11 Dic. 2011

Uruguay y la palestina partida

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Uruguay fue desde la gestación un firme partidario y aliado del Estado de Israel [...] ¿Qué ha pasado en la sociedad uruguaya, en la postura oficial del país y en el Frente Amplio de aquellos días a hoy? La sociedad se ha fragmentado [...] Hay cambios significativos no solo en el país -donde han cambiado los partidos en el gobierno- sino en el Frente Amplio, que supone la distancia que va del FA de Seregni y Rodríguez Fabregat (y parece encarnar Astori) al FA que expresa Almagro. [...]  En lo que va de este año, parecería que la política exterior ha dejado de ser no solo una política de Estado, sino que no es claro que sea compartida por la totalidad del partido de gobierno. Pero quizás más relevante aún, es la ausencia de debate tanto al interior del oficialismo como en el conjunto del sistema político

El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó la resolución 181 por la cual se dispuso la partición de Palestina. La palabra palestina en ese entonces hacía referencia a un territorio - habitado por judíos y por árabes- que es donde actualmente se asientan el Estado de Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Uno de los cambios singulares de la palabra, es que hoy se la considera sinónimo de “árabe palestino”, lo cual no ocurría 64 años atrás. La resolución 181 supuso la división del territorio palestino en un estado judío (que nacerá con el nombre de Estado de Israel) y un estado árabe (que no nació). La resolución fue producto del trabajo de una comisión en la que tuvo un papel decisivo Uruguay, en la persona de Enrique Rodríguez Fabregat: profesor, primer embajador uruguayo ante Naciones Unidas por casi dos décadas, ministro de José Batlle y Ordóñez, personalidad fundacional del Frente Amplio en 1971, por el cual fue candidato en esas elecciones al Senado, en lista que por encima suyo llevaba los nombres de Zelmar Michelini y Alba Roballo. La resolución 181 fue votada por casi toda América, Europa Occidental, la Unión Soviética y sus aliados; contó en contra con los países árabes e islámicos, que esencialmente rechazaban la creación de un estado judío.

El estado árabe palestino no nació cuando los demás estados árabes rechazaron la partición de Palestina e intentaron impedir mediante la guerra el nacimiento del Estado de Israel. Al terminar las hostilidades, Israel quedó ocupando mayor territorio del adjudicado por la ONU, y las dos zonas restantes pasaron a ser ocupadas por Egipto (Gaza) y Jordania (Cisjordania). La idea de un estado árabe palestino surgió mucho después que Egipto y Jordania perdiesen ambos territorios ocupados en manos de Israel. En las últimas cuatro décadas la palabra palestina comenzó a ser sinónimo de lo que en su origen refería a lo árabe-palestino.

Uruguay fue desde la gestación un firme partidario y aliado del Estado de Israel y probablemente (no hay evidencia empírica que lo respalde) no menos de los cuatro quintos de los uruguayos expresaban una fuerte simpatía. Especialmente batllistas, blancos independientes, cívicos (católicos) y socialistas. Cuando restaurada la democracia se celebra el 37° aniversario del Estado de Israel, hablan las cuatro cabezas de los cuatro partidos parlamentarios: el colorado Enrique Tarigo, el blanco Wilson Ferreira Aldunate, el frenteamplista Liber Seregni y el cívico Humberto Ciganda.

¿Qué ha pasado en la sociedad uruguaya, en la postura oficial del país y en el Frente Amplio de aquellos días a hoy? La sociedad se ha fragmentado: de un lado una creciente pérdida de simpatía a Israel y del otro un incremento leve hacia lo que se denomina “la causa palestina”; aunque lo prevalente hoy es el no compromiso con ninguna de las partes. Pero las dos variables que segmentan la sociedad son la edad y el posicionamiento ideológico. La simpatía hacia Israel es mayor a mayor edad, es decir, la máxima simpatía se da en los adultos mayores, algo menos en los adultos menos y la menor simpatía en los jóvenes. También es mayor entre blancos y colorados, algo menos en el ala moderada del Frente Amplio y muy escasa en el resto, particularmente MPP y comunistas.

La división en el Frente Amplio es paralela a la división que expresa el gobierno. Para citar dos casos casi sincrónicos. El 29 de noviembre -64° aniversario de la resolución de partición de Palestina- la cancillería emite un comunicado en que expresa el compromiso de Uruguay con “la causa palestina, en la convicción de que solo el reconocimiento de un Estado soberano garantizará el establecimiento de paz, justicia y libertad duraderas”. Lo más significativo no es tanto lo que dice sino lo que omite. Y lo que omite la cancillería es lo que expresa el vicepresidente de la República en su discurso ante la Asamblea General de la ONU: “El pueblo palestino tiene legítimo y pleno derecho a constituirse como estado, pero el pueblo judío también tiene un derecho irrenunciable a vivir en paz, habitando un país seguro y libre de ataques terroristas”. La cancillería no hizo una sola mención al Estado de Israel ni a su derecho a vivir en paz, seguridad y libre de ataques terroristas. No apareció en el comunicado ninguna de las exigencias a las que Uruguay siempre había adherido como precondición para la constitución de un estado árabe palestino: que fuese el fin de las reivindicaciones árabe palestinas en relación a Israel, que no hubiese ulteriores reclamos y que reconociese al Estado de Israel como estado judío. Hay cambios significativos no solo en el país -donde han cambiado los partidos en el gobierno- sino en el Frente Amplio, que supone la distancia que va del FA de Seregni y Rodríguez Fabregat (y parece encarnar Astori) al FA que expresa Almagro.

En este tema como en otros que han surgido especialmente a lo largo de este año, marcados por actos de la cancillería que despertaron sorpresa en el sistema político, declaraciones del canciller explicadas luego como expresiones a título personal (lo cual es poco común en el mundo, donde la regla es que los cancilleres hablan en todo momento a nombre de sus países), divorcio entre la diplomacia gubernamental y la diplomacia parlamentaria. Como ejemplo: a principio de año Uruguay reconoció a la República Árabe Saharaui Democrática, a la que se opone Marruecos (y clave nada menor, impulsa Venezuela); en octubre, Uruguay fue factor decisivo en la elección como presidente de la Unión Inter Parlamentaria Mundial del presidente del parlamento marroquí.

La política exterior fue una política de relativo consenso en el país desde la restauración democrática, aunque no plenamente de consenso. En lo que va de este año, parecería que la política exterior ha dejado de ser no solo una política de Estado, sino que no es claro que sea compartida por la totalidad del partido de gobierno. Pero quizás más relevante aún, es la ausencia de debate tanto al interior del oficialismo como en el conjunto del sistema político.