El Observador
Una clase en que no se sostiene globalmente el nivel de ingresos, tiene dificultades para acceder o para sostener el trabajo formal, no tuvo una salida estructural de la pobreza y es golpeado por la inseguridad. Todo eso sumado lleva a una parte considerable de esta clase a desencantarse del Frente Amplio y a ver con mayor debilidad a su última figura paternal autoritaria (Pepe Mujica) Y entonces aparece otra figura paternal autoritaria que tiende a sustituirla, como lo es Guido Manini Ríos.
No salió estructuralmente de la pobreza y golpeado por la inseguridad
Hacia las elecciones del domingo, el Frente Amplio afronta una erosión nueva y significativa en el subproletariado, que se acumula a la que sufre en las capas medias*. Quizás lo más relevante es que el persistente crecimiento tenido en el subproletariado en los comicios de 2009 y 2014, permitió en ese entonces compensar la paulatina y sostenida caída en las capas medias. Ahora ello no ocurre.
Subproletariado es un término de reciente uso en la sociología electoral que en gran medida sustituye al viejo y preciso concepto de lumpenproletariado (literalmente, el proletariado en harapos), cuyo uso desapareció cuando dejó de operar como elemento clasificatorio para pasar a ser un calificativo despectivo (“el lumpen” o “el lumpenaje”).
La clase subproletaria comprende a las capas sin actividad laboral estructurada y en general con deficiencias en la estructuración familiar y de relacionamiento social, económica y socialmente por debajo de la clase obrera. Los miembros del subproletariado presentan tres características básicas:
Uno. Carecen de conciencia y sentido de pertenencia como clase.
Dos. No tienen capacidad de organización para lograr por sí solos los objetivos, lo que los diferencia fundamentalmente de la clase obrera, la cual tiene otro nivel cultural y educativo. La diferencia educativa se da fundamentalmente por tener (la clase obrera) una conducta de trabajo relacionada con encuadres laborales estructurados y disciplinados, con vida regular en términos laborales y familiares; de todo lo cual carece o es muy débil el subproletariado. La suma de carencia de conciencia de clase y de capacidad de organización conlleva a una actitud individualista.
Tres. Es una vida permanentemente a la intemperie, lo que conduce a un pensamiento muy inmediatista. Cuando se suman la indefensión, la incapacidad de acción colectiva propia, el individualismo y el inmediatismo, la consecuencia es la búsqueda de quien los proteja. Normalmente esa protección tiende a personalizarse. El individuo subproletario necesita una figura que lo comprenda, lo proteja y tenga la firmeza y la autoridad suficiente para que esa protección resulte efectiva; es lo que se denomina una figura paternal autoritaria. La palabra autoritario tiene la acepción que se aplica en referencia a un padre o un jefe, y no está relacionada con el concepto político de autoritarismo; ello no excluye que una figura paternal autoritaria a su vez derive en o sea una figura propensa al autoritarismo político, pero no es un elemento necesario.
En América Latina el caso paradigmático es el de Juan Domingo Perón. En Uruguay el paradigma lo fue Jorge Pacheco Areco. En Montevideo el pachequismo fue sustituido durante un fugaz periodo por Tabaré Vázquez, cuya figura paternal autoritaria quedaba reforzada por la túnica blanca, “el doctor”, que ya supone —especialmente para esas clases muy bajas— un emblema de algo superior. Luego vino la figura de José Mujica, que si bien pudo parecer un igual, no lo era, lo cual es muy importante, porque un subproletario no vota a un igual, no sigue a un igual, necesita seguir, votar, protegerse en alguien que sea superior.
El Frente Amplio dedicó mucho empeño y recursos hacia esta clase social, tanto como al sector asalariado clásico, es decir, al proletariado y a la clase media empleada (tanto en actividad como en pasividad). Pero es importante señalar que el Frente Amplio se preocupó de sacar a esta gente de la pobreza a través de los ingresos y no de manera estructural. Cuando las personas salen de la pobreza en función de sus ingresos, tienen el riesgo de volver al estado en que estaban cuando los ingresos no se sostienen.
Cuando se apuesta a la salida estructural esa salida es permanente y produce un ascenso social; la salida estructural pasa por cubrir lo que técnicamente se denomina “necesidades básicas insatisfechas”, donde el elemento clave y central es la vivienda y el entorno habitacional, el habitat, el saneamiento, las calles, el transporte, los servicios. Ha habido experiencias positivas en ese sentido en este gobierno, como el Plan Juntos, pero que han sido cuantitativamente débiles y no han producido resultados de masividad para erradicar la pobreza.
Otra forma para combatir la pobreza es el trabajo, no solo por el ingreso económico, sino por lo educativo y cultural que supone el trabajo, pero muchos subproletarios no tuvieron las condiciones para entrar en el empleo formal, por su estilo de vida o por sus capacidades (allí aparece la cantidad bastante elevada de los Ni-Ni, los jóvenes que ni estudian ni trabajan). Y los que sí pudieron acceder al trabajo, son los primeros en tener el riesgo de perderlos cuando la ola económica se estanca o retrocede; y además son a quienes más perjudica la inmigración.
Además, es el sector más golpeado por la inseguridad, porque los productores de inseguridad conviven con el hábitat del subproletariado y porque éste es el que tiene menos posibilidad de defensa. Entonces, una clase en que no se sostiene globalmente el nivel de ingresos, tiene dificultades para acceder o para sostener el trabajo formal, no tuvo una salida estructural de la pobreza y es golpeado por la inseguridad. Todo eso sumado lleva a una parte considerable de esta clase a desencantarse del Frente Amplio y a ver con mayor debilidad a su última figura paternal autoritaria (Pepe Mujica) Y entonces aparece otra figura paternal autoritaria que tiende a sustituirla, como lo es Guido Manini Ríos, general de cuatro estrellas por más señas y con un discurso claro y coherente para este sector.
Aquí también, como en las capas medias, se libra una batalla relevante dentro de tres días: cuánto en definitiva va a perder el Frente Amplio y cuánto va a ganar la oposición, cuánto va a retener uno y cuánto va a dejar de ganar el otro. Esta batalla en esta clases social es también un combate cuasi decisivo hacia el resultado final de la elección parlamentaria.
* Segunda de tres notas. Ver El voto en las clases sociales y “La lucha por las capas medias” , El Observador, octubre 12 y 19 de 2019, en portal.factum.uy.