TV Ciudad - La Letra Chica
Orsi partió con tres ventajas estructurales en el sistema de gobierno y cuatro en la arquitectura electoral, más una desventaja coyuntural y dos desafíos de captación de votos. Así surgió un escenario incierto y apareció como elemento clave la seguridad social.
En un país que tiene uno de los dos o tres sistemas de partidos más antiguos del mundo y el voto partidizado más elevado del planeta, corresponde analizar las elecciones con criterio estructuralista. Entonces, lo primero es verlas como una decisión entre continuidad y cambio, entre aprobación y desaprobación del gobierno.
En las seis elecciones por el nuevo sistema electoral, en tres de ellas el partido de gobierno logró validar la continuidad: Sanguinetti II (1999), Tabaré Vázquez I (2009) y José Mujica (2014). En las otras tres elecciones, el electorado votó por el cambio y el partido del presidente perdió la titularidad del Poder Ejecutivo: Jorge Batlle (2004), Tabaré Vázquez II (2019) y Luis Lacalle Pou (2024).
Al respecto corresponde resaltar que no se debe atribuir la derrota ni a las virtudes ni a los defectos de Guillermo Stirling, sino que fue el fin de un ciclo de tres gobiernos de coalición o entendimiento colorado-blanco y, mucho más importante aun, el fin de una etapa histórica de predominio de los partidos tradicionales, de un siglo y tres cuarto. Lo mismo cabe para las virtudes o defectos de Daniel Martínez o de Alvaro Delgado para explicar el fin del breve ciclo de tres gobiernos frenteamplista o el fugaz periodo de Lacalle Pou. En todos los casos, lo primordial es la desaprobación hacia el gobierno.
Ventajas estructurales en el sistema de gobierno
En la elección nacional del 27 de octubre, la fórmula Orsi-Cosse parte de tres ventajas estructurales en el sistema de gobierno:
Una. El Frente Amplio obtiene 16 senadores, con lo cual tiene consolidada la mayoría absoluta en la Cámara de Senadores, órgano central en la toma de decisiones políticas a nivel parlamentario, legislativo y de coadministración. Y ello con total independencia de como se defina la banca 31, la que se incorpora al Senado como presidente del cuerpo, ex officio de la persona elegida vicepresidente de la República
Dos. Ninguno de los dos bloques logra per se la mayoría absoluta en la Cámara de Representantes, pero la Coalición Republicana no puede construirla sin el FA, porque no tiene otro a quien apelar, dado que se interpone Identidad Soberana (Salle) con sus dos diputados. Tiene como único camino la cohabitación con el FA.
Tres. Yamandú Orsi puede construir un gobierno apoyado en el Frente Amplio y tiene seis alternativas para lograr la mayoría en la cámara baja, según la temática y el momento: Identidad Soberana (especialmente para derogar leyes), Cabildo Abierto, Bordaberry, Ojeda, diputados blancos del interior (especialmente en materia presupuestaria) o, en leyes que requieren mayoría relativa, un par de abstenciones
En consecuencia, las opciones en el balotaje son: Orsi con posibilidades de gobernar cuasi per se y Delgado con la necesidad de cohabitar con el Frente Amplio.
Ventajas de estructura electoral
A ello se suman otras cuatro ventajas de estructura electoral:
Uno. Desde que Luis Lacalle Pou asumió el liderazgo del Partido Nacional, tanto el partido como la coalición conformada en torno de sí, presentan un suave y constante declive. El Partido Nacional obtuvo el 30,88% (2014), 28,62% (2019) y 26,82% (2024). Por su parte la coalición logró - suma de cinco partidos- el 54,05% en octubre de 2019, para luego –ya armada la Coalición- registrar el 48,88% en el noviembre siguiente, 47,55% en octubre de 2024 y 45,95% el pasado 24/11.
Dos. La evaluación de la gestión de Luis Lacalle Pou como presidente de la República, medida en votos contantes y sonantes hacia las listas por él encabezadas, cuyas hojas de votación llevaron su fotografía de cuerpo entero y con la banda presidencial (primera vez en la historia del Uruguay), alcanzó el 25,99%. Entonces, en número redondos: PN 31, 28 ½, 27 (y LLP 26); Coalición 54, 49, 47 ½, 46. En ambos casos, declives leves y persistentes.
Tres. La suma de votos contrarios al gobierno el 27 de octubre fue del 48,75% contra 47,55% del oficialismo, es decir, una ventaja de 1,20%. Pero esa ventaja fue producto de sumar al FA un 4,89% aportado por cuatro opciones contrarias tanto a la Coalición como al Frente Amplio, “no alineados”, cuyo elemento común fue el voto y la militancia activa por el SI Blanco, el de la reforma de la seguridad social.
Cuatro. Estadísticamente, de 1999 a 2019 se registró en forma sistemática un swing en la misma dirección: desde los partidos tradicionales (o su coalición) hacia el Frente Amplio.
Elementos coyunturales
Además de lo estructural, aparecen tres elementos coyunturales:
Uno. Desventaja del FA en la relación Coalición Republicana-Frente Amplio: 3,7% en menos, sobre el total de votantes.
Dos. Desafío de captar votos no frenteamplistas pero contrarios al gobierno, que se manifestaron por el SI Blanco (4,89%). Un segmento que en principio se inclinaba por el voto en blanco o anulado, pero cuya segunda opción lo era Orsi.
Tres. Desafío de captar algo entre quienes votaron a partidos de la Coalición Republicana junto con el Si Blanco, cuya magnitud se calcula en no menos del 4% ni más del 5% del electorado.
Creación de un escenario de resultado incierto
La combinación de las dos clases de ventajas estructurales, de una desventaja coyuntural y dos desafíos coyunturales, crearon un escenario de resultado incierto. Y además pusieron como un elemento decisivo el posicionamiento de Orsi en relación a los tres grandes reclamos de los impulsores del SI Blanco: el salario mínimo nacional como piso de retribución global de jubilados y pensionistas, los 60 años como edad mínima jubilatoria y las AFAP.
El quid estructural de la campaña electoral para el FA estuvo entonces en cómo aprovechar las ventajas estructurales, revertir la desventaja coyuntural y aprovechar los desafíos.
Elementos que envuelven la campaña electoral
Aquí aparecen cuatro elementos que envuelven la campaña electoral:
Uno. El Partido Nacional hizo -desde el lunes 28/10 hasta el mismo debate Orsi-Delgado- un discurso descalificador del FA, al que el candidato presidencial calificó de “el peor Frente Amplio que ha habido”. Eso, cuando debía superar la desventaja estructural de que solo podría gobernar en cohabitación con ese FA. Y esto no fue una decisión errónea de estrategia de campaña, sino una concepción de las relaciones políticas: a lo largo del quinquenio de Lacalle Pou hubo una línea de avasallar a todo el que discrepase o molestase, no solo a los adversarios, sino a los socios y a los suyos; una total intolerancia a la crítica. Y esa concepción de hacer política es lo que se trasladó a la campaña electoral. Delgado hizo un giro tardío, acompañado de un coro que no pudo girar. Quince años antes, en una situación con cierta similitud estructural y otra concepción de las relaciones políticas, Luis Alberto Lacalle Herrera tomó nota de la situación e hizo lo contrario: buscó la cohabitación y apeló al voto para un “gobierno equilibrado”, con un presidente blanco, y un parlamento frenteamplista.
Dos. Orsi toma tardíamente el tema de las demandas en seguridad social y emite un mensaje matizado: terminante apoyo en cuanto a la edad de jubilación (volver a los 60 años), prudente o tímido en la equiparación de los pasivos al salario mínimo (cinco años para lograr la meta) y firme defensor del sistema actual de las AFAP. Aun así, dio una señal, una respuesta para salir de la incertidumbre electoral y caminar hacia el triunfo.
Tres. La militancia frenteamplista, en particular la de los dos mayores sectores, y de muchos por propia cuenta, hicieron una campaña inteligente, persuasiva, cara a cara, sin arrogancia, sin exhibición de fuerza, destinada a convencer a esos no alineados; demostrarles que su enojo o descreimiento hacia el FA conducía a la continuidad de Lacalle Pou, el Partido Nacional y la Coalición Republicana.
Cuatro. Mensaje similar, también cara a cara, persuasivo, a cabildantes y colorados poco propicios a esa misma continuidad.
El desemboque en un resultado categórico
El resultado de todas esas acciones condujo a un resultado categórico. Lo significativo, en magnitudes netas de conjuntos:
Uno. El swing estricto de la Coalición ampliada al FA fue por sí mismo insuficiente: del 1,74% (sobre el total del electorado habido en octubre), apenas por debajo del empate, que requería un 1,85%
Dos. El vuelco de los no alineados resultó decisivo: de ese 4,89% de octubre, votó a Orsi el 3,82% y se mantuvo en actitud refractaria el 1,07%. Es decir, 5 de cada 7 votantes “no alineados” y favorables al SI Blanco optaron a la postre por asegurar el cambio de gobierno.
Este artículo académico ´del profesor Oscar Bottinelli sirvió de base para su diálogo en TV Ciudad con Jorge Temponi.