El País – La entrevista del domingo
Anticipa una necesaria “autocrítica” en el Frente Amplio, pero también dice que la coalición opositora no es sólida y tiene “fragilidades” […] Está convencido de que, para el Frente Amplio, era posible dar vuelta el resultado y ganar el balotaje si lograba captar votos batllistas y de Cabildo Abierto. “Pero eso debe traducirse y no se está traduciendo”, dijo Óscar Bottinelli, en entrevista con El País. Anticipa una necesaria “autocrítica” en el Frente, pero también dice que la coalición opositora no es sólida y tiene “fragilidades”
-Estamos a una semana del balotaje. ¿Podemos afirmar hoy que Luis Lacalle Pou es el claro favorito para ganar el domingo 24?
-Para afirmarlo hay que esperar la encuesta final. Yo diría que Lacalle ya tiene una mayor probabilidad desde la elección del 27 de octubre porque parte de una adhesión de todos los demás partidos. El Frente Amplio (FA) no ha amenazado, en términos de cambiar el resultado. Eso era posible mirando los números, porque hay un segmento de votantes de Cabildo Abierto que tenían más afinidad hacia (José) Mujica que hacia Lacalle. Lo mismo batllistas, con más afinidad al FA. Pero eso debe traducirse y aparentemente no se está traduciendo.
-Hay dirigentes frenteamplistas que admiten fuera de grabador que la derrota es muy probable. Usted dijo esta semana que la campaña del Frente “fue una enciclopedia de todo lo que no había que hacer”, según publicó Búsqueda. ¿A qué se refería?
-Fue una frase un poco exagerada porque fue una licencia poética en una conferencia cerrada. Sí, fue una campaña en la que, de los dos partidos principales, el Frente fue el que acumuló más errores.
-Si se confirma ese escenario, ¿es esperable que el Frente elija a Martínez como el culpable de la derrota, aunque el panorama sea muchísimo más complejo?
-Si el FA finalmente pierde la Presidencia, se abre una etapa histórica. Porque la vida del Frente transcurrió en caminar hacia el gobierno y luego ejercer el gobierno. Nunca tuvo una etapa después de haber ejercido el gobierno. A mí me preguntan desde el exterior: vistos los números, este es un gobierno exitoso, de incremento del salario real y las pasividades, creación de empleo. ¿Cómo es que perdió o puede perder la elección? No es tan fácil explicarlo, hay que investigar y debe haber una reflexión política del FA sobre por qué ocurrió. Hay un dato: el 56% en algún momento votó a la izquierda en los últimos 15 años. ¿Por qué hay un 16% que ya no vota al FA? Es una pregunta sin respuesta.
-¿Es multicausal?
-Sí, hay que ver cada segmento social. Ahora, yo creo que Martínez asumió en el debate ser el padre del éxito o el padre de la derrota, en la medida que personalizó todo. No es anecdótico que la apertura del debate fue un relato de su vida. Y luego se autorreferencia más de una vez. Es una concepción de contienda entre personas. También dijo que decide él y no el programa del Frente. Fue una decisión muy valiente.
Foto: Marcelo Bonjour
-Pero le puede costar caro…
-O tener gran éxito. Son de esas decisiones que no dejan lugar al empate. Sos gran ganador o gran perdedor.
-El Frente perdió unos 200.000 votos en cinco años. ¿Ustedes han estudiado a dónde fueron a parar?
-El FA viene perdiendo en las capas medias altas desde 2009 y eso terminó yendo a los partidos tradicionales. Pero hay un fenómeno que quedó oculto: el 48% del Frente de 2014 no es el mismo de 2004. En 2014 hubo una pérdida de las capas medias, que fueron compensadas por las capas más bajas. Y ahora pierde en ese nivel abajo, muchos de ellos hacia Cabildo Abierto.
-Usted había anticipado que, si bien en general los debates no mueven la aguja, el de este miércoles podía ser “cuasi decisivo” y “generar un efecto importante”. Eso no pasó. ¿Por qué?
-Yo dije que podía haber generado eso si alguno era lo suficientemente débil o suficientemente fuerte para dar por liquidada la elección. No pasó ninguna de esas dos cosas. Del debate, de cada 100 uruguayos, me importan 10. Ya sabíamos lo que iban a decir los que escriben en las redes sociales: siempre va a estar mejor Lacalle Pou o Martínez. No creo que haya habido demasiados impactos como para que alguien decidiera el voto por eso.
-¿Martínez tenía forma de recuperar puntos si hubiera hecho algo distinto en el debate?
-Primero, hay un problema de orientación y eso es un tema que no tiene que ver con el debate, sino con toda la campaña electoral. Martínez arrancó la etapa tras las internas con una concepción muy presidencialista, muy personalista, pensando en cómo son los presidentes en México, Argentina, Chile y Estados Unidos, y no en Uruguay, donde se gobierna con respaldo parlamentario. La elección de la candidata a vice fue personal, no institucional del FA. Y él planteó la noche del 27 de octubre o el día siguiente, que ahora se eligen personas y no partidos. Esa era una estrategia, donde los ministros los elige el presidente libremente. La otra línea es la que se anunció el jueves de la semana pasada, con la presencia de Mujica y Astori en el eventual gabinete de Martínez, complementado con los anuncios del día anterior, con Mario Bergara en el Ministerio de Economía y Finanzas. Pero el debate tiene la importancia de que Martínez definió el tema: él se hace cargo de los éxitos de los 15 años de gobierno y a su vez asume reiteradamente que hay que corregir errores. No se mencionó nunca ‘presidencia Vázquez’ ni ‘presidencia Mujica’.
-¿Eso es un error?
-No, es una definición política trascendente, que se complementa con la otra definición, cuando a raíz del tema impuestos Lacalle Pou lee el programa y Martínez dice que importa lo que dice el candidato. Pero el programa del Frente Amplio, en el error o en el acierto, es producto de un congreso de más de 1.000 personas. Es un programa elaborado y discutido por varios miles de personas en los comités de base.
-Él envía este mensaje: “Está todo bien con toda esa gente, pero el que decide soy yo”.
-“Son recomendaciones, yo decido”, dijo. “No es el Frente Amplio, soy yo”. Se despega del FA y de la posibilidad de un gobierno más colectivo.
-Sin embargo, una semana antes había anunciado un gabinete con Mujica y Astori. En el debate no fueron ni mencionados.
-Evidentemente son juegos políticos. Él se sintió forzado a una solución que no le convenció y el miércoles la descartó. La palabra Vázquez, la palabra Astori, la palabra Mujica y la palabra Bergara no estuvieron en ningún momento en el debate.
Foto: Marcelo Bonjour
-¿Y la coalición “multicolor” cómo sale parada tras el debate?
-Todas las dudas que podía plantear la coalición quedaron como dudas, no fueron despejadas. La primera es si esto verdaderamente es una coalición de gobierno. Los líderes no firmaron un documento sentados en una mesa, no hubo foto. Y el documento no es una clara agenda de gobierno, hay muchos enunciados genéricos. La foto que sacaron (se refiere al acto en el Molino de Pérez el domingo pasado, al que fueron Ernesto Talvi, Guido Manini Ríos y Pablo Mieres) fue una foto electoral y no es lo mismo una coalición de gobierno que una coalición electoral. La coalición de gobierno es para cogobernar con iguales responsabilidades de todos los partidos; la electoral es para ganar la elección. Y no es peyorativo para nada. Después está la coalición legislativa, que es solo para aprobar leyes, y parlamentaria, para sostener el gobierno.
-¿La coalición de 1999 entre Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle fue muy distinta a esta?
-Esa fue una coalición plena: electoral, parlamentaria, legislativa y de gobierno en los primeros dos años y medio. Después siguió siendo una coalición parlamentaria. La de 1994 no fue electoral porque no existía el balotaje y se construyó una coalición integral de gobierno que duró todo el período.
-Fue hasta más firme que la que vino después, que se cortó por la mitad en 2002.
-La crisis de 2002 creó un escenario mucho más complicado para el Partido Nacional y la coalición de gobierno cesó en noviembre de 2002, pero sí continuó la coalición parlamentaria.
-En esta coalición multicolor hay socios que están distanciados ideológicamente, por ejemplo Talvi y Manini o Mieres y Manini.
-Cuantitativamente lo que importa de la coalición es el Partido Nacional, Partido Colorado y Cabildo Abierto, que son los que tienen mayoría parlamentaria. En el debate, cuando Lacalle planteó en forma dura el tema de Venezuela, Martínez no replicó con Bolivia, que divide a la coalición. Talvi calificó la situación de golpe de Estado, como el Frente Amplio. Y hay un tema relevante que divide a la oposición: la educación. La postura de Pablo da Silveira, muy contraria al centralismo estatal de la enseñanza pública y que apuesta a esquemas descentralizadores, es muy distinta a la del colorado Robert Silva, que estuvo en la reforma de Rama.
-¿Ve cierta fragilidad en la coalición? ¿Se puede quebrar en dos años?
-La solidez de la coalición dejó dudas en el debate. Parece que la nave insignia será una ley de emergencia cuyo contenido no se conoce. Salió en la prensa que socios de la coalición esperan que se discuta internamente el contenido antes del envío al Parlamento. Bueno, si es una coalición, el contenido se elabora en conjunto. Después, para que una coalición sea sólida es importante que los nombres claves del consejo de ministros hubieran sido anunciados.
-¿No está el temor de que se diga que ya empezó el reparto de cargos?
-Yo sé que está ese miedo. Pero yo lo digo con mucha claridad y a veces falta de educación: ¿alguien cree que es lo mismo que el ministro de Educación sea Pablo da Silveira o Robert Silva? No. Entonces no es reparto de cargos. El nombre define una orientación.
-Quizás Lacalle no precisa hacer eso para ganar…
-Hoy no, pero quizás hace 10 días sí. Precisaba demostrar mayor solidez en la coalición. Un personaje importante colorado (se refiere al dirigente Adrián Peña) dijo que aspira a que la coalición dure tres años. Por lo tanto, ya se está planteando que no es un acuerdo por todo el período de gobierno y es una fragilidad. Esa persona también dijo que habrá un primer año de oro, un segundo de plata y un tercero de bronce. Después se verá. Todo eso marca que no estamos ante una sólida coalición, sino pactos con reservas donde los partidos asociados no se juegan la ropa igual que el partido del presidente.
-Usted fue cronista parlamentario en El País en la década de 1960. ¿Cómo se imagina un Parlamento de siete partidos como el que tendremos en 2020?
-Es importante desde el análisis estructural de partidos. Pero cuando Uruguay era bipartidista, los dos partidos tradicionales tenían como mínimo dos grandes corrientes y a veces duramente enfrentadas, como el batllismo de la 14 contra el de la 15 o el herrerismo y el no herrerismo. Además, había dos o tres partidos chicos. Era un juego de seis o siete actores.
Foto: Marcelo Bonjour
-Sí va a ser un Parlamento con mucho peso.
-Si nos vamos no muy atrás, tuvo mucho peso en el período de Batlle, los dos de Sanguinetti y el de Lacalle. Ocurre que, por haber tenido tres Parlamentos consecutivos con mayorías parlamentarias de un solo partido (y un partido relativamente disciplinado), nos acostumbramos a un Parlamento de menor vitalidad. Ahora, gane quien gane, el Parlamento recupera esa centralidad que fue tradicional en Uruguay.
-¿Le parece sano para la vida democrática o no tiene mucha diferencia?
-La vida democrática no pasa por eso. Lo democrático es que corresponda a lo que elija la gente, que se respeten valores y que las mayorías no aplasten a las minorías.
-Las encuestas, que habían sido muy cuestionadas hace cinco años, casi todas anticiparon el resultado con gran exactitud en octubre.
-Demasiado bien (se ríe). La diferencia entre las encuestas no tiene tanto que ver con la foto sino con la película. Hubo dos películas. Factum fue muy cuestionada en redes por la gente más fanática del Partido Nacional porque desde febrero presentó al Frente en una banda entre 37 y 40% y al Partido Nacional ocho o diez puntos abajo. Eso fue lo que terminó pasando. La otra visión, que fue mayoritaria, era de un FA muy abajo, igual con el Partido Nacional y a veces por abajo. Para esa película, de golpe hubo un Frente Amplio en crecimiento. Por eso muchos dirigentes pensaron que, si en pocas semanas habían pasado del 30-33% al 40-41%, el 46% estaba al alcance.
-Y estaba el antecedente de la elección pasada: casi todas las encuestas le habían dado al Frente por debajo de su votación.
-Algunas dieron muy abajo y marcaban la casi inexorabilidad de la pérdida del gobierno del FA. Y otras le dimos un poquito más abajo. Y nosotros esa vez nunca pusimos en duda que el FA retenía la Presidencia. En 2014 el Frente comete el gran error de enojarse con las encuestas y no ver que tenía que haber hecho una gran autocrítica porque había perdido votos y el recambio biológico. Si fuera fútbol, la mayoría parlamentaria la obtuvo con el VAR: fueron 4.848 votos. Hubo cero autocrítica. El ataque más duro a las encuestas fue hecho la noche de la elección y el día después por Raúl Sendic.
-Pase lo que pase, quizás la autocrítica venga ahora.
-Es necesario. Si gana la Presidencia el Frente, lo peor que le puede pasar después de perder nueve puntos del electorado es decir “otra vez ganamos, no importa nada”. Sería suicida. Pero mucho más si pierde la presidencia el domingo 24, es un momento de reflexión y autocrítica. Necesitan estudiar lo que llevó a un distanciamiento con gente que ya los había votado. Hay causas políticas, éticas, de conducta, económicas y sociales.