12 Oct. 2019

El voto en las clases sociales

Oscar A. Bottinelli *

El Observador

"Entre una y otra se conjugan diversas clases sociales que tienen como elemento central el trabajo en relación de dependencia sin funciones directivas […] Estos conjuntos de capas intermedias tienen la característica de tener mayor firmeza en la decisión del voto y en el cual el Frente Amplio afronta menores riesgos de volatilidad […] Hay varios elementos que explican los desafectos y los amarres de los votantes en esas dos capas de clases sociales (capas medio altas y subproletariado)".

Las capas medio altas y el subproletariado son los puntos débiles del FA

La competencia electoral hacia las elecciones nacionales del 27 de octubre (parlamentarias y primera vuelta presidencial) se juegan en la mitad de la cancha del Frente Amplio. Concretamente, entre el 48% que obtuvo en las elecciones de 2014 y el porcentaje que cuenta en la actualidad, que con cierta solidez puede estimarse entre el 37% y el 40%. Esos entre 7 y 10 puntos porcentuales lo constituyen los votantes que votaron al FA en los comicios anteriores (o sus hijos nuevos votantes).

Los ejes de la competencia son múltiples, que van por el lado de los valores sobre la sociedad, el individuo y el mundo (eje cultural); el modelo económico de sociedad (eje económico); los resultados de gobierno en áreas puntuales como economía, seguridad, educación, vivienda, trabajo, ingresos (ejes de resultados); la concepción sobre el orden político y social (eje político); las pertenencias partidarias.

El juego de esos valores se refleja con mayor nitidez en las clases sociales. Antes de continuar conviene diferenciar que se habla de clases sociales y no de niveles económicos ni de niveles socioeconómicos. Los niveles económicos están basados en el nivel de ingresos de las personas o de los hogares. Los niveles socioeconómicos, por ejemplo el Índice de Nivel Socioeconómico que aplica la Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado del Uruguay (CEISMU), está basado en un conjunto de variables relativos al hogar, como el lugar de residencia, su tamaño, presencia de menores, cantidad de perceptores de ingresos, existencia de algún integrante con nivel universitario, servicio doméstico, régimen de tenencia de la vivienda, condición estructural de la vivienda, cantidad de baños, automóvil (es) y tenencia de algunos elementos de confort (aire acondicionado, computadora no Ceibal, lavarropas), así como el lugar de atención de la salud y especialmente del “jefe del hogar”.

La clase social se diferencia claramente tanto del nivel de ingresos como del Índice de Nivel Socioeconómico en que parte de bases teóricas diferentes. Los elementos centrales son dos: uno, la ubicación del individuo, y consecuentemente del hogar, en la estructura productiva, y dos, con una fuerte correlación con el anterior, el nivel de educación. Se considera que ambos elementos, en particular la ubicación en la estructura productiva, inciden de manera sustantiva en la cosmovisión de cada individuo, es decir, en su percepción de la sociedad, del mundo y de las personas. El índice de variables utilizado se basa en el tipo y nivel de ocupación del principal sostén del hogar corregido por el nivel de instrucción formal del encuestado. En el estudio del comportamiento electoral en Europa domina la clasificación por clases sociales (especialmente en las escuelas alemana e italiana), mientras que en América Latina se impone más el nivel socioeconómico y en la América sajona, el nivel de ingresos. La descripción de clases sociales de este análisis corresponde a la clasificación de Erikson, Goldthorpe y Portocarero, reelaborada por Maraffi, Shadee, Vezzoni y Ballarino.

La clase propiamente alta o gran burguesía es irrelevante desde el punto de vista cuantitativo y no interesa en estudios de voto; su peso está más asociado a la capacidad de incidencia sobre los conglomerados empresariales y los grandes medios de comunicación, así como con las contribuciones financieras a partidos y candidaturas.

Hay dos conjuntos relevantes en la disputa del voto, el que tiene más alto nivel con peso cuantitativo —que lo son las capas medio altas— y el de más bajo nivel, que corresponde a las capas sin actividad laboral estructurada y con deficiencias en la estructuración familiar y de relacionamiento social (subproletariado).

Entre una y otra se conjugan diversas clases sociales que tienen como elemento central el trabajo en relación de dependencia sin funciones directivas. En este gran conjunto corresponde incluir dos clases. Uno, la clase media empleada (asalariados de “cuello blanco”). Y dos, la clase obrera (el proletariado strictu senso) compuesta por trabajadores manuales calificados y no calificados en relación de dependencia, así como trabajadores calificados en relación de dependencia del sector terciario.

Estos conjuntos de capas intermedias tienen la característica de tener mayor firmeza en la decisión del voto y en el cual el Frente Amplio afronta menores riesgos de volatilidad. Fuera de toda duda son las capas económicamente más beneficiadas en los tres lustros de gobiernos frenteamplistas, en base a tres grandes elementos: la plena formalización laboral, el fuerte aumento de los ingresos reales (en 15 años más de una vez y media por encima del costo de vida) y la obtención de un conglomerado de beneficios no directamente económicos, derivados de la relación laboral. Es pues el conjunto de capas sociales hacia las cuales el Frente Amplio exhibe mayores logros y a su vez afronta menores debilidades. Por allí no están sus problemas.

Las capas medio altas están compuestas por la burguesía media y la pequeña burguesía. Las integran los profesionales universitarios y los técnicos de nivel terciario, los ejecutivos (asalariados dependientes que comandan y dirigen a conglomerados importantes de trabajadores y que gestionan capitales ajenos), los pequeños y los medianos empresarios que gestionan su propio capital y los trabajadores independientes o por cuenta propia. Tienen en común —especialmente los no dependientes— una alta cuota de riesgo en su actividad económica. Allí hay una fuerte desafección.

Las capas más bajas —el subproletariado— ha sido un sector por un lado con grandes beneficios de los gobiernos frenteamplistas y por otro lado que ha sufrido grandes debilidades. Allí hay otro elemento relevante en la disputa del voto.

Hay varios elementos —que corresponderá listar— que explican los desafectos y los amarres de los votantes en esas dos capas de clases sociales.

* Profesor Titular-Grado 5 de Sistema Electoral y Régimen Electoral Nacional de la Universidad de la República-Facultad de Ciencias Sociales