El Observador
El caudal político de Mujica, desde un magro 2% del electorado nacional a la Presidencia de la República, fue construido por ese magnetismo y esa convocatoria de audiencia que le abrió la puerta de todos los medios [...] Mujica y el MPP plantean el objetivo de tener muchos medios de izquierda y otros sueñan con ello en el FA. La idea de tener medios propios como arma política se saltea que se pudo hacer esa construcción sin medios propios.
“El Debate es la carta que escribo todos los días a los herreristas”, cuentan que explicaba Luis Alberto de Herrera cuando le cuestionaban la mala cobertura informativa del diario, cuyo epígrafe era “Diario Principista del Partido Nacional”. Dicen también que agregaba: “para informarse que compren El País o El Plata”. En forma más sofisticada, el Partido Comunista editada su órgano oficial, El Popular, con mucha páginas y un formidable staff periodístico, donde toda la información, desde la política nacional e internacional hasta los hechos cotidianos, los espectáculos, el deporte o lo policial reflejaban la línea oficial del partido. La lectura de El Popular constituía la forma en que los comunistas recibían día a día línea del partido en todos y cada uno de los terrenos. Lo común a ambas experiencias, de signo ideológico opuesto, es que la adhesión partidaria es un requisito previo a la compra o lectura del periódico. Su función no es convencer a extraños sino dar línea y argumento a los ya convencidos. Ese es un tipo de relación entre la política y los medios de comunicación. Modernamente se observa una cantidad de periódicos digitales con ese concepto.
En el extremo opuesto está la prensa amarilla o sensacionalista que atrae lectores por el impacto de sus titulares, sea la mujer degollada o la denuncia de corrupción. No puede hablarse de prensa amarilla sin que surja el nombre de William Randolph Hearst (cuya vida fue llevada al cine en el célebre film de Orson Welles Citizan Kane). Y por aquí en el Río de la Plata el diario Crítica de Buenos Aires, obra del duraznense Natalio Botana, que amasó una sideral fortuna con ese rotativo, allá por los años treinta; que ensayó el periodismo amarillo y de denuncia, en una versión pacata, como corresponde, con El Tábano de Durazno. Un periódico amarillo no puede por su naturaleza ser vocero de un partido o grupo político, pero muchas veces (lo hizo Hearst, lo hizo Botana) sí se involucran en causas políticas o en corrientes políticas, necesariamente opositoras, porque como se observa en este lado del Plata, sensacionalismo y oficialismo constituyen un matrimonio imposible.
Un modelo que tuvo larga duración en Uruguay fue el diario con orientación partidaria pero con pretensión informativa, como el batllista El Día o los blancos El País y El Plata. La visión partidaria quedaba centrada en la página editorial y la información política, o algo más, pero en general el diario ofrecía una buena cobertura periodística. El caso extremo es el diarioEl País allá por los años cincuenta y sesenta, que presentó una formidable independencia en la información política, la información general, la crítica de espectáculos, los deportes, en que la visión partidaria quedó restringida a la página editorial. Los pocos estudios sobre circulación de diarios y lectura de prensa hechos en la época demostraron la amplitud ideológica de los lectores de esos diarios y la escasa lectura de la parte partidizada de esos diarios, lo que neutralizó fuertemente su influencia como voceros partidarios o políticos. Modernamente, a partir de la restauración institucional, han aparecido muchos medios de comunicación no partidarios pero con fuerte impronta ideológica, de los más diversos signos, con mayor o menor éxito de lectura o audiencia.
Lo que puede es observarse algunas constantes. Una es que la audiencia o lectura de los medios altamente partidizados o aún fuertemente ideologizados no solo no es elevada, sino que muchas veces es escasa. Dos, que en medios más plurales pero con secciones de alto contenido partidario o ideológico, el impacto proselitista de esas secciones es muy bajo. Tres, que más allá de gustos o disgustos de dueños o controladores de canales, radios y periódicos, el impacto comunicacional de los mensajes y de los actores, traducible en audiencia, es un determinante para la mayor o menor aparición de esos actores. El fenómeno Mujica es claro. Mal visto –especialmente a principios de los años noventa- no solo por la “prensa de derecha” sino también por una parte no menor de la “prensa de izquierda”, su poder comunicacional, su magnetismo, el poder de convocar audiencias multitudinarias, lo transformó en el personaje necesario de todo programa, todo medio de comunicación. El caudal político de Mujica, desde un magro 2% del electorado nacional a la Presidencia de la República, fue construido por ese magnetismo y esa convocatoria de audiencia que le abrió la puerta de todos los medios. Cuando el hoy presidente llegaba a un pueblo del interior, no había diario, semanario, quincenario, radio, canal que no se disputase alguna entrevista en exclusividad o alguna imagen que pudiese presentar como propia. Mujica no necesitó “prensa propia”, no necesitó construir una “prensa de izquierda”. El Mujiquismo con la elección de 7 senadores y 29 diputados es un ejemplo de construcción sin prensa propia.
Mujica y el MPP plantean el objetivo de tener muchos medios de izquierda y otros sueñan con ello en el FA. La idea de tener medios propios como arma política se saltea que se pudo hacer esa construcción sin medios propios. A la inversa, qué pasa cuando se tienen medios propios o medios que se pueden controlar o medios en los que se puede incidir, y resulta que no hay audiencia. Televisión Nacional o TV Ciudad son ejemplos de medios donde la izquierda incide mucho en su contenido con audiencias muy calificadas pero escuálidas. El dial está mayoritariamente lleno de medios que luchan a diario por la sobrevivencia y el drama a fin de mes de no poder pagar siquiera la luz. Porque los medios requieren dinero para sobrevivir y audiencia para que tengan sentido.
En la búsqueda de los medios propios parece más bien reflejarse la nostalgia de una concepción del periodismo que tuvo su sentir en el siglo XIX y en buena parte del XX, pero que hoy no parece tener demasiado campo.