
gobiernos más o
menos del mismo
signo ideológico y
que eso no se puede
perder... Una línea
relativamente
distante de Estados
Unidos.
La otra línea es la
del equipo
económico, que se
caracterizó por una
cierta desconfianza
o descreimiento en
el Mercosur, muy
aperturista en lo
económico, en lo
comercial, en
particular hacia
Estados Unidos, que
luego comenzó a
operar hacia Asia y
–aunque quizás sin
el mismo énfasis–
hacia Europa.
Básicamente, un
aperturismo hacia
Estados Unidos y tan
ideológica como la
de Gargano. Pero
mientras la de
Gargano era una
ideología muy
fuertemente de
izquierda
latinoamericanista,
esta es una
ideología más fuerte
en el libre-mercado.
EC - ¿Y el
presidente Vázquez
cómo jugó en ese
tablero?
OAB - El presidente
Vázquez, como es su
estilo, jugó de
atrás, dejando que
los distintos
actores impulsaran
sus respectivas
líneas. Pero ha sido
claro que en este
juego de
contraposición entre
la línea del equipo
económico y la línea
de la Cancillería
hubo dos instancias
decisivas en que
apareció el respaldó
a la Cancillería.
El primer caso fue
el Tratado de
Protección de
Inversiones con
Estados Unidos, de
2005. Se había
abierto una línea
económica encabezada
por Astori, Lepra y
Nin Novoa, de
aprobación inmediata
y total del tratado
tal cual se había
firmado, una línea
opositora que en ese
momento encabezaban
Mujica y Marina
Arismendi y una
tercera línea
intermedia de
Gargano que decía sí
al tratado, siempre
que haya algunas
modificaciones.
EC - Era un tratado
que se había
negociado en el
final del gobierno
del presidente
Batlle...
OAB – Exacto. Venía
firmado por el
presidente Batlle.
El Poder Legislativo
tenía que ratificar
un tratado negociado
y redactado por el
gobierno anterior y
que tenía el apoyo
total del ministro
de Economía, el
vicepresidente de la
República y el
ministro de
Industria. Y la
oposición radical de
Mujica, de los
líderes del MPP y
del Partido
Comunista, de los
ministros de
Ganadería y de
Desarrollo Social.
Por otro lado, una
posición de “Sí,
pero” o “No, pero”,
“Si se consiguen
estas modificaciones
se aprueba”, que
abrió la
Cancillería. En esa
línea jugó el
presidente de la
República y el
tratado de
protección de
inversiones se
aprobó tal cual lo
impulsó la
Cancillería, no tal
cual lo reclamaban
el equipo económico
ni la oposición que
encabezaba Mujica.
Luego, cuando se
discutió el famoso
Tratado de Libre
Comercio con Estados
Unidos, fue notorio
cómo se jugó a favor
el equipo económico.
Fue notoria la
oposición del
canciller y fue muy
claro lo dudoso de
la postura del
presidente, que
enviaba
permanentemente
mensajes
contradictorios que
cada cual
interpretaba a gusto
y placer. Pero a
último momento, en
setiembre, dio su
posición en la línea
más cercana a la
Cancillería, dejando
como puerta abierta
la que empezó a
transitarse con el
famoso TIFA, el
acuerdo marco de
intercambio con
Estados Unidos.
Apoyó al equipo
económico muy
fuertemente en tirar
líneas hacia Estados
Unidos, dar señales
abiertas, por
ejemplo en el caso
de la visita del
presidente Bush,
donde hubo un
énfasis de
cordialidad de
ambos, de Vázquez
hacia Bush y de Bush
hacia Vázquez.
Y en el conflicto
con Argentina fue
oscilante entre una
línea que podemos
llamar ampliamente
acuerdista, que lo
llevó a aquella
conferencia de
prensa conjunta con
Kirchner anunciando
un acuerdo, y luego
a respaldar líneas
de dureza que
surgieron de la
Cancillería.
Como balance,
cualquiera puede
decir que el
presidente apoyó o
no apoyó al
canciller, pero en
los grandes
acontecimientos el
canciller o apareció
muy apoyado por el
presidente o impuso
su línea política.
EC - ¿Qué se viene
ahora?
OAB - Hay que tener
mucho cuidado con
análisis
apresurados. Viene
una gran incógnita
en cuanto a la
orientación de la
política exterior
tomada como
conjunto. Siguen las
negociaciones por el
TIFA, pero por otro
lado Gonzalo
Fernández es -en
cierto modo- una
incógnita. No se
conoce su
pensamiento en
política exterior,
ni en la diplomática
ni en la económica,
con tanta fuerza
como se conocía el
de Gargano o se
conoce el de Astori.
Pero si vemos el
gabinete en su
conjunto, no son un
dato menor las
señales de que en
materia de política
exterior energética
se van a mantener
las relaciones
fuertes con
Venezuela. La
presencia de Daniel
Martínez en el
Ministerio de
Industria y Energía,
con mucho énfasis en
la energía tiene
mucho significado en
ese sentido. También
la designación de
Raúl Sendic como
presidente de Ancap
y la función del
embajador brigadier
Cardozo en
Venezuela. Hay una
serie de
acontecimientos que
permiten suponer que
no va a haber ningún
cambio con relación
a Venezuela;
independientemente
de la salida de
Gargano. Y el no
cambio con relación
a Venezuela
probablemente tenga
que ver con mucho
más que el tema
energético.
Por lo tanto,
tenemos que decir
que podría haber
cambios en la
política exterior o
podría no haberlos.
Hay que abrir un
compás de espera.
Hay que ver lo que
se desarrolla de
aquí en adelante.
Tampoco parece
esperable un
debilitamiento de la
postura uruguaya
hacia el Mercosur,
con los
cuestionamientos que
Uruguay formula al
Mercosur, con las
críticas y con los
reclamos que
formula, que en
general han sido
compartidos por el
equipo económico y
el canciller Gargano,
las discrepancias
han estado más bien
en cosas más de
futuro o en la
creencia o
escepticismo hacia
el Mercosur.
En ese sentido,
dejemos abierta la
interrogante sobre
lo que va a pasar,
pero sin esperar que
se venga un fuerte
cambio, un gran
viraje en la
política exterior.