Las
elecciones internas que son externas
Oscar
A. Bottinelli
Una de las incógnitas hacia el largo
ciclo electoral que comienza dentro de cinco meses
y once días, son las elecciones de abril.
Esos comicios que los constituyentes, con la
precisión idomática y jurídica
que está caracterizando la
legislación electoral de esta Legislatura,
le llamó "elecciones internas y
simultáneas". Como es obvio, quiere decir
que son elecciones internas, es decir, al interior
de cada partido, para decidir cosas absolutamente
internas de ese partido, en que participa quien se
considere parte de este partido, y que son
simultáneas, es decir, "que se hace u ocurre
al mismo tiempo que otra cosas" como bien dice la
Real Academia, y como surge de la
definición, sólo pueden ser
simultáneas cosas que sean distintas.
Interno o interior, a su vez, quiere decir, que
está en la parte de adentro, que está
muy adentro. Ocurre que el nombre, cuya
función es definir, orienta para el lado
contrario y define al revés.
Y ocurre también que la
ciudadanía se ha formado diferentes
percepciones sobre las elecciones de abril, basadas
en esa definición del constituyente: de
cosas separadas, muy al interior de cada partido, y
que ocurren a la vez. Aparecen así dos
grandes visiones.
Una de ellas tiene como referentes las
Primarias Batllista del '89 (la
confrontación Batlle-Tarigo) o las
Elecciones Internas del Frente Amplio de setiembre
del año pasado. Es decir, elecciones
realizadas por un partido (o fracción
partidaria), con mesas designadas por el partido y
con votaciones emitidas en locales partidarios
(propios u obtenidos a ese fin). La mera
concurrencia a dicha votación supone un
fuerte acto público de adhesión
partidaria. Y una variante de esta
percepción, de más acentuado
compromiso político, es que al momento de
sufragar el votante firme algo, una acto de fe
partidaria o un acto de adhesión o
afiliación.
La otra visión ha captado algo
más de la realidad: que son elecciones
generales, organizadas y convocadas por la Corte
Electoral. Sin embargo, aún en quienes
tienen esta percepción, surge pemanentemente
la duda: ¿se puede votar en más de un
partido? ¿cómo se evita que alguien
vote en más de un partido? Algunos estudios
permiten detectar que en esta percepción se
cree que la gente va por ejemplo a la Escuela
Simón Bolívar, y allí
encuentra carteles que dicen: "Partido Colorado,
segunda piso"; "Partido Nacional, a la derecha",
"Encuentro Progresista en planta baja". Lo
común a todas las visiones dominantes es la
idea que no es secreto el partido por el que se
vota, o el partido donde se vota.
A esta altura parece necesario un fuerte
esfuerzo público de esclarecimiento de las
reglasde abril. Máxime cuando se percibe que
el grueso de la ciudadanía, sus sectores
más informados, y hasta personas con
relativa especialidaden el tema, presentan
deficiencias de percepción sobre las
elecciones de abril. Es necesario aclarar a todos
que las elecciones de abril son elecciones
generales, organizadas y convocadas por la Corte
Electoral, con mesas designadas por las autoridades
electorales, donde la gente va a ir a votar
más o menos a los mismos circuitos que en
las demás elecciones del ciclo. Pero lo
más importante es que para el votante no hay
variación alguna entre estas elecciones y
las habidas en 1994, salvo en el resultado: que en
lugar de resultar electo un presidente de la
República resulta clasificados cuatro
candidatos para uan segunda instancia, una especia
de semifinal, y que en lugar de Parlamento se
eligen convenciones, pero siempre por el
clásico mecanismo de hojas de
votación con número. Para el votante
consiste en ir a un ciruito, ingresar a un cuarto
secreto, seleccionar un partido, un candidato y una
lista nacional y otra departamental, selecciones
hechas todas en secreto, en el más absoluto
secreto.
Es que las elecciones de abril son la primera
de tres vueltas electorales , cualitativas
similares. La elección presidencial en
Uruguay no es una elección a dos vueltas,
sino a tres, un proceso eliminatorio con cuartos de
final, semifinal y final. La diferencia es que la
primera vuelta es de concurrencia voluntaria y en
las otras dos obligatorias. Pero las de abril no
son elecciones de aparato, ni de militantes, sino
de ciudadanía interesada en participar en el
proceso político. Y ella en Uruguay es
mucha, como que la experiencia de comparar otras
instancias de voto voluntario con voto obligatorio
(el 66 con el 71, el 82 con el 84) permiten
visualizar que la detracción de votantes por
falta de coerción es de un 15% a un 30%. En
otras palabras, que la concurrencia se sitúa
entre un 70% y un 85% del electorado real, es
decir, el residente en el Uruguay.
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