EMILIANO
COTELO:
Ha
habido
muchas
noticias,
opiniones
y
comentarios
sobre
el
fallo
que
emitió
el
martes
al
mediodía
–hora
uruguaya–
la
Corte
Internacional
de
Justicia
con
sede
en
La
Haya.
Hoy
incorporamos
otro
enfoque.
El
politólogo
Oscar
A.
Bottinelli,
director
de
Factum,
analiza
lo
que
deja
esa
sentencia
y lo
que
queda
por
venir,
en
particular
los
pasos
a
dar
por
el
gobierno
y
los
riesgos
en
que
incurre.
***
EC –
¿Por
dónde
empezamos?
OSCAR
A.
BOTTINELLI:
Es
un
fallo
dentro
de
lo
previsto,
esto
lo
ha
señalado
casi
todo
el
mundo,
no
ha
habido
sorpresas.
Sin
embargo,
a
nuestro
juicio
hubo
una
novedad
–esto
sí
imprevisto–
extraordinariamente
favorable
a
Uruguay
que
no
apareció
recalcada
en
el
comentario
oficial
del
ministro
de
Relaciones
Exteriores
como
vocero
del
gobierno
ni
en
las
opiniones
vertidas
del
oficialismo,
pero
tampoco
en
la
oposición
y
los
especialistas.
Y es
el
contenido
estricto
de
la
primera
de
las
tres
cláusulas
dispositivas
del
fallo,
que
dice
textualmente:
“Por
13
votos
contra
1
dice
que
la
República
Oriental
del
Uruguay
ha
faltado
a
sus
obligaciones
de
naturaleza
procesal
que
a
ella
le
incumben
en
virtud
de
los
artículos
7 a
12
del
Estatuto
del
Río
Uruguay
de
1975,
y
que
la
comprobación
por
la
Corte
de
esta
violación
constituye
una
satisfacción
apropiada”.
Esto
resalta
más
aún
lo
que
fue
la
victoria
uruguaya,
pues
acentúa
por
un
lado
el
carácter
estrictamente
procesal
de
la
violación,
lo
cual
queda
ratificado
en
el
segundo
punto
dispositivo
cuando
dice
que
no
hubo
violación
sustantiva.
Pero
además
lo
importante
es
que
al
decir
que
la
comprobación
por
la
Corte
es
por
sí
la
satisfacción
apropiada
está
calificando
cuál
fue
la
gravedad
de
la
violación.
Es
decir,
una
violación
a
una
parte
procesal,
que
basta
declarar
que
lo
violó
para
que
quede
ya
satisfecha
la
otra
parte,
ya
se
produjo
la
reparación
suficiente.
EC –
O
sea,
lo
que
está
diciendo
en
definitiva
la
Corte
es
que
es
una
violación
menor.
OAB
–
Que
es
una
violación
casi
insignificante,
lo
que
dice
es
eso
realmente.
Ahora
bien,
también
el
tema
con
esto
queda
clausurado,
Argentina
lo
siente
como
una
victoria
moral,
así
lo
quiso
juzgar
el
gobierno
argentino,
el
oficialismo
y
los
socialistas
argentinos.
Pero
en
lo
sustantivo
no
cabe
duda
del
triunfo
uruguayo.
Como
escribe
Carlos
Malamud,
catedrático
de
historia
de
América,
investigador
y
jefe
del
Real
Instituto
Elcano
de
Madrid:
“
Si
hubiera
que
dictaminar
la
existencia
de
un
ganador,
este
debería
ser,
por
los
puntos,
Uruguay,
cuyas
principales
tesis,
que
la
planta
no
contamina
ni
debe
ser
desmantelada,
fueron
refrendadas
por
los
magistrados
internacionales”.
La
Haya
deja
pues
un
triunfo
uruguayo
y
una
derrota
del
gobierno
argentino.
Pero
además
una
limitante
significativa
para
Uruguay
-esto
se
ha
encargado
reiteradamente
de
marcarlo
el
gobierno
argentino-:
de
aquí
en
más
no
puede
haber
ningún
emprendimiento
que
afecte
al
río
Uruguay
sin
aplicar
las
consultas
previstas
en
el
tratado
de
1975,
lo
cual
confiere
una
inusual
importancia
a la
integración
de
la
CARU
(Comisión
Administradora
del
Río
Uruguay)
que
en
general
fue
manejada
con
poca
importancia
política,
y en
la
parte
técnica
muchas
veces
se
buscaba
gente
de
la
Armada.
Ahora
el
gobierno
va a
designar
como
presidente
de
la
Comisión
a un
asesor
técnico
de
altísima
confianza
del
canciller,
el
doctor
Mata
–que
no
es
del
gobierno–
por
su
alta
capacidad
técnica.
Y
Malamud
agrega
otro
elemento
significativo:
“Si
algo
demostró
el
contencioso
fue
la
incapacidad
del
Mercosur
y de
sus
gobiernos
de
solucionar
la
disputa
o de
arbitrar
los
resultados
para
llegar
al
mismo
resultado”.
Lo
que
puede
leerse
como
que
otro
gran
derrotado
en
este
conflicto
ha
sido
Brasil,
porque
demostró
una
incapacidad
de
liderar
una
región
–una
región
de
cuatro
donde
él
tiene
el
papel
sustancial–,
fue
incapaz
de
buscar
soluciones,
incapaz
de
arbitrar,
incapaz
de
llegar
a un
tipo
de
resultado.
Lo
que
queda
ahora
es
lo
que
todos
sabemos,
lo
que
no
estuvo
en
La
Haya:
el
corte
del
puente
binacional
General
San
Martín
que
une
Fray
Bentos
con
Puerto
Unzué.
EC –
¿Y
por
dónde
pasa
la
posibilidad
de
levantamiento
de
ese
bloqueo?
OAB
– Lo
primero
es
que
hay
que
ver
quién
es
el
responsable
del
corte
del
puente.
La
tesis
sostenida
por
Uruguay
a lo
largo
del
gobierno
pasado
es
que
el
corte
es
responsabilidad
del
gobierno
argentino.
¿Por
qué?
La
tesis
es
que
porque
ante
una
violación
tan
flagrante
del
derecho
nacional
e
internacional
–la
violación
del
derecho
a la
libre
circulación–
en
general
sólo
caben
dos
posibilidades:
que
el
Estado
responsable
no
puede
impedirlo
o
que
no
quiere
terminar
con
esa
violación.
Si
no
puede
–esto
se
sostuvo
muchas
veces–
es
que
un
Estado
está
reconociendo
su
incapacidad
de
ser
un
Estado
en
sentido
pleno,
porque
no
tendría
la
posibilidad
del
uso
de
la
fuerza
para
imponer
el
derecho,
que
es
un
elemento
básico
en
la
definición
de
Estado.
Si
es
al
revés,
si
puede
hacer
valer
el
derecho
y la
violación
continúa,
es
porque
hay
un
aval
explícito
o
tácito
de
ese
Estado.
En
otras
palabras,
la
tesis
uruguaya
siempre
fue
que
la
responsabilidad
del
corte
es
del
gobierno
argentino
y no
de
los
llamados
asambleístas
de
Gualeguaychú.
Esta
tesis
fue
esgrimida
por
primera
vez
–dando
la
importancia
que
el
corte
del
puente
era
un
tema
previo
a
todo–
por
[Julio
María]
Sanguinetti,
un
hombre
que
maneja
mucho
las
relaciones
políticas
internacionales,
en
febrero
de
2006.
Vázquez
primero
no
fue
por
esa
línea,
cometió
aquel
traspié
del
acuerdo
con
Kirchner
en
Chile
que
obtuvo
enseguida
un
griterío
de
la
oposición,
hubo
un
sordo
malestar
interno
en
la
propia
fuerza
política,
hubo
una
caída
muy
fuerte
de
su
popularidad
–la
primera
que
tuvo–.
Y en
30
días
hizo
un
giro
de
180
grados
y
caminó
sin
vacilaciones,
y
hasta
con
dureza,
por
la
tesis
que
fue
apoyada
en
su
momento
por
todo
el
sistema
político:
que
el
desbloqueo
del
puente
pasaba
a
ser
un
tema
previo
a
cualquier
otra
discusión
con
Argentina.
***
EC –
¿Esa
posición
uruguaya
sigue
así
o
últimamente
están
dándose
cambios?
OAB
–
Acá
hay
una
primera
punta,
alguna
señal
de
cambio
en
la
posición
uruguaya.
El
ministro
de
Relaciones
Exteriores
uruguayo
acaba
de
declarar
que
es
la
Justicia
argentina
la
responsable
de
liberar
los
cortes,
lo
cual
quiere
decir
que
exculpa
al
gobierno
argentino
de
responsabilidad.
Y
esto
en
sí
mismo
es
un
viraje
sustancial
respecto
a lo
sostenido
en
la
administración
Vázquez,
que
con
contó
en
aquel
momento
con
el
apoyo
de
todo
el
sistema
político.
Entonces
la
duda
queda
planteada:
si
el
presidente
Mujica
no
empieza
a
caminar
en
una
línea
de
considerar
que
las
relaciones
argentino-uruguayas,
como
también
las
venezolano-uruguayas,
se
debilitaron
por
un
tema
de
enfrentamiento
personal
de
los
mandatarios.
Vale
decir
que
del
lado
uruguayo
este
fue
un
problema
de
Vázquez
y no
un
problema
entre
Estados
o
entre
gobiernos.
Los
pasos
posteriores
despejarán
si
aquí
hay
un
viraje
y un
intento
de
desmarcarse
de
la
tesis
sostenida
por
el
gobierno
de
Vázquez.
En
realidad
en
esta
misma
línea
apareció
el
internacionalista
González
Lapeyre,
en
una
postura
técnica,
que
dijo
que
el
corte
era
responsabilidad
de
un
grupo
particular:
los
asambleístas
de
Gualeguaychú.
A
favor
de
la
otra
tesis,
que
sostuvo
Vázquez,
se
señala
que
el
gobierno
de
Néstor
Kirchner
y el
actual
de
su
esposa
despejaron
todos
los
cortes
habidos
en
territorio
argentino
que
tuvieran
consecuencias
internas
para
Argentina
–dejemos
de
lado
los
dos
puentes–.
Despejaron
los
cortes
desde
el
Chaco
hasta
la
Patagonia;
cortes
de
ruta,
de
puentes,
de
calles,
no
sobrevivió
uno
sólo.
Acá
hay
que
ser
muy
claro
y
muy
realista:
los
terminó
en
algunos
casos
la
fuerza
pública,
pero
en
otros
lo
terminaron
los
piqueteros
que
responden
al
gobierno
argentino
–algunos
de
ellos
conducidos
por
el
célebre
D’Elía–.
En
general
los
Kirchner
se
han
caracterizado
por
no
aceptar
la
menor
disputa
del
poder,
el
menor
desafío,
en
ningún
terreno.
Entonces
estas
declaraciones
del
canciller
uruguayo
marcan
un
viraje,
sorprenden
un
poco,
sobre
todo
porque
después
afirma:
“No nos podemos dirigir al Poder Judicial argentino y decirles que levanten
el
corte
ahora.
Esa
es
la
lógica,
no
hay
piquete
en
Argentina
que
no
se
haya
levantado
a
través
de
un
dictamen
judicial,
este
no
es
ajeno
a
este
esquema”.
Con
esas
declaraciones
aparecen
dos
cosas:
primero,
tenemos
una
información
errónea
sobre
la
historia
de
los
cortes
y
los
piquetes
en
Argentina
al
sostener
que
no
hubo
ningún
caso
en
que
el
levantamiento
no
haya
sido
decisión
judicial.
Y
está
surgiendo
una
contraposición
con
la
tesis
sostenida
por
el
gobierno
Vázquez.
Si
uno
tiene
un
conflicto
en
países
de
Estado
de
derecho
porque
un
poder
judicial
no
se
pronuncia,
no
genera
la
tensión
entre
gobiernos
que
se
generaron
en
todos
estos
casos.
Si
no
hay
corte
del
puente
antes
de
la
cumbre
presidencial
de
la
semana
que
viene,
claramente
ese
solo
hecho
quiere
decir
que
hay
un
cambio
de
tesis
en
Uruguay
–que
estará
bien
o
estará
mal,
ese
es
otro
tema–
porque
ya
no
sería
de
previo
pronunciamiento
el
levantamiento
del
mismo
o de
los
mismos.
EC –
En
el
comienzo
del
planteo
del
tema
de
hoy
tú
también
proponías
hablar
de
posibles
riesgos
en
este
camino
que
empieza
a
seguirse.
OAB
–
Del
lado
argentino
se
oyen
versiones,
rumores,
de
que
Uruguay
iría
a un
intercambio
de
concesiones,
a lo
que
se
dice
un
quid
pro
quo.
Si
llega
a
ser
eso,
se
está
hablando
mucho
desde
el
lado
argentino
y
surgen
como
rumores
de
la
diplomacia
argentina
que
Uruguay
iría
al
levantamiento
del
veto
de
la
figura
de
Kirchner
para
la
Secretaría
General
de
la
Unasur.
Del
lado
uruguayo
no
ha
habido
ninguna
señal
en
ese
sentido,
e
incluso
el
canciller
dijo
que
no
se
estaba
considerando
el
tema.
La
Unasur
tiene
una
reunión
ahora
en
mayo
para
tratar
entre
otras
cosas
esto,
lo
podrá
tratar
o lo
podrá
postergar,
como
en
veces
anteriores.
Acá
viene
del
lado
argentino
y
Uruguay
no
ha
dado
ninguna
señal,
pero
queda
picando
ese
riesgo.
Lo
que
vemos
es
que
existe
alguna
confusión
–lo
hemos
visto
en
sectores
del
gobierno–
entre
concesiones
a la
Argentina
y
concesiones
al
gobierno
Kirchner,
como
si
fueran
sinónimos,
haciendo
una
lectura
de
lo
que
pasa
en
Argentina
como
si
fuera
la
realidad
uruguaya.
Quizás
también
hay
algo
de
soberbia,
uno
oye
frases
como
“A
enemigo
que
huye,
puente
de
plata”,
lo
cual
es
peligroso
porque
da
la
impresión
de
que
a
alguna
gente
el
éxito
de
La
Haya
se
le
sube
a la
cabeza,
y no
es
la
mejor
forma
de
actuar.
Pero
sobre
todo
no
comprender
que
la
oposición
argentina
no
está
toda
junta
detrás
del
gobierno,
al
contrario.
Es
un
tema
que
obviamente
no
conmueve
demasiado
a
Argentina
como
conmueve
a
Uruguay,
fue
titular
de
los
diarios
al
día
siguiente
y
después
prácticamente
la
noticia
se
ha
ido
diluyendo,
pero
lo
que
se
observó
en
figuras
importantes
de
la
oposición
fue
una
gran
dureza
contra
el
gobierno
argentino
por
como
condujo
todo
este
conflicto,
por
la
derrota
en
La
Haya.
Frases
como
la
de
Carrió:
“Si
Argentina
no
tenía
argumentos,
no
sabía
defenderse,
no
se
va a
la
Justicia.
No
se
plantea
un
fallo
de
esta
manera
para
quedar
derrotados
como
quedamos”.
Es
decir,
hay
un
cobro
de
cuentas
a
Kirchner
y
alguno
ha
expresado
el
temor
–
sobre
todo
esto
se
ha
visto
más
en
rumores
que
salen
en
cosas
privadas–de
que
Uruguay
aparezca
tirándole
un
salvavidas
a
los
Kirchner
y
que
entonces
quede
a
merced
de
generar
malestar
a la
oposición.
A
veces
acá
cuesta
darse
cuenta
de
que
a
los
Kirchner
les
queda
muy
poquito
más
de
19
meses.
No
se
sabe
el
futuro,
en
este
momento
es
muy
mala
la
opinión
pública
y
las
intenciones
de
voto
que
puede
tener
ese
espacio
político.
Y es
muy
riesgoso
para
el
gobierno
uruguayo
torear
a la
oposición
y
quedar
a
merced
de
los
vaivenes
políticos
argentinos.
Y un
levantamiento
de
veto
a la
Unasur,
si
no
cuenta
con
la
expresa
autorización
o
apoyo
político
de
Tabaré
Vázquez,
puede
ser
visto
como
una
desautorización
a
Vázquez
y
además
generar
malestar
en
la
oposición
argentina;
es
decir,
darle
un
lugar
de
relieve
a
una
persona
a la
que
están
combatiendo
por
tierra,
mar
y
aire.
EC –
¿Una
última
consideración?
OAB
– El
triunfo
en
La
Haya
obliga
al
gobierno
uruguayo
a
actuar
con
mucha
fineza.
El
presidente
sabiamente
se
ha
llamado
a
silencio,
porque
cualquier
error
que
cometa
el
gobierno
uruguayo
le
puede
costar
caro,
no
inmediatamente
sino
en
el
mediano
plazo,
de
aquel
lado
del
río;
pero
también
le
puede
costar
caro,
también
a
mediano
plazo,
de
este
lado
del
río.
Así
que
en
medio
de
la
algarabía
de
la
fiesta
conviene
mucha
prudencia.
***