07 Oct. 2012

Los desafíos para el coloradismo

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La meta de todo el Partido, […] es no solo lograr un avance cuantitativo sino cualitativo.[...] Ideológicamente hoy el Partido Colorado ha quedado incrustado en la derecha [...] El primer desafío, el de Vamos Uruguay, es lograr que la gente perciba más batllismo en Bordaberry [...] Pero además abrir espacios políticos, porque la gente percibe el arco tradicional como compuesto por tres elementos: Alianza Nacional, Unidad Nacional y el Partido Colorado

El Partido Colorado por primera vez en la larga historia nacional1 quedó colocado en tercer lugar en 2004 y mantuvo ese puesto en los siguientes comicios de 2009. Por otro lado, desde las elecciones de 1938 hasta las de 2004, en términos gruesos, más allá de un puntito más o un puntito menos, registró una muy larga y persistente caída, en escalones: 7 décimos del electorado en 1938, 6 décimos en 1942, cinco décimos en 1946, 1950 Y 1954, cuatro décimos en 1958, 1962 y 1984, tres décimos en 1989, 1994 y 1999, y tan solo un décimo en 2004. En todo ese largo proceso de caída, estabilidad, nueva caída, nueva estabilidad, tuvo un solo y fugaz repunte, en 1966. Los pasados comicios rompen esa larga caída y dejaron (científicamente) la duda si era otro fugaz repunte o la inversión de la tendencia: las percepciones politológicas y los sucesivos estudios de opinión confirmaron lo último, que el coloradismo se encuentra en una fase de inversión de tendencia y nuevo crecimiento desde ese muy bajo piso de 2004. La meta de todo el Partido, el objetivo primordial de Bordaberry, es no solo lograr un avance cuantitativo sino cualitativo, no solo crecer porcentualmente sino además desplazar al Partido Nacional del segundo lugar.

Los estudios de opinión pública de las instancias finales hacia las elecciones de 2004 demuestran que el Partido Colorado consolidó una base firme ubicada en el 13% del total del electorado nacional. Obtuvo el 17%. Esos cuatro puntos fueron –claramente demostrado- votos puntuales ante el formidable derrumbe final del Partido Nacional, cuatro puntos que por algunas semanas estuvieron en la duda y finalmente se volcaron al coloradismo y a la fórmula Bordaberry-De León. El error de la gran mayoría de los dirigentes colorados, que los llevó primero al enojo contra las encuestas y luego a la decepción, fue creer que el 17% era la base a partir de la cual iniciar la nueva etapa. Cuando la realidad era que el coloradismo contaba con una base sólida de 13% y su primera etapa de crecimiento consistía en consolidar esos cuatro puntos porcentuales. En términos de captación firme de electorado, todo lo que lograse por encima del 13% debe computarse como crecimiento, como solidificación de un voto puntual. En estos momentos puede sostenerse que ya la base sólida está ubicada en el 15% y tiene un juego de captación hacia los otros dos puntos restantes, que le da esa oscilación entre el 15% y el 17%. Esos movimientos siguen dándose como trasvasamientos entre Bordaberry de un lado y del otro Unidad Nacional (Herrerismo y aliados). Hay allí vasos comunicantes: cuando crece Bordaberry cae Unidad Nacional, cuando cae Bordaberry crece Unidad Nacional. Ese juego de vasos comunicantes va más allá de esos dos puntos y se traslada al crecimiento efectivo en términos de votos que pretende el Partido Colorado: superar en las urnas el 17%, lo cual puede hacerlo a costas del Partido Nacional y en particular de esa ala que comandó hasta el año pasado Luis Alberto Lacalle. Pero además necesita llegar a más que eso, a la otra ala del nacionalismo y eventualmente del frenteamplismo disconforme.

Entonces, para el coloradismo es de vital importancia tener idea de a qué se enfrenta, especialmente cómo se termina configurando la estructura de competencia en el Partido Nacional (además de la incógnita importante para todos, si Tabaré Vázquez decide o no postularse). Ahora bien, poco puede hacer por sí mismo para incidir ni en Vázquez ni en el nacionalismo. En cambio, tiene desafíos internos de dos tipos: uno en relación a Vamos Uruguay, otro en relación al Partido Colorado.

La historia reciente demuestra que cuando un partido tradicional presenta una corriente hegemónica, sin contestación real alguna, se debilita. Le ocurrió al Partido Nacional con el avasallante dominio de Wilson Ferreira Aldunate en 1984; le ocurrió al Partido Colorado con el otro avasallante dominio de Julio Ma. Sanguinetti en 1994. Es cierto que ambos casos (y hay otros, de menor impacto) ocurrieron bajo el anterior sistema electoral, con plena vigencia del doble voto simultáneo para Presidencia de la República. Pero aún con candidatura única, no es lo mismo una candidatura única apoyada en una corriente cuasi única, que apoyada en un abanico de corrientes, al menos dos grandes corrientes.

Ideológicamente hoy el Partido Colorado ha quedado incrustado en la derecha, con poco juego hacia el centro. Más allá de los intentos de Ope Pasquet por presentar a Vamos Uruguay con contenido batllista (que puede tenerlo), la percepción de la gente es diferente: no ve a Bordaberry como batllista. No ve batllismo en el Partido Colorado. El primer desafío, el de Vamos Uruguay, es lograr que la gente perciba más batllismo en Bordaberry. Como todo desafío, puede ser posible o no, puede lograrse o no.

Pero el otro desafío es la necesidad de recrear una corriente que se sienta, se exprese y sea reconocida como íntegramente batllista, que busque un renacimiento del batllismo colorado. No es nada fácil, porque se requieren muchas cosas: identificación con un liderazgo diferente al de Bordaberry o en su defecto con un elenco dirigente sólido, con discurso y propuestas que lo acerquen a la tradicional visión batllista más estatista, más de Estado protector y culturalmente más liberal. Por ahora no hay fisuras en el coloradismo en el discurso culturalmente conservador (curiosamente, las fisuras verbales, que no se han traducido en lo fáctico, provienen de gente de Vamos Uruguay como Pasquet o Fernando Amado, y no del ala llamada a recrear el batllismo, que se ha plegado a la visión conservadora). Una recreación de una gran ala batllista requiere además que la sumatoria de grupos y dirigentes vaya en la línea batllista, y no que se sume todo lo que no esté con Bordaberry, sea lo que sea, diluyendo la diferencia de perfil político e ideológico.

Pero además abrir espacios políticos, porque la gente percibe el arco tradicional como compuesto por tres elementos: Alianza Nacional, Unidad Nacional y el Partido Colorado, que aparece como una sola cosa detrás de y conducida por Bordaberry. Y no por cuatro elementos, donde el cuarto sería un nuevo batllismo colorado.


1 Tercera de cuatro notas sobre el posicionamiento de los partidos a dos años de las elecciones nacionales del 26 de octubre de 2014. Ver Desafíos Electorales para el F.A y El poder de decisión de Vázquez, El Observador.