Ante la
Nueva Constitución (II)
Lo
que cambia y lo que queda en
la competencia presidencial
Oscar
A. Bottinelli - diálogo con Jorge
García
Ramón
JORGE GARCIA RAMON:
Hace exactamente un mes entró a
regir la séptima
Constitución de la
República, cuyo impacto sobre el
sistema político puede considerarse
de la misma importancia que la reforma de
1918. Este espacio de La Opinión
Pública estará destinado a
lo largo de todo el mes de febrero al
análisis de la nueva
Constitución, a cargo del
politólogo Oscar Bottinelli,
director de Factum, quien, en particular,
examinará sus impactos sobre el
sistema político. Vamos a ver lo
que queda y lo que cambia con la nueva
Constitución.
OSCAR BOTTINELLI:
Vamos a ver lo que cambia y lo que queda
primero en la competencia presidencial.
Obviamente, lo más natural en
cuanto a lo que cambia es lo que fue tema
de discusión central en el proceso
de reforma, que es la candidatura
única y la elección a dos
vueltas, que genera tres instancias
electorales. Recordémoslas: el 25
de abril elecciones internas en los
partidos para definir el candidato
único, el 31 de octubre primera
vuelta presidencial conjuntamente con las
elecciones parlamentarias y el 28 de
noviembre la segunda vuelta
presidencial.
En este planteo ya tenemos un cambio
bastante natural, que es que se define por
separado la competencia interna de la
competencia externa. En el sistema que se
acaba de modificar, en el mismo acto se
definían las dos competencias,
porque al votar dentro del partido por
candidatos se estaba en el doble plano de
votar por el Partido Nacional, por el
Partido Colorado, por el Frente Amplio,
por el Nuevo Espacio y luego, dentro del
Partido Nacional y el Partido Colorado
(los otros dos presentaron candidato
único), se optaba por un candidato.
Es decir que la disputa entre Sanguinetti,
Batlle y Pacheco, y la disputa entre
Ramírez, Volonté y Pereyra
se realizaba en forma simultánea
con la competencia entre los partidos.
Pero hay una segunda modificación
que no es nada menor: en el régimen
vigente, las dos competencias -la interna
y la externa- no son sólo en el
mismo acto, sino en actos del mismo tipo
desde el punto de vista de la concurrencia
electoral, un acto con voto obligatorio.
En cambio, en el nuevo sistema lo que
vamos a tener es que la elección
interpartidaria, la competencia entre los
partidos, cada uno de ellos con su
candidato único, que se hace en
octubre con segunda vuelta en noviembre,
se hace con voto obligatorio, mientras que
la competencia interna de los partidos es
con voto voluntario.
Este es un cambio no menor, porque puede
estimarse en no menos de un 20% los
votantes que pueden no votar en el mes de
abril y que sí lo van a hacer en
octubre, lo cual cambia un poco el
posicionamiento de los candidatos. De
alguna manera, esos candidatos en la
interna se van a dirigir más a los
de su partido que al electorado en su
conjunto. Y al electorado indiferente,
más bien se lo convoca a que vaya a
votar, porque puede hacerlo o no.
Este es un primer posicionamiento, un
primer cambio o dos partes de un mismo
cambio; la competencia en etapas y por
otro lado con electorados que no son
exactamente los mismos. Un segundo tipo de
cambio es que al hacerse por separado,
tanto los candidatos como los votantes
juegan con opciones más simples. Es
decir: en el sistema anterior había
votantes que estaban dispuestos a votar a
un partido determinado, pero si
veían que su voto no iba a ir en
última instancia al candidato que
preferían, sino que era muy claro
que ganaba otro, no les gustaba y
preferían cambiar de partido. Esto
es medible; hubo gente que no votó
al Partido Colorado porque era muy seguro
el triunfo de Sanguinetti y gente que
anteriormente no votó al Partido
Nacional porque era muy seguro el triunfo
de Lacalle, así como gente que
anteriormente no votó al Partido
Nacional porque no les gustaba Wilson
Ferreira.
En ese caso se daba que había una
duda de votar o no a ese candidato. Hoy la
competencia interna es absolutamente
separada de la interpartidaria, entonces
puede votar a ese candidato, porque si
gana el otro no lo está votando
indirectamente para presidente de la
República. En octubre puede decir:
"Si el candidato único del partido
que más me gusta es una persona a
la que yo de ninguna manera quiero, voto a
otro partido". Separa mucho las dos
conductas y las dos campañas
electorales. Cuando digo "la
campaña" me refiero a la forma en
que los candidatos se dirigen a la gente y
a la forma en que la gente razona su
propio voto.
Estos son los cambios fuertes. Hay muchos
cambios que tienen que ver con distintos
matices y hasta con los cambios de fecha.
Pero, ¿es un cambio radical o quedan
cosas?
En primer lugar -y éste es un dato
que parece muy importante remarcarlo y que
a veces se olvida-, la elección
presidencial hasta la segunda vuelta
inclusive sigue siendo una competencia
entre partidos. Es decir que una persona,
para llegar a la Presidencia de la
República, tiene que ganar la
interna de un partido, ese partido tiene
que ganar la primera vuelta o ser uno de
los dos primeros y luego ganar la segunda
vuelta. Con este sistema -y con esto no
hago un juicio de valor sino una
apreciación de efectos-, se
dificultan fenómenos del estilo
Fujimori. Es decir, personas, grupos
totalmente al margen del sistema de
partidos que organizan un movimiento y
mediante un aluvión electoral
llegan a la Presidencia de la
República.
Digo que se dificulta, no que impide. Nada
impide que la gente se separe de los
partidos, pero esto tiene que armarse con
tiempo porque ya en abril ese partido o
movimiento tiene que presentarse a las
elecciones internas, porque son
simultáneas y es obligatorio que se
hagan en todos los partidos. Luego, en
octubre, ese candidato a presidente va a
votar junto con los parlamentarios,
así que compite en un plano global,
no es solamente el hombre iluminado.
Entonces se dificulta, y como
contrapartida se tiende a un
fortalecimiento de los partidos.
Para continuar hablando de lo que cambia
en la competencia interna de los partidos
en la elección presidencial,
replanteamos el escenario. Es un escenario
nuevo y a veces cuesta recordarlo.
El 25 de abril habrá elecciones
internas, pero es una elección
general, de voto voluntario.
Obligatoriamente tienen que presentarse
todos los partidos que pretendan ir a las
elecciones generales y en el mismo acto,
en los mismos circuitos, la gente va a
votar y elige listas de un partido o de
otro. Al elegir listas de un partido
está votando dentro de un partido,
está votando en la elección
interna de ese partido.
Para la elección presidencial va a
haber precandidatos para la candidatura,
como dice la Constitución, que no
acumulan entre sí. Es una
elección muy clara, muy
transparente, muy simple, muy elemental.
Candidatos contra candidatos. La regla de
decisión, la regla que determina
cómo se decide la candidatura es:
resulta electo el que obtenga más
de la mitad de los votos o que supere el
40% con una ventaja del 10% sobre el
segundo.
Nuestro esquema de partidos está
organizado en sectores o fracciones. En el
Partido Colorado tenemos al Foro
Batllista, la Lista 15, la Cruzada 94,
quizás el PGP, el Movimiento de
Reafirmación Batllista. En el
Partido Nacional tenemos Manos a la Obra,
el Herrerismo, Desafío Nacional, el
Movimiento Nacional de Rocha.
Entonces, ¿qué ocurre? La
elección puede verse de dos maneras
distintas y esto es importante. Puede
verse como un gran cambio: ahora la cosa
es abierta, cualquiera que considere que
puede tener un apoyo popular se puede
presentar de precandidato y competir en la
elección presidencial. Esa es una
posibilidad. Nada le impide a nadie que
sea de ese partido presentarse y luchar
por tener el favor popular. De esa manera,
se dice, esto puede habilitar
fenómenos como el de Clinton, como
anteriormente el de Carter, en Estados
Unidos, verdaderos "outsiders"
políticos que incursionan en las
primarias, en las elecciones internas, y
terminan alzándose con la
candidatura del partido.
Veamos cuánto es esto de cambio o
no cambio, porque resulta que en el
sistema viejo también cualquiera,
dentro de un partido, que fuera de ese
partido, podía presentarse como
candidato presidencial. No había
nada que lo impidiera. Desde ese punto de
vista no hay cambios.
El otro tema es que los grupos
políticos grandes tienen un
líder que normalmente es el
candidato presidencial, salvo que hagan
acuerdos o apoyen a otro candidato, como
por ejemplo hizo la Cruzada 94, que
apoyó a la candidatura de
Sanguinetti. Hay grupos políticos,
como fue el caso del Herrerismo en la
elección pasada, como es ahora para
la próxima el Foro Batllista, cuyo
líder es el presidente de la
República, que no puede ser
reelegido y tiene problemas de muchos
precandidatos.
El tema es que, en la medida en que no hay
acumulaciones, que cada precandidato
compite por sí mismo, o el grupo
político se mantiene como tal y de
alguna manera resuelve internamente
presentar un único precandidato y
dice "éste es nuestro
precandidato", o ese grupo, de hecho, no
figura en la competencia presidencial y
queda una especie de juego libre diciendo
que acá que se presente todo el que
quiera. Pero esto es un cambio muy fuerte
en la composición interna de los
partidos. Si el Herrerismo hubiera dicho
eso, habría diluido su perfil en la
elección interna; casi
habría desaparecido. Si lo hiciera
el Foro Batllista, también
estaría diluyendo mucho su perfil,
porque de hecho estarían
formándose casi tantos sectores
como precandidatos presidenciales
habría de esa
extracción.
Desde el punto de vista de la competencia
entre candidatos, pero cada uno
representando a sectores, el sistema nuevo
no cambia tanto en relación al
anterior. Digamos que la competencia
interna sigue siendo básicamente
una competencia entre los grandes
sectores, entre las grandes fracciones de
los partidos. Y esto es lo que
queda.
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