14 Mar. 2020

Rodríguez Larreta y de Herrera

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La doctrina Rodríguez Larreta, del Paralelismo entre la Democracia y la Paz en esencia establece: un hecho internacional como lo es la paz solo puede estar asegurado si en los estados rige la democracia (correlaciona pues lo internacional con lo interno) y su corolario es la manifestación del derecho de intervención multilateral para defender o establecer la democracia en un país dado […] Herrera fue un acérrimo defensor del principio de No Intervención, que supone que ningún estado o conjunto de estados tiene el derecho de intervenir o tener injerencia en los asuntos internos de otro. De allí el mal olor que le sintió al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)

El Paralelismo entre la Democracia y la Paz versus la No Intervención

Eduardo Rodríguez Larreta (1888-1973) fue senador, diputado, constituyente, fundador del diario El País, uno de lo líderes del Partido Nacional Independiente y referente del proyecto de reconstrucción de la unidad blanca. Pero lo más importante -a efectos de este análisis- es que fue ministro de Relaciones Exteriores hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial y la construcción del nuevo orden internacional (1945-47) Y lo más destacado en su labor de canciller lo fue la elaboración de la doctrina del Paralelismo entre la Democracia y la Paz, que en esencia establece: un hecho internacional como lo es la paz solo puede estar asegurado si en los estados rige la democracia (correlaciona pues lo internacional con lo interno) y su corolario es la manifestación del derecho de intervención multilateral para defender o establecer la democracia en un país dado1. De alguna manera, la Doctrina Rodríguez Larreta -como también se la conoce- es precursora de las modernas cláusulas democráticas y en particular de la Carta Democrática Interamericana. Quizás la mayor diferencia entre ese ayer y el hoy, es que en la vieja doctrina el fin es la paz y la democracia aparece como condición para esa finalidad; en cambio hoy la democracia es el fin en sí mismo.

Luis Alberto de Herrera (1873-1959) fue jefe de Gobierno entre 1925 y 27 (en tanto presidente del Consejo Nacional de Administración), dos veces consejero nacional, senador, diputado, constituyente, ocho veces candidato a la Presidencia de la República, por más de medio siglo principal caudillo del Partido Nacional, fundador y jefe del herrerismo. Además, abuelo del ex presidente Luis Alberto Lacalle Herrera y bisabuelo del nuevo presidente Luis Alberto Lacalle Pou. Fue un acérrimo defensor del principio de No Intervención, que supone que ningún estado o conjunto de estados tiene el derecho de intervenir o tener injerencia en los asuntos internos de otro. De allí el mal olor que le sintió al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)

Aquí, con mayor énfasis para un lado o para el otro, puede afirmarse que en los siete lustros transcurridos desde la restauración institucional predominó la aplicación del principio de no intervención, asociado además a conceptos como realpolitk, neutralidad, búsqueda de soluciones de entendimiento a los conflictos. Sin perjuicio de ello, Uruguay fue impulsor tanto de la Carta Democrática Interamericana (2001) como del Protocolo de Montevideo sobre compromiso con la democracia en el Mercosur (2011), y a su vez firmante del Protocolo sobre compromiso con la democracia de Unasur (2014). En principio, la síntesis entre estos tratados internacionales y la línea de no intervención y realismo político, aparece en tanto que las condiciones de democraticidad se aplican para la pertenencia a determinados organismos (OEA, Unasur, Mercosur), sin otras ulterioridades.

En esta línea de realismo político, en la etapa final de los gobiernos tradicionales consecutivos, cabe consignar cuatro detalles significativos: el reconocimiento del gobierno de Beijing como el gobierno auténtico de China, la primera visita oficial de Fidel Castro a un país latinoamericano desde su ida al Chile de Allende, el cuestionamiento de la intervención norteamericano-británico-española en Irak y la no condena a China en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas (pese a la presión del gobierno norteamericano). Para los gobiernos de entonces, para ninguno de los dos partidos tradicionales, ni la República Popular China ni Cuba -ambos regímenes de partido único- pueden ser considerados democracias, ni plenas, ni semiplenas, ni parciales. Sin embargo, no rigió el principio de la democraticidad sino de la realpolitk y de la raison d’etat.

Este nuevo gobierno dio dos señales opuestas en relación a las invitaciones a la asunción del mando presidencial: uno para América Latina o genéricamente para las Américas, otro para el resto del mundo. Para el resto del mundo se continuó con la línea tradicional de realismo político y no intervención, coincidente además con la histórica línea de Luis Alberto de Herrera, además bisabuelo del nuevo presidente de la República. El detalle altamente significativo es la invitación cursada al presidente de China Xi Jinping.

Cabe considerar que el mundo de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial tiene diferencias significativas con el mundo cuando está a punto de terminar la segunda década del tercer milenio. Eso puede llevar a explicar cambios de posición o análisis diferente. Aunque por otro lado cabe consignar que los principios de la realpolitik y de la raison d’Etat se aplican en el mundo al menos desde hace cuatro siglos.

Pero para el hemisferio occidental -o más especificamente para América Latina- se aplicó el criterio de principismo ideológico o político que inspiró la Doctrina Rodríguez Larreta, en oposición a la línea histórica de Luis Alberto de Herrera. El detalle significativo es la no invitación -anunciada en forma altisonante- de los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. No importa el grado de democraticidad de los invitados y los no invitados, sino la valoración que hizo el nuevo gobierno electo. Añade el reintegro de Uruguay al TIAR (o más exactamente, su no ida) en el momento en que el mecanismo se activa como paso preliminar a una posible intervención en los asuntos internos de uno de los países americanos.

Lo más relevante como detalle histórico es que en cuanto al hemisferio occidental -que fue el objeto tanto del antiguo canciller nacionalista independiente como del jefe del herrerismo- el bisnieto de Herrera abandona la tesis de su bisabuelo y adhiere la de su adversario, Eduardo Rodríguez Larreta. Como quien dice, el gobierno se inspira en Rodríguez Larreta para las Américas y en Herrera para el resto del mundo.


1 Ver “El Derecho de no intervención”, “El principio de no intervención” y “La no intervención y la democracia”, El Observador, abril 20 de 2003, y julio 8 y 15 de 2012.