La
reforma electoral y sus efectos
I - Introducción
Oscar
A. Bottinelli
1.1 - Un nuevo enfoque
reformista
La permanente discusión sobre
reforma constitucional que abarca todo el
siglo, presenta a partir de la
restauración institucional un
elemento singular: por primera vez todas
las iniciativas ponen en cuestionamiento
las bases misma del sistema electoral, las
cuales permanecen constantes desde su
establecimiento en el período
1910-1925. Anteriormente, desde comienzos
de los años treinta hasta la salida
institucional, las propuestas y debates
sobre reforma constitucional se centraron
en el sistema de gobierno, y en la
integración y potestades del Poder
Ejecutivo.
La conformación del sistema
electoral uruguayo es un elemento esencial
en la construcción del estado
moderno. Y esa construcción se hace
a partir de cuatro grandes normas
jurídicas: la Ley del Doble Voto
Simultáneo de 1910, las
disposiciones electorales de la
Constitución de 1918, la Ley de
Elecciones de enero de 1925 y la Ley
Complementaria de Elecciones de octubre
del mismo año; todas ellas
soportadas en la ley de Registro
Cívico Nacional de 1924, que otorga
credibilidad al sistema.
Luego operarán modificaciones
que sin afectar la estructura
básica del sistema, generan efectos
significativos. Básicamente cinco:
el voto conjunto, la vinculación
del voto entre la elección nacional
y la elección municipal, las leyes
de lema, la restricción del empleo
del múltiple voto simultáneo
como derecho exclusivo de los lemas
permanentes, y la extensión a la
cámara alta del principio de
proporcionalidad integral.
Como precisión previa y
fundamental. Este artículo pretende
exclusivamente describir el escenario en
que se discute la reforma electoral en
Uruguay a fines del siglo XX, medir o
predecir los efectos de las diferentes
iniciativas. Y como contexto del mismo,
describir el sistema vigente y sus
efectos. No se introducen valoraciones de
tipo personal. No se considera que ninguna
propuesta es buena o mala, sino que
produce efectos en un sentido o en otro.
Sí puede considerarse mala una
propuesta si su diseño
técnico apunta en sentido contrario
al objetivo que se persigue. A vía
de ejemplo: varias de las iniciativas
generan como efecto un debilitamiento de
las adscripciones partidarias, y a largo
plazo, el debilitamiento del actual
sistema de partidos. Ese es un efecto. Si
es bueno o es malo, dependerá del
juicio que cada uno tenga del actual
sistema de partidos; para unos la
desestructuración del sistema es un
mal a evitar, para otros es un efecto
positivo. El autor no se
pronuncia.
1.2 - Algunos puntos de partida
iniciales
Antes de encarar las propuestas de
reforma, sus posibilidades y efectos,
conviene formular algunas precisiones
previas, válidas para cualquier
proceso reformista en cualquier parte del
mundo (al menos de la parte del mundo en
que las elecciones competitivas son por
largo tiempo el único medio
socialmente legitimado para determinar la
titularidad del poder):
Una. Todo sistema electoral, todo
sistema de gobierno, genera efectos; no
hay sistemas estrictamente neutros. Lo
importante siempre es detectar la
orientación y la magnitud de los
efectos. Tampoco, como afirma Dieter
Nohlen, " cabe suponer una alta
previsibilidad en los sistemas electorales
y sus cambios (, ya que) los efectos de
éstos dependen en mucho de factores
contextuales(...). Los sistemas
electorales influyen en la votación
misma, en tanto colocan a los electores
ante una situación decisoria
específica, marcada principalmente
por las diferentes posibilidades de
éxito de los candidatos y de los
partidos políticos, según
cada sistema. Por otra parte, los sistemas
electorales generan, sobre la base de la
votación misma, diferentes
resultados electorales".
Dos. Los sistemas políticos
en general, así como sus
componentes (sistemas de partidos,
electoral, de gobierno) no son productos
de laboratorio, sino que por un lado
recogen la cultura política de una
sociedad dada en un momento determinado, y
por otro articulan los acuerdos al que el
sistema político pudiere arribar en
la fijación de las reglas de juego.
Toda reforma opera en un contexto
determinado, y puede moldear esa cultura,
a partir de asumir sus parámetros
fundamentales.
Tres. El sistema electoral
resultante de una reforma no es una obra
técnica, realizada por
especialistas atendiendo a su excelencia
académica, sino el producto final
de una amplia negociación, con
concesiones recíprocas de los
actores políticos. Como afirma
Nohlen (obra citada): "Debe tomarse en
cuenta que los políticos tienen un
acercamiento muy pragmático al
tema, el cual para ellos tiene
relación directa con el poder.
Estudian la materia en términos de
análisis de ganancias y
pérdidas", y en definitiva "Los
sistemas electorales son producto de
compromisos y consensos de las fuerzas
políticas vivas de un determinado
país".
Cuatro. Los sistemas de larga
duración son aquéllos que
resultan de acuerdos amplios, de grandes
consensos. Por el contrario, las reformas
realizadas por unos contra otros , como
imposición de una mayoría
dominante con la finalidad de asegurar
mejores condiciones para retener el poder,
tienen un tiempo de vida previsible:
durarán tanto como dure el
predominio de las fuerzas políticas
que lo diseñaron.
1.3 - Valoración del presente
momento histórico
Para el caso particular del actual
proceso reformista en Uruguay, cabe
agregar otras reflexiones preliminares: la
valoración del momento
histórico presente, cuál es
el tiempo para decidir la reforma y
cuál es el "timing" de la
misma.
El tiempo histórico para
encarar y decidir la reforma parece
inmejorable: la diferencia entre los tres
lemas principales es apenas de menos de
dos puntos porcentuales, es decir,
cualquiera de los tres tiene similares
expectativas de obtener el gobierno en las
elecciones siguientes (1999 en adelante).
Por tanto, para los tres grandes actores
políticos es posible analizar y
debatir cualquier iniciativa destinada a
fortalecer al partido de gobierno, o las
competencias del presidente de la
República, o en general el peso
político del Poder Ejecutivo.
Ningún actor político puede
sentir que el fortalecimiento presidencial
va en detrimento suyo, pues el 1° de
marzo del 2000 cualquiera de los tres
lemas puede aspirar razonable a obtener la
banda presidencial.
Ello es posible solamente en una
situación de esta naturaleza. A la
inversa, mientras un partido se considere
a sí mismo como opositor
permanente, como un actor condenado a
perder las elecciones, estará muy
lejos de otorgar privilegios al partido de
gobierno o aceptar retaceos a los derechos
de la oposición.
Lo que sí parece obvio que
dificulta cualquier acuerdo es toda
reforma que cambie las reglas de juego en
forma desequilibrada: establezca reglas
que uno de los actores sienta que
disminuye sus posibilidades o acrecienta
las de los demás. Y aquí
vale la pena una aclaración: no
importa si la percepción es
correcta o incorrecta, si es compartida o
no por analistas y académicos: lo
único que verdaderamente importa es
lo que realmente crea o perciba el
partido, agente u actor
político.
Esta situación del
país de hoy, es comparable a la de
mediados de los años veinte o del
periodo 1958-62. En los dos momentos,
ambos partidos tradicionales alcanzaron
una situación tal de paridad o
alternancia, que cada uno se sentía
en condiciones de ser gobierno u
oposición en los periodos
siguientes.
1.4 - El cuándo y el
cómo decidir la reforma
La experiencia de los dos
últimos quinquenios resulta
aleccionante: la reforma política,
constitucional o electoral no puede ser
resuelta en cualquier momento. Cuanto
más lejos se esté de las
elecciones siguientes, más propicio
es el clima para una discusión
profunda, serena, desapasionada y con
horizontes abiertos. Cuanto más
cerca se esté de las elecciones,
mayor peso tendrá en la
adopción de posiciones los
beneficios y perjuicios que una reforma
cause a cada agente político, ya
fuere en el plano electoral, ya en el de
su posicionamiento en el gobierno
sucesivo.
La reforma tendrá más
perspectivas de apoyatura y durabilidad,
cuanto más general y abstracto sea
el producto resultante, cuanto más
consensuada resulte. Quizás esa
haya sido la virtud principal del esquema
base del sistema político-electoral
uruguayo, diseñado por los
constituyentes del '18 y por la
Comisión de los Veinticinco que
elaboró las tres leyes electorales
madre: la de Registro Cívico del
'24 y las dos de Elecciones del '25. Un
sistema con reglas de juego que en
principio resultaban equilibradas para los
agentes político-electorales, sin
ganancias ni perjuicios a priori para
ninguno. Quizás allí radique
la mayor debilidad de casi todas las
reformas electorales posteriores: que
siempre apuntaron a beneficiar a algunos y
entorpecer a otros.
Si el sistema en su conjunto no se
desequilibró, fue producto de la
compensación de movimientos con
direcciones opuestas, de juegos de
péndulo hacia un lado y hacia el
contrario.. A vía de ejemplo,
dos:
Uno. Los sectores marzistas imponen
la Constitución de 1934 y las leyes
de lemas en busca de hegemonizar sus
respectivos partidos. En 1942, los
sectores antimarzistas mediante otro golpe
de Estado restablecen el
equilibrio.
Dos. Al dictarse la
Constitución de 1967, ambos
partidos tradicionales persiguen el fin de
mantener su hegemonía mediante
trabas a la constitución de
terceros fuertes partidos. Trece
años más tarde, ya creado
ese tercer partido importante y ante una
crisis jurídica del mismo, dictan
una ley que conceda al mismo, el Frente
Amplio, la calidad de lema permanente, a
fin de restablecer el equilibrio en las
reglas de juego.
En otras palabras, los procesos
legislativos marcan dos etapas fuertes:
una inicial de búsqueda de reglas
claras, equilibradas, de "fair play". Y
luego una segunda etapa en que coaliciones
dominantes en su momento intentan imponer
cambios en las reglas que tiendan a
favorecerlos, o a entorpecer a contrarios.
Los elementos centrales del sistema
adoptados en la primera etapa y con el
primer criterio, de "fair play", perduran
hasta hoy; los otros han tenido corta
durabilidad, más bien lo que ha
perdurado es la resultante equilibrado de
juegos y contrajuegos.
Aparecen aquí dos
conclusiones fuertes:
Una. Que más allá de
mediados de 1996 comienza a diluirse la
posibilidad de una reforma electoral
trascendente.
Dos. Que la reforma será
duradera, pacífica, de
rápida legitimación, si es
producto de un amplio consenso. De otra
manera, como imposición de unos
contra otros, supondrá un nuevo eje
polémico en el país. Y el
uno contra otro puede tener varios caminos
y coaliciones: puede ser una ley
constitucional por dos tercios de cada
cámara que excluya a alguna fuerza
significativa, o puede ser el camino de la
iniciativa ciudadana de algunas fuerzas
políticas contra otras.
1.5 - El timing de la
aplicación de la reforma
Del diagnóstico del
funcionamiento del sistema electoral y de
sus falencias, de las propias ideas
teóricas de perfeccionamiento del
sistema, surge la conclusión de que
hay tres tipos de enmiendas:
a) unas que pueden ser aceptadas
inmediatamente por los actores
políticos principales, y que se
consideren urgentes o de necesaria
implantación inmediata;
b) otras convenientes, quizás
urgentes, pero cuya mayor dificultad fuere
realizarlas con números a la vista:
con los datos electorales de 1994 y las
expectativas de 1999, cuyo rechazo
provenga del cálculo de costos y
beneficios inmediatos de los actores;
y
c) otras que puedan suponer cambios
en la cultura electoral, y aunque pudieren
ser aceptadas inmediatamente por todos los
actores, sin costos ni beneficios
particulares para ninguno, requirieren de
una transición, de una
adaptación de las costumbres
políticas.
Esta clasificación de
enmiendas permite relanzar la idea (y
aquí en el trabajo se hace una
escueta salida del análisis
descriptivo para entrar en lo valorativo)
de una reforma escalonada, en etapas: un
conjunto de reformas para aplicarse el 28
de noviembre de 1999; un segundo paquete
para el 2004; y un tercer paquete, el que
contenga los cambios más profundos
y conflictivos, para el 2009.
El timing puede parecer excesivo. A
veces cuesta pensar a quince años
vista. Pero la óptica es distinta
si se observan las frustraciones
anteriores y se piensa que la
adopción de un timing así en
1985, hubiese situado al país hoy
en el último tramo de la reforma:
en 1999 se cumpliría la
última etapa.
El escalonamiento lo permite el
hecho que para un mismo agente
político, un instituto que hoy lo
perciba como perjudicial, eventualmente
pueda resultarle beneficioso o al menos
neutro más adelante. Y a la
inversa. Por ejemplo, baste imaginar los
resultados diferentes que hubiese podido
arrojar un sistema de balotaje
presidencial en 1984, 1989 y 1994.
1.6 - La descripción del
sistema vigente
Ahora bien, el encare de una reforma
hace necesario encarar varios
aspectos:
a) un análisis correcto de la
estructura del sistema, y un
diagnóstico también correcto
del funcionamiento del mismo, sus efectos,
sus funcionalidades y
disfuncionalidades;
b) objetivos claros de la
reforma;
c) una traducción correcta de
los objetivos a fórmulas
técnicas, es decir, que la
ingeniería resultante de la reforma
efectivamente apunte al logro de los
objetivos propuestos.
Bien ¿cuál es el sistema
vigente? ¿cuáles son sus
lineamientos fundamentales? Los grandes
elementos del sistema electoral uruguayo
al día de hoy son:
1) Múltiple voto
simultáneo, en sus dos modalidades:
doble y triple voto simultáneo. El
doble voto simultáneo (se vota por
un lema y una lista de candidatos) se
aplica para los órganos
unipersonales (presidente y vicepresidente
de la República, intendente
municipal). El triple voto
simultáneo (voto por un lema, un
sublema y una lista de candidatos) rige
para los cuerpos pluripersonales (ambas
cámaras legislativas, Junta
Departamental, Junta Electoral
departamental y Junta Local
Autónoma Electiva).
2) Voto conjunto: es el mecanismo
por el cual el elector debe sufragar en
una misma hoja de votación,
correspondiente a un mismo lema, por los
candidatos a diversos órganos. Hay
dos tipos de hoja:
a) nacional, en la cual el votante
sufraga en forma conjunta para presidente
y vicepresidente de la República,
Cámara de Senadores, Cámara
de Representantes y Junta Electoral; y
b) municipal, en la cual el elector
vota conjuntamente para intendente
municipal y Junta Departamental.
El elector no puede dividir la hoja,
cortar las diferentes listas.
3) Voto vinculado. Elección
nacional y elección municipal
simultáneas y vinculadas a nivel de
lema. El ciudadano emite su voto en una
hoja para los cargos nacionales y en otra
hoja para los cargos municipales, con la
obligación de hacerlo por el mismo
lema. Tiene la posibilidad de sufragar por
un lema en la elección nacional y
en blanco en la municipal, por un lema en
lo municipal y en blanco en lo nacional, o
en blanco en ambas. No puede, bajo pena de
nulidad del voto, sufragar por lemas
diferentes. Dentro del mismo lema, tiene
libertad de elección.
4) Lista cerrada y bloqueada para
todos los cargos, es decir, el elector
escoge una nómina de candidatos
dentro de la oferta de candidaturas
existente, sin que pueda introducir
nombres, cambiar el orden ni tachar
candidatos. Es cerrada porque no puede
introducir ni quitar candidatos, y
bloqueada (en bloque) porque no puede
alterar el orden.
5) Circunscripción
única a nivel de lemas. Es decir,
en la adjudicación de bancas entre
los lemas, se computan siempre la
totalidad de los votos de la
jurisdicción del órgano
correspondiente. Para la Cámara de
Representantes la circunscripción
es única y nacional, exclusivamente
para la adjudicación a nivel de
lemas; al interior de los lemas el
régimen es de pluralidad de
circunscripciones (diecinueve). En los
demás órganos la
circunscripción es única en
todos los niveles: lema, sublema y lista.
La circunscripción es: a) nacional,
para presidente y vicepresidente de la
República, y para Cámara de
Senadores; b) departamental, para
intendente municipal, Junta Departamental
y Junta Electoral; y c) seccional, para
Junta Local Autónoma Electiva.
6) Elección pluralitaria
(mayoritaria simple o relativa) para los
órganos unipersonales. (Obtiene el
cargo el lema más votado; dentro
del mismo, la lista o candidato más
votado).
7) Principio de proporcionalidad
integral para las cámaras
legislativas y las juntas electorales. Por
integral se entiende:
a) pura, es decir, que dentro de las
limitaciones prácticas (ya que no
es posible dividir a los individuos), el
porcentaje entre votos y bancas resulte lo
más exacto posible.
b) que se aplica a todos los niveles
(entre los lemas; al interior de cada
lema, entre los sublemas; y al interior de
cada sublema, entre las listas).
8) Elección mayoritaria
simple para las juntas departamentales, y
aplicación subsidiaria de la
proporcionalidad. Se adjudican 16 de las
31 bancas de ediles al lema más
votado; las 15 bancas restantes se
distribuyen entre los demás lemas,
en forma proporcional pura. Si el lema
más votado supera la mayoría
absoluta, se aplica la proporcionalidad
(puede obtener más de 16 bancas).
Al interior de los lemas y sublemas, se
aplica la proporcionalidad pura.
9) Elección de titulares y
suplentes por el término de cinco
años. No hay posibilidad de
elección anticipada o
complementaria, excepto en el caso
extraordinario de disolución de las
cámaras legislativas, y sólo
para la renovación de
éstas.
10) Candidaturas partidarias. No
existe la posibilidad de candidaturas
independientes o sin lema.
1.7 - El diagnóstico del
sistema vigente
El mero enunciado de los elementos
componentes, permite visualizar el alto
grado de complejidad del sistema electoral
uruguayo. Complejidad que surge de su
propia naturaleza, del hecho de ser un
sistema, es decir un conjunto de elementos
que se interrelacionan e
interactúan; el cual además
está regido por una lógica
muy rigurosa. Esa complejidad se
profundiza todavía más por
la estrecha relación del sistema
electoral con el sistema de partidos y con
el sistema de gobierno. Los tres sistemas
se articulan en el macro-sistema
político, con interacción
recíproca de sus elementos.
En un sistema así no es
fácil visualizar a primera vista
cómo actúa el mismo,
qué efectos produce, en qué
oportunidad, con qué magnitud y en
qué dirección. Pero,
además, tampoco es fácil
determinar, observado un efecto en
particular, cuál es el elemento que
lo produce, o qué
combinación de elementos y en
qué circunstancias.
No debe olvidarse que un sistema -
analizado politológicamente - no es
meramente un conjunto de normas
jurídicas, un régimen
jurídico. El sistema cambia, o sus
efectos cambian, cuando se modifica la
realidad sobre la cual se aplica. Aunque
la normativa jurídica no cambie, el
sistema no es el mismo si se produce, como
ocurre en el Uruguay, profundos cambios en
la geografía poblacional y en el
comportamiento votacional. El sistema no
es el mismo hoy, sus efectos no son los
mismos, aplicado sobre un formato
tripartidista, que cuando se aplicó
a un formato bipartidista.
Y para la elección de
diputados, tampoco es el mismo un sistema
con predominancia de circunscripciones
binominales como en la actualidad, que
medio siglo atrás con predominio de
circunscripciones trinominales. Ni hablar
de la combinación de ambos efectos:
circunscripciones trinominales sobre un
formato bipartidista en los años
cuarenta; circunscripciones binominales
sobre un formato tripartidista, en este
fin de siglo. La ecuación se ha
invertido.
Determinar los efectos que produce
cualquier elemento del sistema electoral
sólo es posible a través de
prolijas y minuciosas investigaciones.
Más aún, el prever los
efectos que puede generar el cambio de
cualquier pieza del sistema. Porque el
movimiento de un solo elemento puede
generar, y la mayor parte de las veces
genera, una acción de efectos en
cadena sobre el propio sistema electoral,
la presentación y el comportamiento
electorales, y el sistema de
partidos.
Uno de los grandes problemas al
abordar el análisis del
funcionamiento del sistema, del
diagnóstico de sus fallas y de las
propuestas de cambio, es no caer en
estereotipos o simplismos.
En líneas generales se conoce
como funciona el régimen vigente en
su globalidad , qué consecuencias
acarrea; pero no se diagnostica con
facilidad qué efectos produce cada
una de sus partes. No es tan simple
predecir entonces qué pasa cuando
se introducen cambios. Y es posible que
una enmienda realizada con un fin
determinado, provoque otro diferente y
hasta contrario.
Pero es importante señalar el
sistema electoral uruguayo, pese a su
complejidad, a ser producto de una
vastedad de disposiciones
constitucionales, más de medio
centenar de leyes, un número mayor
aún de actos-regla de la Corte
Electoral y a un sinnúmero de actos
jurisprudenciales, no es una
construcción artificial ni
arbitraria. Por el contrario, es el
producto de un largo proceso
histórico, y un sistema que en sus
grandes líneas y en su esencia es
comprendido por los votantes. La ingeniosa
frase de Juan Vicente Chiarino, "en
Uruguay el voto es tan secreto que ni el
propio votante sabe a quien vota", queda
rebatida en todo trabajo empírico:
el votante uruguayo, en porcentajes muy
elevados, identifica con claridad las
consecuencias de su voto, de forma directa
como indirecta (es decir, de no triunfar
el candidato de su preferencia,
cuál otro se beneficia del
mismo)
Inclusive, sus elementos más
relevantes constituyen parte de la cultura
ciudadana: así es como en la
elección de autoridades de
organizaciones gremiales, cooperativas,
comisiones vecinales, clubes deportivos,
además de los propios partidos
políticos, predominan los elementos
centrales del sistema: doble voto
simultáneo, uso de lema y sublema,
lista cerrada y bloqueada, hoja de
votación distinguida por un
número, representación
proporcional pura, adjudicación de
cargos por el método
d'Hont.
Dicho esto con algunas reservas, es
un sistema construido y operado sobre la
base de una alta consensualidad
política, al menos de una
consensualidad fáctica: todas las
fuerzas que han obtenido
representación parlamentaria,
aún sus más severos
críticos, han utilizado todos los
grandes elementos del sistema, en
particular el múltiple voto
simultáneo
1.8 - De cómo efectuar el
diagnóstico y discutir la
reforma
Tanto la formulación del
diagnóstico, como al
discusión de las propuestas,
merecen tres reflexiones:
Una. Al discutir una reforma es
necesario separar las raíces, los
troncos y las ramas. Cada vez que se
replantea la reforma, lo primero que
aparecen son correcciones a defectos
menores de la ingeniería
electoral.
Es imprescindible separar los
objetivos de los ingeniería. Una
cosa es pretender ir a un sistema de
proporcional atenuada o a un sistema
constitutivo de mayorías, y otras
cosa es pretender acercar el elegido al
elector. Plantear circunscripciones
uninominales para diputado puede perseguir
cualquiera de los dos objetivos. Y puede
haber circunscripciones uninominales con
proporcionalidad pura, o esquemas
mayoritarios sin uninominalidad.
Un tema reiterado en las discusiones
es la iniciativa de suprimir o modificar
el tercer escrutinio en la
adjudicación de bancas de diputado.
Sin embargo, cuando se analizan las
argumentaciones, surgen objetivos
diferentes: en un caso, afectar la
proporcionalidad pura e ir a esquemas de
proporcionalidad simple; en otro caso,
respetar la proporcionalidad
política al interior de los
departamentos; en un tercer caso,
privilegiar la proporcionalidad entre los
departamentos.
De lo expuesto anteriormente surge
con claridad que un procedimiento
lógico supone discutir primero los
objetivos de la reforma. Luego,
clarificados éstos, entrar al
desarrollo de la ingeniería
electoral que conduzca a esos objetivos.
La experiencia de los anteriores procesos
de debate, de los dos quinquenios
anteriores, así como de los meses
transcurridos en 1995, permite ver que se
repite un camino opuesto: se proponen,
analizan y discuten instrumentos, sin que
resulte claro hacia qué objetivos
apuntan, que disfuncionalidades pretenden
corregir o qué nuevos principios
pretenden incorporar.
Dos. El sistema presenta elementos
cuestionables o modificables de diferente
envergadura. Sin embargo, en las
discusiones reformistas, en los planteos
de los actores políticos, se
observa el destinar mucho esfuerzo a
combatir problemas inexistentes. A
vía de ejemplo: la ley de partidos
políticos que en la legislatura
pasada recibió media sanción
dela cámara baja, destina gran
parte de la misma a restringir la
formación de partidos
políticos y la presentación
de candidaturas. Resulta que ninguno es un
problema relevante:
a) Uruguay presenta un bajo
número de partidos. 1994 marca el
récord de 12 lemas accidentales, 11
de los cuales no alcanzaron
representación parlamentaria; la
media del último medio siglo es de
cuatro partidos accidentales.
b) La magnitud de la oferta
electoral es irrelevante en cuanto a la
fraccionalización partidaria. El
número de candidaturas
presidenciales apoyadas por sectores que
obtienen representación
parlamentaria oscila entre dos y tres por
lema,de manera relativamente invariable en
medio siglo; y en total el número
oscila entre seis y nueve. A nivel de
diputados, el número máximo
de listas es de alrededor de ochenta en la
circunscripción macro de
Montevideo; sin embargo, nuestros estudios
permiten afirmar que la
fraccionalización (medida como el
número de listas que obtienen
representación) es relativamente
constante e independiente del crecimiento
o reducción de la oferta.
Tres. Es necesario despejar algunos
sofismas que aparecen en la
discusión sobre reforma
constitucional del quinquenio anterior. A
vía de ejemplo:
a) Los efectos sobre la
representación territorial que
produce el tercer escrutinio se imputan a
la existencia de la proporcionalidad pura;
ello no es correcto, es producto de varios
factores, uno de los cuales es el piso
mínimo de dos bancas por
departamento; otro la existencia de
circunscripciones departamentales con muy
bajo número de votantes, que no
justificarían su existencia desde
un punto de vista estrictamente
cuantitativo; y en tercer término,
que el régimen en general
privilegia la representación
política por sobre la
representación territorial.
b) Se considera como problema la
presentación de mil ochocientas
listas. Se olvida que la mitad corresponde
a un tipo de elección (nacional) y
la otra mitad a otro tipo (municipal). Se
confunde el número de hojas de
votación con el de listas (o
nóminas de candidatos). Y por
último se suman listas de
diecinueve circunscripciones diferentes.
El elector, en definitiva, dispone para la
elección de diputados de una oferta
de entre treinta y ochenta listas,
según el departamento. Pero,
además, al interior de un mismo
lema, la oferta media es menos de la
tercera parte.
1.9 - Los objetivos y las
motivaciones de la reforma
La reforma surge ha partir de
insatisfacciones de los actores
políticos acerca del funcionamiento
del sistema político, que abarcan
un amplio espectro:
Uno. Percepciones de la existencia
de un bloqueo político. En forma
reiterada se ha marcado tanto desde
actores políticos como desde el
plano académico la existencia de un
bloqueo político. Sin embargo,
dichos planteos han tenido en común
el dar por supuesto el bloqueo, y sin
necesidad de fundamentación alguna
pasar a propuestas de reforma, fuere al
sistema de gobierno, fuere al sistema
electoral.
En ningún caso se dieron los
dos pasos elementales desde el punto de
vista científico: a) definir
qué es bloqueo político,
cuándo, en qué condiciones y
circunstancias se da; y b) probar la
existencia de ese bloqueo, analizar los
comportamientos de los actores
políticos y ubicar en qué
momentos, con qué frecuencia,
importancia e intensidad se dieron esos
bloqueos; de alguna manera, cuantificarlos
y ponderarlos. Esa ausencia de
definición y de
investigación, impide verificar si
el supuesto es correcto o
incorrecto.
De las argumentaciones sobre la
necesidad de superar el bloqueo y las
propuestas tendientes a ello, aparece
subyacente la idea que existe bloqueo
cuando el partido de gobierno, el sector
político del presidente de la
República o el propio presidente,
no logran traducir en leyes la totalidad
de su programa de gobierno. Y se considera
anormal, patológico, que el
presidente de la República deba
negociar con legisladores o sectores
políticos en pos de construir una
mayoría legislativa. De donde se
considera que un sistema política
se encuentra bloqueado siempre que el
presidente de la República no
cuente con mayoría parlamentaria,
ya fuere esa mayoría producto del
comportamiento electoral o del sistema
electoral
Más aún, un
análisis somero de los dos
gobiernos anteriores no permite sostener
con facilidad la existencia de bloqueos
políticos. Tanto el presidente
Sanguinetti en su primera presidencia (y
en el primer año de su segundo
mandato), como el presidente Lacalle,
lograron la aprobación legislativa
de todas las iniciativas trascendentes que
hubieren sido prolijamente negociadas. El
presidente Lacalle, sobretodo,
encontró dos tipos de
obstáculos a la
implementación legislativa de su
programa: el referendum abrogatorio y la
falta de prolijidad en la
articulación de acuerdos
políticos
Dos. Insatisfacciones sustantivas
sobre el sistema electoral. La
concepción que el sistema electoral
uruguayo no es trasparente, que el elector
no conoce el efecto de su voto. Esta
visión, cargada de elementos
éticos, ha sido una de las
críticas más sostenidas
contra el sistema electoral uruguayo en su
conjunto, realizadas desde los llamados
"partidos de ideas" (Unión
Cívica del Uruguay, Partido
Comunista, Partido Socialista).
En una visión extrema se
llegó a sostener que los partidos
tradicionales eran meras construcciones
artificiales del sistema electoral y, por
tanto, que bastaba la eliminación
del múltiple voto simultáneo
para operar la ruptura de ambos partidos.
Esta tesis ha caído en desuso,
particularmente a partir de la capacidad
de sobrevivencia y convocatoria demostrada
por ambos partidos tradicionales durante
el gobierno de facto: sin acción ni
objetivos electorales, desvinculados de la
acción estatal aún en sus
más modestas formas, conservaron su
existencia, su unidad dentro de formas
organizativas flexibles y la
adhesión de sus seguidores con
características de
pertenencia.
En líneas generales esta
visión parte del supuesto que la
eliminación del múltiple
voto simultáneo arrojaría
cambios tanto en el comportamiento como en
la decisión electoral,
particularmente en los órganos
uninominales.
Tres. Insatisfacciones sobre el
sistema electoral derivadas del cambio en
el sistema de partidos. La
concepción que el sistema electoral
uruguayo fue diseñado y opera con
funcionalidad exclusivamente sobre un
formato bipartidista. Que la
transformación del sistema en
tripartidista marca la necesidad de una
revisión del sistema electoral, que
se adapte al nuevo sistema de
partidos.
Esta visión aparece
teñida de una nostalgia del
bipartidismo, y como contrapartida, el
considerar al tripartidismo o al
multipartidismo como etapas
transicionales: de un bipartidismo a otro,
o del bipartidismo original al mismo,
atravesando un periodo de cuestionamiento.
Desde esta óptica, la
función del legislador o del
constituyente es articular un sistema que
fuerce los cauces hacia ese bipartidismo.
Como formar de caminar a ese
bipartidismo aparecen iniciativas como el
sobrerrepresentar en las cámaras
legislativas a los dos primeros lemas, o
la implantación de la segunda
vuelta en la elección presidencial
con la finalidad de construir un escenario
binario, de un candidato enfrentado a
otro.
Cuatro. Aspiración de
transitar hacia un sistema de gobierno
parlamentario. En forma opuesta a las
tesis de enmendar el sistema electoral con
la finalidad de cambiar el sistema de
partidos, los parlamentaristas apuntan a
modificaciones institucionales que
apuntalen un cambio en las conductas
políticas, que propendan a la
formación de coaliciones.
La tesis parlamentarista está
fundamentada más en postulados
ideológicos sobre los valores de
los sistemas de gobierno y no en la
búsqueda de correctivos funcionales
al actual sistema político
uruguayo
Cinco. La necesidad de
minimizar la aleatoriedad en la
elección presidencial, de disminuir
los riesgos de decisiones electorales no
deseadas. Las elecciones de 1994 marcaron
un hito: el Partido Colorado obtuvo el
primer lugar con el 32.3% de los votos
válidos; segundo el Partido
Nacional con el 31.2% y tercero el Partido
Frente Amplio (Frente Amplio o Encuentro
Progresista) con el 30.6%. Ninguno de los
tres lemas alcanzó el tercio de los
votos válidos; la diferencia entre
el primero y el tercero fue del 1.7%; la
diferencia entre el primero y el segundo
fue de tan solo 1.1%; y la distancia del
segundo al tercero fue apenas del
0.6%.
Este resultado puede considerarse
casi aleatorio. Cualquier acontecimiento
que hubiere ocurrido ese día,
inclusive de índole
meteorológico, podría haber
cambiado el resultado. Y cualquier
combinación es posible.
Lo anterior no es posible de probar
y puede tener elementos de
exageración. Pero muchos dirigentes
políticos sintieron que el
resultado que se dio o algún
resultado que pudo darse, no es
conveniente y en lo posible debe evitarse.
Unos porque consideran que triunfó
el candidato del inmovilismo frente a un
país cuya mayoría apuesta a
la modernización; otros porque
piensan que triunfó o pudo triunfar
un candidato del liberalismo
económico, o del neo-liberalismo,
mientras la mayoría de la
ciudadanía se opone al
neo-liberalismo; y unos terceros sienten
que pudo triunfar un candidato marxista,
cuando la mayoría del Cuerpo
Electoral es anti-marxista.
Seis. Insatisfacciones sobre el
funcionamiento de los partidos, en
particular percepciones sobre
disfuncionalidades producto de la
fraccionalización y la
indisciplina. En el Uruguay aparecen dos
peles diferentes, en tiempos distintos,
para los dos principales niveles de
agentes electorales. Los agentes de primer
nivel, los lemas, operan como las unidades
políticas en tiempos electorales.
En cambio, en los periodos
interelectorales, en los tiempos
gubernativos, el sistema oscila entre
operar a nivel de agentes de primer nivel
u operar a nivel de agentes de segundo
nivel, de fracciones o sectores. En las
últimas décadas se ha
acentuado la predominancia del accionar en
el segundo nivel.
Este tema ha recibido dos tipos de
propuesta. Una en el sentido de establecer
mecanismos electorales que atenúen
o entorpezcan la fraccionalización.
Y otra en dictar una ley de partidos que
establezca mecanismos que fuercen la
actuación política a nivel
de partidos, de lemas, de agentes de
primer nivel.
Entre los actores políticos
se percibe una cierta confusión
entre los fenómenos derivados del
fraccionalismo y los problemas de
indisciplina. En general se confunde lo
último con lo primero. A nuestro
entender indisciplina es cuando un actor
individual actúa sin acatar la
disciplina o sin actuar conjuntamente con
el grupo político al que pertenece
(partido o fracción, agente de
primer o segundo nivel); sin que existan
estudios serios y minuciosos sobre el
tema, tenemos la percepción que
este es un problema de escasa entidad. En
cambio, el problema mayor del sistema
uruguayo es la inacción de los
partidos, de los lemas, de los agentes de
primer nivel, como los articuladores de la
acción política en los
periodos interelectorales, y su
sustitución en dicho papel por los
agentes de segundo nivel, por los sectores
o fracciones.
1.10 - Las líneas centrales
de reforma
De dichos fundamentos surge un
abanico de iniciativas, que apuntan a
cuatro campos:
Uno. La vigencia del doble voto
simultáneo en la elección
presidencial.
Dos. El mantenimiento del principio
de decisión de mayoría
simple común, también en la
elección presidencial.
Tres. El mantenimiento,
atenuación o sustitución del
principio de representación de
proporcionalidad pura en la
integración de ambas ramas del
parlamento.
Cuatro. La desvinculación del
voto entre la elección nacional y
la elección municipal, y la
separación temporal de ambos
comicios.
Por razones de extensión del
trabajo el análisis se
limitará a la elección
presidencial.

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