El Observador
Si el Partido Nacional resultare exitoso en concentrar el mayor voto Multicolor podría alcanzar niveles iguales o superiores a lo obtenido en 2004, pero quedaría lejos de poder competir por sí solo con el Frente Amplio y se quedaría sin socios relevantes para precisamente reiterar una competencia final con iguales o mayores probabilidades.
Si el Partido Nacional debilitase a sus socios, se beneficiaría el FA
Existe una percepción –no importa cuán válida es - según la cual desde la Torre Ejecutiva y desde la cúpula blanca hay una actitud de al menos cierto acoso o desconsideración hacia sus dos socios relevantes: el Partido Colorado y Cabildo Abierto. No importa lo correcto o incorrecto de la percepción, sino que conviene tomarla como válida a los efectos de hacer un ejercicio de imaginación sobre cuáles serían las consecuencias de si ello existiese y lograse un resultado pleno. Vale decir, ver como hipótesis cómo quedaría el escenario político si el Partido Colorado quedase reducido a su piso duro (alrededor del 6%) y Cabildo Abierto más bajo aún.
Cabe analizar en primer término datos eleccionarios y demoscópicos. En las elecciones del 27 de octubre de 2019 los cinco partidos de la Coalición Multicolor, cada uno por separado, acumularon el 54,05% de votos sobre el total de votantes: Partido Nacional, 28,62%; P. Colorado, 12,34%; Cabildo Abierto, 11,04%; Partido de la Gente, 1,08% y P. Independiente, 0,97%. Por su parte, los tres partidos neutros entre el bloque Multicolor y el área de izquierda acumularon el 2,53%: PERI, 1,38%; P. Verde Animalista, 0,80% y P. Digital, 0,26%.
En el balotaje del siguiente 24 de noviembre, Luis Lacalle Pou logró el 48,88%. En ese monto se encuentra el aporte de la mitad de los votantes de los tres partidos neutros, es decir, hay un aporte externo a la Coalición Multicolor de circa 1,22%. De donde, el aporte de los cinco partidos multicolores queda en 47,66%. Este dato es muy relevante. La coalición Multicolor pasa de una base del 54,05% al 47,66. Es decir, deja de captar un 6,39% que van para la candidatura Daniel Martínez. Esa pérdida de los partidos multicolores son más o menos la mitad de origen colorado y la otra mitad de origen cabildante.
La primera e inequívoca conclusión es que la coalición como conjunto rinde menos que la suma de sus partes. La otra conclusión obvia pero que se olvida, es que Daniel Martínez (47,36% del total de votantes) pierde por apenas 1,52 puntos, lo que supone un swing del 0,76%. Dicho de otra manera, bastaría que cambiase menos de un punto porcentual, los cuatro quintos de un punto porcentual, para que el resultado fuese a la inversa (en buen romance, menos de 20 mil votos de swing)
Por otro lado, la izquierda el 27 de octubre de 2019 obtiene: Frente Amplio, 39,01%; Unidad Popular, 0,81% y P. de los Trabajadores, 0,06%. El total es pues del 39,88%; en términos redondos, 40%. A su vez, el 27 de setiembre de 2020 -elecciones departamentales- la izquierda grosso modo revalida ese mismo porcentaje. Los estudios demoscópicos anteriores y posteriores confirman que ese es su nivel normal de comportamiento
Se observa una constante desde 1999 primero en la conjunción de ambos partidos tradicionales y luego con la Coalición Multicolor: la suma de las partes es mayor que el voto hacia un único representante del conjunto. La suma del Partido Nacional y el Partido Colorado obtuvo más votos en las elecciones nacionales que su referente único en los respectivos balotajes: Jorge Batlle (1999), Luis Alberto Lacalle (2009), Luis Lacalle Pou (2014 y 2019).
El otro elemento necesario que evidencian los cuatro balotajes uruguayos es que las partes componentes de un bloque o coalición deben aparentar una cierta competitividad real, que haya una relativa incertidumbre (no importa si es ilusoria) sobre quién va al balotaje. Aunque finalmente termine habiendo una importante diferencia entre el primero y el segundo, es relevante que los votantes de quien finalice segundo tuviesen la ilusión de alguna chance de su preferido. Esa ilusión existió -para un segmento de sus votantes- en los casos de Luis Alberto Lacalle (1999), Pedro Bordaberry (2009 y 2014) y Ernesto Talvi (2020). Si el juego es de a tres, mejor aún si la ilusión es que cualquiera de los tres podría ser el ganador de la competencia interna, el finalista. Entonces, la elección se juega en:
Uno. La capacidad de la Coalición Multicolor de al menos retener la misma dimensión electoral que ya obtuvo a nivel parlamentario en 2019, para poder absorber la necesaria caída en el posterior balotaje.
Dos. Que la Coalición se constituya en base a una oferta triple, con un tronco programático común y elementos programáticos diferenciados; lograr unidad en la diversidad.
Tres. Que cada uno de los socios relevantes (fueren dos, tres, cuatro) genere la ilusión de ser quien puede ganar al otro o a los otros, y por tanto, ser quien va al balotaje.
Si el Partido Colorado toca su piso es porque un segmento de su electorado resulta absorbido por el Partido Nacional y otro segmento del mismo (3 a 4 puntos porcentuales) cruza hacia el Frente Amplio. Y en cuanto a Cabildo, la absorción por el Partido Nacional podría ser similar pero la fuga hacia el Frente Amplio podría llegar a ser igual o mucho mayor (4 a 6 puntos).
Entonces, si el Partido Nacional resultare exitoso en concentrar el mayor voto Multicolor podría alcanzar niveles iguales o superiores a lo obtenido en 2004, pero quedaría lejos de poder competir por sí solo con el Frente Amplio y se quedaría sin socios relevantes para precisamente reiterar una competencia final con iguales o mayores probabilidades.
Si el FA parte de una base del 40% y en la hipótesis de análisis podría captar de 7 a 10 puntos de actuales votantes colorados y cabildantes, las probabilidades de retorno son muy amplias. De donde, para el propio interés del Partido Nacional resulta imprescindible que no se debilite ninguno de sus socios, sino todo lo contrario; siempre claro está que se fortalezcan a expensas del adversario común. Esas probabilidades de la izquierda disminuyen -y hasta se minimizan- si esa fugas se taponean. Todo ello naturalmente en un escenario interbloques estático, en que los logros y fracasos del gobierno se compensen y neutralicen entre sí. Si no, es otro cantar.