La
judicialización política
Oscar
A. Bottinelli
Judicialización
política, originariamente
"giudiziazione politica", es el neologismo
de dudosa ortodoxia gramatical (tanto en
español como en italiano) que
define un nuevo fenómeno, o
más exactamente la
manifestación moderna de un
fenómeno viejo: el avance del poder
judicial sobre el poder político.
En general, la
judicialización política se
inicia, o adquiera fuerza, cuando actores
del sistema judicial se sienten investidos
de la calidad de garantes morales de una
sociedad. Los fundamentos del avance
político del sistema judicial en
esencia no difieren demasiado de los
fundamentos dados en sus avances
políticos por las fuerzas armadas.
En uno y otro caso coinciden la
autoatribución de misiones
superiores en cuanto a la custodia de
valores supremos: moral pública,
seguridad nacional, patria, o una mezcla
de todos esos elementos. Y sea de origen
divino o de origen terreno, se supone que
esa misión está más
allá o más arriba del
derecho positivo. En el caso italiano, la
judicialización política, a
la que se intenta poner coto en el
presente proceso de reforma
política, se origina en el
protagonismo alcanzado por el sistema
judicial en la caída de la Primera
República.
La judicialización admite en
general dos formas. Una es el lanzamiento
a la arena política de figuras
prestigiadas en el sistema judicial, como
el famoso caso de Antonio Di Pietro, lo
que no han ocurrido en el Uruguay, y
parece no haber condiciones para ello. El
otro es el uso de la función
judicial como avances sobre el sistema
político, y eso último,
primero imperceptiblemente, luego de
manera más abierta, comienza a
ocurrir.
No es ocioso señalar que en
las motivaciones o motores de la
judicialización política hay
una fuerte responsabilidad del propio
sistema político. Desde hace algo
más de dos años los actores
políticos han tomado las sedes
judiciales como canchas donde jugar al
ping-pong político, y dirimir
allí diferencias que debieron
plantearse en el campo estrictamente
político. Este es un tema en
sí mismo, que merece otro
día un comentario.
Pero veamos un breve resumen de
algunos actos (y no todos) de avances
políticos desde el sistema judicial
(sistema y no poder judicial, jueces y
fiscales incluidos), ocurridos en los dos
últimos años:
Uno. Tres jueces laborales embargan
los fondos electorales de una lista del
Frente Amplio como consecuencia de un
reclamo laboral contra una empresa
privada. Las connotaciones son varias: a)
se embargan fondos electorales como
consecuencia de actos civiles o
comerciales ajenos a lo electoral, lo que
abre la puerta a que mañana se
pretendan afectar los fondos electorales
para cumplir sentencias de Juzgados de
Familias o el pago de documentos
comerciales; b) se embargan los fondos de
un lema por deudas contraídas por
otro lema que no se presentó a
elecciones. Como nota aparte: es alarmante
la unánime ignorancia en materia de
derecho electoral exhibida por los tres
jueces.
Dos. El discurso del juez Balcaldi
al asumir la presidencia de la gremial de
magistrados.
Tres. El exhorto del juez Balliva a
dos senadores, que fuera rechazado
unánimemente por el Senado, quien
consideró que se agraviaron los
fueros legislativos.
Cuatro. El interrogatorio del juez
Cardinal al Partido Nacional sobre el
manejo de las finanzas partidarias y el
financiamiento de las campañas
electorales.
Cinco. Las reiteradas y pintorescas
declaraciones del fiscal Barrios.
Seis. La autoatribución
explícita del papel de custodios
morales de la sociedad, emergente de la
reciente y polémica sentencia de un
tribunal de apelaciones en lo penal.
Afirmación que de forma
semi-explícita fue contestada por
la Suprema Corte de Justicia a
través de un heterodoxo
procedimiento: mediante la emisión
de una especie de proclama
pública.
Quedan en el tintero algunos
episodios, situados en la frontera de lo
político. En esa frontera aparece
la figura penal utilizada para el
procesamiento de Enrique Braga, algo
parecido a cuando la justicia penal
militar, en épocas del gobierno
militar, a falta de otros elementos
condenaba por "ataque a la fuerza moral de
las fuerzas armadas".
El heterodoxo manifiesto de la
Suprema Corte parece implicar un freno o
expresar una discordia con este tipo de
actitudes. Lo cierto es que la
judicialización política ha
aparecido en el país. Y si
ocurrió es porque hay debilidades
del propio sistema político, entre
las cuales, nada menor, el utilizar el
poder judicial como terreno para dirimir
diferencias; y emplear las resoluciones
judiciales como armas en la lucha
política. Es interesante observar
el desarrollo de esta pulseada y sus
manifestaciones posteriores.
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