04 May. 2019

De las pertenencias políticas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

El primer tipo de decisión política, el más relevante cuantitativa y cualitativamente en Uruguay, es el de las personas que tienen una relación de pertenencia con un agente político, es decir, con un partido político […] (y ha sido) extraordinariamente alta la trasmisión intergeneracional e intrafamiliar del voto [...]Y la trasmisión intrafamiliar coadyuva a agregar a esa estabilidad una relativa inmovilidad de conjuntos votacionales.

Dos de cada tres uruguayos expresa pertenencia a un partido político

Para analizar los tipos de decisión política1 , que pueden traducirse a voto, es necesario tener en cuenta que el proceso de decisión del voto se desarrolla en un universo caracterizado por: centenaria poliarquía plena, partidos de larga duración, bajo Número Efectivo de Partidos, moderado número de partidos parlamentarios, formato de entre bipartidista y tripartidista, elencos políticos de relativamente baja circulación, liderazgos de larga duración; además de electorado cuantitativamente estable, con una población de menor crecimiento y por tanto, envejecimiento del electorado. El primer tipo de decisión política, el más relevante cuantitativa y cualitativamente en Uruguay, es el de las personas que tienen una relación de pertenencia con un agente político, es decir, con un partido político No se trata de estar cerca de, ni de votar a, sino de ser de, de pertenecer a, de estar identificado con. No es lo mismo que una persona vote al Partido Justicialista (para poner un ejemplo ajeno al Uruguay), o que simpatice con el Partido Justicialista, o sus ideas sean afines al justicialismo, sino que se sienta justicialista, que se identifique con esa pertenencia política. En otras palabras, que diga: “soy justicialista” (en referencia a dicho partido).

En el caso uruguayo, de partidos dominantes como mínimo hemicentenarios y un par de ellos, los tradicionales, casi bicentenarios, la pertenencia no solo tiene el arraigo de la identificación personal, sino en una proporción muy elevada de trasmisión intrafamiliar. Corresponde ver que en Uruguay, en la actualidad2 , el 66% de los uruguayos “es” de un partido político, expresa una pertenencia partidaria: 31% se siente frenteamplista, un 22% blanco o nacionalista, un 12% se autoidentifica como colorado y 1% expresa una pertenencia por otras conformaciones partidarias.

La cifra es impresionante y probablemente sea el nivel de pertenencia partidaria más alto que se registre en el mundo, en sistemas de partidos de competencia plena o semiplena, vale decir, en marcos de poliarquía plena o semiplena, o como se dice de manera más imprecisa, en democracias plenas o democracias débiles. El dato es extremadamente relevante, porque indica un piso del que normalmente pueden partir los partidos políticos hacia la decisión del voto. Aunque en momentos de crisis partidaria esa pertenencia puede no expresarse en voto hacia su propio partido; así le ocurrió al Partido Colorado, especialmente en 2004 en cuanto a elecciones, y en el periodo que va desde mediados de 2015 a mediados de 2018 en estimaciones basadas en encuestas de opinión pública. Cuando hay una pertenencia política, la decisión de voto es connatural a esa pertenencia, salvo precisamente elementos excepcionales, en periodos críticos, que lleven a la disociación entre voto y pertenencia. Pero en la situación normal, ello supone que la decisión de voto a nivel de partidos es anterior a candidaturas, es previa a la campaña electoral e independientemente de discursos y de planes de gobierno o programas entendidos como conjunto de medidas de gobierno. Pero es también previa a la publicidad, a los jingles, slogans, expresiones gráficas y demás ingredientes de la campaña publicitario electoral.

No hay datos empíricos anteriores al periodo militarista del siglo XX. Sin embargo, toda la información que surge de la tradición oral, de los relatos y escritos de los propios políticos, de la investigación historiográfica, inclusive del análisis de los circuitos de votación, todo ello permite inferir que fue extraordinariamente alta la trasmisión intergeneracional e intrafamiliar del voto. Dicho en criollo: que los hijos de los colorados nacían colorados y se mantenían colorados a lo largo de su vida; y que los hijos de los blancos nacían blancos y se mantenían blancos a lo largo de su vida. Inclusive hubo un periodo en que se generaron verdaderas subpertenencias, o pertenencias subpartidarias, como el batllismo y el coloradismo independiente (especialmente el riverismo) en la colectividad colorada, y como el herrerismo y el nacionalismo independiente en la colectividad blanca. Fenómenos ambos de la segunda y tercera década del siglo XX, y luego de la cuarta y quinta década del mismo siglo.

Las informaciones mencionadas permiten inferir que esa trasmisión intrafamiliar e intergeneracional del voto se quiebra hacia las elecciones de 1971, más exactamente se incuba en el periodo interelectoral 1966-1971. Esa ruptura de la trasmisión familiar se expresa en el voto desde el Partido Colorado y el Partido Nacional hacia el Frente Amplio: los hijos de colorados no debutan en la vida política ni se mantienen como colorados, sino que se hacen frenteamplistas, y lo mismo ocurre con los hijos de blancos. Ese fenómeno de ruptura se mantiene constante a lo largo de ese periodo de crecimiento ininterrumpida de la alternativa política (Frente Amplio, agentes políticos surgidos de o convergentes en el Frente Amplio) y, como necesario fenómeno contrapuesto, la constante caída de los partidos tradicionales tomados como conjunto. También se observa el surgimiento de la trasmisión intergeneracional e intrafamiliar en el Frente Amplio: los hijos de los frenteamplistas devienen frenteamplistas.

Después de alcanzar el Frente Amplio el gobierno, ese fenómeno de ruptura de la trasmisión en hogares blancos y colorados, se debilita, se detiene; y se manifiestan empujes en sentido contrario. Vale decir, nace el fenómeno opuesto -todavía muy pequeño- de hogares frenteamplistas cuyos hijos buscan otras opciones, en primer término, las tradicionales. Hijos de frenteamplistas que debutan como o cambian a blancos o a colorados.

Entonces, es importante remarcar que la existencia de una fuerte proporción del electorado con pertenencias partidarias constituye un factor muy significativo en la estabilidad de los sistemas de partidos. Y la trasmisión intrafamiliar coadyuva a agregar a esa estabilidad una relativa inmovilidad de conjuntos votacionales.


1 Segunda nota de una serie sobre “Los procesos de decisión política y la construcción de los escenarios electorales”. Ver “De cómo se decide el voto”, El Observador, abril 27 de 2019, en portal.factum.uy

2 Datos de la Encuesta Nacional Factum de abril de 2019