Caras y Caretas
Es mucho mejor lo que intenta Factum —de preguntar por otros factores ‘electoralógenos’ para inquirir en profundidad en la intención de quien no lo manifestó espontáneamente ante el estímulo del sondeo— que llamarlos de indecisos y redistribuirlos en grupos anteriores. Repito, es más caro pero más científico. La gran incógnita es el costo-beneficio de la inversión científica en un plus-sondeo frente a la tan barata como supersticiosa atribución de intenciones actuales a distribuciones de voto conocidas pero anteriores y, por tanto, de incierta aplicabilidad al nuevo momento electoral.
A un mes y medio de la primera instancia electoral (Parlamento y eventual presidencia y vice) a nivel nacional, a dos meses y medio de la muy probable instancia de balotaje presidencial, y a seis meses y medio de las elecciones departamentales, vale preguntarse cómo va la ‘carrera’ electoral. Pero, además, ¿qué asuntos de interés científico, metapolítico, suscita el momento político electoral? Asuntos tales como la fiabilidad relativa de los sondeos de opinión y de las empresas que los hacen o la cientificidad relativa de los procedimientos alternativos utilizados por los diversos sondeos.
Conclusiones actuales
Aunque hoy reina cierto margen de incertidumbre, sea para octubre 2019, para noviembre 2019 o para mayo 2020, hay varias certezas que se pueden listar y que parecen bastante claras, sobre todo pensando exclusivamente en el escenario de octubre próximo.
Uno. Hay un cómodo consenso de que el Frente Amplio será el lema más votado, que tendrá entre un mínimo sondeado de 27% (Opción) y un máximo de 39% (Factum). El Partido Nacional oscilaría entre 28% (Cifra) y 22,6% (Radar); el Partido Colorado entre 19,5% (Radar) y 16% (Equipos); Cabildo Abierto entre 10% (Opción) y 7% (Cifra); y por último los partidos menores nunca superan cada uno el 3%, a veces llegan a 2%, casi siempre rondan el 1%, y su importancia es algo mayor que la electoralmente obtenida, ya que influyen en la cadena de cocientes que incluye la adjudicación definitiva de bancas parlamentarias. Debe agregarse y tenerse en cuenta que el dato de que cada banca senaturial costará unos 80.000 votos.
Dos. La distribución concreta de las bancas dependerá no solo del monto de apoyo electoral obtenido, sino de la cadena de cocientes electorales que funcionará luego de cada adjudicación firme. El estudio preliminar de esa distribución de Factum (FA 39%) le daría 13 bancas, 8 al Partido Nacional, 1 en disputa entre ambos, 6 al Partido Colorado, 2 a Cabildo Abierto y la banca 31 sería para el vicepresidente electo en octubre o noviembre. Los partidos más votados en 2014 ceden bancas al Partido Colorado y a Cabildo Abierto y los partidos menores también crecen en función de la caída relativa de los lemas más votados en 2014.
Tres. Las tendencias y tendencias político comunicacionales importantes. Los cuatro partidos han tenido vaivenes que desorientan si alguien quisiera proyectar alguna tendencia a futuro desde algún empuje puntual. Los partidos de la oposición parecen haber tenido empujes luego de los cuales han entrado en fases plateau, de estabilidad probable. El Partido Nacional lo tuvo a comienzos de 2019, con un freno importante desde las internas; el Partido Colorado lo tuvo a mediados de 2019, con el empuje de Talvi y el regreso de Sanguinetti, pero con freno desde agosto; Cabildo Abierto, que ‘nació’ electoralmente con las internas ya agotó su ímpetu también. El Frente Amplio, en cambio, es el único lema que, pese a perder mucho respecto de 2014 en momentos similares, no pierde casi frente a los empujes puntuales de sus adversarios y parece repuntar con la amortiguación de sus crecimientos.
Algunas previsiones
Con un poco de atrevimiento, y continuando la lógica anterior, podríamos decir que el Frente Amplio es el único partido que tiene buenas probabilidades de crecimiento desde ahora hasta octubre y más aun noviembre. Las razones son las siguientes.
Uno. Dispone de un caudal de ‘desilusionados’ con la insuficiencia del izquierdismo de la gestión, que si bien es parcialmente responsable de la reducción de intenciones de voto desde el pasado hasta hoy, también podrá recuperar votos como elección del mal menor, o como expresión del ‘asco’ o ‘miedo’ hacia los posibles vencedores opositores, en especial con motivo del balotaje, que construirá enemigos aun más tangibles y temibles que los de octubre. El FA podrá crecer en desilusionados recuperados para octubre, pero más todavía para noviembre. Y ese crecimiento probable es un plus del que no disponen en la misma medida otros partidos.
Dos. Existe un efecto político comunicacional llamado bandwagon effect, o ‘efecto de sumarse al carro vencedor’, del que tiene mayor probabilidad de aprovecharse el FA, que será relativamente triunfador en octubre y más atractor de votos por esa tendencia que todos los otros.
Tres. Otra tendencia político comunicacional influyente es el sleeper effect (‘efecto durmiente’), tendencia por la cual solo en largos plazos y ante estímulos determinados se expresan algunas tendencias profundas que no salen a la superficie normalmente. El temor al cambio y la indudable mejoría del nivel de vida de la población en estos 15 años hará su silencioso trabajo, que más allá de la ‘deprivación relativa’ del consumismo actual —responsable de parte de la desilusión primaria con los gobernantes—, elevará subconscientemente la valoración de lo obtenido durante la administración frentista cuando las papas quemen.
Estas tres fuentes de crecimiento potencial que anotamos son un plus frenteamplista de las que no disponen los partidos opositores, que parecen haber agotado sus ímpetus puntuales. Si no hay hechos públicos o de campaña sensacionales que produzcan nuevos empujes, el FA puede esperar más crecimiento en este mes y medio hasta octubre y en estos dos meses y medio (más aún) hasta noviembre que sus adversarios. Baste ver cómo han mejorado las evaluaciones de la gestión del FA y de Tabaré Vázquez, para nosotros más indicadores de la eclosión del sleeper effect que de virajes administrativos en la gestión concreta o retórica, o en la evaluación diversa por la población de la gestión. Si esto puede llegar a la cifra mágica de 42% en primera vuelta, si será suficiente para cerrar las sondeadas ventajas de las que parecen disfrutar tanto Lacalle Pou como Talvi en sus balotajes contra Martínez, son los dos finales de bandera verde que presenciaremos en el futuro inmediato.
Los equivocados debates obligatorios que parece se impondrán por ley no cambiarán casi nada, salvo que haya una infinitesimal diferencia entre candidatos, que podría cambiar en su minucia por cualquier hecho electoralmente influyente, entre los cuales están los debates audiovisuales, de máximo beneficio para los medios de comunicación, las productoras y los anunciantes. El cuerpo electoral, mientras tanto, los presenciará con espíritu deportivo semejante a aquel con que siguen la vuelta ciclista o con intención de acumular argumentos para fortalecer convicciones anteriores, fingiendo que están abiertos a los del otro, trampa al solitario del ciudadano ideal ficticio con el que se miente sobre la democracia, la información electoral, la democracia ateniense y otros fantasmas convenientes y mentirosos políticamente correctos sobre política que campean casi intocables en el vox populi.
El test científico en juego
En todo esto de las encuestas, no solo hay asuntos políticos en juego, también los hay científico-metodológicos importantes, y son asuntos de debate y práctica en todo el mundo y cuya relevancia empieza a aparecer entre nosotros. Nos referimos al énfasis relativo con que las sondeadoras deben bucear en las profundidades de los factores que pueden acumuladamente producir una decisión electoral.
En efecto, una tendencia mundialmente creciente es la de preguntar, además de la intención explícita de voto, sobre factores que puedan producir una confesión de decisión profunda o sobre factores de los que puedan inferirse decisiones no explicitadas. Esto es mucho más caro para el lucro comercial de los encuestadores, pero es mucho más científico para la atribución de intenciones no explícitas de intención electoral entre quienes no las expresaron explícitamente al momento del sondeo.
Cuando alguien dice que ‘no sabe’ o ‘no contesta’ esas respuestas, semánticamente tan distintas, son agrupadas en otra bolsa equívoca de contenidos semánticos: el grupo de los ‘indecisos’, que de ninguna manera engloba lo manifestado por quienes no contestaron o dijeron que no sabían qué votarían, tan falazmente llamados indecisos. Lo que se hace, entonces, es prorratear esos ‘indecisos’ según diversas distribuciones de intenciones de voto anteriores, con la tan pía como frágil asunción de que se distribuirían como antaño (Stuart Mill, en 1844, llamó esto de ‘superstición’) o que el criterio anterior sirve para la nueva distribución electoral a desvendar.
Es mucho mejor lo que intenta Factum —de preguntar por otros factores ‘electoralógenos’ para inquirir en profundidad en la intención de quien no lo manifestó espontáneamente ante el estímulo del sondeo— que llamarlos de indecisos y redistribuirlos en grupos anteriores. Repito, es más caro pero más científico. La gran incógnita es el costo-beneficio de la inversión científica en un plus-sondeo frente a la tan barata como supersticiosa atribución de intenciones actuales a distribuciones de voto conocidas pero anteriores y, por tanto, de incierta aplicabilidad al nuevo momento electoral.
Opción Consultores está intentando una vía alternativa a la tradicional atribución prorrateada de ‘indecisos’ a distribuciones antiguas conocidas (a) o a la investigación que coteja con más de 21 factores la insuficiente respuesta del sondeado (b). La enorme diferencia que Factum muestra frente a colegas en la estimación de la intención de voto frentista se debe a la cuasi eliminación de los mal llamados indecisos, que permanecen sin hipotética atribución electoral en las otras empresas, como tales.
La atribución más científica de Factum está en línea con nuestras hipótesis de que las mayores probabilidades futuras de crecimiento están con el FA; ello corroborado por la mejoría reciente de la evaluación masiva de la gestión de gobierno. Ahora, si eso llega a 42% en octubre y alcanza para revertir un balotaje hasta ahora favorable a los opositores, son las preguntas del millón que tendrán apasionante desenlace próximamente. También el sondeo científico de la opinión pública política está en juego. Y ojalá que la tendencia al inquirir paralelo en profundidad triunfe sobre la cómoda calificación de indecisos a diversos respondentes y su supersticiosa redistribución en distribuciones anteriores.