EMILIANO COTELO:
El Partido Nacional
es el primero en
armar su competencia
presidencial
interna, en
principio con las
precandidaturas de
Jorge Larrañaga,
Luis Alberto Lacalle
y Carmelo Vidalín.
Cuánto esto es una
ventaja y cuánto una
desventaja para el
nacionalismo, es el
tema del análisis de
hoy del politólogo
Oscar A. Bottinelli,
director de Factum.
El título: "El
Partido Nacional
larga su competencia
interna".
Ubicamos al Partido
Nacional, cómo
viene, cómo se
planta en este
momento de primeros
pasos electorales.
***
OSCAR A. BOTTINELLI:
Recordemos los datos
que dimos hace dos
viernes. La encuesta
de marzo nos daba
que el Partido
Nacional está en el
35%, cuando en la
elección de octubre
de 2004 había
obtenido 34%. Por lo
tanto está muy bien
ubicado, está por
encima del
porcentaje que
obtuvo en la
elección pasada y es
el único que está en
esa situación.
Claramente se ha
consolidado en un
segundo lugar, lo
cual hace un año
podía ser una duda.
Además, es el
adversario del
Frente Amplio, que
cayó, y ya no hay la
absoluta certeza que
había hace un año de
la casi
inexorabilidad de su
triunfo. En este
escenario la
competencia interna
del Partido Nacional
ha adquirido otra
importancia, ya que
de aquí puede salir
el presidente de la
República para el
período 2010-2015.
EC - ¿Cómo ves la
forma como se está
armando la
arquitectura
presidencial del
Partido Nacional?
OAB - Esta
arquitectura tiene
dos grandes pilares.
Por un lado, Jorge
Larrañaga y por otro
Luis Alberto Lacalle.
Muchas veces se ha
dicho que es un
clásico, que es la
reedición de la
competencia de 2004.
Jorge Larrañaga es
un caudillo fuerte,
que surgió detrás de
la candidatura de
Juan Andrés Ramírez,
de hecho, se hablaba
de una fórmula
Ramírez-Larrañaga.
Luego del retiro de
Ramírez, tuvo que
hacerse cargo de que
el sector no se
desarmara, tuviera
un espacio político
y sobreviviera. Y
finalmente, después
de la elección del
99, contra lo que
creían muchos
dirigentes
partidarios, se
sostuvo, primero
como la única figura
en condiciones de
desafiar a Lacalle,
luego los aglutinó a
todos detrás de sí,
le ganó a Lacalle, y
después de la
elección, ya siendo
presidente del
Partido Nacional, se
consolidó como una
figura de
características
liderales.
Lacalle, por su
parte, es una
persona con un gran
reconocimiento
general de su
calidad de
estadista, que venía
de una caída
constante. Sobre
todo entre los
actores políticos
había una concepción
de que Lacalle era
un techo que impedía
crecer a los que
estaban en torno de
él. Entonces hizo
una jugada
estratégica muy
hábil, dijo "en
estas circunstancias
me retiro. Prueben,
larguen sin mí". Y
el resultado fue que
a fin de año era
bastante obvio que
la única solución
que tenían era el
retorno de Lacalle,
ya que ninguno había
descollado de manera
de poder decir
"ahora sí hay una
recuperación, se
está muy por encima
de Lacalle". Lacalle,
por sí solo,
derrotaba a todos
los demás sumados.
De modo que la
competencia es entre
un Larrañaga muy
consolidado y un
Lacalle renacido,
rejuvenecido,
refortalecido.
EC - ¿Qué papel
juega Carmelo
Vidalín en ese
contexto?
OAB - Carmelo
Vidalín, que se
separó del
Herrerismo, aparece
como una figura
nueva, que trata de
romper la polaridad.
Es un juego
extremadamente
difícil, ya que en
un juego de tres el
tercero siempre
tiene la dificultad
de tener que
sustituir a uno de
los dos de la
polarización o de
lograr que el juego
sea triangular, con
equilibrio de las
fuerzas, que es de
los escenarios más
difíciles. Vidalín
tiene el gran
desafío de lograr
que su candidatura,
en primer lugar, no
quede aplastada por
los otros dos y, en
segundo lugar, sea
un elemento de
convocatoria dentro
y fuera del Partido
Nacional.
EC - ¿Estás en
condiciones de
analizar el discurso
de cada uno de los
tres y el segmento
de electorado al que
se dirigen?
OAB - En primer
lugar, soy de los
que consideran que
las campañas
electorales son
importantes para
volcar un sector muy
pequeño de la
ciudadanía. La
campaña electoral
verdadera es
permanente, se
realiza todos los
días de todos los
años, no tiene como
única finalidad la
conquista del voto;
es una campaña
política en la que
la gente comunica
permanentemente a la
ciudadanía qué hace,
qué piensa, qué
defiende y cómo la
representa. La gente
va formando sus
ideas con respecto a
los dirigentes
políticos, a los
partidos y a los
sectores a lo largo
de todo el tiempo.
Y el discurso es lo
que la gente va
construyendo, no los
productos de
marketing. Uno a
veces ve campañas
electorales de otros
países, muy armadas
por gente de
marketing, y a uno
le surge que esos
candidatos son de
plástico, no
corresponden a
figuras reales. En
cambio cuando la
gente se expresa a
lo largo del tiempo
uno ve que exhibe
todas sus virtudes y
todos sus defectos,
sin que se tapen
mediante canciones y
eslóganes.
Desde ese punto de
vista hay una
diferencia
importante entre los
discursos de los
dirigentes,
particularmente de
los dos principales.
Lacalle está en un
discurso más corrido
hacia el centro, que
apunta más hacia el
centro de lo que fue
su discurso
tradicional. Sin
renegar de los
elementos centrales
de su viejo discurso
partidario de un
fuerte libre mercado
y de una apertura de
la economía, se
corre más al centro
a buscar el
pensamiento
dominante de la
sociedad uruguaya,
que es una sociedad
que busca
protección, un
Estado fuerte, que
regule fuerte, que
tenga una presencia
fuerte, que no esté
librado como una
hoja en la tormenta
en medio del
mercado.
En ese sentido, en
el discurso de ADM
con que Lacalle
largó su candidatura
se vio claramente
que busca un
posicionamiento
menos ideologizado y
más moderado que el
que lo había
caracterizado antes.
Larrañaga representa
un pensamiento muy
en el centro de los
valores de la
sociedad uruguaya,
esa sociedad que
oscila entre cierto
estatismo y a veces
un rechazo de los
efectos de ese
estatismo, con mucha
sintonía con la
gente común, con una
gran fuerza. Tenemos
dos personalidades
extraordinariamente
fuertes.
Y Vidalín busca un
discurso nuevo –lo
logrará o no, tendrá
más o menos
captación– hacia los
jóvenes. Se lanzó al
plano nacional como
intendente de
Durazno
fundamentalmente por
la realización de
espacios para los
jóvenes, entre los
cuales el Pilsen
Rock es el elemento
que sintetiza esa
preocupación por los
jóvenes, y ahí busca
un nicho nuevo y
diferente en un
partido que en el
último año logró una
gran llegada a los
jóvenes, por lo
menos desde el punto
de vista de
participación, con
la excelente
elección de jóvenes
realizada hace casi
un año.
EC - A partir de
esas tres opciones,
¿cómo va a ser la
competencia que va a
tener el Partido
Nacional de aquí al
año que viene?
OAB - En primer
lugar, es una
competencia que
genera gran
expectativa.
Recordemos que en
1999 había dos
competencias con
gran expectativa, la
del Partido Nacional
entre Lacalle y
Ramírez, y la del
Partido Colorado
entre Jorge Batlle y
Luis Hierro López.
La del Frente Amplio
no tenía ningún
atractivo, ya que
era aplastante la
ventaja de Vázquez
sobre Astori, que
ganó por una
relación de seis a
uno.
En 2004 el Frente
Amplio no tuvo
competencia interna,
el Partido Colorado
virtualmente tampoco
la tuvo, porque
tenía un candidato
de común acuerdo de
los sectores
mayoritarios, que
también eran
aplastantes, ganó
prácticamente nueve
a uno contra los
otros tres sumados,
por lo tanto la
única competencia
central era la del
Partido Nacional.
Manejo las dos
elecciones porque el
Partido Nacional
exhibió en cada una
un estilo distinto.
En la elección de
1999 mostró lo peor
y los mayores
riesgos que tiene
toda elección
primaria, toda
elección preliminar,
con una lucha
extremadamente dura,
con muy grandes
acusaciones, sobre
todo de un candidato
contra el otro.
En Estados Unidos en
este momento el
Partido Republicano
tiene un candidato
prácticamente ya
proclamado, John
McCain, que es el
candidato de todo el
partido y se está
dedicando a recorrer
Estados Unidos para
recoger fondos para
la lucha hacia la
presidencia con los
demócratas. Por lo
tanto se está
exhibiendo con
comodidad y
tranquilidad. El
Partido Demócrata,
en cambio, tiene dos
candidatos con
cierta paridad, que
son Barack Obama y
Hillary Clinton, con
una lucha en
términos
crecientemente
duros, se están
destrozando
mutuamente, como se
dice en forma
vulgar. La gran
preocupación de los
demócratas es que el
ganador tenga una
victoria pírrica
porque quede tan
destrozado en esta
lucha que vaya como
perdedor a la
elección de
noviembre.
Esto pasa en
cualquier elección
que se salga de
determinadas reglas
y fue lo que le pasó
al Partido Nacional
en 1999. En 2004
pareció haber
aprendido la
lección: fue una
campaña de guante
blanco en la que
cada uno de los dos
candidatos trató de
exhibir todas sus
virtudes sin
denostar al otro, la
confrontación fue
por la positiva, por
la diferenciación de
personalidades y de
propuestas. Para el
Partido Nacional
esto resultó
extremadamente
exitoso, al punto
que volvió a un
resultado electoral
apenas por debajo
del que había
obtenido en el año
1999, con más de una
vez y media de los
votos que había
obtenido en la
elección anterior.
Estos son los dos
modelos. El Partido
Nacional puede ir a
una elección de
caballeros,
civilizada, en la
que cada cual marque
sus propuestas y sus
personalidades por
la positiva, o puede
retornar a lo del
año 1999. En estos
últimos 15 días ha
habido algunas
señales que marcan
el riesgo de caer
otra vez en lo del
99, de volver a las
acusaciones, las
exhumaciones, los
juegos de salir y
entrar de
determinados
lugares. El duro
esfuerzo por ganar
la elección interna
o el nerviosismo que
causa la competencia
puede ser mortal
para el conjunto del
partido.
***
EC - Algunas
conclusiones.
OAB - El Partido
Nacional tiene todo
para disputar la
elección
presidencial, hoy es
el único partido con
una intención de
voto superior a la
de las pasadas
elecciones, ha
consolidado
nítidamente el
segundo lugar y con
ello su calidad de
desafiante del
Frente Amplio.
Cuenta con una
elección interna
atractiva, con
figuras de
primerísimo nivel y
con gran fuerza
lideral.
Pero del propio
partido, de los
propios actores
depende que esta
lucha tan importante
no se transforme,
como ocurrió en
1999, en su propia
debacle. Contra todo
lo esperado, porque
lo que se esperaba
era la reedición de
lo de 2004, han
aparecido síntomas
de que puede
rebrotar la
enfermedad de hace
diez años. Dicho un
poco en términos
deportivos: tiene
ante sí caminar
fuerte hacia una
disputa del
campeonato, hacia
una buena final, o
puede fallar por sus
propios errores y
falencias.