07 Jul. 2019

El FA pasa de la conducción colectiva y participativas a la decisión presidencial

Oscar A. Bottinelli - Entrevista de Valeria Gil

El País

El perfil de Graciela Villar no es el de una persona que tiene los antecedentes previos para el cargo, no es una figura de gran popularidad en el país para decir que es carta electoral, pero sí parecería que es la que tonifica la militancia frenteamplista, que es un tema nada menor para un FA tan desanimado como se mostró el domingo 30 de junio.

¿Cómo ha visto esto de la fórmula del Frente Amplio?

El Frente Amplio, desde que se forma, lo hace con un concepto de conducción colectiva. A partir de 1986 inicia un proceso que lleva varias etapas, en el que a lo colectivo le agrega lo participativo. Eso se expresa, finalmente, en la realización, desde 2002 y cada cinco años, de elecciones en las que votan los adherentes del FA y eligen la totalidad de sus autoridades y el Congreso.

Esto ha dado lugar a muchas discusiones, sobre que es una estructura un tanto pesada, demasiado grande. De golpe, se pasa a que todo eso, colectivo y participativo, queda resumido en que el candidato presidencial, por sí, decide quién es el vicepresidente. Este es un giro muy fuerte en el concepto de la naturaleza política de la orgánica del Frente Amplio. Desde un aspecto de forma, de concepto. Esto es lo primero. Es un giro muy grande, que no ha quedado bien percibido por los propios dirigentes.

Rompe con toda una tradición.

Cambia, cambia. Lo segundo está muy relacionado con lo primero, pero es diferente. Esta es la séptima fórmula presidencial del Frente Amplio, y la cuarta, Vázquez-Nin Novoa, se repitió en tres elecciones. La primera fórmula vino con el surgimiento del FA: Seregni-Crottogini. La segunda, ante la proscripción de Seregni, fue Crottogini-D’Elía, consensuada. La tercera fue Seregni-Astori, no solo consensuada, sino casi natural. Luego aparece la de Vázquez, también casi natural, con Nin Novoa. No nos olvidemos que surge de la alianza del Frente Amplio con fuerzas que estaban fuera del FA, y conformaron el Encuentro Progresista, por lo que la fórmula estuvo integrada por el candidato del Frente Amplio más el candidato que representa a los aliados. Implicó un consenso de ambas partes.

El giro se produjo en 2009, cuando se dio una competencia abierta de los referentes, en términos gruesos, de medio Frente Amplio. Mujica, referente de un FA un poco más de izquierda, y Astori, un poco más moderado, de centro izquierda. La fórmula fue producto de esa elección, donde no hubo desnivel en la interna. Fue un 5 a 4 entre Mujica y Astori. En la elección pasada se volvió al candidato consensuado. Se mantiene un consenso, si no total, sí de más del 80%. Vázquez es elegido consensuadamente por las grandes fuerzas del Frente, y obtiene en junio el 82% de los votos, y el vice es consensuado entre quienes lo habían apoyado.

Esta es la primera vez que el consenso es aceptar lo que ya se decide anteriormente, cuando un consenso es al revés. Se arma un consenso entre todos a partir de una serie de nombres. Acá hubo una persona, que se consideró en condiciones de elegir. Es un giro. Es distinto a lo que mencionaba antes, cuando era colectivo y participativo. Acá está lo consensual frente a la decisión individual. Es un matiz de distinta naturaleza.

Lo tercero es que, cuando se aplicó la consensualidad eran distintas las razones por las que se llegaba a la conclusión de que el candidato debía ser uno, y cada una correspondía a una época distinta. Pero en 2009 entra el criterio de los votos. Allí la fórmula se armó con el primero y el segundo: Mujica-Astori. En 2014, la razón de la elección de Sendic, a pesar de que tanto Tabaré Vázquez como José Mujica lo venían lanzando dos años antes, fue que “los votos mandan”, en palabras de Mujica. Así que fue el cabeza de lista de la lista más votada del FA y de los que apoyaron a Vázquez, que era Raúl Sendic.

Ahora no se aplica ni el consenso con todos los criterios que implica lograrlo, ni la razón de los votos. Hago una referencia al Partido Nacional. Desde que existen las Elecciones Generales Internas, el PN aplicó el criterio de los votos, con dos variantes. Una, el primero y el segundo, que se dio en las fórmulas Lacalle-Abreu, porque el segundo fue Ramírez, que se retiró, y Abreu representaba a la “otra parte” del PN. Luego sí, ya fue el uno y el dos directo: Lacalle-Larrañaga y Lacalle Pou-Larrañaga. Pero en dos oportunidades, 2004 y 2019, se aplicó un criterio que sigue la misma lógica de los votos: si el primero más que duplica al segundo, está en condiciones de elegir toda la fórmula. Fue el caso de Jorge Larrañaga-Sergio Abreu, y de Luis Lacalle Pou-Beatriz Argimón.

En el caso del Frente Amplio, Daniel Martínez no duplicó a Carolina Cosse. No solo no duplicó, sino que ni siquiera tuvo la mitad de los votos. Tuvo bastante menos, y Carolina Cosse y Oscar Andrade, sumados, llevan una ventaja grande sobre Martínez. Por lo tanto, desde el punto de vista de los votos, Martínez no tiene la legitimidad sociológica de decidir per se, como sí tiene Lacalle Pou.

En cuarto lugar, en cuanto a los criterios de elección de candidaturas, uno era pensar en el ejercicio del cargo. Buscar una persona con mucha experiencia parlamentaria, que hubiera ya probado capacidad de negociación con los otros partidos políticos, básicamente en el Senado, y que fuera capaz de articular Parlamento y Gobierno. Ese criterio, evidentemente, no se siguió, porque no se eligió a alguien con experiencia en el Parlamento, y menos en el Senado.

El otro criterio es que se buscaba una figura que “arrastrase” votos, alguien ampliamente conocido en el país. Notoriamente no es este el caso. No tenemos datos, pero la mitad del país no debe conocer a Graciela Villar. Recordemos que Talvi tardó bastante tiempo para que lo conociera la mitad del país. Él gana cuando logra, finalmente, ser conocido. Tuvo una dificultad. Incluso Sartori, con un operativo publicitario muy eficiente e intenso, tardó dos meses en ser conocido.

No nos olvidemos de que estamos a menos de cuatro meses de las elecciones. Si se habla de dos, o casi tres, para ser conocido, al compañero de fórmula, por más que estamos en un momento intenso y la gente presta más atención, parecería que hay muy poco tiempo. Al FA le va a demandar mucho esfuerzo hacer conocer a la compañera de fórmula.

Otro elemento que da la impresión de que surge, no de lo dicho por Martínez, sino que uno recoge en las redes sociales, es que a una militancia frenteamplista desanimada, la trayectoria militante frenteamplista de Graciela Villar tonifica esa militancia. Daniel Martínez hizo una campaña muy “desfrenteamplizada”, y Graciela Villar le agrega un componente profundamente frenteamplista. El perfil de ella no es el de una persona que tiene los antecedentes previos para el cargo, no es una figura de gran popularidad en el país para decir que es carta electoral, pero sí parecería que es la que tonifica la militancia frenteamplista, que es un tema nada menor para un FA tan desanimado como se mostró el domingo 30 de junio.

¿Puede ser que apunte a los desencantados del FA?

Cuando analizo, no me interesa la intención de quien hace la movida, sino cómo es recibida por la gente. Hay que esperar, pero creo que llega más, no a los desilusionados o desencantados, sino a los desanimados. El desanimado no está pensando en no votar al Frente, pero sí estaba sin ganas de hacer nada por el FA. Eso se notó el 30 de junio. Hubo un segmento de frenteamplistas muy activos, muy entusiasmados, que fueron los de la candidatura de Andrade, y los demás se mostraron en una actitud de media máquina. Si llega o no a los desilusionados será una segunda etapa, y para verla habrá que esperar. Pero llega a tonificar a los desanimados. Ese es el efecto inmediato que tendría la candidatura de Graciela Villar.

No se sabe si llegará al centro, porque su discurso está más enfocado en el votante del FA

Yo insisto en que es un error pensar que es un mensaje del FA hacia los no frenteamplistas. Hablo del que haya votado al FA en las últimas tres elecciones. El FA es medio país. Si logra reencantar a todos los que lo votaron, ganan otra vez. El problema no es cómo llegar a aquel de centro que no es del Frente Amplio, es llegar a los que ya tenía. Con eso asegura la elección. Me parece un error pensar de esa manera. El problema que está teniendo el FA es con los propios, con los suyos que se van. El mensaje es a los que se van, no a los que nunca estuvieron. Ese es el error del FA. Los que sí deben pensar en los frenteamplistas para captarlos son los otros, que son minoría. Para ganar, los blancos, los colorados, etcétera, deben captar frenteamplistas. El FA tiene que luchar por que no le capten frenteamplistas, y que los que están enojados se desenojen y se queden.

Lo que importa no es el mensaje dirigido hacia el centro, entendido ideológicamente como los que están fuera del FA: es el dirigido a los del FA.

Desde ese punto de vista puede ser efectivo, entonces…

Hay que ver. Cuando es una persona que se ha movido en ambientes muy internos, objetivamente necesita un mínimo tiempo para observar qué pasa. Hasta ahora el único elemento objetivo que tenemos, con todas las deformaciones que tiene, son las respuestas en redes sociales conocidas desde la designación de Villar. Y cuidado, porque son parciales. Las redes sociales no son una muestra del Uruguay. Pero claramente, para esa gente frenteamplista es tonificante. Incluso más: es notorio que la forma en que se movió Daniel Martínez fue generando un gran enojo en muchos frenteamplistas. Gente que no dudaba de votar, pero se enojaba con lo que estaba haciendo el candidato que iba a tener que votar. Desde que apareció la fórmula se empezó a notar un desenojo de esa gente. En ese sentido, neutralizó los efectos negativos que venía produciendo Daniel Martínez en estos movimientos, de lunes a jueves.

El único que quedó un poco enojado fue Astori.

Ese es otro tema. Ahí no estamos hablando de los votantes, sino de las dirigencias. Yo diría que, más allá de declaraciones públicas e incluso de apoyos públicos, hay un malestar mayoritario con esta fórmula en el Frente Amplio. Porque Villar es una persona que se fue del Frente Líber Seregni hacia la candidatura de Bergara. Pero, por otro lado, su nombre no representa a medio Frente Amplio, que se expresó en las candidaturas de Cosse y Andrade.

No es una fórmula combinada como la de Mujica-Astori, y, en cierto modo, de la de Vázquez-Sendic. Porque el Vázquez de 2014 ya no era visto como el Vázquez de todo el Frente, sino más del FA más moderado, astorista, y Sendic como el hombre más volcado a la otra mitad mujiquista. Esta parece una fórmula que, de alguna manera, reflejaría electoralmente, a los que votaron a Martínez y a Bergara, y no a la otra mitad. Y dentro de los que votaron a Martínez, a nivel de dirigentes y de cuadros, enoja al FLS, que fue una parte relevante del voto a Martínez.

A nivel de dirigencia hay un malestar generalizado, eso nadie lo duda. Pero la dirigencia tiene un compromiso de remar hacia adelante. El enojo se lo tiene que tragar. Por eso, lo que importa es cómo reacciona el electorado.

En cuanto a esos giros que planteaba al principio, ¿Esto supone una nueva forma de querer imponerse como líder dentro del FA?

Creo que el giro obedece, además, a que Martínez tiene una tendencia a un Gobierno personalizado, apoyado en un círculo de personas muy cercanas a él. Eso se vio en su gestión en la Intendencia de Montevideo. Una gestión muy personalizada, donde lo que lo rodeaba no suponía un equilibrio político sino, más bien, un juego de empatía personal. Parecido a lo que está siendo este segundo Gobierno de Tabaré Vázquez. A diferencia del primero, cuando en su comienzo predominó el equilibrio político. Ya desde 2008, cuando hace un recambio, y este segundo Gobierno, fueron gobiernos altamente personalizados, donde privilegió la cercanía personal. Lo de Daniel Martínez confirma una visión que ya teníamos. Prefigura un gobierno mucho más personalizado que lo que era la concepción básica del Frente Amplio.