10 Abr. 2011

De Uruguay y el Medio Oriente

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Lo que no se sabe es si en el gobierno se valoró debidamente la acumulación de señales que recibe Israel desde Uruguay, de un distanciamiento. Señales en el sentido opuesto dadas hace un año –en la recepción por el aniversario del Estado de Israel- a la que concurrieron de manera excepcional el presidente y el vicepresidente de la República, así como la mayoría de los ministros

El 14 de mayo de 1948 surgió el Estado de Israel. Uruguay se consideró a sí mismo como una especie de padre de esta criatura (o uno de sus múltiples padres) y a lo largo de más de seis décadas tuvo relaciones de fuerte ligazón y apoyo. Cabe recordar que el Estado de Israel es producto de muchas cosas (la colonización judía de Palestina, la lucha por la creación de un hogar nacional judío, la reivindicación de derechos milenarios) pero como hecho determinante la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 (número 181), que aprobó un plan propuesto por siete países: Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Países Bajos. Perú, Suecia y Uruguay. Dicho plan establecía la división del territorio palestino y la creación allí de dos estados, uno judío y otro árabe. En su elaboración tuvo destacada actuación el por largo tiempo embajador uruguayo en la ONU, profesor Enrique Rodríguez Fabregat, ex ministro de José Batlle y Ordóñez, hombre muy cercano a Luis Batlle Berres y dirigente cuasi fundacional del Frente Amplio

El fuerte lazo entre Uruguay como país - no solo como gobierno- e Israel tuvo un momento culminante en 1985, apenas restaurado el régimen constitucional, cuando la totalidad del sistema político participa en el Palacio Peñarol en un acto de celebración del 37° aniversario de la creación del Estado. Allí hablaron el secretario general del Partido Colorado Enrique Tarigo, el líder nacionalista Wilson Ferreira Aldunate y el líder frenteamplista Liber Seregni. La ligazón Uruguay-Israel no fue óbice para que la República Oriental votase muchas veces en forma disidente y hasta opuesta a Israel. A éste se le reconoce como territorio y como fronteras las existentes hasta 1967, y Uruguay siempre ha condenado la ocupación de los territorios más allá de dichas fronteras, conocidos como Cisjordania y la Franja de Gaza, ocupados entonces por Israel y anteriormente ocupados uno por Jordania y el otro por Egipto. Desde los acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (1993), dichos territorios pasaron a ser administrados por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sin que fuese constituido como estado independiente.

La ANP es admitida en calidad de miembro observador de Naciones Unidas, pero no es miembro pleno ni tiene reconocimiento de estado independiente por dicha organización. En este tema los países del mundo se pueden clasificar en tres: los que reconocen a la ANP como estado independiente, los que tienen relaciones diplomáticas con la ANP sin el estatuto de estado independiente y los que no tenían relaciones formales. Uruguay se situó hasta hace pocas semanas en esta última categoría: no existía relaciones con la ANP.. De golpe, fue de una punta a la otra y pasó a reconocer a la ANP como estado independiente, cuya primera consecuencia es reputar que la presencia de tropas israelíes en Cisjordania constituyen la ocupación de territorio de otro Estado. Este ha sido quizás el giro más importante en policía exterior dado por este gobierno. La nueva tesis uruguaya es que “No puede haber una solución para el proceso de paz en Medio Oriente sin la existencia de dos estados consolidados”. La decisión sobre Palestina fue cuestionada por la oposición, que consideró que el mantenimiento del statu quo es lo que mejor garantiza las negociaciones de paz. Curiosamente, en lo que a esta altura es una constante del Frente Amplio en temas de política exterior, no hubo una sola disonancia interna con esta postura, como tampoco hubo una sola disonancia con la postura opuesta sostenida –por vía de los hechos- por el gobierno de Tabaré Vázquez.

Pero la decisión sobre Palestina –que deja de un lado al Frente Amplio y del otro a los otros tres partidos- se potencia con el otro giro, que tiene que ver con las relaciones con Irán, dado en dos pasos. El primero, al protagonizar una visita parlamentaria a la república islámica, donde el oficialismo contó con el apoyo de Vamos Uruguay (sector colorado mayoritario liderado por Bordaberry) y por Corriente Renovadora del Partido Nacional (sector uninominal en la cámara baja, guiado por Pablo Abdala). El otro, que generó más polémica, donde el oficialismo no contó con al menos apoyos públicos y sí con fuertes cuestionamientos desde la oposición, es el no haber votado el envío de una misión a Irán del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. No han sido claras las argumentaciones del gobierno, como sí lo han sido en el reconocimiento de Palestina. Lo que surge con nitidez es una valoración de privilegiar con sentido pragmático e inmediato el hecho de que Irán es un muy buen socio comercial de Uruguay (en este sentido, este tipo de pragmatismo que condiciona la valoración de los derechos humanos a los intereses comerciales del país, ha sido una constante en relación a China, donde bajo gobiernos de los partidos tradicionales Uruguay no acompañó ninguna condena, muchas veces pese a la fuerte presión de Estados Unidos).

Un tercer tema tiene que ver con Libia, país acérrimo enemigo de Israel. La postura del gobierno, que explicitamente apoyó la línea abstencionista en el Consejo de Seguridad de la ONU y condenó la acción armada de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, España, Italia y aliados menores, entra más con la tradicional adhesión del país al principio de no intervención en los asuntos internos de otros  países, y además en su rechazo al uso de la fuerza. En este aspecto, puede separarse el tema Israel del tema Libia, lo que no ocurre ni con Palestina ni con Irán.

Lo que no se sabe es si en el gobierno se valoró debidamente la acumulación de señales que recibe Israel desde Uruguay, de un distanciamiento. Señales en el sentido opuesto dadas hace un año –en la recepción por el aniversario del Estado de Israel- a la que concurrieron de manera excepcional el presidente y el vicepresidente de la República, así como la mayoría de los ministros.