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El Estado y la democracia en cuestión.
América Latina después de la transición (cuarta nota)
Juan Rial
Tercera nota
4.
Representación y participación.
Se ha sostenido que es difícil que puedan existir partidos
liberales y menos un programa de gobierno de ese tipo. Tampoco
una ideología de ese nombre. Según los seguidores de esa
escuela la cultura, la suma de valores y principios generales
universalmente aceptados (obviamente considerando como
"universales" a los del occidente) hace que nadie pueda
apropiarse de ese nombre. El discreto encanto del liberalismo
doublé por el de la socialdemocracia y por la democracia tout
court, hace dificil para hoy saber cual es la ideología de un
partido tras la etiquetas diversas .
Todos los partidos o movimientos con nombres con apelaciones
de tipo populista (partido Justicialista, Frente Amplio -
Encuentro Progresista) como las que refieren al nombre del
país (Somos Peru, Perú Posible) buscan trascender divisiones
de clase y tratan de tener una base de apoyo muy amplia en
diversos sectores. Otros apelan a la idea de afrontar una
nueva etapa como forma de superar el pasado reciente (Cambio
90, del que luego derivaron en Cambio 95 y Perú 2000, nombre
de los inorgánicos movimientos creados por Fujimori). Chávez
se refirió al pasado bolivariano como símbolo principal de
unión.
Perviven formaciones políticas tradicionales que refieren a
simbolos del pasado muchas veces resignificados, como los
partidos fundadores uruguayos, los colombianos, los de
Paraguay y los que refieren a tradiciones modernas, como el
PRI mexicano, el PAP (partido Aprista Peruano), y los muy
dañados partidos comunistas.
En la mayoría de los casos su trasformación en máquinas
electorales de amplia base ha deluído su apelación identitaria
original que sólo atrae a los fieles a la tradición. Si es
liberal y laica, debe enfrentar una tradición conservadora,
por lo general reformulada como socialcristianismo. Pero ambas
han asumido el liberalismo en el ámbito económico y en el
campo político comparten la tradición liberal de defensa del
estado de derecho. A su vez, para los tradicionalmente
liberales es facil de aceptar ideas como las del bien común y
defensa de la familia provenientes del ámbito socialcristiano.
Las discrepancias se reducen a nociones muy precisas referidas
a religión, composición de la familia, aborto, derechos de
minorías de género, que no suelen aparecer en la superficie de
la discusión política.
El mayor cuestionamiento de hoy respecto a la representación
ciudadana es que son los partidos hoy, que representan y como
lo hacen. En algún momento se pensó que en los países donde
existían sistemas partidarios estos evolucionarían hacia el
formato europeo de partidos donde habría uno o más, de
carácter "socialdemócrata", continuador de la tradición
igualitaria, liberal y laica, y por otra parte, uno o más de
carácter socialcristiano o conservador, promotor del bien
común y de la defensa de los valores cristianos. En aquellos
países donde se tendría que crear partidos se suponía que
también serían esos los modelos a seguir.
Sin embargo los partidos socialcristianos y socialdemócratas
sólo hicieron pie en Venezuela, Chile y con algunas restas en
Costa Rica y con muchas más notorias diferencias en la
Dominicana. En el resto del continente hubo formaciones que de
alguna manera pueden considerarse "socialdemócratas" o
"socialcristianas", pero no fueron relevantes. En otros casos,
aunque algunos partidos o movimientos puedan ser parte plena u
observadores de las internacionales (liberal, conservadora,
socialdemócrata o democristiana), es claro que no ajustan esos
modelos europeos.
En general, en el pasado, los partidos socialistas, salvo el
chileno, dado su origen histórico, no pudieron competir
adecuadamente con los comunistas y con las formaciones
extraparlamentarias más extremas. Los democristianos en
algunos casos no actuaron solos, sino que fueron o son parte
de otros partidos populares, como la Democracia Popular en
Ecuador, Acción Democrática y el partido Popular en Perú, los
conservadores de Colombia o los conservadores populares
argentinos.
La herencia de las dictaduras no favoreció la permanencia de
un sistema partidario como hemos dicho ni sus apelaciones
simbólicas e ideológicas. El bien comun originario de
doctrinas social cristianas y la version igualitaria, no
clasista del socialismo que práctica la "integración negativa"
no encontró espacio para maniobrar ante un enfoque de economía
ortodoxa, de cuño liberal clásico, que eliminó trazos
distintivos entre los partidos.
Cuando el político, sea del bando que fuere, pone en primer
plano la lucha contra la inflación, la disciplina fiscal, el
crecimiento economico vía exportaciones, que debe reflejarse
en el crecimiento del PBI (producto bruto interno), pierde
buena parte de su valor como actor, al no poder recurrir a
freses encantatorias que hablan de la esperanza y del
excelente porvenir que espera a los ciudadanos del país. La
estadística no convence, pero también la mayoría del la clase
política aprendió que la disidencia frente a los marcos que
impone un mercado financiero internacional se paga cara.
Ante ello la política se presenta más "desnuda" como una lucha
por cargos y poder, aunque no quede claro para que se quiere
ese poder visto lo limitado que está para quien lo ejerce.
Ello ha jaqueado fuertemente a la representación como
principio básico que acompaña a la democracia. Si los
represenantes no pueden resolver, incidir en las decisiones,
al menos se pide que la masa de ciudadanos se exprese,
"participe". Obviamente la complejidad de las decisiones hace
que la participación ciudadana real sea limitadísima y muy
condicionada por los mensajes que se propalan en los medios de
comunicación que suponen una imprimación previa fuerte que
conforma una agenda que condiciona respuestas o marcan
tendencias futuras.
Se han realizado cambios constitucionales y legales para
implementar crecientes formas de participación directa de la
población mediante el sufragio. Se llevan a cabo referenda
para aprobar cambios constitucionales, plebiscitos para
consultar sobre temas importantes en debate o para lograr el
apoyo de la base ciudadana, plebiscitos para derogar algunos
tipos de leyes aprobadas por el parlamento, referanda para
revocar mandatos de autoridades locales ya estan vigentes en
varios de los países de la región. En otros casos se
instrumentan asambleas, cabildos u otro tipo de reuniones que
suponen una "participación ciudadana" en los asuntos públicos,
especialmente en el ámbito local, municipal.
Obviamente, la participación no vuelve más eficaz la acción
política ni se puede por esa vía, tomar decisiones complejas.
Pero, también es cierto que buena parte de los representantes
tampoco toman decisiones relevantes, a lo sumo refrendan las
presentadas por los técnicos a cargo del ejecutivo. Las
principales decisiones de política económica quedan en manos
de funcionarios designados. La representación queda
disminuida, desde "arriba", por el poder de funcionarios
designados, no electos, y desde "abajo", por los recortes
introducidos por mecanismos directos de participación
ciudadana, contribuyendo a erosionar a los partidos políticos
y a la falta de relevancia del político profesional.
La carrera política ha practicamente desaparecido. La palabra
político no es bien recibida. En algunos países casi sinónimo
de persona corrupta, o de "delincuente". De ahí que no extrañe
el comportamiento "semi-mafioso" o francamente "mafioso" de
muchos de los nuevos integrantes de la clase política.
Responden al estereotipo popularizado de lo que se supone que
es el ejercicio de la política hoy en día. Esta situación
lleva a un círculo perverso.
Poca gente capaz no se siente atraída por la política, lo que
hace que personas mediocres, facilmente corrompibles accedan a
ella. Como a su vez, popularmente, se considera que el
ejercicio de la política es sólo para personas no
recomendables no se considera bien que reciban remuneraciones
competitivas con las que dan en los cargos de mando de la
actividad privada. Nuevamente eso deja afuera de la política a
muchos de aquellos que sería necesario que participasen en
ella. Un ex- primer ministro de Singapur emitió un juicio
insultante, lapidario, al respecto: "si se paga con maníes
(cacahuetes) los que trabajarán serán monos" . Con políticos y
burócratas mal remunerados la función pública, el estado y los
partidos continuan deteriorándose.
Sin embargo, por lo general, el primer mandatario, el
presidente, la "figura paterna" puede escapar a esas
consideraciones generales acerca de la clase política. En
América Latina si bien pueden observarse casos en los que se
práctican formas semi-parlamentarias de gobierno (mediante
apoyos por coaliciones más o menos estables, como la
Concertación chilena, la de los partidos fundadores en Uruguay
y las alianzas ad hoc bolivianas), la visión popular apunta
todo "a la cabeza". El responsable de éxitos y fracasos es
sólo una persona. Esta vieja traición, que personaliza la
acción y deja las instituciones de lado, ha favorecido y
favorece la acción de los "nuevos caudillos", que siguen la
tradición de sus antecesores.
La política ha devenido un ejercicio que supone el manejo de
los medios de comunicación, y la tele-radio-política también
se ha impuesto en la región, junto con las técnicas de
mercadeo. Esto hace que los partidos y los políticos necesiten
mucho dinero. Un ministro del ex presidente mexicano Carlos
Salinas afirmaba, haciendo un juego de palabras, que "un
político pobre, …[sin dinero y sin muchos recursos] … es un
pobre político".
Se ha intentado por vías restrictivas (límites al tiempo de
las campañas, al tiempo o espacio de la publicidad, a la
prohibición de publicidad paga en radio y TV, a las donaciones
posibles de dinero), por vías indirectas (tiempos gratuitos en
radio y TV, uso gratuito de correos y teléfonos) o por el
aporte de partidas de dinero (dinero por voto obtenido),
lograr ciertas formas de financiamiento público más o menos
transparentes, sin demasiado éxito. El financimiento de
elecciones y partidos continúa siendo un problema dificil no
solo en la región sino en el mundo.
La descentralización ha creado también un nuevo tipo de clase
política: la puramente local, que acentúa el provincianismo y
el caciquismo y conlleva el peligro de expandir la corrupción
a todos los niveles políticos. La corrupción a ese nivel
comparada con las de mayor escala aparece una "pequeña
ratería, un robito", que se justifica frente al "robo" que se
produce a nivel central. Favorece la instalación de pequeñas
oligarquías con una mentalidad manipuladora de apropiarse de
restos de banquetes favorecidas por los recursos que pusieron
en sus manos los procesos de desencentralización promovidos,
en muchos casos por esos mismos bveneficiarios, con el
beneplácito de organizaciones multilaterales, sin que hayan
surgido de una demanda local genuina.
Teorizando sobre los cambios algunos prefieren hablar en
referencia al acatamiento de la ley y aquellos que se ponen
por sobre ella, en lugar de la referencia societal a la
integración o no a los mecanismos de mercado (de producción
y/o consumo). Sin embargo la primera referencia depende la
segunda. Aquellos que eluden la ley, son quienes están por
sobre ella, en razón de las inequidades sociales, ciertamente,
pero también aquellos que o que no pueden estar bajo su
imperio porque no hay condiciones prácticas para su
jurisdicción, con lo cual se retorna a una variante de la
exclusión. 4. Representación y participación.
Se ha sostenido que es difícil que puedan existir partidos
liberales y menos un programa de gobierno de ese tipo. Tampoco
una ideología de ese nombre. Según los seguidores de esa
escuela la cultura, la suma de valores y principios generales
universalmente aceptados (obviamente considerando como
"universales" a los del occidente) hace que nadie pueda
apropiarse de ese nombre. El discreto encanto del liberalismo
doublé por el de la socialdemocracia y por la democracia tout
court, hace dificil para hoy saber cual es la ideología de un
partido tras la etiquetas diversas .
Todos los partidos o movimientos con nombres con apelaciones
de tipo populista (partido Justicialista, Frente Amplio -
Encuentro Progresista) como las que refieren al nombre del
país (Somos Peru, Perú Posible) buscan trascender divisiones
de clase y tratan de tener una base de apoyo muy amplia en
diversos sectores. Otros apelan a la idea de afrontar una
nueva etapa como forma de superar el pasado reciente (Cambio
90, del que luego derivaron en Cambio 95 y Perú 2000, nombre
de los inorgánicos movimientos creados por Fujimori). Chávez
se refirió al pasado bolivariano como símbolo principal de
unión.
Perviven formaciones políticas tradicionales que refieren a
simbolos del pasado muchas veces resignificados, como los
partidos fundadores uruguayos, los colombianos, los de
Paraguay y los que refieren a tradiciones modernas, como el
PRI mexicano, el PAP (partido Aprista Peruano), y los muy
dañados partidos comunistas.
En la mayoría de los casos su trasformación en máquinas
electorales de amplia base ha deluído su apelación identitaria
original que sólo atrae a los fieles a la tradición. Si es
liberal y laica, debe enfrentar una tradición conservadora,
por lo general reformulada como socialcristianismo. Pero ambas
han asumido el liberalismo en el ámbito económico y en el
campo político comparten la tradición liberal de defensa del
estado de derecho. A su vez, para los tradicionalmente
liberales es facil de aceptar ideas como las del bien común y
defensa de la familia provenientes del ámbito socialcristiano.
Las discrepancias se reducen a nociones muy precisas referidas
a religión, composición de la familia, aborto, derechos de
minorías de género, que no suelen aparecer en la superficie de
la discusión política.
El mayor cuestionamiento de hoy respecto a la representación
ciudadana es que son los partidos hoy, que representan y como
lo hacen. En algún momento se pensó que en los países donde
existían sistemas partidarios estos evolucionarían hacia el
formato europeo de partidos donde habría uno o más, de
carácter "socialdemócrata", continuador de la tradición
igualitaria, liberal y laica, y por otra parte, uno o más de
carácter socialcristiano o conservador, promotor del bien
común y de la defensa de los valores cristianos. En aquellos
países donde se tendría que crear partidos se suponía que
también serían esos los modelos a seguir.
Sin embargo los partidos socialcristianos y socialdemócratas
sólo hicieron pie en Venezuela, Chile y con algunas restas en
Costa Rica y con muchas más notorias diferencias en la
Dominicana. En el resto del continente hubo formaciones que de
alguna manera pueden considerarse "socialdemócratas" o
"socialcristianas", pero no fueron relevantes. En otros casos,
aunque algunos partidos o movimientos puedan ser parte plena u
observadores de las internacionales (liberal, conservadora,
socialdemócrata o democristiana), es claro que no ajustan esos
modelos europeos.
En general, en el pasado, los partidos socialistas, salvo el
chileno, dado su origen histórico, no pudieron competir
adecuadamente con los comunistas y con las formaciones
extraparlamentarias más extremas. Los democristianos en
algunos casos no actuaron solos, sino que fueron o son parte
de otros partidos populares, como la Democracia Popular en
Ecuador, Acción Democrática y el partido Popular en Perú, los
conservadores de Colombia o los conservadores populares
argentinos.
La herencia de las dictaduras no favoreció la permanencia de
un sistema partidario como hemos dicho ni sus apelaciones
simbólicas e ideológicas. El bien comun originario de
doctrinas social cristianas y la version igualitaria, no
clasista del socialismo que práctica la "integración negativa"
no encontró espacio para maniobrar ante un enfoque de economía
ortodoxa, de cuño liberal clásico, que eliminó trazos
distintivos entre los partidos.
Cuando el político, sea del bando que fuere, pone en primer
plano la lucha contra la inflación, la disciplina fiscal, el
crecimiento economico vía exportaciones, que debe reflejarse
en el crecimiento del PBI (producto bruto interno), pierde
buena parte de su valor como actor, al no poder recurrir a
freses encantatorias que hablan de la esperanza y del
excelente porvenir que espera a los ciudadanos del país. La
estadística no convence, pero también la mayoría del la clase
política aprendió que la disidencia frente a los marcos que
impone un mercado financiero internacional se paga cara.
Ante ello la política se presenta más "desnuda" como una lucha
por cargos y poder, aunque no quede claro para que se quiere
ese poder visto lo limitado que está para quien lo ejerce.
Ello ha jaqueado fuertemente a la representación como
principio básico que acompaña a la democracia. Si los
represenantes no pueden resolver, incidir en las decisiones,
al menos se pide que la masa de ciudadanos se exprese,
"participe". Obviamente la complejidad de las decisiones hace
que la participación ciudadana real sea limitadísima y muy
condicionada por los mensajes que se propalan en los medios de
comunicación que suponen una imprimación previa fuerte que
conforma una agenda que condiciona respuestas o marcan
tendencias futuras.
Se han realizado cambios constitucionales y legales para
implementar crecientes formas de participación directa de la
población mediante el sufragio. Se llevan a cabo referenda
para aprobar cambios constitucionales, plebiscitos para
consultar sobre temas importantes en debate o para lograr el
apoyo de la base ciudadana, plebiscitos para derogar algunos
tipos de leyes aprobadas por el parlamento, referanda para
revocar mandatos de autoridades locales ya estan vigentes en
varios de los países de la región. En otros casos se
instrumentan asambleas, cabildos u otro tipo de reuniones que
suponen una "participación ciudadana" en los asuntos públicos,
especialmente en el ámbito local, municipal.
Obviamente, la participación no vuelve más eficaz la acción
política ni se puede por esa vía, tomar decisiones complejas.
Pero, también es cierto que buena parte de los representantes
tampoco toman decisiones relevantes, a lo sumo refrendan las
presentadas por los técnicos a cargo del ejecutivo. Las
principales decisiones de política económica quedan en manos
de funcionarios designados. La representación queda
disminuida, desde "arriba", por el poder de funcionarios
designados, no electos, y desde "abajo", por los recortes
introducidos por mecanismos directos de participación
ciudadana, contribuyendo a erosionar a los partidos políticos
y a la falta de relevancia del político profesional.
La carrera política ha practicamente desaparecido. La palabra
político no es bien recibida. En algunos países casi sinónimo
de persona corrupta, o de "delincuente". De ahí que no extrañe
el comportamiento "semi-mafioso" o francamente "mafioso" de
muchos de los nuevos integrantes de la clase política.
Responden al estereotipo popularizado de lo que se supone que
es el ejercicio de la política hoy en día. Esta situación
lleva a un círculo perverso.
Poca gente capaz no se siente atraída por la política, lo que
hace que personas mediocres, facilmente corrompibles accedan a
ella. Como a su vez, popularmente, se considera que el
ejercicio de la política es sólo para personas no
recomendables no se considera bien que reciban remuneraciones
competitivas con las que dan en los cargos de mando de la
actividad privada. Nuevamente eso deja afuera de la política a
muchos de aquellos que sería necesario que participasen en
ella. Un ex- primer ministro de Singapur emitió un juicio
insultante, lapidario, al respecto: "si se paga con maníes
(cacahuetes) los que trabajarán serán monos" . Con políticos y
burócratas mal remunerados la función pública, el estado y los
partidos continuan deteriorándose.
Sin embargo, por lo general, el primer mandatario, el
presidente, la "figura paterna" puede escapar a esas
consideraciones generales acerca de la clase política. En
América Latina si bien pueden observarse casos en los que se
práctican formas semi-parlamentarias de gobierno (mediante
apoyos por coaliciones más o menos estables, como la
Concertación chilena, la de los partidos fundadores en Uruguay
y las alianzas ad hoc bolivianas), la visión popular apunta
todo "a la cabeza". El responsable de éxitos y fracasos es
sólo una persona. Esta vieja traición, que personaliza la
acción y deja las instituciones de lado, ha favorecido y
favorece la acción de los "nuevos caudillos", que siguen la
tradición de sus antecesores.
La política ha devenido un ejercicio que supone el manejo de
los medios de comunicación, y la tele-radio-política también
se ha impuesto en la región, junto con las técnicas de
mercadeo. Esto hace que los partidos y los políticos necesiten
mucho dinero. Un ministro del ex presidente mexicano Carlos
Salinas afirmaba, haciendo un juego de palabras, que "un
político pobre, …[sin dinero y sin muchos recursos] … es un
pobre político".
Se ha intentado por vías restrictivas (límites al tiempo de
las campañas, al tiempo o espacio de la publicidad, a la
prohibición de publicidad paga en radio y TV, a las donaciones
posibles de dinero), por vías indirectas (tiempos gratuitos en
radio y TV, uso gratuito de correos y teléfonos) o por el
aporte de partidas de dinero (dinero por voto obtenido),
lograr ciertas formas de financiamiento público más o menos
transparentes, sin demasiado éxito. El financimiento de
elecciones y partidos continúa siendo un problema dificil no
solo en la región sino en el mundo.
La descentralización ha creado también un nuevo tipo de clase
política: la puramente local, que acentúa el provincianismo y
el caciquismo y conlleva el peligro de expandir la corrupción
a todos los niveles políticos. La corrupción a ese nivel
comparada con las de mayor escala aparece una "pequeña
ratería, un robito", que se justifica frente al "robo" que se
produce a nivel central. Favorece la instalación de pequeñas
oligarquías con una mentalidad manipuladora de apropiarse de
restos de banquetes favorecidas por los recursos que pusieron
en sus manos los procesos de desencentralización promovidos,
en muchos casos por esos mismos bveneficiarios, con el
beneplácito de organizaciones multilaterales, sin que hayan
surgido de una demanda local genuina.
Teorizando sobre los cambios algunos prefieren hablar en
referencia al acatamiento de la ley y aquellos que se ponen
por sobre ella, en lugar de la referencia societal a la
integración o no a los mecanismos de mercado (de producción
y/o consumo). Sin embargo la primera referencia depende la
segunda. Aquellos que eluden la ley, son quienes están por
sobre ella, en razón de las inequidades sociales, ciertamente,
pero también aquellos que o que no pueden estar bajo su
imperio porque no hay condiciones prácticas para su
jurisdicción, con lo cual se retorna a una variante de la
exclusión.
5. Delito organizado, corrupción, como vías alternativas para
el ejercicio del poder político.
La corrupción es una practica milenaria y es obvio que es
imposible eliminarla en el marco del ejercicio del poder. Sin
embargo, en este campo, así como en otros, por ejemplo el
tráfico de drogas, se lanzan campañas constantes para
"erradicar" esas prácticas. Si se trata de un enunciado a los
efectos de motivar la lucha contra la corrupción es una buena
idea, pero si se cree, efectivamente que es un objetivo
posible, se está muy equivocado. Pero en el mundo de hoy los
enunciados suelen ser movilizadores y traen consecuencias no
deseadas, tales como el desaliento que ocurre cuando se
percibe que se trata de una lucha cuyo objetivo no es posible
de alcanzar. El desaliento tiene como consecuencia que la
práctica se mantenga y que, en ciertos casos, hasta se
incremente.
El punto clave en lo referido a actividades delictivas que
tienen implicancias políticas importantes, es controlarlas
para reducirlas en todo lo posible. En el caso de la
corrupción se trata que sea mínima, y se trata de reprimir
constantemente esas prácticas, dentro de un marco legal
liberal, sabiendo que imposible "eliminarla". Las prácticas
delictivas en el campo político que pueden ser "toleradas"
dependen de la situación de cada país o entorno, o tiempo
preciso. Como es bien sabido, el aforismo de Lord Acton sigue
siendo válido: "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente"
En casa país de la región no pasa un día sin que haya una
denuncia por corrupción que afecte a funcionarios electos o
designados con responsabilidades en la conducción de los
asuntos estatales. Esto no es más que otro de los signos de la
precariedad en que ha caído el estado, de la
desinstitucionalización y del temor frente al futuro que les
puede esperar a los políticos que "pescan" un cargo que saben
no durará mucho tiempo, ante la falta de perspectivas de poder
realizar una carrera política. La búsqueda de un atajo hacia
la seguridad personal, visto que no ven muchas posibilidades
de futuro a su carrera política lleva a la tentación del
enriquecimiento por vías ilícitas. Dado que el tratamiento
comunicacional es diferente no se percibe que esas mismas
prácticas se dan en el ámbito de las grandes corporaciones
privadas y en las organizaciones internacionales.
No siempre se actúa en provecho personal. En muchos casos para
mantenerse en la política, como decíamos antes, para no ser un
"político pobre que devenga en pobre político" se consigue
dinero para las arcas del partido o movimiento que impulsa el
o los políticos involucrados en el esquema ilícito. "Robar
para la corona" ha pasado a ser una actividad corriente en la
región .
Si la desinstitucionalización es elevada, si se está frente a
situaciones semi-autoritarias, que pueden convivir con un
gobierno, electo, un congreso, y hasta ciertos grados de
"libertad de expresión" y se tolera una oposición, o sea si
esta frente a una democracia "iliberal" , por lo general hay
también una "kleptocraia" o "mafiacracia". Un grupo que tiene
cierta legalidad para actuar al frente del estado y en algunos
casos también legitimidad se beneficio colectiva y
personalmente de esos controles. En la última década del siglo
XX, el gobierno de Fujimori, por ejemplo, recorrió ese camino
y tambien hubo acusaciones constantes contra el gobierno
legítimo y legal de Carlos Menem.
A pesar de la creencia en contrario, la corrupción no suele
ser el principal problema de los países de la región. Ni
siquiera cuando alcanza grados desmesurados, como fue el caso
citado del Perú, o la practicada en la Argentina. Las cifras
comprobables de robos por parte de funcionarios suelen ser una
infima parte del PBI.
Frente a la magnitud del problema de la falta de empleo, de la
falta de apoyo estatal para los sectores excluídos, de la
informalidd, de la evasión impositiva, esa actividad delictiva
es un problema menor. Pero si tiene mucha repercusión por la
percepción que causa en la población la difusión de esos
hechos.
A menos que se tome como premisa una posición que siguiendo
orientaciones de Erasmo y Kant privilegie la ética sobre la
política, rara vez puede decirse que los grados de corrupción
afecten seriamente el desempeño de un gobierno. Si ello fuera
asi el Japón y la Corea del sur de la postguerra serían países
no desarrollos. Ni el primero sería parte del grupo de los
siete ni el segundo uno de los llamados, en un pasado
reciente, "tigres asiáticos".
Sin embargo, la comprobación, o el mero hecho de la constante
denuncia de hechos de corrupción que puedan parecer
verosímiles a la opinion pública, lo que supone una activa
intervención de los medios de comunicación social para obtener
esa reacción, puede crear un ambiente político que lleva a la
fuerte deslegitimación del político y de la política. Si a
ello se agrega el constante cambio de papeles, mediante el
cual muchas veces el denunciante termina siendo denunciado no
es de extrañarse que el viejo recurso de acusar a un gobierno
de corrupto que ha servido para justificar golpes del estado,
vuelta a plantearse. Sólo que ahora suelen hacerlo partidos o
movimientos sociales para desacreditar a rivales, motivando el
crecimiento de la antipolítica y la delegitimacion partidaria.
Los integrantes de los sectores populares condenan los actos
de corrupción simplemente porque ellos no reciben ningun
beneficio de ello, no porque ontologicamente consideren que
las acciones son incorrectas. Como se sabe desde hace largo
tiempo los sectores subalternos aceptan los privilegios de las
elites que mandan, siempre que que ello suponga una real
conducción que redunda en beneficio de los que están en la
base de la sociedad. Pero, cuando los privilegios son
meramente eso, y no hay contrapartida, el enojo es grande. Se
crea así una cultura política de desesperanza, de necesidades
no satisfechas, exacerbadas, y se desprecian los privilegios
de la élite que se considera inútil y hasta cierto punto
resultado del ejercicio de poderes "tiránicos". En ese marco,
la agitación en pro del recurso a la violencia puede ser
llevada adelante.
La corrupción en si misma no debería afectar en mucho el
proceso político, pero se trata de un tema que apareció en la
agenda política en las últimas décadas del siglo XX. Es parte
de la "industria" de algunas ONGs y parte de la procupación de
las organizaciones internacionales multilaterales. Aunque no
se ha podido explicar porque la corrupción no ha afectado al
mundo desarrollado, donde la misma es notoria y conocida, se
pretende indicar que el desarrollo de los países del tercer
mundo dependerá de la "erradicación" de la corrupción.
Concebida muchas veces como una agenda alternativa para
concentrar esfuerzos en areas que se sabe que no pueden
conducir a una solución, sino simplemente a mantener una
constante atención, termina por favorecer la idea que la
política es "sucia" por naturaleza.
Un corolario de esta tendencia es la "judialización" de la
política, el intento de resolver por medio de procesos y
juicios controversias políticas. Se trata de ideas llevadas a
la práctica por entusiastas jueces, algunos con candor y
honestidad, otros, viendo una vía para la promoción personal
de sus carreras, que ha mostrado, como resultado, también
problemas serios al involucrar al poder Judicial en
actividades que son propiamente del campo de la política y no
de la justicia o de la aplicación de la ley.
En muchos casos, el fracaso de esos juicios, o la promulgación
de sentencias muy discutibles, o el simple hecho de promover
una acción judicial para promover un resultado político (el
caso de la destitución de ex presidente venezolano Carlos
Andrés Pérez es un buen ejemplo) han conducido a una
restricción en el uso del intrumento.
Sin embargo, en la región latinoamericana, el recurso a los
"tribunales venecianos" para eliminar adversarios políticos,
especialmente persiguiendo el derrocamiento de un régimen o
tratando de eliminar a quienes lo apoyaron, aún sin estar
involucrados en actividades delictivas, sigue siendo un
expediente recurrente.
Quinta nota
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