Ante la
Nueva Constitución (IV)
Nuevas
reglas ¿nuevas conductas?
Oscar
A. Bottinelli - diálogo con
Emiliano Cotelo
EMILIANO COTELO:
En el último día de La
Opinión Pública en este
horario vamos a cerrar con Oscar
Bottinelli el ciclo que nos ha venido
ocupando en las últimas semanas:
"Ante la nueva Constitución". Un
ciclo originado en que, como a ustedes
seguramente les consta, el debate previo
al plebiscito fue bastante enredado y no
permitió entrar en todos los
detalles, todos los aspectos, de la
propuesta que se estaba sometiendo a
consideración de la
ciudadanía. Ahora que se sabe
perfectamente que esa propuesta fue
aprobada, ahora que ha entrado en
vigencia, a Oscar Bottinelli le
pareció oportuno -y creo que todos
coincidimos con él- que nos
dedicáramos a conocer los puntos
cruciales, los puntos fundamentales de
esta nueva Carta Magna. A eso hemos
dedicado el tiempo en estos
días.
Oscar, para hoy proponías este
interesante título: "Nuevas reglas,
¿nuevas conductas?".
OSCAR BOTTINELLI:
Exactamente. La reforma de la
Constitución es muy importante, muy
trascendente y tiene muchos impactos, para
un lado o para otro, y hemos centrado el
ciclo en lo que es la parte de efectos
sobre el funcionamiento del sistema
político. Dedicamos los tres
primeros programas a lo que llamamos la
competencia política, cuyo
desemboque fundamental es la competencia
electoral, tanto entre partidos como entre
sectores a nivel presidencial, a nivel
grupal, y hoy queremos hacer un enfoque
más de tipo global con ese
título que alguno podría
considerar medio provocativo.
Veamos primero el tema de reglas pasadas y
actuales sobre el funcionamiento
político. Cuando hablamos de
funcionamiento político hablamos
del que podemos llamar inter-electoral,
para ubicarlo en el tiempo, entre
elección y elección, y para
ubicarlo en su sustancia le llamamos
funcionamiento gubernativo. Los partidos,
una vez concluida la competencia por el
favor ciudadano y la representatividad
entre sí, se dedican a la labor de
gobierno, a los distintos roles que van
desde la titularidad del Poder Ejecutivo a
la oposición pura, en esa gama que
hay.
¿Cuál es el elemento central
que ha dominado la política
uruguaya en todo el Estado moderno, es
decir prácticamente todo el siglo
XX o muy buena parte del mismo, si
eliminamos la primera década? Es
que, salvo períodos muy
excepcionales -uno de ellos es desde la
salida del régimen de facto hasta
promediar el primer gobierno
post-dictadura, en la primera
administración Sanguinetti-, la
relación se realiza y opera, no
entre partidos, hablando de los grandes
partidos, sino entre las fracciones.
Esto lo hemos tratado ya algunas veces en
este programa. Es un tema que nos parece
crucial en el análisis del sistema
político, como en el Uruguay se
juega permanentemente en un doble plano,
el plano de los partidos que establecen
límites, ataduras, barreras, a las
fracciones, pero por otro lado cómo
operan las fracciones, como un elemento
central, y recurrimos muchas veces a una
imagen que nos sigue pareciendo muy
clara.
Cuando uno quiere ver cómo opera el
sistema político uruguayo, veamos
cuántas personas hay en una foto
cuando el presidente de la
República se reúne con los
líderes políticos. La
excepción fue cuando se
reunían Sanguinetti, Wilson
Ferreira, Seregni y Humberto Ciganda por
la Unión Cívica, es decir
que estaba uno por los tres grandes
partidos más el cuarto partido. Lo
normal hoy es el funcionamiento de
fracciones donde va el Herrerismo, Manos a
la Obra, Desafío Nacional, el
Movimiento de Rocha, Foro Batllista,
Cruzada 94...
En general, hasta ahora, el Frente es el
único de los tres grandes que se
sigue representando como su totalidad y no
a través de las fracciones, pese a
que en las negociaciones del 95 y del 96
por la reforma constitucional el Frente
aparecía representado en forma
bicéfala, en una forma muy curiosa
de presentación en que iba el
general Seregni por el Frente Amplio y
Tabaré Vázquez por el
Encuentro Progresista como si fueran cosas
diferentes. Eso implicaba que ahí
estaba faltando una representación
única.
En el período anterior tuvimos en
el Partido Colorado, en determinado
momento, a un sector, la Unión
Colorada y Batllista, apoyando al
gobierno, integrando la gobernabilidad y
como miembro del gabinete, al Batllismo
Lista 15 apoyando la coincidencia pero
fuera del gabinete, al Foro Batllista
fuera de la coincidencia y haciendo
puntuales acuerdos parlamentarios, y a la
Cruzada 94 en una oposición clara y
clásica al gobierno de Lacalle. El
mismo partido tenía un
posicionamiento en sus cuatro sectores en
un degradé, desde integrar al
gobierno hasta la oposición.
Incluso ha pasado con el propio partido de
gobierno en la administración
anterior. En determinado momento huvo un
degradé entre el Herrerismo
teniendo la titularidad del Poder
Ejecutivo, el Movimiento de Rocha en una
línea de apoyo a un gobierno de su
partido pero fuera del gabinete desde la
segunda mitad del gobierno en adelante, y
el grupo muy pequeño que
tenía el senador Zumarán,
originalmente llamado Encuentro
Wilsonista, luego Polo Progresista, en la
oposición prácticamente
desde el primer año.
La reforma en sus finalidades, en
teleologías, en los objetivos
perseguidos por las normas, justamente una
de las cosas que buscaba era el
fortalecimiento del partido en
relación a fracciones, en
relación a agrupaciones. Por un
lado, aparecía en dos planos de la
competencia: el limitar la competencia
parlamentaria para diputados con la
eliminación de los sublemas, lo
cual tiende a fortalecer a los partidos
(no necesariamente lo hace pero tiende a
ello) y la candidatura única que
genera todo un efecto distinto de
imágenes, de referencias hacia la
opinión pública, hacia la
ciudadanía y sobre respaldos
electorales que tiende a darle un papel
más fuerte al partido representado
por una única persona, por una
única opción.
Esto lo analizamos en su momento cuando
analizamos la competencia presidencial.
Esto entonces es lo que persiguió
la reforma, un papel más fuerte de
los partidos que -sobre todo el
bipartidismo o tripartidismo que se lee
desde el punto de vista electoral- no sea
más bien un pasaje de un sistema de
múltiples fracciones a otro de
múltiples fracciones, que es una de
las lecturas que se le puede dar al
funcionamiento del gobierno.
Entonces partamos de la base de que en las
nuevas reglas hay una búsqueda, un
propósito, una finalidad que
sería de los efectos más
probables en un funcionamiento normal,
acorde con lo pensado, de la nueva
Constitución. Estas son las nuevas
reglas. Veamos cuáles son las
nuevas conductas que requieren las nuevas
reglas.
El tema es éste: el primer planteo
psicológico es que cuando las
reformas en cualquier orden son graduales,
no necesariamente acompañan siempre
las conductas a los cambios formales
inmediatamente. Es más fácil
acostumbrarse a que no se reajustan los
precios en situaciones de shock, de cambio
radical en lo político o en lo
económico, cuando se pasa de la
hiperinflación a un planteo de
estabilidad, que cuando viene una inercia
donde hay un porcentaje que sube todos los
meses, todas las semanas o todos los
días.
En política pasa lo mismo: si se
pasa de una monarquía absoluta a
una república parlamentaria, es
posible que sea muy difícil
mantener los hábitos
políticos anteriores. Cuando los
cambios son muy graduales y los efectos
hay que verlos en el largo tiempo, no
necesariamente porque se apruebe la
Constitución al otro día
cambiaron las conductas. En este aspecto
vamos a señalar dos casos puntuales
que han operado este verano desde la
aprobación de la reforma. No con la
finalidad de efectuar ningún juicio
sobre ellos, sino para señalar que
corresponden a conductas que no se ajustan
con las finalidades que surgen de los
textos constitucionales y cómo las
conductas deben ir acompasando los
propósitos de la reforma para que
haya un ajuste hacia el logro de ese papel
central de los partidos sobre las
fracciones.
Apenas fue aprobada la reforma, el
presidente del Directorio del Partido
Nacional, el doctor Volonté, dio
unos pasos con el presidente de la
República que molestaron al
Herrerismo, que se sintió no
representado por la forma o por el
contenido de los planteos que
realizó.
¿Cuál fue la reacción
que se expresó a través del
senador Ignacio de Posadas? Decir que no
estaban representados por el presidente
del Directorio y que a él lo
representaba el doctor Lacalle. Palabras
más, palabras menos, si el
presidente de la República
quería hablar con el Herrerismo
tenía que hablar con el
líder de la fracción
herrerista y no con el presidente del
Directorio del partido.
Por supuesto que hay un aspecto de
contenido que no es el tema que estamos
analizando hoy, donde el Herrerismo tiene
todo el derecho a sostener que estuvo mal
representado. ¿Cuál es la
conducta acorde con una política de
partido? No es decir que yo hablo directo
y me salteo a quien inviste la
representación partidaria, sino
decir: "No señor, yo a este
presidente lo llamo al Directorio del
partido y ahí le exijo que me
represente bien". Es decir, el partido
sigue siendo un único interlocutor.
A nadie se le ocurre que si el ministro de
Relaciones Exteriores o el presidente de
la República maneja mal las
relaciones con Francia a un partido de
oposición se le diga: "Me comunica
el presidente de Francia que cuando
quieras hablar con Uruguay hables no
sólo con el presidente de la
República sino también
conmigo", si el país es uno
solo.
Esto es lo habitual en los países
donde las fracciones cumplen un papel
mucho menor que el que cumplen en Uruguay,
como puede pasar en buena parte de Europa
con la excepción de Italia.
Esto es lo que podemos llamar una inercia
de las conductas de un sistema que
apuntó a ser cambiado con la
reforma constitucional.
El otro aparece en el caso de un planteo
de Propuesta Nacional, sector que
además oscila en una difícil
clasificación. Es uno de los temas
habituales en nuestro sistema
político entre lo que es un sector
independiente, cuando uno diría que
el mapa del Partido Nacional tiene un
sector llamado Propuesta Nacional, otro
llamado Herrerismo, otro Movimiento de
Rocha, otro Manos a la Obra, otro
Confluencia Herrero-Wilsonista, o
considerarlo a su vez como parte de una
fracción que sería Manos a
la Obra, aliado entonces el sector de
Volonté con Propuesta formando un
macrosector.
A lo largo de estos dos años hemos
visto cómo Propuesta Nacional
oscila entre aparecer muy integrado en el
grupo Manos a la Obra y en otros
períodos aparece con un perfil
fuertemente marcado, como en los
últimos dos años. Este es un
tema distinto al que estamos hablando. Lo
que sí importa es que plantea que
la discusión de la coalición
no se realice a través de
cúpulas partidarias sino a
través del Parlamento. Eso se puede
leer como que es más
democrático, como que hay
más gente participando. Toda cosa
que se presente puede tener las lecturas
que se quiera, porque siempre hay formas
de presentarla más agradable o
más desagradablemente.
Lo que parece claro es que la
coalición funciona no sólo
como una coalición legislativa, que
discute leyes, sino como una
coalición gubernativa en que muchos
de los aspectos cruciales, la reforma del
Estado y la política
económica, ya no pasan
esencialmente por el Parlamento. La
mayoría de ellos son decisiones que
se toman en el ámbito
administrativo, alguno ni siquiera en el
Poder Ejecutivo, sino en los entes
autónomos. En muchísimos de
ellos es el Banco Central el que toma la
decisión, orientado por el
gobierno. Entonces, plantear que sea en el
Parlamento de alguna manera es buscar
institucionalizar con mucha fuerza, es un
planteo que no es nuevo en Uruguay.
Podemos marcar a lo largo de la historia
muchísimos períodos en que
se busca la traslación de la
decisión política al
Parlamento, porque es el ámbito en
que las fracciones pueden jugar con
muchísima más fuerza que a
través de las relaciones
interpartidarias.
A estos dos casos que señalé
saquémosles lo coyuntural, saquemos
a Propuesta Nacional, al Herrerismo, a
Volonté y todo lo que puede tener
de juego competencia partidaria interna y
todas las razones que pueda haber de que
alguien se pueda sentir no del todo bien
representado. Ese es otro tema. O que no
está dispuesto a reconocer
demasiado a un liderazgo o a querer
competir muy fuerte por él. Ese es
todo un tema muy lógico en la
competencia política. Pero el otro
tema es que esto sigue marcando que se
está lejos todavía. Se
podría citar otro tipo de casos en
el Partido Colorado, lo que pasa es que no
son tan fuertes como estos, en que se
está muy lejos de que las conductas
estén acordes a sustituir el
funcionamiento fraccional por el
funcionamiento partidario.
Entonces, caben dos caminos: que
gradualmente se pueda producir un cambio o
que recién podamos ver el cambio
con ese shock. Ahí sí puede
ser un shock, que genere que el
funcionamiento fraccional se agote de
determinada forma por lo menos con esta
presencia tan fuerte en abril del 99,
cuando entre abril y mayo, de las
elecciones internas emerjan candidatos
únicos por partido y ahí se
empiece a ver que el funcionamiento
político va a tener que ser
diferente.
Estas son las nuevas conductas que
requeriría el ponerse acorde a las
nuevas reglas de la
Constitución.
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