Batlle:
medidas duras en campaña electoral
Oscar
A. Bottinelli
No
siempre los cientistas sociales aciertan en sus
previsiones. Sin duda el ejemplo más
clamoroso es la falta de previsiones sobre el
desplome del mundo soviético. Pero
también las previsiones a veces fallan
porque los actores descubren formas de anticiparse
a los efectos negativos y encuentran los caminos y
los tiempos para sortear los obstáculos o
revertir los resultados. A poco de aprobada la
reforma constitucional, en una ponencia en CERES
afirmamos: "Parece bastante obvio entonces que el
nuevo gobierno va a tomar sus primeras medidas no a
partir del 1° de marzo, sino después
del segundo domingo de mayo. Prácticamente
todos los últimos gobiernos se han iniciado
con la adopción de medidas duras e
impopulares, llámense Ley de Emergencia con
Gestido, fin de la congelación con
Bordaberry, ajuste fiscal con Lacalle o el largo
nombre que nadie recuerda y todos llaman segundo
ajuste fiscal con este gobierno; y no sólo
en Uruguay, sino también en Italia,
España, Francia, Argentina, Brasil o
Ecuador. Si esto es así, a nadie se le
ocurre pensar que un gobierno va siquiera a
anunciar un paquete de medidas impopulares antes de
las elecciones municipales. Más bien lo
contrario, con el riesgo de dar señales
equívocas a los agentes económicos.
Como fuere, la instalación real del gobierno
se retrasa en casi tres meses"
El
presidente Batlle Ibáñez ha
demostrado o que la previsión era inexacta,
o que él encontró el método
para neutralizar el efecto. Contra lo previsto por
uno mismo, inició su gobierno con el anuncio
de medidas duras, con un ajuste fiscal. La primer
diferencia es que la naturaleza de la medida y la
forma del anuncio no son impopulares: anunciar la
reducción de los gastos del Estado no es lo
mismo que anunciar más impuestos,
particularmente si ello implica aumentar el IVA o
gravar en más los salarios. Más
aún, bajar el gasto público es
sinónimo de buen padre de familia, de
administrador cuidadoso de cada peso y cada
centésimo que entra al hogar. La parte
impopular de una reducción del gasto no es
percibible inmediatamente, el efecto tarda en
llegar e inclusive puede quedar neutralizado por
otras medidas o por calzar con otros tiempos
económicos; por ejemplo, los riesgos de una
reducción del gasto del Estado en cuanto a
merma de actividad económica e incremento
del desempleo, pueden coincidir con otros factores
que operen en sentido inverso, y al apuntar a una
reactivación económica y
generación de empleo, neutralicen el efecto
adverso de la reducción del gasto
público.
Pero
Batlle o su equipo económico no se
limitó solamente a anunciar la
reducción del gasto estatal, sino
también a publicitar la casi ausencia de
incrementos al funcionariado público
central, medida que tampoco puede considerarse nada
popular. En otras palabras, el primer mandatario
que estrena el nuevo régimen hizo todo lo
contrario a las previsiones pesimistas.
¿Cómo pudo hacerlo?
Aparentemente
la receta está en varios factores. El
primero es quizás ajeno a su voluntad, de
carácter sistémico, producto del
balotaje: no es lo mismo llegar a Casa de Gobierno
con un cuarto del voto emitido directamente a favor
de su persona y alrededor de un tercio a favor de
su partido, que hacerlo con más de la mitad
en su favor, que en forma personal y directa puso
en la urna una hoja con su nombre y apellido. No es
lo mismo apoyar a un presidente al que no se
votó, que sentirse comprometido con alguien
a quien se dio el voto, no importa si de manera
fervorosa o a regañadientes, pero se lo dio:
hay una relación directa y no intermediada
entre el electo y el elector.
Un
segundo factor, y aquí sí es obra
directa del primer mandatario, cómo
aprovechó la transición y la
inauguración de su gobierno para seducir a
tirios y a troyanos: la línea abierta con
Tabaré Vázquez, el diálogo con
la Universidad de la República y la
exaltación de su papel, el diálogo y
el protagonismo otorgado al arzobispo de
Montevideo, el planteo de una solución
definitiva al tema de los desaparecidos, las
señales en contra del clientelismo
político. Es verdad que las medidas dan
resultado si la seducción hace efecto en los
pretendidos seducidos. Y por ahora lo hubo: para la
izquierda, política o social, el tema
desaparecidos y las buenas relaciones personales
han primado sobre los anuncios negativos inmediatos
y aún sobre los anuncios estratégicos
que coliden con posturas arraigadas. Así es
como la desmonopolización y eventual
transferencia al derecho privado de las principales
empresas estatales, o la asociación de
Uruguay a un bloque hemisférico hegemonizado
por los Estados Unidos, no han sido demonizados por
la izquierda, que se ha limitado más bien a
dar señales de espera.
Un
tercer factor es el estilo peculiar del presidente,
a quien el semiólogo Fernando Andacht
describe como "un dandy de la política". Al
romper tradiciones, al salir de la mesocracia
uruguaya, al realizar gestos como la ida a la
peluquería, comer panchos en Tres Cruces o
salir de Casa de Gobierno en taxi, contribuyen
asimismo a otorgarle una gran adhesión
popular. En definitiva se ha dedicado a hacer un
montón de cosas esperado por la gente, o a
hacer lo contrario delo habitual en dirigentes
políticos. Todo ello es una señal de
cómo se pueden revertir efectos negativos,
si se cuenta con el escenario y las condiciones
propicias
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