EMILIANO COTELO:
Hace veinte años se
producía la gran
ruptura del Frente
Amplio (FA) con la
ida de Hugo Batalla,
la 99 y el Partido
Demócrata Cristiano
(PDC).
Hoy el politólogo
Oscar A. Bottinelli,
director de Factum,
nos propone recordar
y analizar aquel
acontecimiento de la
historia
frenteamplista, pero
además enlazarlo con
la campaña electoral
que está corriendo.
***
EC – ¿Dónde nos
ubicamos en el
tiempo?
OSCAR A. BOTTINELLI:
Mañana 14 de marzo
de 1989 se cumplen
los 20 años de la
carta de Hugo
Batalla a Líber
Seregni que marca
realmente la
ruptura. El PDC se
había retirado de
los órganos de
conducción del
Frente en diciembre.
El Congreso de la 99
define la ruptura en
mayo pero el hecho
de la ruptura
realmente se crea el
14 de marzo, después
de un largo período
de tensión y de la
fundamentación,
porque estaban muy
en boga en ese
momento algunos
estudios
politológicos que
hablaban de las dos
izquierdas y
ubicaban en una
forma quizás un poco
simplificada e
ideologizada que
había una izquierda
marxista, dura,
anticuada, detrás de
Seregni, y una
izquierda
renovadora, fresca,
moderada, detrás de
Batalla y que ésta
tenía un gran
porvenir en el país.
Las fuerzas de un
lado y del otro en
la elección del 84
eran más o menos
mitad y mitad.
Cuando se rompe el
Frente, en la
bancada quedaron
cuatro senadores del
lado del Frente, dos
de los que seguían a
Batalla, 12
diputados del lado
del Frente y nueve
de los que seguían a
Batalla.
En general los
analistas tendían a
pensar que la
elección iba a ser
mitad y mitad. Por
supuesto cada parte
tenía más fe en sí
misma, sobre todo
los que se iban
detrás de Batalla.
El resultado fue 21
% el FA, 9% el
primer Nuevo
Espacio, es decir,
la alianza de la 99,
el PDC y la Unión
Cívica.
La 99 y el PDC
sufren un
desgajamiento con la
ida del Frente
Amplio pero son
mucho más
importantes los
desgajamientos
sucesivos que va
teniendo la 99,
particularmente
cuando Batalla da el
paso de ir hacia el
Partido Colorado en
cuyo caso hay
prácticamente una
ruptura en tres: un
sector que se va con
Batalla al Partido
Colorado, otro con
Michelini a la
cabeza que funda el
partido Nuevo
Espacio y otro que
se acerca al Frente
Amplio con el
Encuentro
Progresista. El PDC
vuelve a acercarse
al Frente Amplio a
través del Encuentro
Progresista.
EC – Tú proponías
para el análisis de
hoy el título: “A 20
años de la gran
ruptura del FA”.
¿Por qué la llamas a
esta que estás
comentando la “gran
ruptura”, ¿porque
hubo otras?
OAB – Primero: por
lo menos hubo una
ruptura antes,
cuando el PDC
abandona a fines de
1970 el Frente
Amplio con Juan
Pablo Terra a la
cabeza.
EC – Claro, eso
ocurre en plena
dictadura.
OAB – Apenas
comenzada la
dictadura, a los
seis meses del golpe
de Estado, se
produce el retiro
del PDC, que retorna
a la salida, en el
verano de 1984, ya
con Héctor Lescano a
la cabeza del
partido.
El PDC entonces se
vuelve a ir, también
de la mano de
Lescano, en el 89 y
retorna gradualmente
primero al Encuentro
Progresista en el 94
y en el 2005 ya
nuevamente al FA.
Pero el FA vivió
muchas amenazas de
ruptura, de
división, de gran
tensión, durante
muchos años. Para
empezar, después del
golpe de Estado, en
el exilio, por un
lado hay un intento
de formación de un
Frente diferente que
se llamó Unión
Artiguista de
Liberación,
respondiendo a
sectores que se
pueden decir más
combativos o más
radicales.
Luego hubo todo otro
problema en torno a
la Convergencia
Democrática en
Uruguay, que era un
agrupamiento de
personalidades bajo
el liderazgo o
presidencia de Juan
Raúl Ferreira, que
más que nada lo que
dividía en la
izquierda era que
muchos lo veían como
una estrategia del
Partido Comunista de
cierto seguimiento a
Wilson Ferreira
Aldunate y al
Partido Nacional en
desmedro del camino
propio. El Partido
Comunista lo veía
como la forma de
sostener espacios
políticos, pero esto
lleva a una cierta
división entre la
militancia
frenteamplista.
Cuando llega la
elección de
autoridades
partidarias del 82
-el FA está
proscrito- en buena
parte los
frenteamplistas
votan a Wilson
Ferreira, una
minoría a Tarigo y
el Frente
oficialmente vota en
blanco, en una
votación que puede
tener muchas
lecturas pero que
fue la tercera parte
de lo que era su
votación original.
Y también se da una
confrontación de
autoridades entre
cuál era la
autoridad del
Frente: si la Mesa
Ejecutiva presidida
por Hugo Villar que
estaba en Madrid o
la Mesa Ejecutiva
que estaba en
Montevideo presidida
por Juan José
Crottogini.
Ahí hubo permanentes
tensiones sobre el
FA, tanto es así que
a la salida de la
dictadura desde los
periódicos más
afines a los
partidos
tradicionales se
decía “se habla de
la izquierda y en
realidad no hay una,
hay dos, tres, o
cuatro izquierdas”.
Recordemos que
cuando vino el Rey
Juan Carlos a
Uruguay, el FA no
estuvo invitado en
la Embajada de
España sino que
estuvo el Partido
Socialista como tal
y el PDC como tal,
pero el FA no fue
considerado que
existiera en ese
momento.
Después tenemos la
persistente amenaza,
durante once años,
desde 1994 a 2005,
de desaparición del
FA. Es decir la
tensión entre el
Encuentro
Progresista de un
lado y el FA de otro
que se inicia con
una tensión entre el
liderazgo de Seregni
en desaparición y el
emergente liderazgo
de Tabaré Vázquez.
Luego vino la
confrontación que
incluso abarcó la
última campaña
electoral municipal
del 2005 entre
frentamplismo por un
lado y progresismo
por el otro como una
concepción distinta
y alternativa al FA,
incluso con
contraposición de
simbología.
Todo esto
naturalmente queda
saldado cuando a
fines de 2005 se
reconstruye como
única fuerza
política de todo
este nucleamiento el
FA; desaparece el
Encuentro
Preogresista,
desaparece Nueva
Mayoría y aparece
esa concepción de
progresismo como
opuesto al
frenteamplismo.
EC – Este análisis
de la gran ruptura
del FA ocurrida hace
veinte años, ¿forma
parte de tu espacio
de hoy por alguna
razón especial?
¿Tiene algo que ver
con las tensiones
actuales?
OAB – La primera
razón es que veinte
años no es poco como
para olvidarlo, es
un hecho político
significativo en la
vida política del
partido oficialista.
En segundo lugar
porque hay que
recordar siempre la
historia. Vamos
además por otro
lado: cuando en 1991
la Cámara de
Diputados estaba
estudiando la ley de
partidos nos tocó
informar en calidad
de expertos y
advertir que la
introducción de
elecciones internas,
elecciones
primarias, o algo
similar, era
tremendamente
peligrosa para los
partidos políticos
porque era muy
difícil realizarlas
sin que se llegara
más allá de las
reglas de juego
aceptadas por la
sociedad. Además
crea grandes
dificultades para
aprender las reglas
de juego.
Ya estaba la
elección colorada de
1989 entre Batlle y
Tarigo, luego
tuvimos la elección
blanca en 1999 con
el enfrentamiento
Ramírez-Lacalle. De
ambas surgió una
moraleja que se
puede decir en
términos un poco
populares: “El que
incendia la pradera
es el primero que se
quema... pero todos
terminan quemados”.
Para decirlo de otra
manera: el que la
gente, la opinión
pública, percibe
como responsable de
endurecer el clima,
de ensuciar la
cancha, es
inexorablemente el
que más pierde. El
partido que
confronta más allá
de los límites que
la gente acepta
cuando llegue a la
elección nacional
pierde
inexorablemente.
Le pasó al Partido
Colorado en 1989, le
pasó diez años
después al Partido
Nacional en 1999.
Ahora estamos otros
diez años después en
2009 y esta es una
lección que se ve
que nadie aprende en
cuerpo ajeno; se ven
los errores que
cometen los demás y
se repiten esos
errores. La sociedad
uruguaya no tolera
la confrontación
excesiva y castiga
al que la provoca o
más exactamente a
quien cree que
provoca esa
confrontación.
EC – ¿Entonces las
conclusiones cuáles
serían?
OAB – Estamos viendo
que a veces se tensa
el clima por hechos
que no son tan
nuevos sino que
conmueven un poco.
Vemos que Mujica va
primero hace mucho
más de un año, que
Astori durante ese
tiempo va segundo y
que la diferencia
entre ambos es
oscilante; han
estado muy lejos,
muy cerca, de nuevo
muy lejos. Esto es
algo a lo cual los
actores tendrían que
acostumbrarse. Lo
nuevo es que se
confirmó que existe
un tercer espacio,
en el que muchos no
creían o muchos
trataron de impedir,
y apareció Carámbula.
Y una elección de
tres es diferente de
una de dos, cambian
las reglas del juego
en el FA
inexorablemente, y
toda vez que cambian
las reglas de juego
lo que hay que hacer
es aprender a jugar
con las nuevas
reglas y no pelear
contra el tema. El
tema es ese, hay que
darse cuenta de que
hay una elección
entre tres y esto
implica reglas
nuevas.
Algunos olvidan que
recién empezó, sobre
todo para el Frente,
una nueva etapa de
campaña electoral, o
la primera etapa de
la campaña
electoral, en el
caso del FA.
EC – ¿Por qué decías
que recién empezó?
OAB – Porque digamos
que para los
partidos
tradicionales se
puede decir que
empezó antes, pero
en el Frente, este
planteo de candidato
ya oficializado y en
un juego de tres
candidaturas empezó
en el mes de
febrero. Además,
porque mientras los
partidos
tradicionales
estuvieron mucho más
en campaña, en el
Frente la campaña
entre Astori y
Mujica fue más
sutil, no tan
descarnadamente de
candidatos
presidenciales como
arrancó por lo menos
después del Congreso
del FA en diciembre.
Esta etapa
obviamente termina
en semana de Turismo
y luego viene una
recta final desde el
13 de abril hasta el
28 de junio.
Pero observemos que
faltan quince
semanas y dos días,
ciento diecisiete
días exactos, unos
tres meses y medio;
es mucha agua bajo
los puentes para que
se creen los
nerviosismos que
emergen a tan larga
distancia de las
elecciones como si
ya se votara dentro
de dos días.
Hay otro hecho que
es muy importante
que se tenga en
cuenta: que le va a
ir mejor al que
conserve la calma.
Primero porque esa
es una regla de
juego normal –no
sólo en el juego
político, en el de
negocios, el
empresarial, el de
lucha sindical–, al
que conserva la
calma tiende a irle
mejor. Pero además
esto es válido para
todos los partidos.
Este nivel de
nerviosismo que se
está exhibiendo en
el FA y también
fuera del él a tres
meses y medio de las
elecciones es muy
prematuro y está
marcando una señal
de alarma sobre qué
pasaría si
estuviéramos a
quince días de las
elecciones.