09 May. 2020

El día que se falta a las urnas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Pero el 27 de setiembre va a llegar en un escenario no determinable hoy, tanto en lo político como en lo económico y lo social, más aún en lo económico-social […] De lo que no puede caber duda es que esta elección próxima ha quedado descolgada del ciclo electoral […] Y que los resultados del 27 de setiembre van a ser diferentes a los que hubiera habido el 10 de mayo. Sin poder saberse cuánto ni para dónde.

El 27 de setiembre habrá una elección diferente, en un contexto diverso

Domingo 10 de mayo de 2020, según la Constitución, día de las elecciones departamentales y municipales y cierre del ciclo electoral 2019-2020 que comenzó el domingo 30 de junio de 2019. Pero llegó por avión un señor llamado Covid19, infectó del virus a la Constitución y obligó a patear esos comicios en principio para el domingo 27 de setiembre.

Desde el punto de vista político-electoral es importante subrayar el profundo cambio que produce no solo la postergación de fecha, sino el surgimiento de un bloque de silencio, una barrera entre un antes y un después del coronavirus, o de su llegada. El ciclo electoral está concebido como tal, como un tiempo que sin solución de continuidad cubre cuatro etapas: las elecciones generales internas del último domingo de junio, las elecciones nacionales del último domingo de octubre del mismo año, el balotaje del último domingo del noviembre siguiente y, cinco meses y medio después, las elecciones nacionales y municipales. Entre el balotaje y estas últimas elecciones, la instalación de un nuevo gobierno y sus primeros pininos. Visto así, cada etapa alimenta a la siguiente: las elecciones nacionales se ven influidas por los resultados habidos en junio y las campañas electorales precedentes a junio; el balotaje queda influido por las elecciones nacionales; y las elecciones departamentales y municipales son impactadas por los ecos lejanos de las generales internas, por las nacionales, el balotaje y la instalación del nuevo gobierno, un gobierno que debe llegar a estas últimas elecciones con alrededor de diez semanas de funcionamiento pleno. Entonces cada etapa es consecuencia de lo anterior y produce efectos hacia la siguiente. Las elecciones nacionales y departamentales son el momento en que, más allá de las peculiaridades propias, del fuerte impacto de los temas locales y de las candidaturas locales, oficia como el gran acumulador de los procesos anteriores. Cabe repetir, sin solución de continuidad.

La pandemia ha roto esa continuidad, ha generado un gran silencio sobre la política general y específicamente sobre la electoral y político-partidario, por todo lo que no fuere el coronavirus y sus efectos sanitarios, económicos y económico-sociales. El gobierno algo ha ayudado a la ruptura de ese silencio con los envíos al Parlamento de la Ley de Urgente Consideración (LUC) y de la Ley de Medios. Pero lo demás está fuera de agenda, y uno diría que todos los actores sienten que cualquier gesto que suene a electoral es de mal gusto. Los intendentes candidatos a la reelección ven como su renuncia al cargo 90 días antes de las elecciones, los ha dejado fuera del cargo y fuera de la política por casi ocho meses previos a las elecciones de nueva fecha. Los candidatos que no ocupan cargos de gobierno o parlamentarios, se encuentran por fuera del foco de la noticias.

Junto con el coronavirus, como ocurre en una sociedad bajo los impactos de guerra, el debate político normal se asordina y el gobierno adquiere un protagonismo comunicacional extraordinariamente fuerte. Ello, más allá de intenciones, por sí solo, objetivamente, es un elemento que en alguna medida, mayor o menor, puede impactar en las elecciones subsiguientes.

En el mundo hay dos grandes métodos en cuanto a fijación de fecha de elecciones. Las que en alguna norma (constitucional o legal) están prefijadas, y las que son de convocatoria por alguien (gobierno, jefatura de Estado), a veces con plena discrecionalidad o a veces dentro de parámetros determinados no muy laxos. Está bastante estudiado en el mundo, en los países en que las elecciones son plenamente competitivas, que la selección de la fecha (cuando no es prefijada), o la postergación de la fecha fijada, o la anulación y nueva convocatoria, tiende a no repetir el escenario que hubiera habido en la fecha originaria, sino que ese nuevo tiempo puede producir resultados diferentes. Esto es una advertencia imprescindible. No necesariamente el 27 de setiembre el resultado va a ser exactamente igual al que hubiera sido -o podría haber sido- este domingo 10 de mayo. Por la sola postergación, por el solo nuevo escenario. Ni hablar por todo lo que implicó la llegada de la pandemia, la suspensión de la vida normal, la vuelta a una situación diferente, distinta a esa normalidad anterior.

El ciclo electoral iba camino a cerrarse, a llegar a su última etapa, con un escenario político, económico y social determinado. Un escenario en que se recogían los resultados del gobierno anterior, los impactos de las tres etapas electorales previas, la instalación del nuevo gobierno, con sus aprontes, sus propuestas y sus primeras realizaciones. Se puede decir que, dentro de determinados márgenes, era un escenario de alta previsibilidad, más acá o más allá.

Pero el 27 de setiembre va a llegar en un escenario no determinable hoy, tanto en lo político como en lo económico y lo social, más aún en lo económico-social. Lo que haya ocurrido desde el 13 de marzo y vaya a ocurrir hasta ese 27 de setiembre, ese semestre largo, va a impactar en el resultado de esas elecciones. Sin duda no será neutro cómo se vea la gestión del gobierno en la crisis sanitaria, cómo se vea el estado de la economía, cómo sea y se sienta la situación del empleo, de la actividad económica, del ingreso de los hogares, de los precios. Por otro lado hay elementos de tipo local -de los partidos y figuras en lo departamental y lo local, de la temática específica local- que va a frenar algo los impactos globales.

De lo que no puede caber duda es que esta elección próxima ha quedado descolgada del ciclo electoral, que de hecho quedó cerrado el 24 de noviembre del año pasado. Y que los resultados del 27 de setiembre van a ser diferentes a los que hubiera habido el 10 de mayo. Sin poder saberse cuánto ni para dónde.