El Observador
Alguien importante en el calor de la campaña electoral afirmó que si no hay rotación de partidos se está en una dictadura […] La no rotación de partidos a nivel de Estado tiene largos ejemplos en el mundo, como en Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Alemania o Francia […] En estas tierras, el Partido Colorado ejerció la titularidad de la jefatura de Estado en forma consecutiva por 93 años; desde que arranca una poliarquía cubre 40/42 años ininterrumpidos.
Nunca se consideró en el mundo que la no rotación equivaliese a dictadura
La palabra democracia hace tres cuartos de siglo que dejó de describir nada para transformarse en un calificativo apologético. Democracia es sinónimo de El Bien. La palabra dictadura también dejó de describir mucho, no queda claro desde hace cuánto, quizás menos tiempo, para transformarse asimismo en un calificativo. Dictadura es sinónimo de El Mal.
Esto viene a cuenta de la frase deslizada por alguien importante en el calor de la campaña electoral, que genera peligrosa confusión de conceptos, de que si no hay rotación de partidos se está en una dictadura o se cae en una dictadura.
En realidad el origen de la palabra dictadura está muy lejos del uso corriente, pues dictadura es un instituto del Derecho Romano, de la antigua República Romana, por el cual el Senado otorgaba al o a los cónsules poderes extraordinarios con un tope de seis meses, luego de los cuales debía necesariamente rendir cuentas al Senado y someterse a juicio de responsabilidad. Luego la palabra devino más hacia el concepto de régimen autoritario o inclusive despótico. Definir qué es una dictadura supone pues mucha tela para cortar, y por ahí se cuelan conceptos que no son sinónimos entre sí como dictadura, autoritarismo, despotismo, tiranía o autocracia.
Si resulta confusa las definiciones de qué es cada cosa, lo que sí resulta claro —visto a la inversa— es que no se encuentra tesis alguna que considere que por sí sola la no rotación de partidos en el gobierno sea sinónimo de dictadura.
Para ir avanzando en el tema, la no rotación de partidos a nivel de Estado tiene largos ejemplos en el mundo, como en Estados Unidos los 32 años del Partido Demócrata en la primera mitad del siglo XIX, o los 20 consecutivos del mismo partido en la primera mitad del siglo XX; como en el Reino Unido la larga saga del Partido Conservador en al menos tres etapas del siglo XX; o como en Italia con el largo predominio de la Democracia Cristiana por casi cuatro décadas; o como en Alemania un par de etapas de largo dominio de la Democracia Cristiana, incluida la década y media de Angela Merkel; o como en Francia, la década y media de Mitterrand. En estas tierras, el Partido Colorado ejerció la titularidad de la jefatura de Estado en forma consecutiva por 93 años; si se consideran los tiempos desde que arranca una poliarquía —circa 1916/1918— cubre 40/42 años ininterrumpidos. Nunca se consideró que ello equivaliese a dictadura.
Lo importante, desde el punto de vista de una democracia o de una poliarquía, es que la rotación sea producto de la libre decisión de los electores, en elecciones de competencia plena, con amplias libertades y garantías para todas las propuestas electorales.
Es importante tener en cuenta que la continuidad de un mismo partido no es sinónimo de ausencia de rotación en el gobierno. Para no ir muy lejos, el Partido Colorado en sus cuatro décadas de dominio continuo en sistema poliárquico, ofrece tres periodos claros: predominio batllista de 1916/18 a 1930/32; predominio del coloradismo independiente desde allí a 1942; nuevo predominio del batllismo de 1943 a 1959. Inclusive hay inflexiones dentro de cada periodo, especialmente tanto en el de 1932-1942, como en el de 1942-1959, en que los predominios no son nítidos y hasta compartidos. En el breve tiempo de domino del Partido Nacional por más de un periodo (1959-1967) hay una clara rotación entre un primer cuatrienio de predominio herrero-ruralista y un segundo predominio básicamente de la Unión Blanca Democrática. Y en esta etapa aun no concluida del Frente Amplio, en cuanto a la titularidad de la jefatura de Estado, hay una clara alternancia entre la sensibilidad política de Tabaré Vázquez y la de José Mujica.
Hay algunos puntos que requieren reflexión y que generan la necesidad de afinamiento. El primero es qué efectos produce el máximum de rotación, es decir, que en cada periodo gobierne un partido político diferente, lo cual —en un sistema tripartidista como el uruguayo— implicaría una secuencia quincenal de Frente Amplio-Partido Nacional-Partido Colorado. En realidad, ello se asocia a la valoración de cuán positiva y cuán negativa es la estabilidad o el cambio permanente. Un segundo punto, suponiendo que ese máximum se entienda que no genere siempre y en todo caso los efectos más positivos, cuál es el máximo de continuidad que se considera deseable: ¿dos periodos, tres periodos, cuatro periodos?
Ahora bien, despejadas esas dos incógnitas, ya fuere en favor de la alternancia perpetua sin ninguna reelección inmediata, ya fuere en favor de un límite de tiempo al gobierno de un mismo partido (dos, tres, cuatro periodos) viene la pregunta: ¿Cómo se fuerza la alternancia? ¿Se establece que ese partido quede excluido de la elección presidencial aunque pudiere obtener una larga mayoría parlamentaria? ¿Se excluye al partido gobernante de poder presentarse a ningún cargo electivo en la elección siguiente?
Lo que la historia moderna demuestra —para circunscribirse a sistemas donde hay un relativo impacto de la decisión del pueblo a través del voto, en elecciones plenamente competitivas en un marco de libertad— es que la escasa o fuerte rotación de los partidos en el gobierno está asociada a la conformidad o la disconformidad de una parte relevante de ese pueblo con ese gobierno. Limitar el derecho del pueblo a elegir el partido de su preferencia, a pretexto de limitar su permanencia en el gobierno o su predominio en el Parlamento, conlleva necesariamente a proscribir actores políticos y limitar las opciones de los ciudadanos.
Este país vivió no hace demasiado tiempo un régimen que es genéricamente calificado de dictadura, en que no hubo oposición libre ni posibilidad de decisión por un tiempo, en que hubo persecuciones políticas relevantes y extendidas, y comprobadas violaciones a los derechos humanos inspiradas en razones políticas. En un país así, no está de más algo de mesura en el uso de la calificación de dictadura.