Balotaje,
coaliciones y democracia en
Sudamérica
Daniel
Chaquetti
INTRODUCCIÓN
Durante las últimas dos
décadas catorce países
latinoamericanos optaron por dirimir la
elección presidencial mediante
sistemas mayoritarios con doble vuelta.
Esta modalidad de elección,
comúnmente denominada balotaje,
exige una mayoría de votos
(pluralidad, absoluta o especial) para que
un candidato sea electo; en caso de que
ello no ocurra, habilita una segunda ronda
entre los dos candidatos más
votados, de forma tal que el ganador
obtenga necesariamente la mayoría
absoluta de los votos. La reforma
constitucional uruguaya de 1996, introdujo
un conjunto de innovaciones relevantes
para el sistema político, entre las
que se destaca la aplicación del
balotaje con mayoría absoluta para
la definición de la Presidencia y
Vicepresidencia de la
República/.
En ámbitos políticos y
académicos existe un amplio
consenso respecto a la
significación de estas enmiendas
constitucionales. De acuerdo con las
reflexiones mas difundidas estas
innovaciones generarán cambios
ostensibles en el comportamiento de los
partidos y principalmente, en las formas
de competencia electoral. Durante el
proceso de tramitación de la
reforma constitucional (1995-1996), los
partidarios del balotaje presentaron
argumentos vinculados al funcionamiento
del sistema político y a la
estabilidad democrática del
país/. La necesidad de abatir la
incertidumbre electoral, proveniente de un
electorado fragmentado en tercios, fue
señalada como uno de los
principales problemas a resolver/.
Asimismo, se mostró al balotaje
como un mecanismo institucional generador
de incentivos para la cooperación
entre los actores políticos y
más concretamente, para la
formación de coaliciones de
gobierno. En virtud de que con el actual
escenario, ningún candidato puede
obtener en la primera vuelta la
mayoría de votos exigidos, quienes
pasaran a la segunda vuelta, para obtener
el triunfo, deberían aliarse con
los partidos eliminados en primera vuelta.
Esta situación establecería
un antecedente inmediato para la
formación de una coalición
gobernante tras la elección
nacional. De este modo, la
condición necesaria para triunfar
en la segunda vuelta presidencial
sería la formación de
alianzas electorales y esos acuerdos se
transformarían luego de la
elección en el soporte
político del futuro
gobierno.
Este argumento, tan ampliamente
difundido, se inspiró en un dudoso
razonamiento de causa-efecto, al entender
que en el marco de una elección con
balotaje, las alianzas electorales
ganadoras se convertirán
indefectiblemente en coaliciones
gobernantes. La evidencia comparada de
países sudamericanos que utilizan
sistemas mayoritarios con doble vuelta
para la elección presidencial,
indicaría que si bien en estos
sistemas las alianzas electorales son
frecuentes, en muy pocas casos los
acuerdos devienen en coaliciones de
gobierno.
En el presente trabajo, me propongo
demostrar la inexistencia de un
vínculo determinante o causal entre
los acuerdos electorales, creados bajo la
norma del balotaje, y la formación
de coaliciones de gobierno. En mi
opinión, el establecimiento de
coaliciones gobernantes responde
más a factores ligados con el
diseño institucional, la distancia
ideológica entre los actores o el
mapa político reinante en el
parlamento, que con el proceso electoral y
las circunstancias que de él se
derivan. Con esto no quiero decir que los
sistemas electorales no ejerzan su
influencia, sino que en todo caso, su
importancia es anterior a la
formación del gobierno y radica en
el delineamiento de un mapa
político con una determinada
correlación de fuerza. Este
razonamiento nos conduce a un segundo
problema vinculado con la performance
gubernativa de los presidentes electos con
fórmulas mayoritarias de doble
vuelta. En este sentido, afirmo que
aquellos presidentes electos por balotaje
y que no forman coaliciones tienden a
desarrollar gobiernos más
inestables que los que efectivamente las
conforman. Para demostrar ambas
proposiciones tomaré en cuenta el
desempeño electoral de los sistemas
políticos de Sudamérica que
han adoptado sistemas de mayoría
con doble vuelta para la elección
presidencial.
En el primer apartado se presenta
una breve reseña de los
antecedentes y del fenómeno de
inclusión en cadena del balotaje en
Sudamérica. Allí
también aparece una síntesis
de las recientes indagaciones
académicas sobre los efectos que
genera esta fórmula electoral. En
el segundo apartado se analizan las
elecciones presidenciales con balotaje y
las alianzas electorales conformadas por
el ganador de la elección,
estudiando de esta forma la
relación entre esas alianzas y los
gobiernos finalmente establecidos. En el
tercer apartado se considera
sintéticamente -por una
cuestión de espacio- el
desempeño de los presidentes
electos por balotaje,
distinguiéndolos entre aquellos que
forman coaliciones y los que optan por
gobernar con su partido o en forma
solitaria. Finalmente, en el último
apartado se proponen las conclusiones
más significativas del presente
estudio, vinculándolas con los
posibles efectos que el balotaje puede
generar sobre la formación del
gobierno en Uruguay.
1.- EL SISTEMA DE MAYORÍA CON
DOBLE VUELTA
La constitución reformada de
1996, afirma en su artículo 151 que
"El Presidente y el Vicepresidente de
la República serán elegidos
conjunta y directamente por el Cuerpo
Electoral por mayoría absoluta de
los votantes. Cada Partido sólo
podrá presentar una candidatura a
la Presidencia y a la Vicepresidencia de
la República. Si en la fecha
indicada (...) ninguna de las candidaturas
obtuviese la mayoría exigida, se
celebrará el último domingo
del mes de noviembre del mismo año,
una segunda elección entre las dos
candidaturas más votadas...".
De esta manera, Uruguay ingresa a la
ya numerosa lista de países
latinoamericanos que han modificado la
forma de elegir sus presidentes,
sustituyendo el clásico sistema de
elección por mayoría simple
por el sistema de mayoría absoluta
con doble vuelta. La regla determinante de
la modalidad escogida en Uruguay, es la
exigencia de la mayoría absoluta de
votos para la elección
presidencial; de no ocurrir tal
situación, una segunda
votación entre los dos candidatos
más votados hará que
necesariamente uno de ellos resulte electo
por más de la mitad de los votos
válidos.
Con la inclusión de este
instituto, el sistema político
uruguayo modifica por segunda vez la
modalidad de elección de su
Presidente/. La primera forma de
elección era indirecta y
estaba a cargo de la Asamblea
General del Poder Legislativo. La
Constitución de 1830 en su
artículo 73 establecía que
"el Presidente será elegido en
sesión permanente por la Asamblea
General, el día primero de marzo,
por votación nominal a pluralidad
absoluta de sufragios (...) excepto en la
primera elección del Presidente que
será verificada tan luego como se
hallan reunido las dos terceras partes de
los miembros de ambas Cámaras".
Una segunda modalidad fue puesta en
práctica por la Constitución
de 1918 que establecía la
elección directa y por
mayoría simple del Presidente de la
República. En su artículo 71
dicho texto afirmaba que "el Presidente
será elegido directamente por el
pueblo, a mayoría simple de
votantes mediante el sistema del doble
voto simultáneo...". La primera
forma de elección estuvo vigente
durante el período 1830-1918, en
tanto que la segunda rigió durante
los períodos en que la Presidencia
fue un cargo unipersonal, esto es,
1918-1952, 1967-1973 y 1985-1996.
1.1 - Antecedentes del sistema de
mayoría con doble
vuelta
Durante la segunda mitad del siglo
XIX, el sistema de mayoría con
doble vuelta fue utilizado en algunos
países europeos para elegir
representantes al Parlamento o Jefes de
Gobierno. Sin embargo, en las primeras
décadas del presente siglo, esta
modalidad fue suplantada por el sistema de
representación proporcional
(Sartori 1994, Nohlen 1994)/.
La nueva Constitución
francesa de 1958, que da inicio a la
Quinta República, impuso un sistema
de mayoría absoluta con doble
vuelta para la elección de la
Asamblea Nacional (Nohlen 1994). El
sistema francés, conocido como
balotaje, exige para ser electo en la
primera ronda una mayoría absoluta
de votos y en los casos en que no se
logra, estipula la realización de
una segunda vuelta con todos los
candidatos que hubiesen superado la
barrera del 12,5% de los votos, pero
cambiando en esa segunda instancia, el
criterio de decisión por el de
mayoría simple de los votos. Esta
fórmula de elección genera
en la segunda vuelta un cambio de
estrategia de los candidatos y de los
electores, pues unos y otros disponen de
una información adicional y
complementaria sobre las preferencias
ciudadanas. La evidencia suministrada por
distintos estudios electorales demuestra
que el balotaje francés propicia en
la segunda vuelta un reagrupamiento de las
candidaturas en torno a dos grandes
bloques de candidatos (Nohlen 1994,
Suleiman 1996).
En América Latina, la
fórmula electoral de mayoría
con doble vuelta fue incorporado en la
Constitución de Costa Rica de 1949.
La elección presidencial
exigía como requisito la
obtención de un 40% de los votos y
en caso de no superarse esta marca,
establecía una segunda vuelta con
los dos candidatos más votados. La
elección legislativa seguía
resolviéndose mediante la
aplicación de la
representación proporcional, por lo
que la combinación de ambos
criterios de decisión, uno en el
Ejecutivo y otro en el Legislativo, se
transformaría desde entonces en un
rasgo distintivo de la aplicación
del sistema en América Latina. A
fines de los años setenta, las
Constituciones de Perú y Ecuador
incorporaron nuevas modalidades del
sistema de mayoría con doble
vuelta/. En los años ochenta lo
harían en idéntica forma,
Guatemala, El Salvador, Nicaragua,
Haití, Chile y Brasil; finalmente
en los noventa, completarían la
nómina Colombia, Argentina/,
República Dominicana y
Uruguay.
1.2.- Los tipos de sistemas de
mayoría con doble
vuelta
Maurice Duverger define la modalidad
de elección mayoritaria y con doble
vuelta utilizada en Francia como un
sistema en el que "para ser
electo, es necesario obtener la
mitad más uno de los votos, es
decir la mayoría absoluta; si no,
se procede a una segunda vuelta, llamada
balotaje, para que la que basta alcanzar
la mayoría relativa de los
votos..."/ Si bien esta
definición es sencilla y al mismo
tiempo precisa, el lenguaje
político más extendido ha
designado como balotaje a una amplia gama
de sistemas de mayoría que permiten
una segunda vuelta entre los dos
candidatos más votados. En
América Latina son catalogados como
balotaje diferentes tipos de sistemas, los
cuales pueden distinguirse según
dos variables principales: i) el tipo de
exigencia que se establece en la primar
ronda, ii) el cuerpo elector de la segunda
ronda/.
El cuadro 1 muestra una
tipología basada en estas
variables:
Cuadro 1: Tipos de Sistema de
Mayoría con Doble Vuelta.
|
|
Tipo de Exigencia
|
|
Pluralidad
|
Mayoría
Absoluta
|
|
Elector en la segunda
vuelta
|
Cuerpo Electoral
|
Argentina
Nicaragua
Costa Rica
Ecuador 98
|
Ecuador 78,
Perú, Guatemala, El
Salvador, Haití, Chile 89,
Brasil, Colombia,
República Dominicana,
Uruguay
|
|
Congreso
|
Perú 33
|
Chile 25
Bolivia
|
Como puede observarse, en
América Latina existen
básicamente tres tipos de
elección presidencial con doble
vuelta: i) la que exige una mayoría
absoluta de votos con una segunda vuelta
con participación del cuerpo
electoral; ii) la que exige una pluralidad
con una segunda vuelta con
participación del cuerpo electoral;
iii) la que exige una mayoría
absoluta de votos con una segunda vuelta
en el Congreso.
El sistema que exige una
mayoría absoluta en la primera
vuelta es el más habitual en
América Latina, pues rige en nueve
países, entre los que se encuentra
Uruguay. El sistema de pluralidad presenta
cuatro casos: Argentina y Ecuador que
exigen una mayoría del 45% o en su
defecto una del 40% con una diferencia del
10% sobre el segundo; Costa Rica que exige
una mayoría del 40%; y Nicaragua
que exige una mayoría del 45%.
Finalmente aparece el sistema de doble
vuelta en el Congreso, el cual exige
mayoría absoluta de votos en ambas
vueltas. En la primera vuelta participa la
ciudadanía o más
precisamente, el cuerpo electoral y en la
segunda, el Congreso. Este sistema
está vigente en la actualidad en
Bolivia y fue utilizado en Chile durante
el período 1925-1973.
1.3. - Los efectos (esperados) del
balotaje
Durante los últimos
años, se han incrementado los
estudios que analizan los efectos de los
sistemas electorales sobre el formato del
sistema de partidos. En relación al
impacto de los sistemas de mayoría
con doble vuelta se han desarrollado
avances en tres grandes áreas: i)
el efecto del balotaje sobre el
número de partidos; ii) el efecto
del balotaje sobre las estrategias
electorales; y iii) el efecto del balotaje
sobre la formación del
gobierno/.
i.- Entre el primer grupo de
estudios se destacan los avances de
Shugart y Carey (1992:208-225) que
correlacionan la modalidad de
elección presidencial con el
número efectivo de candidatos
presidenciales (Np) y con el número
efectivo de partidos legislativos (Nv).
Según estos autores, el balotaje
eliminaría el efecto reductor de
los sistema de elección
presidencial por mayoría simple /,
ya que en una elección por
mayoría y a dos vueltas, los
partidos políticos pequeños
encuentran importantes estímulos
para participar en la primera ronda, donde
no se decide la elección
presidencial. Una condición
necesaria para que este efecto funcione,
es la certeza de que ningún
candidato accederá a la
mayoría absoluta y que la
elección legislativa sea
simultánea o concurrente con la
elección presidencial. Según
Shugart y Carey (también Jones
1997), la elección presidencial por
mayoría simple establece una
notoria tendencia a la conformación
de dos grandes bloques electorales, en
tanto que la elección por
mayoría absoluta está
fuertemente asociada con una competencia
electoral fragmentada. La evidencia
empírica presentada por estos
autores parece ser concluyente. El cuadro
2 muestra que la media del Np y del Nv de
los sistemas de mayoría simple se
ubica muy por debajo que la de los
sistemas de mayoría absoluta con
doble vuelta.
Cuadro 2: Efectos de los sistemas de
elección presidencial.
|
|
Sistemas de
mayoría
simple
|
Sistemas de
balotaje
|
|
Número Efectivo
Candidatos Presidenciales
(Np)
|
2.5
|
4.1
|
|
Número Efectivo
Partidos parlamentarios
(Nv)
|
3.1
|
5.8
|
|
Número Efectivo de
Partidos (NEP)
|
2.5
|
5.1
|
Fuente: Shugart y Mainwaring
1997.
Asimismo, Mainwaring y Shugart
(1997:407) presentan evidencia
empírica de diez países con
elección presidencial por
mayoría simple y de seis
países con elección por
mayoría absoluta. En el primer
caso, se presentan 76 elecciones
simultáneas o concurrentes con
elección presidencial por
mayoría simple /, que arrojan una
media del número efectivo de
partidos (NEP) del 2.5. En el segundo
caso, se presentan 19 elecciones
concurrentes pero con balotaje, donde la
media del NEP crece al 5.1.
Estos estudios demostrarían
que el balotaje tiende a incrementar el
número efectivo de partidos. Sin
embargo, Charles Kenney (1998), pone en
duda la validez de las conclusiones, al
entender que una comparación
cross-national -como la
desarrollada por Shugart y Carey, Jones y
Mainwaring y Shugart- no permite aislar el
verdadero efecto de la doble ronda
presidencial. Según este autor, el
efecto del balotaje sobre en NEP puede
establecerse, únicamente, mediante
la utilización de comparaciones del
tipo cross-sectional, de forma tal
de observar el NEP antes y después
de la inclusión del balotaje. Como
evidencia, Kenney presenta los casos de
Perú, Colombia y República
Dominicana, donde la mayoría
absoluta fue implementada en los
años 1985, 1991 y 1996
respectivamente. La evidencia presentada
por Kenney está agrupada en el
cuadro 3. Allí la media del Np con
balotaje en Perú disminuye respecto
a la media del Np con mayoría
simple. Asimismo, la media del Nv apenas
aumenta con el balotaje. Algo similar
ocurre en Colombia, donde la media del Np
con mayoría simple aumenta
levemente y la del Nv disminuye.
Cuadro 3: Efectos de los sistemas de
balotaje (según Kenney
1998).
|
|
Perú
|
Colombia
|
|
|
MS
|
Balotaje
|
MS
|
Balotaje
|
|
Número Efectivo
Candidatos Presidenciales
(Np)
|
3.21
|
2.96
|
2.43
|
2.79
|
|
Número Efectivo
Partidos parlamentarios
(Nv)
|
3.04
|
3.09
|
2.19
|
2.14
|
MS - Mayoría Simple
Estos resultados parecen demostrar
que el balotaje no afectaría en
forma determinante el número de
candidatos presidenciales o el
número de partidos en las
elecciones legislativas. Esta
deducción debe ser relativizada en
virtud del pequeño número de
observaciones presentadas por Kenney,
cinco para Perú y siete para
Colombia /.
ii.- En el segundo grupo de
estudios, se encuentran las
investigaciones que vinculan al balotaje
con el desempeño electoral de los
partidos. El principal efecto detectado se
relaciona con la conformación de
alianzas electorales o coaliciones en la
segunda vuelta del balotaje. En virtud de
que en esa instancia tan sólo dos
candidatos compiten por la Presidencia, es
factible esperar que dos o más
partidos realicen un acuerdo electoral
para derrotar al otro candidato. Juan Linz
(1994) ha señalado el caso de los
sistemas multipartidistas de
América Latina, donde "los
candidatos presidenciales tienden a
conformar amplias coaliciones electorales
con el único incentivo de derrotar
al candidato más resistido".
Las elecciones presidenciales en varios
países de Sudamérica
demostraría que esto efectivamente
acontece así.
Otro aspecto importante, ligado a la
competencia electoral de los partidos, se
relaciona con la polarización de la
competencia electoral. Aquí, Linz
(1994) señala que el balotaje
tendería a polarizar la competencia
entre los dos candidatos de la segunda
vuelta. Tomando el caso de los sistemas
multipartidistas latinoamericanos, donde
existen partidos extremistas, Linz
argumenta que éstos pueden ser
capaces de concitar la atención de
una parte importante del electorado y
tironear de esa manera a los dos
candidatos. En esa situación,
"los candidatos presidenciales de la
segunda vuelta pueden desplazarse en sus
discursos hacia los polos de la escala
derecha-izquierda en la búsqueda de
votos de los partidos polarizados. Sin
embargo, otros autores han afirmado
precisamente lo contrario, esto es que el
balotaje impele a los candidatos a
competir hacia el centro, ya que esa es la
mejor forma de maximizar sus ganancias
electorales. Luis E. González
(1998) afirmó que en el caso
uruguayo, el balotaje contribuirá a
"la despolarización de la
cultura política uruguaya".
Partiendo de la idea de que la
"polarización" es el nivel de
conflictos y tensiones (reales y
potenciales) que existen en un sistema
político, González considera
que "la reforma constitucional
fortalece el proceso de
despolarización de manera indirecta
pero vigorosa" porque "los que
tienen posibilidades reales de llegar al
gobierno se ven obligados a buscar
acuerdos y a transar con todos sus amigos
cercanos y algunos de los lejanos: con
todos los que pertenecen a su propia ala
del espectro ideológico." Si
bien esto es posible, la condición
para que suceda así es que la
distribución del electorado se
concentra efectivamente en el centro y
sólo marginalmente en los polos de
la dimensión
derecha-izquierda.
iii.- Un tercer conjunto de estudios
analiza los efectos del balotaje sobre la
formación y funcionamiento de los
gobiernos. Un aspecto de esta
dimensión se vincula con el apoyo
político efectivo que obtiene un
presidente electo en segunda ronda por la
mayoría absoluta de votos.
Aquí aparece el problema del estilo
presidencial de ejercer la autoridad y el
poder, y también el tema de
cómo la elección mayoritaria
del presidente influye en la
relación del mandatario con los
restantes actores del sistema. Bottinelli
(1986) señala que en este tipo de
elección, "la mayoría
resultante no es un producto natural de la
formación de la voluntad del
ciudadano, sino una mayoría
forzada". Esta situación puede
derivar en serios inconvenientes para el
ejercicio del gobierno, ya que la
coincidencia o no de esa mayoría
electoral con la mayoría
parlamentaria existente determinará
escenarios políticos muy diferentes
/. Por su parte, Valenzuela (1995)
observa que "la conciencia de un
Presidente de tener un mandato
independiente emanado directamente de la
ciudadanía, puede alentar
comportamientos reñidos con los
procedimientos constitucionales. En
situaciones de conflictividad con el
Congreso el Presidente puede aludir a su
condición de electo por la
mayoría absoluta de la
población e intentar imponer su
voluntad por vías poco
democráticas". El ejemplo
más recurrente de esto lo
constituye el actual Presidente del
Perú, Alberto Fujimori, quien en
1992, cansado y molesto por los continuos
bloqueos que el Congreso le
imponía, optó por promover
un autogolpe de Estado en
combinación con las Fuerzas
Armadas. Sin duda, la condición de
haber sido electo por una mayoría
absoluta permite a los presidentes de
turno ejercer una presión
desmesurada sobre los restantes actores
del sistema, pudiendo en ciertos casos
poner en riesgo la estabilidad
política del régimen. En
este aspecto, también encontramos
la oposición de Luis E.
González (1998), quien afirma que
"un presidente capaz de violentar el
orden institucional por este plus de poder
(que es puramente legitimatorio, pero no
institucional), probablemente es un
presidente propenso a esa clase de
violencias, y enfrentado a las mismas
circunstancias sustantivas, con o sin
reforma, su comportamiento sería
igualmente poco fiable". Nuevamente
aquí, al igual que en los puntos
anteriores, encontramos diferentes formas
de enfocar los efectos del balotaje; si
bien todos están provistos de
lógica y coherencia argumental,
ninguna reflexión presenta el
adecuado respaldo empírico como
para arribar a formulaciones
categóricas.
Otro aspecto relacionado con el
balotaje y la formación de los
gobiernos hace referencia a la
conformación de coaliciones. En los
países con sistemas
multipartidistas, los presidentes electos
suelen tener bancadas o contingentes
legislativos muy reducidos. En muchos
casos, los mandatarios optan por
constituir coaliciones de gobierno entre
dos o más partidos, como forma de
resolver el problema de la
aprobación de sus políticas
en el Congreso (Daheza 1996, Amorín
Neto 1998, Chasquetti 1998). Muchos
auspiciantes del balotaje han argumentado
en favor de su capacidad de incentivar la
formación de coaliciones
electorales que redunden en coaliciones
gobernantes. González (1998)
sintetiza sin dudas este punto de vista:
"...en este país nadie tiene
mayorías políticas propias,
y a corto plazo, probablemente nadie las
tendrá. Por lo tanto, para que este
país sea gobernable es necesario
construir esas mayorías. Las
coaliciones hacen exactamente eso:
construyen mayorías capaces de
gobernar democráticamente (...)
¿Por qué razón la
reforma constitucional favorecería
la formación de coaliciones? El
ejemplo más ilustrativo es el caso
francés. La experiencia acumulada
por la presente república francesa
muestra que el mecanismo de segunda
vuelta, aun cuando sólo valga para
la elección presidencial, es
suficiente para impulsar y fortalecer una
lógica de acuerdos políticos
previos. Esa es, exactamente, la
lógica instaurada por la reforma
constitucional uruguaya, y por la
vía contribuye al fortalecimiento
de la democracia". Bottinelli (1998)
en este punto parece ser un poco
más cauto y menos entusiasta:
"el Uruguay tiene una muy vieja
historia en materia de entendimientos, se
les llame como se les llame, ya sea
coparticipaciones, gobernabilidades o
coaliciones. Sin embargo, la
característica es que son todos
post-elección, es decir, nunca son
producto de una comparecencia previa a la
elección. La composición
parlamentaria es la que determina el
escenario para realizar estas coaliciones,
entendimientos o gobernabilidades. El
balotaje crea el desafío. Este
tiene dos formas de presentación,
que no siempre son producto de una
voluntad de una y otra parte, sino de las
posibilidades políticas. Una de
ellas es ir a un escenario abierto, para
tratar de competir por los votos de
quienes han quedado excluidos. La otra
plantea mantener la competencia cerrada
entre los partidos, estableciendo un
sistema en el que no hay excluidos.
Sencillamente hay menos candidatos, pero
todos quedan representados mediante la
formación de bloques. Esto es lo
que tradicionalmente ha operado en
Francia. Allí, rara vez ha habido
excluidos, salvo formas políticas
muy extremas (...) Ese es un camino que
queda abierto en el Uruguay: la
posibilidad de coaliciones previas a la
elección (...) Todo esto puede o no
apuntar a políticas de
coalición...".
Como lo demuestra el caso chileno,
las alianzas electorales conformadas en la
primera vuelta pueden efectivamente
transformarse en coaliciones de gobierno
(Flisfisch 1992). Sin embargo, no parece
claro que este tipo de arreglo gubernativo
sea especialmente alentado por el
balotaje. Obsérvese que
países con sistemas de
elección por mayoría simple
como Uruguay y Venezuela, también
conforman coaliciones de gobierno. En el
próximo apartado analizaré
en que medida el balotaje alienta la
formación de coaliciones de
gobierno, acudiendo principalmente a los
casos sudamericanos en que se ha realizado
la elección presidencial con
segunda vuelta.
2.- SISTEMA DE DOBLE VUELTA Y
COALICIONES DE GOBIERNO
En la actualidad, trece
países de Latinoamérica
presentan sistemas de elección
presidencial con doble vuelta y
participación directa de la
ciudadanía. Como lo muestra el
cuadro 4 (o el Anexo 2, Tabla 2), en estos
países se han realizado cuarenta y
cinco elecciones, de las cuales
veintinueve no requirieron de la segunda
ronda para dirimir la presidencia
(64.4%).
Cuadro 4: Elecciones presidenciales
con doble vuelta en América
Latina.
|
|
|
Resolución de
la elección
en
|
|
Tipo de exigencia
|
Nº
Elecciones
|
1º
Vuelta
|
2º
Vuelta
|
|
Mayoría absoluta de
votos
|
28
|
12
|
16
|
|
Pluralidad de votos (40%,
45%)
|
17
|
17
|
0
|
|
Totales
|
45
|
29
|
16
|
Fuentes: Ver Anexo 2, Tabla
2.
Obsérvese que en ninguna de
las diez y ocho elecciones donde se
exigía una pluralidad -Costa Rica,
Nicaragua y Argentina-, debió
realizarse la segunda vuelta para definir
el ganador. En este sentido es posible
pensar en la existencia de algún
tipo de asociación entre la
exigencia de la pluralidad (40% o 45%) y
la no realización de la segunda
vuelta. Por otra parte, de las diez y seis
elecciones donde efectivamente se
realizó la segunda vuelta (35.6%),
diez se concentraron en países de
América Latina (Ecuador,
Perú, Brasil y Colombia) y seis en
países de América Central
(República Dominicana, Guatemala y
El Salvador). Para establecer con claridad
el vínculo entre balotaje y
coaliciones de gobierno, se
analizarán las alianzas conformadas
durante las rondas electorales y luego, la
relación entre éstas y la
formación del gobierno. Por
comodidad semántica denominaremos
alianzas a todos los acuerdos realizados
entre dos o más partidos en una
instancia electoral y coaliciones a los
acuerdos realizados entre dos o más
partidos con el objetivo de
gobernar.
2.1.- Las alianzas
electorales
Una alianza electoral puede
definirse como el entendimiento de al
menos dos partidos en torno a una
candidatura presidencial y/o un programa
electoral. En esta definición, lo
significativo es el acuerdo electoral
entre las partes. En países como
Brasil o Ecuador algunos partidos
recomiendan votar por tal o cual candidato
presidencial, pero al mismo tiempo
reclaman el voto para sus candidatos al
Congreso. La característica
principal de este fenómeno, que
llamaré aquí alianza
electoral de coyuntura, es la inexistencia
de acuerdos entre los dirigentes
partidarios. Una segunda dimensión
del problema se vincula con el momento en
el cual se puede conformar una alianza
electoral: alianzas de primera ronda o
alianzas de segunda ronda. Mientras que
las alianza de primera ronda suelen estar
apoyadas en un acuerdo, las de segunda
ronda tienden a ser coyunturales.
Analizando los resultados de diez y
siete elecciones con balotaje en
Sudamérica, encontramos que en doce
el ganador constituyó una alianza
electoral. Esto supone la existencia de
una tendencia hacia la constitución
de alianzas electorales (ver cuadro 5).
Los casos que no se registran apoyos o
alianzas electorales son los de Argentina
1995, Colombia en 1994 y 1998, y
Perú 1985 y 1995. Estas situaciones
pueden ser explicadas por la incidencia de
ciertas variables particulares de cada uno
de los sistemas políticos: en
Colombia el sistema bipartidista /, en
Argentina las mismas reglas electorales /
y en Perú ciertos avatares del
proceso político, pero
fundamentalmente, la crisis del sistema de
partidos /.
Cuadro 5: Ganadores de elecciones
presidenciales con balotaje en
Sudamérica
|
|
Ganadores en
1ª
Vuelta
|
Ganadores en
2º
Vuelta
|
Total
|
|
Ganadores con alianzas
electorales
|
4
|
8
|
12
|
|
Ganadores sin alianzas
electorales
|
3
|
2
|
5
|
|
Total
|
7
|
10
|
17
|
Fuentes: Ver Anexo 2, Tabla
3.
En general, en la primera ronda las
alianzas tienden a ser acuerdos entre
partidos, mientras que en la segunda
tienden a ser alianzas convergentes (Ver
Anexo 2, Tabla 3). En las elecciones de
1979, 1984, 1992 y 1998 de Ecuador, los
partidos de los Presidentes Roldós
(PRE), Febres Cordero (PSC), Durán
Ballén (PUN) y Mahuad (DP)
realizaron acuerdos con otros
conglomerados políticos /.
Idéntica situación se
vivió en las elecciones chilenas de
1989 y 1993, donde el PDC en alianza con
el Partido Socialista, el Partido Radical
Social y el Partido por la Democracia
obtuvieron el triunfo presidencial ya en
la primera ronda. A su vez, las alianzas
ganadoras de segunda ronda, como bien
indicara Linz, fueron constituidas en su
gran mayoría para impedir el
triunfo del otro candidato presidencial.
Por ejemplo, en Brasil 89, los partidos de
centro derecha y el PMDB apoyaron a Collor
para impedir el triunfo de Lula, candidato
del izquierdista PT. De igual forma
aconteció en Perú en 1990,
cuando el APRA e Izquierda Unida apoyaron
a Fujimori para impedir el triunfo del
liberal Vargas Llosa. Es también el
caso del acuerdo de ID, perdedor de la
primera vuelta en Ecuador, 1979, que
apoyó a Jaime Roldós para
evitar el triunfo del socialcristiano
Sixto Durán Ballén. De
alguna manera, los partidos eliminados en
la primera vuelta se ven impulsados a
admitir su preferencia y a recomendar el
voto por alguno de los candidatos
finalistas. En suma, sobre diez y siete
elecciones realizadas en
Sudamérica, doce parecen indicar
una cierta tendencia del balotaje a
favorecer las alianzas electorales entre
más de un partido. A su vez, las
alianzas de primera ronda parecen ser
más sólidas y consistentes
que las conformadas en la segunda vuelta.
Esto se debe a que los acuerdos
electorales de primera ronda se concentran
en el apoyo no sólo a un candidato
sino a una propuesta más global que
incluía un programa, compromisos,
cargos, etc. Ese es el caso de Febres
Cordero en Ecuador, Cardoso en Brasil o
Aylwin y Frei en Chile.
Ahora bien, si en verdad el balotaje
favorece la formación de
coaliciones de gobierno, deberíamos
esperar que los acuerdos electorales se
transformen en coaliciones de gobierno. En
otras palabras, si el efecto esperado del
balotaje sobre el gobierno se cumple, las
alianzas electorales detectadas
deberían convertirse necesariamente
en coaliciones gobernantes.
2.2 - Las coaliciones de
gobierno
La evidencia analizada hasta el
momento muestra que en casi todos los
casos, el balotaje impele a la
formación de alianzas electorales.
En la mayoría de los casos, el
triunfador de la elección
presidencial llega al gobierno con el
apoyo explícito o implícito
de otros partidos y por tanto, con buenas
condiciones para negociar y conformar una
coalición de gobierno. De las diez
y siete elecciones reseñadas, en
doce se conformaron alianzas electorales.
Parece entonces imprescindible indagar
sobre los gobiernos emanados de estas doce
elecciones y detectar la posible
existencia de un vínculo entre la
alianza electoral que llevó al
candidato al gobierno y los gobiernos
finalmente constituidos. El cuadro 7
muestra que tan sólo en cinco
elecciones, las alianzas electorales
devinieron en coaliciones de gobierno:
Brasil con Cardoso en 1994 y 1998; Chile
con Aylwin y Frei en 1989 y 1993; y
Ecuador con Borja en 1988.
Cuadro 7: Alianzas electorales y
modalidades de gobierno en
Sudamérica
|
|
Modalidad de Gobierno
escogidas
|
|
|
de
Coalición
|
de
Partido
|
|
Presidentes ganadores con
alianzas
|
5
|
7
|
|
Presidentes ganadores sin
alianzas
|
0
|
5
|
|
Totales
|
5
|
12
|
Fuentes: Ver Anexo 2, Tabla
4.
En los cinco casos donde las
alianzas electorales se transformaron en
coaliciones de gobierno los presidentes
contaron con mayorías legislativas
como para aprobar políticas en el
Legislativo /. En las restantes siete
ocasiones, los presidentes para gobernar
debieron conformar acuerdos ad hoc
con otros partidos en el Congreso.
Obsérvese que Jaime Roldós,
Febres Cordero, Durán
Ballén, Bucarám y Mahuad en
Ecuador fueron electos con el apoyo de
varios partidos, sin embargo, ninguno de
ellos constituyó coalición
de gobierno alguna. De igual forma
aconteció con Fujimori en
Perú 1990 y con Collor de Melo en
Brasil 1989. Si bien es cierto que los
presidentes que formaron coaliciones
contaron con alianzas electorales, ello no
supone que en todos los casos en que
éstas existieran traerían
consigo una coalición de
gobierno.
El cuadro 8 muestra la
situación en las cámaras de
todos los presidentes electos con alianzas
electorales.
Cuadro 8: Situación en la
Cámara baja de los Presidentes
electos con alianzas.
|
Elección
|
Presidente
|
Partido del
Presidente*
|
Coalición
de Gobierno
**
|
|
Brasil 89
|
Collor de Melo
|
5.6%
|
-
|
|
Brasil 94
|
F. H. Cardoso
|
12.4%
|
57.5%
|
|
Brasil 98
|
F. H. Cardoso
|
19.3%
|
67.6%
|
|
Chile 89
|
P. Aylwin
|
32.5%
|
51.5%
|
|
Chile 93
|
E. Frei
|
30.8%
|
55.5%
|
|
Ecuador 79
|
J. Roldós
|
42.0%
|
-
|
|
Ecuador 84
|
L. Febres Cordero
|
12.7%
|
-
|
|
Ecuador 88
|
R. Borja
|
40.8%
|
50.7%
|
|
Ecuador 92
|
S. Durán
Ballen
|
15.6%
|
-
|
|
Ecuador 96
|
A. Bucarám
|
23.2%
|
-
|
|
Ecuador 98
|
J. Mahuad
|
29.2%
|
-
|
|
Perú 90
|
A. Fujimori
|
17.7%
|
-
|
* Escaños del partido del
presidente en la Cámara **
Escaños de la coalición en
la Cámara. Fuentes citadas.
El cuadro 8 muestra que de los doce
presidentes electos con alianzas
electorales, sólo cinco lograron
conformar coaliciones de gobierno /. Al
mismo tiempo, estos presidentes son los
únicos que logran iniciar sus
mandatos en óptimas condiciones de
gobernabilidad, pues en todos los casos
sus contingentes legislativos superan la
mayoría absoluta de la
Cámara. Obsérvese que cuatro
de estas cinco coaliciones estuvieron
precedidas por alianzas electorales
conformadas en la primera vuelta y que las
coaliciones de gobierno finalmente
estatuidas fueron reelegidas para un
segundo mandato gubernativo.
En síntesis, los datos
ofrecidos hasta el momento indican la
inexistencia de un vínculo causal y
determinante entre el balotaje y las
coaliciones de gobierno. Al parecer las
coaliciones de gobierno dependen
más de otras variables
político-institucionales (magnitud
del contingente legislativo del partido
del presidente, número efectivo de
partidos o polarización
ideológica) que de la modalidad de
elección presidencial. De un total
de diez y siete elecciones presidenciales
realizadas bajo la regla del balotaje en
Sudamérica, doce muestran ganadores
con alianzas electorales, pero
únicamente cinco generaron
gobiernos de coalición.
3.- SISTEMA DE ELECCION
PRESIDENCIAL, COALICIONES Y
ESTABILIDAD
3.1.- Los presidentes electos
por balotaje en
Sudamérica
Entre las múltiples variables
que inciden en la formación de una
coalición de gobierno, la de la
magnitud del contingente legislativo del
partido del presidente parece ser la
más importante, tanto en un
régimen de presidencial como en un
régimen parlamentario. De
allí, la asociación entre
sistemas multipartidarios y coaliciones
gobernantes y de allí
también, los enfoques que
señalan las graves dificultades que
en estos casos revisten los sistemas
presidenciales (Mainwaring y Shugart
1997).
Los presidentes que cuentan con un
partido mayoritario y disciplinado en la
Cámara no tienen necesidad de
conformar coaliciones de gobierno /. En
teoría, tampoco aquellos que su
contingente legislativo se acerque a la
mayoría del Congreso
deberían acudir a la
conformación de coaliciones
gobernantes, ya que los Ejecutivos que
logran el apoyo de por lo menos el 40% de
la Cámara tienen condiciones
favorables para gobernar mediante acuerdos
ad hoc con pequeños socios.
En el cuadro 9, donde se ordenan todos los
presidentes sudamericanos electos por
balotaje según su apoyo
legislativo, se observa que en sólo
tres casos el partido del presidente
superó la mayoría absoluta
de la cámara y en otros tres se
superó la línea
crítica del 40%. En total, de diez
y siete presidentes electos por balotaje,
sólo seis no tenían la
necesidad imperiosa de conformar acuerdos
de gobierno.
Cuadro: 9: Apoyos legislativos de
los gobiernos.
|
Elección
|
Presidente
|
Partido del
Presidente*
|
Coalición
Mayoritaria
|
|
Perú 85
|
García
|
59.0%
|
-
|
|
Perú 95
|
Fujimori
|
56.0%
|
-
|
|
Colombia 94
|
Samper
|
55.0%
|
-
|
|
Argentina 95
|
Menem
|
46.0%
|
-
|
|
Ecuador 79
|
Roldós
|
42.0%
|
-
|
|
Ecuador 88
|
Borja
|
40.8%
|
X
|
|
Chile 89
|
Aylwin
|
32.5%
|
X
|
|
Colombia 98
|
Pastrana
|
32.0%
|
-
|
|
Chile 93
|
Frei
|
30.8%
|
X
|
|
Ecuador 98
|
Mahuad
|
29.2%
|
-
|
|
Perú 90
|
Fujimori
|
29.0%
|
-
|
|
Ecuador 96
|
Bucarám
|
23.2%
|
-
|
|
Brasil 98
|
Cardoso
|
19.3%
|
X
|
|
Ecuador 92
|
Durán Ballen
|
15.6%
|
-
|
|
Ecuador 84
|
Febres
|
12.7%
|
-
|
|
Brasil 94
|
Cardoso
|
12.4%
|
X
|
|
Brasil 89
|
Collor
|
5.6%
|
-
|
* Escaños del partido del
presidente en la Cámara baja;
** Escaños de la coalición
en la Cámara baja. Fuentes
citadas.
En el grupo de los presidentes con
escaso apoyo parlamentario (los que tienen
menos del 40% de las bancas), sólo
cuatro conformaron coaliciones de
gobierno: Cardoso en Brasil, en dos
ocasiones, y Aylwin y Frei en Chile /.
Entre los siete presidente que siendo
minoritarios no conformaron coaliciones,
encontramos que dos fueron electos en el
transcurso del año 1998, Jamil
Mahuad en Ecuador y Andrés Pastrana
en Colombia. Ambos mandatarios asumieron
sus funciones y, en idéntica forma,
se abocaron a resolver tareas de gobierno
relacionadas con la pacificación de
sus países. En la actualidad,
Pastrana intenta lograr un acuerdo de paz
con la guerrilla colombiana, en tanto que
Mahuad negoció y firmó un
Tratado de Paz con el Perú,
poniendo fin al casi eterno conflicto
fronterizo entre ambos países.
Según los observadores
especializados, esas iniciativas de
pacificación han gozado de un
amplio respaldo del conjunto del espectro
político, lo cual
relativizaría o relegaría a
un segundo plano el gravísimo
problema de la situación
minoritaria en el Congreso. No obstante,
parecería lógico creer que
una vez superadas las políticas de
pacificación, los problemas con el
Congreso renacerán y los
presidentes encontrarán serias
dificultades para gobernar /.
En el mismo grupo, aparecen Collor
de Melo (Brasil, 1989), Alberto Fujimori
(Perú, 1990) y Abdalá
Bucarám (Ecuador 1996). Observase
que estos tres mandatarios no pudieron
concluir sus mandatos por distintas
razones. En el caso de Collor de Mello,
electo en 1989, su partido,
Reconstrucción Nacional, apenas
contaba con el 5,6% de la Cámara.
Durante los primeros meses del mandato, el
Presidente pudo superar su difícil
posicionamiento mediante la
obtención de apoyos ad hoc
de los partidos de derecha y de centro. Ya
sobre el final del segundo año de
su mandato, Collor comenzó a tener
fuertes conflictos con el Congreso (Lima
Junior 1995) y un año más
tarde, en setiembre de 1992, fue separado
de su cargo bajo la acusación de
ilícitos económicos y
corrupción.
Por su parte, Fujimori fue electo en
1990 y su partido, Cambio 90,
reunía sólo el 29% de la
Cámara. Durante el primer
año de gobierno logró
aprobar un ajuste económico con
votos de la coalición que
había apoyado precisamente a su
rival del balotaje, Mario Vargas Llosa.
Sin embargo, las políticas de
reforma fueron generando una fuerte
oposición de los congresistas, lo
que derivó en bloqueos y conflictos
(Cottler 1996). En abril de 1992, Fujimori
en alianza con los militares,
impulsó un autogolpe institucional
que condujo a la disolución del
Congreso.
Finalmente, Abdalá
Bucarám asumió su cargo en
agosto de 1996 y su partido, el PRE,
obtuvo tan sólo el 23% de la
Cámara. La ausencia de
mayorías legislativas
propició también en este
caso, un duro enfrentamiento entre un
Presidente populista y un Congreso
dispuesto a frenar todas sus propuestas
políticas (Acosta 1996). El 6 de
febrero de 1997 el conflicto llegó
a su máxima expresión cuando
el Congreso decidió destituir a
Bucarám por "incapacidad mental".
Como puede notarse, estos tres presidentes
se distinguen por el alto nivel de
conflictividad en sus relaciones con los
respectivos Congresos. A esta lista
debería añadirse Febres
Cordero (Ecuador, 1984) quién, en
1986, luego de sucesivos conflictos con el
Congreso y de duras acusaciones por parte
de la oposición, debió
soportar un intento de golpe de Estado y
un secuestro de 24 horas, por parte de un
sector de las Fuerzas Armadas liderado por
el Gral. Frank Vargas Pazzos.
El cuadro 10 muestra que los
presidentes elegidos por balotaje que no
conformaron coaliciones de gobierno
parecen tener graves dificultades para
concluir sus mandatos. Todos ellos,
tuvieron apoyos legislativos minoritarios
y por tanto, una relación
conflictiva con los Congresos.
Cuadro 10: Situación de
gobierno de los Presidentes electos por
balotaje en Sudamérica
|
Status legislativo
|
Gobierno
de...
|
Culminan
el mandato
|
Con serios
problemas
|
Actualmente
gobiernan
|
Totales
|
|
Partido del Presidente
|
Coalición
|
1
|
0
|
0
|
1
|
|
supera el 40%
|
Partido
|
3
|
0
|
2
|
5
|
|
Partido del Presidente
no
|
Coalición
|
2
|
0
|
2
|
4
|
|
supera el 40%
|
Partido
|
1
|
4
|
2
|
7
|
|
Totales
|
|
7
|
4
|
6
|
17
|
3.2.- Gobierno y
balotaje.
Entre las críticas formuladas
a los regímenes de gobierno
presidenciales, quizá la referida a
la doble legitimidad del gobierno sea la
más certera de todas (Linz 1997).
La elección autónoma del
Poder Ejecutivo respecto al Poder
Legislativo establece de hecho la
posibilidad de conflicto entre ambas ramas
de gobierno. En la teoría del
gobierno, esa doble legitimidad es una de
las mayores virtudes del régimen
presidencial, dado que la
separación de poderes y los
checks and balances impiden el
dominio de un poder sobre los restantes
(Shugart y Carey 1992). Si bien esto es
cierto, la separación de poderes y
su distanciamiento no parece ser la mayor
necesidad de los sistemas políticos
que deben lidiar con problemas de
gobernabilidad o que deben procesar
reformas de índole estructural.
Para aplicar políticas
económicas sostenidas en el tiempo
y modificaciones vinculadas con el Estado
y el mercado, resulta imprescindible un
quantum mínimo de
gobernabilidad, por lo que la coincidencia
entre la voluntad del presidente y la del
Congreso, puede ser considerado como un
factor clave para la estabilidad del
sistema político. Como bien
señala Jones (1997) aquellos
sistemas electorales que favorecen esa
convergencia serán sin duda
más funcionales a la gobernabilidad
que los que propicien una efectiva
divergencia entre los poderes. Entonces,
¿cómo ingresa el balotaje en
esta complicada ecuación de
gobierno?
Cuando Juan Linz reflexionó
respecto a los "defectos" del
presidencialismo, el sistema de
elección presidencial dominante era
el de mayoría simple. Diez
años más tarde, el balotaje
ha avanzado y se ha impuesto en la
mayoría de los sistemas electorales
del continente. Con presidentes electos
por mayoría absoluta, los problemas
de la doble legitimidad tienden a
agravarse todavía más, ya
que con este sistema aumenta la
posibilidad de que un presidente electo no
tenga mayorías en el Congreso. Es
más, el balotaje permite el peor de
los escenarios, esto es que el presidente
ni siquiera cuente con la primera
mayoría en la Cámara. Por
tanto, las perspectivas de estabilidad
gubernativa en el continente se encuentran
seriamente amenazadas con la vigencia de
este sistema de elección. No
obstante, la forma en que éste es
combinado con otras variables
sistémicas resulta clave para
comprender el verdadero impacto que
podrá generar sobre el ejercicio de
gobierno.
En primer lugar, el balotaje en un
sistema de partidos institucionalizado
(Colombia, Chile, Uruguay, y en menor
medida, Argentina) puede generar efectos
menos perjudiciales para el acontecer
gubernativo. La fuerte mediación de
los partidos, en lo relativo a la
selección de los candidatos y al
control de los órganos
legislativos, pueden atenuar la emergencia
de situaciones conflictivas y riesgosas
para el proceso democrático /. En
cambio, en los sistemas de partidos
incipientes (Brasil, Perú, Ecuador
y Bolivia), la debilidad partidaria puede
fomentar la emergencia de liderazgos
presidenciales con convocatorias de tipo
plebiscitarias. De allí la
emergencia de movimientos en torno a
presidentes carismáticos, los
continuos desafíos al poder de los
Congresos y la tendencia a saltearse las
instancias tradicionales de todo proceso
democrático.
En segundo lugar, el balotaje
conjugado con un sistema electoral que
establezca la existencia de elecciones
presidenciales y legislativas no
simultáneas puede generar mayores
problemas que una normativa electoral que
favorezca la votación
simultánea de todos los
órganos. Ya de por sí, la
naturaleza de la doble vuelta provoca una
ruptura en la coherencia del voto, al
posibilitar al elector votar de una forma
en la primera vuelta y de otra en la
segunda. Sin embargo, en aquellas
situaciones donde la elección
presidencial coincide con la
elección parlamentaria habrá
mayores oportunidades de que el presidente
cuente con una bancada legislativa de
importancia /.
El cuadro 11 combina las variables
señaladas hasta el momento -tipo de
sistema de partidos y simultaneidad o no
de las elecciones- con el número
efectivo de partidos en el congreso luego
de cada elección presidencial con
balotaje, asignándole valores 0 y 1
según sea el tipo de valor que
adquiera la variable. Tendrán valor
1, los sistemas de partidos
institucionalizados, los Congresos con un
número efectivo de partidos menor
que 4 y los sistemas con elecciones
legislativas y presidenciales
simultáneas. Contrariamente,
tendrán valor 0, los sistemas de
partidos incipientes, los Congresos con un
número efectivo de partidos mayor
que 4 y los sistemas con elecciones
legislativas y presidenciales no
simultáneas.
Cuadro 11: Sistemas de partidos,
Número Efectivo de Partidos y
Simultaneidad electoral.
|
País
|
NEP c
|
NEP
|
SP
|
Simulta
|
Total
|
|
Uruguay 94
|
3,04
|
1
|
1
|
1
|
3
|
|
Argentina 95
|
3,25
|
1
|
1
|
1
|
3
|
|
Colombia 98
|
2,10
|
1
|
1
|
0
|
2
|
|
Perú 85
|
2,31
|
1
|
0
|
1
|
2
|
|
Colombia 94
|
2,74
|
1
|
1
|
0
|
2
|
|
Perú 95
|
2,91
|
1
|
0
|
1
|
2
|
|
Ecuador 79
|
3,94
|
1
|
0
|
1
|
2
|
|
Chile 93
|
4,95
|
0
|
1
|
1
|
2
|
|
Ecuador 88
|
4,63
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Chile 83
|
5,08
|
0
|
1
|
0
|
1
|
|
Brasil 98
|
7,15
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Brasil 94
|
7,24
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Ecuador 84
|
6,10
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Ecuador 92
|
6,61
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Ecuador 98
|
5,43
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Perú 90
|
5,82
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Ecuador 96
|
4,83
|
0
|
0
|
1
|
1
|
|
Brasil 89
|
8,55
|
0
|
0
|
0
|
0
|
La peor combinación para el
proceso democrático se registra en
Brasil 1989, cuando se elige a Collor de
Melo (balotaje, sistema de partidos
incipiente, elecciones no
simultáneas y un alto número
efectivo de partidos en el Congreso),
coincidiendo con la elección de la
bancada presidencial más
pequeña del grupo de presidentes
electos con balotaje. Luego, aparece un
grupo de nueve presidentes con puntaje 1.
De esos nueve, cinco, logran conformar
coaliciones de gobierno y logran salir de
la magra situación en la que se
encuentran: Ecuador 88, Chile 89, Brasil
94 y 98. Finalmente, aparece un conjunto
de presidentes potencialmente
problemáticos. Esto parece
coincidir con la argumentación del
punto anterior que se relacionaba con la
tenencia o no de mayorías en el
Congreso por parte de un
Presidente.
De este modo, quedaría a la
luz un vínculo muy poderoso entre
el sistema electoral, el sistema de
partidos y las condiciones de
gobernabilidad del presidente. Finalmente,
estas deducciones permitirían
pronosticar serias dificultades de
gobierno para Jamil Mahuad en Ecuador,
siempre y cuando, no recurra a estrategias
de coalición en el
Congreso.
Como puede verse en el cuadro,
Uruguay ingresa en la zona de menor riesgo
para el proceso democrático,
contenido por su sistema de partidos
institucionalizado, con un número
moderado de partidos en el Congreso y un
sistema electoral que ata las legislativas
y las presidenciales y al mismo tiempo,
imposibilita la aparición o
surgimiento de candidaturas
independientes.
4.- ALGUNAS REFLEXIONES
FINALES
4.1.- La información
comparada y los efectos del
balotaje
La evidencia comparada demuestra la
no existencia de un vínculo causal
o determinante entre los sistemas de
mayoría con doble vuelta y las
coaliciones de gobierno. Sin embargo, deja
en claro que el balotaje favorece
levemente la formación de alianzas
electorales. Estas pueden crear un
escenario propicio para la
cooperación con el ganador de la
elección presidencial, pero en
ningún caso suponen la
condición suficiente para el armado
de una coalición
gobernante.
Otra deducción relevante se
vincula con las condiciones de
gobernabilidad más aptas para el
proceso democrático. Como se
mencionara en el segundo apartado, la
introducción de los sistemas de
mayoría con doble vuelta en
Latinoamérica ha sido en exclusiva
para la elección presidencial,
manteniendo, en casi todos los casos, la
proporcionalidad para la elección
del Congreso. Los eventuales desfasajes
entre la voluntad del Ejecutivo y la del
Legislativo pueden traer consigo graves
problemas para la democracia. De los diez
y siete presidentes electos con balotaje,
sólo seis lograron cruzar la
línea crítica del 40% de las
bancas. Este dato parece ser clave para
comprender el impacto del balotaje y
porque no, de los riesgos que pueda traer
consigo. Un presidente electo por la
mayoría absoluta de la
ciudadanía y sin apoyos
parlamentario, puede generar situaciones
riesgosas para la continuidad del proceso
democrático. Esto queda confirmado
cuando se observa el grupo de los once
presidentes electos sin mayorías
legislativas: cuatro resolvieron sus
problemas mediante la conformación
de coaliciones de gobierno mayoritarias y
siete no lograron o no intentaron
conformar coaliciones. Entre estos
últimos, tres no lograron concluir
su mandato, un cuarto sufrió un
levantamiento de las Fuerzas Armadas y dos
han sido electos recientemente, por lo que
es imposible emitir opinión
respecto a su suerte. Tan sólo uno
concluyó su mandato en condiciones
normales.
En síntesis, esta
investigación estaría
indicando que las distintas combinaciones
de reglas electorales y estructuras
políticas generan diferentes
impactos sobre el proceso de gobierno. La
existencia de un sistema electoral que
favorezca la conformación de
bancadas presidenciales poderosas
hará menos nocivo el efecto del
balotaje. De igual forma acontece con la
existencia de un sistema de partidos
institucionalizado y un moderado NEP en el
Congreso.
4.2.- Las perspectivas del
balotaje en Uruguay
El sistema electoral uruguayo
anterior a la reforma de 1996,
dificultó la formación de
alianzas electorales al establecer una
serie de requisitos relacionados con el
uso de los lemas. Vale recordar que la
conformación de alianzas entre
partidos era poco probable, dada la
exigencia de votar bajo un único
lema partidario. La formación del
Frente Amplio en 1971 y del Nuevo Espacio
en 1989, se transformaron en excepciones a
una reglamentación un tanto
estricta y poco estimulante para la
convergencia electoral de los partidos. La
nueva normativa electoral también
impide la formación de alianzas
electorales fuertes en la primera ronda.
El impedimento central lo constituye,
también en este caso, la
reglamentación sobre el uso de los
lemas. Cada partido debe presentar un
único candidato presidencial, el
cual se define en elecciones abiertas y
simultáneas, llamadas internas o
primarias, en el mes de abril del
año electoral. Las fracciones o
partidos que allí participen no
pueden competir en la primera ronda
presidencial de octubre bajo otro lema que
no sea el utilizado en abril. De este
modo, el dispositivo de elección
primaria se convierte en un seguro contra
la emergencia de partidos en la primera
ronda, barriendo de esta forma con el
supuesto efecto acrecentador del
número efectivo de partidos. En
otras palabras, el escenario partidario
del mes de abril queda indefectiblemente
congelado hasta el final del ciclo
electoral en mayo del año
siguiente, cuando se realizan las
elecciones municipales. Este elemento,
permite aventurar que el balotaje uruguayo
difícilmente conlleve a un aumento
del numero de partidos y aun más,
puede que, dada la duración del
ciclo electoral (más de trece
meses) y la rigidez y el costo de las
diferentes instancias, el número de
partidos culmine bajando en el largo
plazo. Aunque todo esto está por
verse, no parece muy arriesgado establecer
estas mínimas conclusiones.
Asimismo, con las nuevas reglas, las
alianzas electorales podrán surgir
únicamente en la segunda vuelta y
con toda seguridad, serán de tipo
débil o convergente. A lo sumo,
podrá esperarse que un partido o un
sector de determinado partido perdedor
recomiende votar por uno de los candidato
finalistas, buscando de este modo impedir
la elección del otro contendiente.
Sin embargo, aunque es poco probable, se
mantiene en pie la posibilidad de que los
partidos constituyan acuerdos electorales
fuertes para triunfar en la segunda ronda.
En caso de que esto acontezca así,
la situación admitirá al
menos dos tipos de derivaciones. Primero,
si el candidato que logra el acuerdo gana,
estará en buenas condiciones para
conformar un gobierno con amplios
respaldos legislativos. El problema
aquí estará en el grado de
erosión que sufran las identidades
partidarias y en el nivel de disciplina
que muestren los votantes entre una y otra
ronda electoral. Segundo, si el candidato
que logró el acuerdo pierde, el
panorama de gobierno será un poco
más complejo, ya que su partido y
los aliados conquistados en esa instancia,
tendrán grandes reparos para
participar en la negociación de una
coalición de gobierno con el otro
candidato, o sea el ganador. Por tanto, si
bien el comportamiento electoral de la
segunda vuelta admite una serie de
posibilidades, también es cierto
que ofrece riesgos importantes a tener en
cuenta. Podríamos concluir en que
la dinámica de la segunda vuelta
presidencial y la conformación de
posibles alianzas electorales permanece
abierta para los partidos.
De todas formas, en el caso uruguayo
la formación de coaliciones de
gobierno seguirá dependiendo de
elementos tales como el tamaño del
partido del Presidente en el Legislativo,
la distancia ideológica de los
principales actores; y las negociaciones
post-electorales que el Presidente
realice. Estas al menos han sido las
determinantes principales de la
conformación de la coalición
de gobierno de Sanguinetti y de los
intentos anteriores /.Si el Presidente
logra en la segunda vuelta concitar
algún tipo de apoyo, estará
en mejores condiciones de conformar un
acuerdo de gobierno. Sin embargo, esto no
quiere decir que el proceso de
formación de una coalición
dependa de la segunda vuelta, sino que por
el contrario, la clave seguirá
estando en la negociación
post-electoral.
También parece razonable
creer que en una situación de
relativa paridad, ningún partido
alcance la mayoría absoluta de los
votos y que en la primera ronda los
electores estén incentivados a
votar por los partidos pequeños.
Este hecho puede contribuir a que las
bancadas partidarias de los dos candidatos
finalistas no sean importantes en
tamaño. Tomemos en cuenta que si
esto es así, el Presidente electo
tendrá, al igual que en 1989 y
1994, una bancada que no superará
el 40% del Legislativo. Con las nueva
normativa, puede inclusive darse el caso
de que el partido del Presidente ya no
sólo tenga una bancada
pequeña, sino que ni siquiera sea
la primera mayoría del Parlamento.
Además, puede ocurrir que la
fracción política que le
respalde tampoco sea la mayoritaria dentro
de su propio partido. De esta forma,
podemos llegar a tener un Presidente con
la segunda bancada en el Parlamento y con
una fracción partidaria que sea la
segunda fuerza de su partido. Este
Presidente será entonces, un
líder extremadamente débil,
lo cual le imprime al proceso de
formación del gobierno, un alto
grado de incertidumbre. En este caso la
debilidad sería entonces mayor que
la de los Presidentes electos hasta 1994,
pues éstos al menos tenían
la certeza de contar con la mayor bancada
legislativa y con la fracción
más grande de su partido. En suma,.
si bien el balotaje resta incertidumbre a
la elección presidencial, puede en
cambio generar una nueva y complicada
incertidumbre al afectar la
relación entre los Poderes del
gobierno. Todo esto permitiría
afirmar que el balotaje es un instituto
eficaz para abatir el riesgo de un
Presidente electo por una mínima
diferencia, no obstante, puede llegar a
imponerle al sistema político un
nuevo y complicado desafío:
permitir la elección mayoritaria de
un Presidente, que al mismo tiempo cuente
con una bancada significativamente
minoritaria. Entre todas las ecuaciones
que el sistema electoral presidencial
puede ofrecer, esta es sin dudas la menos
propicia para el establecimiento de un
gobierno de coalición.
Por tanto, el balotaje en Uruguay,
con toda seguridad, no aumentará el
número efectivo de partidos como lo
presagian muchos estudios y reflexiones
académicas. Sin embargo, aumenta el
riesgo de contar con gobiernos presididos
por presidentes débiles y sin
mayorías parlamentarias. Esto en
verdad es el principal inconveniente, pues
el problema comienza a operar a la hora de
formar el gobierno y prosigue al momento
de gobernar. Un presidente con marcadas
minorías tiene mayores dificultades
para negociar una coalición, para
mantener esa coalición y para
imponer en ciertas cuestiones sus
legítimos puntos de vista. Si a
esto se le suma el hecho de que fue electo
con el voto de la mayoría de los
electores, arribamos a un escenario poco
propicio para la gobernabilidad y
demasiado dependiente de la
vocación negociadora (y porque no
democrática) del titular de la
Presidencia. Por tanto, los riesgos quedan
planteados y el tiempo nos
responderá.
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ANEXO
1
ARGENTINA
PJ Partido Justicialista
(Menem)
UCR Unión Cívica
Radical
FREPASO Frente País
Solidario
BRASIL
PRN Partido
Reconstrucción Nacional
(Collor)PFL Partido del Frente
Liberal
PSDB Partido Socialdemocracia
Brasilera (Cardoso)
PTB Partido Trabajador del
Brasil
PPB Partido Popular
Brasileño
PMDB Partido del Movimiento
Democrátivo
Brasileño
PDS Partido Democrático
Social
PT Partido de los Trabajadores
(Lula)
CHILE
PDC Partido
Demócrata Cristiano
(Frei, Aylwin)
PPD Partido Por la
Democracia
PS Partido Socialista
PRS Partido Radical
Socialdemócrata
COLOMBIA
PL Partido Liberal
(Samper)
PC Partido Conservador
(Pastrana)
ECUADOR
CFP Concertación
de Fuerzas Populares
(Roldós)
DP Democracia Popular
(Hurtado, Mahuad)
ID Izquierda
Democrática (Borja)
PRE Partido Roldosista de
Ecuador (Bucarám)
PSC Partido Social Cristiano
(Febres Cordero)
PLR Partido Liberal
Radical
PCE Partido Conservador de
Ecuador
FRA Frente Radical
Alfarista
PUN Partido de
Unificación Nacional
(Durán
Ballén)
PERU
APRA Alianza Popular
Revolucionaria Americana
(García)
IU Izquierda Unida
C90 Cambio 90
(Fujimori)
ANEXO 2
Tabla 1: Los sistemas de
mayoría con doble vuelta en
América Latina.
|
País
|
Año
|
Elección
Presidencial
|
Elección
Legislat.iva
|
|
Chile 1
|
1925
|
Mayoría absoluta y
doble vta. Congreso
|
R.P.
|
|
Perú 1
|
1933
|
Pluralidad del 33,3% y
doble vta. Congreso
|
R.P.
|
|
Costa Rica
|
1949
|
Pluralidad del 40% y doble
vuelta.
|
R.P.
|
|
Bolivia
|
1967
|
Mayoría absoluta y
doble vta. Congreso
|
R.P.
|
|
Ecuador 1
|
1979
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Perú 2
|
1979
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
El Salvador
|
1983
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Guatemala
|
1985
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Nicaragua
|
1987
|
Pluralidad del 40% y doble
vuelta.
|
R.P.
|
|
Brasil
|
1988
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Chile 2
|
1989
|
Mayoría Abslouta y
doble vuelta.
|
R.M.
|
|
Haití
|
1989
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.M.
|
|
Colombia
|
1991
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Argentina
|
1995
|
Pluralidad del 45% o 40% y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
R.Dominicana
|
1996
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Uruguay
|
1996
|
Mayoría Absoluta y
doble vuelta.
|
R.P.
|
|
Ecuador 2
|
1998
|
Pluralidad del 45% o 40% y
doble vuelta.
|
R.P.
|
R.P. = representación
proporcional; R.M. = representación
mayoritaria. Fuentes: Kenney 1998;
Mainwaring y Shugart 1997.
Tabla 2: Elecciones
presidenciales por sistema de
mayoría (absoluta o de
pluralidad).
|
País
|
Elecciones
Presidenciales
|
Nº
Elecc.
|
Resolución
en
1º Vta. 2º
Vta.
|
|
Argentina
|
73, 95
|
2
|
2
|
0
|
|
Brasil
|
89, 94, 98
|
3
|
2
|
1
|
|
Chile
|
89, 93
|
2
|
2
|
0
|
|
Colombia
|
94, 98
|
2
|
0
|
2
|
|
Ecuador
|
79, 84, 88, 92, 96,
98
|
6
|
0
|
6
|
|
Perú
|
85, 90, 95
|
3
|
2
|
1
|
|
Costa Rica
|
49, 53, 58, 62, 66, 74, 78,
82, 86, 90, 94, 98
|
14
|
14
|
0
|
|
Nicaragua
|
90, 96
|
2
|
2
|
0
|
|
El Salvador
|
84, 88, 94
|
3
|
1
|
2
|
|
Haití
|
90, 95
|
2
|
2
|
0
|
|
Guatemala
|
85, 90, 95
|
3
|
0
|
3
|
|
R. Dominicana
|
96
|
3
|
2
|
1
|
|
Total
|
|
45
|
29
|
16
|
Fuentes: Kenney (1998); Mainwaring y
Shugart (1997); Parlatino (1997)
Tabla 3: Alianzas registradas por el
ganador de la elección en la
primera y segunda vuelta. Sistemas de
Mayoría (absoluta y pluralidad) y
doble vuelta en América
Latina.
|
Elección
|
Presidente
|
Part. Presid.
|
Alianzas 1º Vta con
...
|
Alianzas 2º Vta. con
...
|
|
Argentina 95
|
Menem
|
P.Justicial.
|
No
|
x
|
|
Brasil 89
|
Collor
|
PRN
|
No
|
PFL, PTB, PDS,
otros
|
|
Brasil 94
|
Cardoso
|
PSDB
|
PFL, PTB, PDS,PPB
|
x
|
|
Brasil 98
|
Cardoso
|
PSDB
|
PPB, PFL, PMDB
|
x
|
|
Chile 89
|
Aylwin
|
PDC
|
PPD, PS, PRS
|
x
|
|
Chile 93
|
Frei
|
PDC
|
PPD, PS, PRS
|
x
|
|
Colombia 94
|
Samper
|
PL
|
No
|
No
|
|
Colombia 98
|
Pastrana
|
PC
|
No
|
No
|
|
Ecuador 79
|
Roldós
|
CFP
|
DP
|
DP, ID, otros
|
|
Ecuador 84
|
Febres
|
PSC
|
PLR, PCE
|
PLR, PCE, FRA
|
|
Ecuador 88
|
Borja
|
IU
|
No
|
DP, MPD, otros
|
|
Ecuador 92
|
Durán
|
PUN
|
PCE
|
PCE, APRE, ID,
otros
|
|
Ecuador 96
|
Bucarám
|
PRE
|
No
|
APRE
|
|
Ecuador 98
|
Mahuad
|
DP
|
PSC
|
ID, MUPP, otros
|
|
Perú 85
|
García
|
APRA
|
No
|
x
|
|
Perú 90
|
Fujimori
|
Cambio 90
|
No
|
APRA, IU, otros
|
|
Perú 95
|
Fujimori
|
Cambio 90
|
No
|
x
|
Fuentes: Cottler (1996); Archer
(1996); Cohagham (1996); Mainwaring
(1996); Siavelis (1997); Amorín
(1998); Santos (1997); Parlatino (1997). X
= No hubo segunda vuelta.
Tabla 4: Alianzas electorales y
Coaliciones de Gobierno. Presidentes
electos por mayoría absoluta o
pluralidad y doble vuelta.
|
Elección
|
Presidente
|
Alianzas
electorales
|
Coaliciones de
gobierno
|
|
Brasil 89
|
Collor
|
PRN, PFL, PDS, PTB
|
No
|
|
Brasil 94
|
Cardoso
|
PSDB, PFL, PTB, PPB
|
PSDB, PFL, PPB,
PMDB
|
|
Brasil 98
|
Cardoso
|
PSDB, PFL, PPB,
PMDB
|
PSDB, PFL, PPB,
PMDB
|
|
Chile 89
|
Aylwin
|
PDC, PPD, PS, PRS
|
PDC, PPD, PS, PRS
|
|
Chile 93
|
Frei
|
PDC, PPD, PS, PRS
|
PDC, PPD, PS, PRS
|
|
Ecuador 79
|
Roldos
|
CPF, DP, ID, otros
|
No
|
|
Ecuador 84
|
Febres
|
PSC, PLR, PCE, FRA
|
No
|
|
Ecuador 88
|
Borja
|
IU, DP, MPD
|
IU, DP
|
|
Ecuador 92
|
Durán
Ballén
|
PUN, PCE, APRE, ID
|
No
|
|
Ecuador 96
|
Bucarám
|
PRE, APRE
|
No
|
|
Ecuador 98
|
Mahuad
|
PSC, ID, MUPP,
otros
|
No
|
|
Perú 90
|
Fujimori
|
C90, APRA, IU
|
No
|
Fuentes: Cottler (1996); Archer
(1996); Conhagham (1996); Mainwaring
(1996); Siavelis (1997); Amorín
(1998); Santos (1997); Parlatino
(1997).
|