JOSÉ IRAZÁBAL:
El 13 de junio de
1968 comenzó lo que
se conoce como el “Pachequismo”,
cuando el entonces
presidente de la
República, Jorge
Pacheco Areco,
implantó las medidas
prontas de
seguridad, que
pasarían a ser uno
de los símbolos de
su gobierno.
El politólogo Oscar
A. Bottinelli,
director de Factum,
hizo el viernes
pasado un primer
análisis, que
completa hoy.
El título: “A los 40
años del nacimiento
del Pachequismo”.
***
OSCAR A. BOTTINELLI:
Las medidas prontas
de seguridad son un
instituto de
excepción que
permite al Poder
Ejecutivo
básicamente detener
personas y que se
aplicó también para
la censura de la
prensa. Es una
institución que en
principio fue
pensada para tomar
medidas puntuales
ante una conmoción
interior o un ataque
exterior, pero que
se transformó en un
estado que rigió
casi
ininterrumpidamente
hasta el período de
Bordaberry, con el
estado de guerra
interna y la
suspensión de la
seguridad
individual. Desde su
aplicación, el país
no retornó a la
normalidad
institucional hasta
el 15 de febrero o
el 1 de marzo de
1985.
Las medidas prontas
de seguridad se
mantienen si no son
levantadas por el
Parlamento, por las
dos cámaras en
sesión conjunta, por
la Asamblea General,
y se mantuvieron
porque durante todo
el tiempo hubo una
mayoría
parlamentaria que
las respaldó, con la
excepción de un día
en que la Comisión
Permanente –un
órgano reducido de
senadores y
diputados que actúa
durante el receso–
las levantó, pero
fueron reimplantadas
por Pacheco y nunca
más hubo votos para
levantarlas.
Pero hubo otra
faceta de las
medidas prontas de
seguridad, que es el
decreto del 28 de
junio de 1968, al
que hicimos
referencia en el
análisis anterior.
JI - Ese decreto se
refería a la
congelación de
precios y salarios.
OAB - Exactamente.
Las medidas prontas
de seguridad se
hicieron en un
contexto de gran
conmoción en el
país, con una
protesta estudiantil
con fuerte violencia
–quema de autos,
rotura de
vidrieras–, a la que
se sumó una muy dura
movilización
sindical, sin hechos
de violencia pero
con la capacidad de
paralización de un
movimiento altamente
movilizado y con la
fuerza que tenía el
de aquella época.
A su vez, Uruguay
venía con una
inflación que en los
últimos 12 meses
había trepado a más
del 160%.
JI - Una
hiperinflación.
OAB - Ahora que se
estudia si se baja
la cebolla o el
arroz para no llegar
al 9 o al 10%,
pensemos que en
aquella época la
inflación estaba en
más de 160%.
JI - Algo casi
inimaginable en el
Uruguay de hoy.
OAB - En el Uruguay
de hoy es
inimaginable y para
los uruguayos era
inimaginable lo que
se vivió en
Argentina, donde se
llegó al 1.000%
inflación.
Como señalé el
viernes pasado,
Jorge Batlle había
dicho –unas semanas
antes- que el camino
era la congelación
de precios y
salarios. Y Jorge
Pacheco Areco lo
dispuso, en una
medida
constitucionalmente
muy discutible,
porque se sostiene
que las medidas
prontas de seguridad
no estaban previstas
para eso. Pero desde
el ángulo del
gobierno,
particularmente el
secretario de la
Presidencia, un gran
catedrático
administrativo,
Héctor Giorgi,
sostuvo que sí, y
por las medidas
prontas de seguridad
se decretó
“congélanse los
precios y salarios”.
Luego, con los
meses, se transformó
en una ley, que se
salió en parte del
esquema de medidas
prontas de
seguridad, que fue
la ley de la Coprin.
Iniciado el camino
de lo que se empezó
a llamar en la época
medidas prontas de
seguridad
económicas, se
incursionó en
muchísimos temas,
incluso en temas
relacionados con
alquileres. Con las
medidas prontas de
seguridad el
gobierno creó una
fenomenal estructura
de conducción
económica que se
superponía a las
leyes existentes.
Primero se habló de
una Comisión
Sectorial de
Productividad,
Precios e Ingresos,
Coseprin, pero
después pasó a
Cosuprin, por
Consejo Superior, y
después se redujo a
Coprin.
La Coprin tenía una
integración
tripartita: el Poder
Ejecutivo con
mayoría, un delegado
de los empresarios y
un delegado de los
sindicatos. Según
algunos, esta
comisión tenía como
finalidad fijar
pautas de precios,
como las pautas
salariales que hace
el equipo económico
actualmente, pero se
transformó en un
órgano controlador
de todos y cada uno
de los precios. La
Coprin era un
catálogo, una
enciclopedia donde
estaban todos los
precios.
Para que se hagan
una idea, voy a
contar tres
anécdotas. En
aquella época yo
almorzaba siempre en
la Asociación
Cristiana de Jóvenes
y me tomaba un
fenomenal vaso de
leche de medio
litro. Pero vino la
congelación y un día
me dicen “no se
puede, solo se puede
vender leche en los
mismos vasos en que
se venden los
capuchinos”. En
bares, restaurantes
y autoservicios solo
se podía vender
leche en vasos de un
tamaño determinado,
eso había marcado el
gobierno.
La anécdota de las
pantuflas surgió de
una interpelación de
Wilson Ferreira
Aldunate a César
Charlone. Ferreira
decía que la ley de
Coprin no había sido
hecha para eso, y
leyó una resolución
que decía más o
menos: “Autorízase a
la empresa del señor
Juan Pérez a
aumentar el precio
de las pantuflas del
número 34 al 39,
colores marrón y
gris”. El Estado
decía cuánto podía
aumentar, el número
de la pantufla, el
color y de esa
fábrica, otros
tenían hacer otro
expediente si
también querían
modificar el precio
de las pantuflas.
JI - O si querían
aumentar el precio
de las de otro
color.
OAB - Parece que las
de otro color no
podían aumentar.
En el año 71
editamos un
semanario, el primer
semanario en offset
que salió en
Uruguay, que, entre
otras cosas,
permitía un
despliegue de fotos
y dibujos, muy
aireado, en una
época en que el
modelo de semanario
era el de Marcha, de
páginas enteras de
texto con letra
chiquita. Se nos
ocurrió una cosa que
después tuvo mucho
desarrollo en el
país en distintas
etapas, que eran las
páginas centrales,
el pliego central
con un gran informe.
Y se previó en la
tarifa de precios
que los pies de
página centrales
tuvieran un precio
especial, similar al
pie de la última
página. Pero nos
llegó una resolución
de Coprin: no está
fundamentado que
puedan cobrarse más
las páginas
centrales que las
demás; cóbrense la
página par igual que
cualquier página par
y la página impar
igual que cualquier
página impar.
Es decir, había un
órgano tripartito
del gobierno que le
decía a uno cuánto
debía cobrar una
página. No era que
los servicios no
pudieran valer más
de tanto, no: usted
tiene que cobrar tal
página tanto, se lo
ordena la Coprin.
JI - Rayaba en el
realismo mágico.
OAB - Hubo un
corresponsal de la
agencia EFE, un
español que había
nacido en Rusia, con
una historia muy
singular, que decía
que solo en el
Gosplan soviético
había habido un
control de precios
individuales como el
que existió aquí en
esa época. En
realidad era una
exageración, porque
en muchos países en
tiempos de guerra
existió ese tipo de
controles, eran
medidas de tiempos
de guerra.
Eran la antítesis de
toda la idea de
libre mercado, de
que los precios son
consecuencia del
juego del mercado.
Sin embargo, esos
gobiernos estaban en
la punta extrema del
liberalismo
económico. Me
imagino qué diría
algún pensador del
liberalismo
económico si hoy se
le ocurre a un
gobierno del Frente
controlar cuatro
precios, no todos y
cada uno, color por
color de pantufla y
número por número.
Estaban Alejandro
Vegh Villegas,
primero como
subsecretario de
Industria y luego
como director de la
Oficina de
Planeamiento y
Presupuesto (OPP),
después Ramón Díaz
como director de OPP
y el propio Jorge
Batlle fue el gran
promotor y
anunciador de estas
políticas, la
política más extrema
que tuvo Uruguay de
antimercado.
Al final del
Pachequismo, durante
los años siguientes
de Bordaberry, tanto
en el período
constitucional como
después en el
período dictatorial,
el problema fue
desmontar ese
fenomenal andamiaje
que se había
construido, por un
lado la Coprin, con
toneladas de
resoluciones, porque
no era fácil liberar
los productos de un
día para otro, y por
otro lado todo el
andamiaje normativo.
Pero aclaremos que
el período de
Pacheco fue de
estabilización de
precios con relación
a lo que venía
anteriormente. Si lo
vemos desde hoy fue
un período
inflacionario, ya
que hubo años con
20% de inflación.
Generalmente el 1 de
enero de cada año el
Poder Ejecutivo
decretaba una
cantidad
impresionante de
aumentos, y en la
medida que cada
aumento tenía que
ser resuelto de a
uno, salía una
catarata de
aumentos.
Fue un período que
la gente vivió –a
eso se debió el gran
éxito electoral de
Pacheco, que se
conservó en la
memoria– como de una
gran estabilidad,
porque después de
inflaciones de 100%
como norma y de 160%
como pico, estar en
el 20% era vivir en
el reino del mar
calmado. Visto desde
hoy es una inflación
alta, el gobierno se
tira de los pelos si
alguien le dice que
puede llegar al 20%,
y se considera que
Argentina está poco
menos que en la
catástrofe con una
inflación de entre
25 y 30%. Y también
es verdad que cuando
vino el desmontaje
de la congelación de
precios y salarios y
de la contención del
dólar, en el período
de Bordaberry, se
retornó a las
clásicas inflaciones
de 80, 100% anual,
que Uruguay vivió
hasta la famosa
primera tablita.
Es importante marcar
que quizás el mayor
éxito del
Pachequismo, que
desde la izquierda o
los sectores más
opositores a la
dictadura se ve
exclusivamente desde
el ángulo duro,
represivo, y al que
desde sectores de
derecha se le
reconoce la virtud
de haber puesto
orden, en su
momento, estuvo más
en el ángulo de las
medidas prontas de
seguridad
económicas, en haber
asegurado un control
de precios que en
aquel momento dio
mucha calma, después
de la asfixia que
genera toda
inflación galopante.
Y lo llevó a tener
casi medio país
detrás
JI - Pese a ese
absurdo que nos
contabas.
OAB - Lo más curioso
de todo es que ese
fue el momento de
antiliberalismo
económico más
extremo que tuvo el
país, impulsado y
sostenido desde el
ángulo de personas
que luego
consideraron que
toda intervención
del Estado era algo
que iba contra la
naturaleza misma.
***
JI - ¿Alguna
conclusión?
OAB - Es muy
importante refrescar
la historia
reciente, o no tan
reciente, la que
comenzó hace 40
años, que es parte
de los prolegómenos
de lo que se vivió,
que todavía se
discute. Está
abierto como un gran
tema a discutir cómo
Uruguay llegó a todo
eso desde esquemas
relativamente
autoritarios o
francamente
autoritarios a un
golpe de Estado,
pero también desde
una economía con
niveles de deterioro
que llevaron a
medidas tan extremas
como la congelación
de precios y
salarios. Es un
debate que sigue
pendiente en la
sociedad uruguaya,
como debate con
calma.