06 Feb. 2021

1984: el papel decisivo del FA

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Seregni entendió que el camino más razonable, menos costoso en dolor y sangre, más rápido, lo era la negociación (con los mandos militares) … el proceso de obtención de apoyos dentro del Frente Amplio fue lento […] El camino de la negociación supuso una intensa labor de preparación de las bases y la militancia, dentro del país y especialmente fuera, en el exilio europeo.

Cuando la transición institucional se insertó en el sistema político.

El impacto más importante que produjo el Frente Amplio en la historia nacional, antes de ser gobierno, en sus primeros 34 años de vida, lo fue su papel decisivo en la transición desde el régimen autoritario a la restauración democrática. Esa actuación relevante el FA no la recuerda, no la reivindica, quizás le moleste.

¿Por qué decisivo? Primero hay que ver el sistema político resultante de las elecciones de 1971 y que con pequeñas variaciones reprodujo la de 1984: en cifras redondas, Partido Colorado 40%, Partido Nacional 40%, Frente Amplio 20%. Fracasadas en otoño de 1983 las negociaciones del Parque Hotel entre los tres partidos habilitados (Colorado, Nacional y Unión Cívica) y la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (COMASPO), quedó clara una barrera difícil de superar entre los mandos militares y el Partido Nacional conducido por Wilson Ferreira Aldunate. Previamente, en las mal llamadas elecciones internas de los partidos políticos de noviembre de 1982, se había observado que un Frente Amplio proscripto pasaba a ser un actor decisivo para desnivelar entre los dos partidos tradicionales.

En ese contexto opera el mensaje de Julio Ma. Sanguinetti (secretario general colorado) a los mandos militares: de aquí solo se sale con una negociación y hay negociación o con el 80% del país (PC+PN) o con el 60% (PC+FA); no hay salida en acuerdo solo con el Partido Colorado. Decidido por el PN su no participación en negociaciones mientras Wilson estuviese proscripto y preso, el Frente Amplio tuvo en sus manos dos opciones: abortar cualquier tipo de salida negociada o posibilitar la salida negociada con su propia participación junto al PC.

Liber Seregni desde la cárcel concibe la estrategia en 1981. Primero el diagnóstico:

Uno. Las Fuerzas Armadas quieren irse, largar el fierro caliente; la situación económica y social es grave, comienza a sentirse el aislamiento internacional producido por la acción del exilio uruguayo y dentro del país crecen las acciones desafiantes.

Dos. No se ven probabilidades de una salida otorgada, no se ve un Baldomir, como quedó demostrado hacia 1983.

Tres. No están derrotadas, tienen oxígeno y no se van a ir de manera unilateral y sin condiciones. Con este panorama solo hay dos caminos. Un primer camino es la negociación, a sabiendas que en toda transacción cada cual cede algo a la otra parte y no obtiene todo; negociación es por excelencia un quid pro quo. No se pide a quien tiene el poder, si no es derrotado, que lo abandone y se dirija por sí mismo al patíbulo. Tampoco el FA puede aceptar cualquier cosa, hay un mínimo: retorno pleno a la Constitución y al Estado de Derecho, desproscripción del Frente Amplio, libertad para todos los presos por ideas políticas o por actos inspirados en razones políticas, retorno de todos los exiliados, plena vigencia de las libertades.

El otro camino es la resistencia “À outrance”. Las perspectivas son de una prolongación del régimen por varios años. Todo régimen tambaleante, desafiado, dispuesto a continuar, aplica todos los medios en su poder para sostenerse. Y ello supone una cuota muy alta de dolor y sangre, de represión, muertos, torturados, presos, exiliados, perseguidos dentro del país ¿Hasta cuándo? Hasta que el tenedor del poder se rinda: por una revolución (Nicaragua, 1979), o el fracaso de una ofensiva bélica exterior del régimen (Grecia 1974, Argentina 1982), o una rebelión interior en las Fuerzas Armadas (Portugal, 1974), o un desplome por agotamiento (es decir, una salida otorgada con algún Baldomir que apareciere)

Planteadas así las cosas, Seregni entendió que el camino más razonable, menos costoso en dolor y sangre, más rápido, lo era la negociación. Y para ello consideró que las mismas debía tener dos patas: la Concertación de todos los partidos políticos (que logra apenas salido de la cárcel con la creación de la Multipartidaria, aunque se rompe en junio al rechazar el Partido Nacional el camino de la negociación) y la Movilización popular, en el país y en el exterior, para aislar al régimen, para a las fuerza de las armas oponer el poder de un pueblo movilizado en la protestas (así surgieron los apagones y caceroleos), en el surgimiento de los sindicatos y las asociaciones estudiantiles, en las parroquias, en las cooperativas de vivienda. Esas tres patas se expresaron en la consigna: Movilización-Concertación-Negociación.

La voluntad de negociar fue decidida por Seregni y José Pedro Cardoso por el FA, junto con el Partido Colorado y la Unión Cívica, en la noche del 26 de junio de 1984, con la oposición del Partido Nacional. El FA planteó primero una pre negociación, que se realizó en el Estado Mayor Conjunto (actual sede del Ministerio de Defensa), con el propósito de sentar las bases para una negociación plena, la cual solo podía darse con la desproscripción del Frente Amplio, que ocurrirá el 26 de julio. Llega la negociación y de manera rápida se arriba al Acuerdo del Club Naval el 3 de agosto (PC, FA y Unión Cívica con los comandantes en Jefe de las tres fuerzas), del cual surge la convocatoria a elecciones para el 25 de noviembre. Por cuerda separada se hacen negociaciones reservadas que desembocan en un cronograma de liberación de presos políticos, de permiso de retorno de exiliados y de desproscripción parcial; quedan proscriptos Seregni, así como muchos dirigentes comunistas (a la cabeza Arismendi, Enrique Rodríguez, Jaime Pérez, Massera) y de la corriente encabezada por Enrique Erro (en primer lugar Chenlo, Durán Matos, Ariel Collazo). En marzo de 1985 se votará la ley que amnistía o da por caducada las penas de los presos por ideas políticas o por actos inspirados en razones políticas.

Decidida la iniciación de los contactos, el proceso de obtención de apoyos dentro del Frente Amplio fue lento. Se puede decir que no se completa hasta el 18 de julio, con una negociación en Buenos Aires entre un plenipotenciario de Seregni y Rodney Arismendi.

El camino de la negociación supuso una intensa labor de preparación de las bases y la militancia, dentro del país y especialmente fuera, en el exilio europeo. No era fácil, más en el exterior, cambiar las mentes: que aquí no se iba a producir una debacle militar sino que un día iban a estar sentados en la misma mesa delegados del FA con los comandantes militares. Fue una tarea dura, difícil, con muchas rispideces. Seregni sabía que se partía de un instintivo rechazo de la base. Paso a paso, a medida que los acuerdos mostraron resultados, que se abrieron las cárceles, volvieron exiliados, se llamó a elecciones, el clima cambió: el 25 de noviembre, el 95% de los votantes al Frente Amplio lo hizo por las corrientes que apoyaron el Acuerdo del Club Naval, el 5% se mantuvo intransigente. Después del Club Naval se restablece en pleno la Multipartidaria y, a partir de ella, se crea la Concertación Nacional Programática (con inclusión de fuerzas sociales y empresariales), que arribará a acuerdos, muchos de los cuales transformados en leyes o medidas de gobierno, y otros tanto que quedaron por el camino.

Lo significativo es que a partir de esas experiencias, el Frente Amplio inicia su primera experiencia de participación en las decisiones estratégicas de gobierno. Desde la asunción del gobierno constitucional y por un lapso de tres a cuatro años, serán frecuentes las reuniones de cúpula en la Residencia de la Avenida Suárez entre el presidente Sanguinetti, el vicepresidente Tarigo (que juntó la calidad de cabeza del Parlamento y del Partido Colorado), Wilson, Seregni y Humberto Ciganda (cívico). No integró el Poder Ejecutivo, sí los entes autónomos, pero en esos primeros años tampoco fue una oposición clásica.

Esa experiencia de La Concertación, como se la llamó, de la búsqueda de consensualidad en un conjunto de temas estratégicos y la divergencia en otros temas cruciales, colocó al Frente Amplio dentro del sistema político (del que estaba afuera cuando su fundación). Ahí comenzó su preparación para el gobierno.